domingo, 15 de enero de 2023

PRESENCIA DEL LÉXICO BEISBOLÍSTICO EN EL HABLA POPULAR DOMINICANA


 Por: Domingo Caba Ramos.

 “Una prueba más de que el juego de pelota es un deporte íntimamente integrado a la tradición y que constituye un elemento distintivo de la identidad dominicana es que parte de su terminología ha dado lugar a la creación de expresiones metafóricas que trascienden el ámbito del deporte y pertenecen ya al lenguaje corriente usado por la población"

 (Orlando Alba: lingüista dominicano).

 Verdaderamente no sabemos si la caña de azúcar continúa siendo el producto principal de la República Dominicana; pero lo que sí sabemos es que ningún otro país de América produce más peloteros que el nuestro. Merced a este último producto, no resulta extraño que en el habla popular dominicana, todo se compare con el béisbol. En otras palabras, el juego de pelota yace permanentemente presente en nuestra diaria conversación.

 Los ejemplos sobran:

a)   Cuando el nuevo introduce en su gestión estrictas medidas que antes no existían, de él se dirá que “vino por la goma” o “duro y curvero”

b)  « En el P.L.D. - comentaba recientemente un periodista-“se está jugando una pelota caliente”»

c)   Un paciente que yace al borde de la muerte es un enfermo que está en “tres y dos”.

d)  Un  pintoresco exdiputado por la provincia de Puerto Plata causó  gran revuelo, hace ya  nueve años,  cuando en un declaración pública denominó “Segunda base” a su amante, querida o compañera sentimental.

e)    El estudiante entrega el examen al profesor y abandona el aula bastante jubiloso.- ¿Cómo te fue?- le pregunta un compañero.
 -¡Muchacho!, eso fue un “flaicito al cátcher”.

f)     El alto oficial policial encabeza un operativo sorpresa en el barrio Capotillo. El naranjero de la esquina reporta el caso afirmando que “Allá bajo la pelota ta que arde”. 

g)    A mi vecino Andrómedo lo cancelaron del trabajo, una noche fue atracado, su esposa lo abandonó y, por último, se enfermó. Por eso no se cansa de decir que “Yo estoy pasando por la peor racha de mi vida”. 

h)    Un exdirector general de la Defensa Civil, continuamente se quejaba de los pocos recursos económicos que recibía dicha institución de parte del Estado: “En la Defensa Civil jugamos sin trochas o a mano pelá”- eran sus palabras habituales.

i)     Cuando un dirigente político cesa o decide no participar en el debate electoral casi siempre da a conocer la decisión expresando que “En esta oportunidad yo he preferido ver el juego desde las gradas”. 

j)     Mi tío Luis solía declarar con reiterada frecuencia que muy poco le importaba lo fea o carente de atractivos físicos que pudiera ser una mujer si con esta sólo sostendría una sola relación o aventura sexual. “En palo largo, mi sobrino, no se pisa base”. 

k)   Para el hablante dominicano hacer un buen negocio es “pegar un palo a la pared”, mientras que el individuo que en una determinada reunión aportó la idea más juiciosa o racional, de inmediato se dirá que “La botó por los cuatrocientos” o “La botó con las bases llenas”. 

l)    El viejo Miningo no cree en cuentos con su hija Abelaida. Desde que el novio de esta llega a la casa, el anciano comienza a observar los movimientos del Romeo enamorado, tratando de explorar sus reales intenciones: “Desde hace días - rezonga con tono autoritario- le estoy cogiendo las señas para que no se burle de mí ni de mi hija”.

m)  Cuando la Policía logra apresar al delincuente que por mucho tiempo anduvo prófugo, la frase beisbolística no se hace esperar: “¡Por fin le hicieron out!”. 

n)    La persona que enfrenta una situación en la que no se vislumbran las más mínimas posibilidades de éxitos, es una persona que se encuentra en “conteo de tres y dos y el ampalla en contra”.

o)    El marido llegó a la casa y encontró a su mujer abrazada con otro. El pleito que se armó fue tremendo. Horas después, los vecinos comentaban con inocultable picardía: “A la tipa la agarraron fuera de bases ” o “La sorprendieron con su emergente”

 Los dominicanos llevamos el béisbol en las venas, vale decir, nacemos beisbolistas, crecemos beisbolistas y morimos beisbolistas. Y como el sujeto-hablante construye sus comparaciones a partir de los elementos que forman parte de la realidad que le rodea, no es raro, pues, la continua presencia del léxico beisbolístico en el habla popular dominicana.

ACERCA DE LA VOZ «PRIMERAMENTE» Y OTROS MITOS LINGUÍSTICOS


Por: Domingo Caba Ramos

En el uso y enseñanza de la lengua española son diversos los falsos conceptos o mitos gramaticales que cada cierto tiempo se crean y difunden. Y es tal la magnitud o reiteración de su difusión, que no obstante su esencia falaz, los hablantes los asumen y defienden como si se tratara de verdades incuestionables. Alcanzan, de esa manera, la categoría de auténticos o verdaderos mitos.

Entre los más comunes y divulgados mitos gramaticales merecen citarse los siguientes:

a)    «El acento destruye el diptongo»

b)    «Las letras mayúsculas no se acentúan»

c)      «La palabra ‘etcétera’ ya no se usa, sino ‘entre otros’»

d)    «La z debe pronunciarse diferente a la s »

e)      «No se debe decir ‘primeramente’, porque no existe ‘segundamente’, ‘terceramente’, etc.»

Son falsos o carentes de soportes lingüísticos los juicios precedentes porque:

1. El diptongo nunca se destruye. En palabras como ‘María’ y ‘Raúl’, por ejemplos, nunca ha existido diptongo, sino hiato. Y en virtud de este planteo, a todas luces carece de pertinencia lingüística alegar que las tildes presentes en dichos nombres destruyeron el diptongo; sencillamente porque no se puede destruir lo que no existe.

2. El empleo de las mayúsculas no exime de marcar la tilde siempre que así lo establezcan las reglas generales de acentuación. Nunca han existido reglas gramaticales que establezcan que las letras mayúsculas no deben llevar tildes

3. Es incierto que la palabra etcétera ya no se usa o fue excluida del repertorio léxico del mundo hispanohablante. Tanto la voz ‘etcétera’ como la construcción léxica ‘entre otros’ se emplean para cerrar enumeraciones inconclusas, como bien lo establece el Diccionario Panhispánico de dudas (2005), de la Asociación de Academias de la Lengua Española : « Procedente de la expresión latina ‘et caetera’, se usa siempre para cerrar enumeraciones incompletas. En la escritura va siempre precedida de una coma y se emplea frecuentemente en forma abreviada» (Pág. 279)

4. Una de las características del español de América es el SESEO, fenómeno lingüístico que consiste en pronunciar como s la z y la c, esta última ante las vocales e, i, (ciguapa – ceguera. Tales letras representan el mismo fonema (el fonema /s/), razón por la cual no debe establecerse entre ellas distinción fonética. De ahí que la sílaba za, en la palabra zapato, deba pronunciarse igual que la sílaba sa, en la palabra sapo. O, lo que es lo mismo, en Hispanoamérica se escribirá “zapato”, pero se pronunciará siempre “sapato”.Sencillamente, en el mundo hispanohablante la z nunca debe pronunciarse. O como bien nos decía, en mis años de estudios universitarios,   uno de los más brillantes maestros que tuve en la UASD: «El hispanohablante que mete la “z” en la pronunciación, también mete la pata»

5. En cuanto a la voz “primeramente”, se plantea el mismo mito o falso concepto, lamentablemente repetido y difundido hasta por profesores de lengua española. Se trata, “primeramente”, de una voz que en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) se registra como adverbio de tiempo o de orden. En este texto se consignan también los términos “segundamente, terceramente y cuartamente”; pero se aclara que están en desuso.

Como adverbio de tiempo, “primeramente” significa “previamente, anticipadamente, antes de todo”, y con este valor tiene como correlatos o términos alternativos los adverbios “últimamente” y “finalmente”.   Esto significa que la acción que no se realizó primeramente, fue porque se ejecutó últimamente o finalmente:

 «Tan pronto llegamos al campo “primeramente” fuimos a la casa de nuestros abuelos».

Como adverbio de orden, se utiliza para introducir el primer elemento de una enumeración o de una serie discursiva. Sus correspondientes correlatos son: en primer lugar, en segundo lugar, en tercer lugar, etc.:

 «Ellos, "primeramente" analizaron las causas del desastre; luego, estudiaron los efectos; finalmente, emitieron las conclusiones»

En ocasiones, el adverbio “primeramente”   puede presentarse como único elemento, sin correlato, para resaltar la importancia del segmento que aparece a continuación:

«Yo creo que tú, antes de hablar, “primeramente" conviene que investigue sobre el tema».

En este caso, "primeramente" se usa con el significado de “principalmente”, y como puede apreciarse, no introduce el primer miembro de una enumeración ni funciona como nexo entre las distintas partes que conforman el texto.

En conclusión, todo lo antes expuesto es más que ilustrativo para reiterar que se trata de un falso concepto o mito gramatical el tan propalado argumento de que no debemos decir "primeramente" porque no existe "segundamente”, "terceramente", etc.

EL HOMBRE PEQUEÑITO SEGÚN ALFONSINA STORNI


Por: Domingo Caba Ramos

Alfonsina Storni 

   Ahora que tantos casos de feminicidios se reportan en nuestro país, por considerar muchos hombres que su esposa, novia o pareja sentimental les pertenece como si  de un objeto cualquiera se tratara, quizás convenga compartir los reveladores versos que conforman el poema “Hombre pequeñito”, de la insigne poetisa argentina, Alfonsina Storni (1892-1938). Entraña dicha composición una aguda crítica a ese hombre de mente estrecha que terca o rabiosamente se resiste a que su esposa, novia o compañera de vida le ponga fin a la relación sentimental establecida entre ambos. A cada hombre que haya incurrido en tan detestable comportamiento, pienso que mucho le favorecería la lectura del precitado texto poético, por cuanto de la reflexión resultante podría llegar a la convicción de que tan pequeño es y que tan angosta resulta el perfil de su estructura mental...

¿Quién fue Alfonsina Storni?

 Madre soltera, actriz, dramaturga, maestra y poetisa, nació en Suiza el 29 de mayo de 1892 y falleció en Argentina, donde residió desde niña, el 25 de octubre de 1938. Junto con la chilena y Premio Nobel, Gabriela Mistral, y la uruguaya, Juana de Ibarborou, conformó la gran trilogía de escritoras que lucharon para que la mujer ocupara un espacio de importancia en las páginas de la literatura hispanoamericana, logrando convertirse de esa manera en la primera mujer que entró a formar parte de la comunidad de escritores de Argentina. Y junto a Ibarborou (1892-1979), está considerada como una de las voces de mayor relieve de la poesía feminista en las letras latinoamericanas.

El feminismo combativo es uno los rasgos que más caracterizan su producción poética, como bien se pone de manifiesto en sus composiciones: «Tú me quieres blanca» y «Hombre pequeñito» De manera subversiva y directa, en sus versos abordó temas como la sexualidad femenina, los roles de género y la subordinación de la mujer al hombre; pero esa rebeldía contra la opresión de la mujer no fue solo personal, sino también política. En tal virtud, participó activamente en la campaña de defensa del derecho al voto de la mujer argentina y en favor de la educación sexual en las escuelas.

Además de sus ocho libros de versos, escribió obras teatrales y numerosos artículos. Esos libros son los siguientes : La inquietud del rosal (1916), El dulce daño (1918), Irremediablemente (1919) Languidez (1920), Ocre (1925) , Poemas de amor (1926) , Mundo de siete pozos (1934) y  Mascarilla y trébol (1938)

 El diagnóstico de un incurable cáncer de mama la sumió en una terrible y permanente depresión que la llevó a ponerle fin a su vida por la vía de suicidio, lanzándose al mar de Plata, la madrugada del 25 de octubre de 1938.

 Un suicidio que parece haberlo pronosticado en los versos que escribió un año antes de su muerte, con motivo del trágico fallecimiento de su entrañable amigo y amante, el afamado cuentista uruguayo Horacio Quiroga (1878-1937), quien al enterarse de que padecía de un intratable o incurable cáncer de próstata, decidió envenenarse, mientras se encontraba interno en un hospital de Buenos Aires, en la madrugada del 19 de febrero de 1937.

 En esos versos de despedida, Alfonsina le dice a su amigo querido:

 «Morir como tú, Horacio, en tus cabales, 
y así como en tus cuentos, no está mal; 
un rayo a tiempo y se acabó la feria…» 

En el poema “Hombre pequeñito”, apunta Storni lo siguiente:

 HOMBRE PEQUEÑITO

 «Hombre pequeñito, hombre pequeñito, 
suelta a tu canario que quiere volar... 
Yo soy el canario, hombre pequeñito, 
déjame saltar. 

Estuve en tu jaula, hombre pequeñito, 
hombre pequeñito que jaula me das. 
Digo pequeñito porque no me entiendes, 
ni me entenderás. 

Tampoco te entiendo, pero mientras tanto,
 ábreme la jaula que quiero escapar;
 hombre pequeñito, te amé media hora, 
no me pidas más»

LO QUE ES Y LO QUE PARECE EN EL USO DE LA LENGUA


Por: DOMINGO CABA RAMOS

1.      ¿«Loquera» o «locura»?

En su cuarto libro de relatos y crónicas publicados, “Mi mejor historia”, Johan Rosario Rosario,  periodista, narrador y empresario nativo del municipio de Tamboril, utiliza el sustantivo “loquera“ («… hablar de loqueras…») en uno de los relatos que conforman el referido libro. Apropósito de esta palabra, una de sus asiduas lectoras le escribe para en términos correctivos decirle que en lugar de “loquera” debió usar la palabra “locura”, por cuanto la primera, “loquera” es la mujer que cuida a los locos. El escritor, al respecto, solicita mi parecer, y la que sigue fue mi respuesta:

«Cuando se analiza el valor semántico o significado de una palabra, no se puede perder el vista el contexto lingüístico o situacional en que dicha palabra aparece empleada. En tal virtud, vale destacar que “loquera“, según el Diccionario de la lengua española (DRAE), no solo significa “Persona que cuida y guarda locos” y “Jaula de locos…”.  En el español de América, dicho vocablo también significa ‘locura’, igual que en el español dominicano, aunque no en todos los contextos uno y otro término se puedan intercambiar, condición esta última necearía para que dos o más palabras se consideren completamente sinónimas.

En el Diccionario del español dominicano (2013:422), acerca de la susodicha voz se leen los siguientes significados:

Loquera:

1.     ‘Locura’

2.     ‘Impulso que hace que una persona haga algo repentino’

3.     ‘Acción absurda o fuera de lo normal’

Merced a los anteriores conceptos, se infiere que una “loquera”, de acuerdo al sentido que a esta le atribuyen los hablantes dominicanos, se puede hacer o decir, siempre que se trate de una ‘Acción absurda o fuera de lo normal’. Por tal razón, debe reputarse válido el uso que del precitado sustantivo haces en tu recién publicado libro (oct. 2022):“En cambio, empezó a hablar de loqueras y ella sintió la necesidad de irse…” (p.39); aunque en vez de “hablar de loqueras…”, quizás hubiese sido preferible escribir: “…hablar loqueras…”

En el enunciado pretranscrito, “hablar de loqueras” sería lo mimo que hablar de cosas absurdas, de dichos disparatosos o sin importancia. Nótese que en semejante contexto, “loquera” no se puede intercambiar con “locura”, término que además de sustantivo (‘Privación del juicio uso de la razón’, ‘Despropósito o desacierto’ y ‘Exaltación del ánimo…’) funciona también, en la lengua coloquial, como adverbio (‘Muchísimo’, ‘extremadamente’) y como adjetivo (‘Extraordinario’, ‘fuera de lo común’). Por ser así, en el texto (p.38) tampoco se puede cambiar “locura” por “loquera” en el juicio aclarativo: “La amó con “locura” como los grandes amores…”, vale decir, inaceptable habría sido, desde el punto de vista semántico, escribir: “La amó con loquera…”

Por último, es normal que los autores literarios, en sus obras empleen expresiones con el sentido dialectal de la comunidad lingüística a la que pertenecen. En tal virtud, la voz “loquera”, como aparece en la cita precedente, ha sido utilizada con el significado particular que este término soporta en la variante dialectal dominicana»

2.     ¿«Orgánico» o «auténtico»?

Como resultado del cambio lingüístico, cada cierto tiempo surgen voces que, favorecidas por el fenómeno de la masificación lingüística, se “pegan“, se desplazan, popularizan y cual epidemia léxica, saltan de un hablante a otro en una determinada comunidad. No siempre la palabra emergente, sin embargo, guarda relación semántica con el justo sentido de lo que realmente   se desea expresar. Es lo que sucede actualmente en el habla dominicana, con el archiutilizado adjetivo “orgánico”, término genérico estrechamente vinculado a ciencias como la Biología, Química, Medicina…, y que en su sentido propio designa cada uno de los procesos asociados a la vida y a todo aquello relacionado con los organismos; pero que de manera impropia se emplea con el sentido de ‘auténtico’, ‘integro’, “sincero”, ‘claro…’ Así se hablará de “mujer orgánica”, “profesional orgánico”, “funcionario orgánico”, etc. A tono con el valor significativo que dicho vocablo entraña, sí podría hablarse de “alimentos orgánicos”, “compuesto orgánico“, plantas orgánicas”. “sustancia orgánica”, etc. ; pero no de “mujer orgánica” ni de  profesional o funcionario “orgánico”.

LENGUA Y RELACIONES HUMANAS


Por: Domingo Caba Ramos

«No estamos solos. Cada uno de nosotros no está solo…Tenemos que considerar que, con nosotros, existen los demás, esto es, que vivimos en sociedad. Pero vivir en sociedad no consiste precisamente en que otras personas estén o pasen cerca de nosotros, sino en que nos relacionemos de algún modo con ellas. Esta relación se produce gracias a la comunicación»

Manuel Seco

El humano es un ser social por naturaleza, esto es, nace, crece, se desarrolla y actúa en un mundo de personas que viven en sociedad. Y en tanto ser social, es, a su vez, un ser comunicativo.

Al formar parte de una realidad social, los seres humanos establecen múltiples relaciones con los miembros del grupo a la que pertenecen. Y para hacer más efectiva estas relaciones, tienen que intercambiar información con los demás, y exteriorizar lo que piensan, sienten y desean. Para tal fin, precisan, pues, de ese instrumento de comunicación que todos conocemos con el nombre de lengua.

 Ya sabemos que la lengua se actualiza o concretiza a través del habla, y que hablar, no es más que traducir en palabras deseos, sentimientos y pensamientos; pero los hablantes no siempre empleamos la lengua de la forma más adecuada en el instante de transmitir nuestras ideas. Frecuentemente adoptamos comportamientos lingüísticos que lejos de fortalecer las relaciones humanas, lo que hacen es producir en ellas profundas grietas que debilitan considerablemente dichas relaciones. De ahí que surjan los conflictos que suelen destruir los vínculos armónicos que deben primar en el seno de todo conglomerado social.

Tales conflictos se originan generalmente movidos más por palabras que por hechos. Incontables son los casos que nos permitirían validar el juicio anterior: las demandas por difamación e injuria; la queja del empleado, disgustado porque el jefe le “habla mal”; los chismes del vecindario que tantos roces o enfrentamientos generan; el estudiante que se queja por la forma en que le habló su profesor; el empelado que dimite del puesto porque ya no soporta las groserías verbales de su jefe inmediato, etc.,

Desavenencias como las antes citadas ocurren porque a veces no usamos la lengua con la eficacia que una buena relación social demanda. A tono con este planteo, conviene señalar que en el momento de intercambiar ideas debemos seleccionar las palabras que en términos comunicativos generen los más apreciables resultados. Como bien lo dice Gastón Fernández de la Torriente:

 «El poder de la palabra eficaz es ilimitado no sólo en la esfera política, sino en lo personal o en las relaciones laborales» (La comunicación oral, 1993:7).

Son muchos los hablantes que no se conducen con la prudencia requerida en el momento de intercambiar ideas con los demás. Nos referimos, obviamente, a aquellas personas que en lugar de usar la lengua para informar, persuadir y orientar, la emplean para ofender, humillar e imponer criterios. Ya lo explicó claramente el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez en su discurso de ingreso a la Academia Dominicana de la Lengua:

  «La  lengua tiene la posibilidad de ocultar en vez de manifestar; de engañar en vez de transmitir la verdad; de dividir en vez de unir; de enfrentar en vez de pacificar; de exacerbar en vez de suavizar; de debilitar en vez de robustecer y de trastocar en vez de ordenar».

 En relación con los juicios precedentes, me permito, a modo de sugerencias y por considerarlo de gran valor o pertinencia comunicativa, proponer lo siguiente:

   1.- Al hablar, mire siempre a los ojos de su interlocutor, escúchelo con interés y permítale que se exprese libremente.

 2.- Llame siempre a las personas por su nombre de pila. No le diga “caballero”, “jefe”, “viejo”, "don" “amigo”, “varón”, “comandante”, “caballo”, “ilustre”, "distinguido", “querido”, etc. Sencillamente llámele Luis, Abelaida, María, Efigenia, Yeyo, Ramón, Domingo, Andrómedo, Doroteo… Recuerde en todo momento el consejo de Dale Carnegie: “El nombre de una persona es para ella el sonido más dulce y más importante que puede escuchar”.

  3.- Al dirigirse a sus superiores o subalternos, proceda en todo momento con respeto y cortesía.

 4.- La autoridad y el respeto se logran con palabras firmes, pero respetuosas; nunca con el insulto grosero, humillante y bochornoso.

 5.- Evite emitir opiniones acerca de asuntos que tengan que ver con la vida íntima de los demás.

   6. Procure evitar las murmuraciones, el comportamiento altanero y los autoelogios.

Una y otras prácticas constituyen el sello distintivo de los seres mediocres y acomplejados. Lo que usted es o sabe debe demostrarlo con hechos, nunca con palabras. La pedantería, altanería o presunción es una de las conductas más despreciadas por los seres humanos.

 7. Procure siempre utilizar la palabra que, al decir de Neruda, «tienen transparencia», y no aquellas repletas de "sombras", y que por ser así, hieren y bajan, en vez de elevar, la autoestima de las personas que le rodean.

 8.  Existen hablantes de cuyas bocas en lugar de ideas lo que salen son proyectiles convertidos en palabras. Evite, pues, formar parte de su fila.

 9- Chismoso no solo es quien cuenta chismes, sino también quien disfruta escuchándolos.

 10.- La lengua jamás debe utilizarse para ofender, golpear, humillar, denigrar, destruir o lacerar dignidades ajenas. Nunca olvidar, apropósito, las sabias palabras de la insigne poetisa, maestra y Premio Nobel de Literatura, Gabriela Mistral (1889 -1957): «Todo puede decirse; pero hay que dar con la forma. La más acre reprimenda puede hacerse sin deprimir ni envenenar un alma»

 La Lengua, en fin, debe emplearse para estrechar las relaciones humanas y contribuir al desenvolvimiento o desarrollo de un mundo cada vez mejor.


AGUINALDO Y VILLANCICO : SEMEJANZAS Y DIFERENCIAS


Por: Domingo Caba Ramos.

El concepto de aguinaldo casi siempre suele confundirse con el de villancico. Y al respecto debemos precisar que si bien uno y otro tipo de canción aluden a las fiestas navideñas ( rasgo común ) uno y otro difieren ligeramente en lo que atañe a la naturaleza y alcance de la temática tratada, vale decir, mientras el contenido del villancico es eminentemente religioso, el aguinaldo combina lo religioso con lo profano. Pero dejemos que sea una voz autorizada, Julio Alberto Hernández, quien se encargue de establecer dicha diferencia:

“Hoy día – apunta el afamado músico y compositor dominicano – entendemos por villancico, una canción del folklore tradicional inspirado en el espíritu religioso popular de las navidades, que suele cantarse entre el pueblo y las instituciones religiosas, con acompañamiento de instrumentos populares”
 

Y al distinguirlo del aguinaldo, don Julio puntualiza lo siguiente:

«Cuando el villancico abarca temas profanos se llama aguinaldo. Esta es la canción popular tradicional que mejor expresa los sentimientos del pueblo dominicano en la navidades» (Música Tradicional Dominicana, 1969: 34-35)

Las letras del villancico versan o están siempre asociadas al nacimiento del Niño Jesús, como bien se aprecia en las estrofas que siguen: 


1. “Venid pastorcito
venid a adorar
al Rey de los cielos
que ha nacido ya…”

 

2. “De tierra lejana venimos a verte,
nos sirve de guía la Estrella de Oriente,
o brillante Estrella que anuncia la aurora,
no nos falte nunca tu luz bienechora...”


Y también en los versos del más popular, antiguo y universal de los villancicos, Noche de paz 

«Noche de paz, noche de amor,
todo duerme en rededor,
entre los astros que esparcen su luz,
bella anunciando al niñito Jesús,
brilla la estrella de paz,
brilla la estrella de paz…»


El aguinaldo, por su parte, además del religioso, incluye en sus letras temas profanos, tales como la comida, las fiestas, las parrandas ,las bebidas alcohólicas y el amor erótico: 


«De la montaña venimos,
para invitarte a comer,
un lechoncito en su vara,
y ron pitorro a beber . . .»

 

Conviene aclarar que originalmente aguinaldo no era más que un favor que musicalmente se pedía como regalo de nochebuena; pero mediante el proceso de desplazamiento o transferencia semántica, con el paso del tiempo se le llamó aguinaldo no sólo al obsequio apetecido, sino también a la canción utilizada como canal para solicitarlo.

Al explicar la idea contenida en el párrafo precedente, Julio Alberto Hernández no podía ser más explícito:

“Desde los primeros días del mes de diciembre, su alegre melodía llena de vibraciones los campos y ciudades, donde está unido a gente de toda edad y clase, imponiéndose en los bailes, conciertos y fiestas pascuales. Los músicos populares tienen la costumbre de ir a cantarlo a las puertas de las familias acomodadas, con miras a conseguir su aguinaldo (regalía) de nochebuena. Otras personas asaltan la casa del amigo donde se proyecta hacer la fiesta, que, de antemano está preparada con bebidas y el tradicional pavo o lechón asado” (Ob. cit., p... 35)

El más antiguo aguinaldo dominicano es la composición que lleva por título original Cánticos (1908), compuesta por el laureado cantor o poeta popular mocano – santiagués Juan Antonio Alix (1833- 1918); pero popularmente conocida como A las arandelas. Combina este, sin embargo, estrofas de contenido enteramente religioso o propio del villancico como:

«Alabemos todos,

 al niño Jesús,
que nació en Belén,

 y murió en la cruz»

Con otras de contenido popular o privativo del aguinaldo:

« ¡Señores, silencio!

que el sonido empieza,
de platos, cubiertos

 y arreglos de mesa»

«Por el agujero,

 de la cerradura,
ya se siente el bajo,

a fritanga pura»


En la estaciones de radio de la República Dominicana, desafortunadamente, como ocurría en épocas pasadas en el período navideño, ya no se escuchan aquellos bellos villancicos que tanto esparcían nuestro espíritu con su lírico acento. La posmodernidad, con su anticulto a los más sanos y auténticos valores,   los sepultó para siempre.

MI MADRE, LAS «CUERDAS» Y EL BEISBOL


Por: Domingo Caba Ramos

El vocablo “cuerda”, entre más de una veintena de acepciones, se define en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), como un «Objeto delgado, muy alargado y flexible, hecho de hilos o fibras torcidos o entrelazados, que se usa generalmente para atar o sujetar cosas»; pero a pesar de este académico concepto, cuando un dominicano lee o escucha el precitado término, lo primero que llega a su mente es la idea de ‘broma’ o ‘burla’. Una broma y una burla que naturalmente generan molestia o enfado. Semejante concepción le imprime a dicha palabra el rango de dominicanismo, específicamente, de dominicanismo semántico. De ahí que en el  Diccionario del español dominicano (2013:230), acerca de la palabra  «cuerda», se dice escuetamente que significa ‘enfado’, vale decir, no se registra ninguno de los veinticinco significados que aparecen en el diccionario general del idioma español.

Acepciones semejantes se nos presentan en otros textos dominicanos de naturaleza lexicográfica como el Diccionario de dominicanismos (2002), de Carlos Esteban Deive, en el que la voz que nos ocupa, se define con el sentido de ‘Broma, burla ligera o pesada...’ (p.65). De igual forma la concibe el maestro, lingüista y lexicógrafo don Max Uribe en su valioso texto Notas y apuntes lexicográficos: Americanismos y dominicanismos (1996:124)

Del término «cuerda» se derivan frases y palabras características del habla dominicana, tales como:

a)    «Coger cuerda» - ‘Enfadarse o enojarse’.

b)    «Dar cuerda» - ‘Molestar a alguien con burlas o con lo que se sabe que no le gusta’. 

c)     «Cuerdero, ra» - ‘Referido a persona, que le gusta dar cuerda’.

d)    «Cuerdoso, sa» - ‘Referido a persona, que coge cuerda’

Así consta en el ya citado Diccionario del español dominicano (p.230), publicado en el año indicado por la Academia Dominicana de la Lengua. En otro de los textos lexicográficos editados por esta lingüística institución, el Diccionario fraseológico del español dominicano (2016), se recogen al respecto la voz y las unidades fraseológicas que a continuación se transcriben:

a)    «Agarrar una cuerda» - ‘Permitir que algo o alguien incomode a otra persona’.

b)    «Dar cuerda» - ‘Molestar, incomodar a alguien repetidamente con burlas o bromas desagradables…

c)     «Coger cuerda» - ‘Enfadarse o enojarse. Molestarse alguien por la insistencia, presión o burlas de una persona’.

d)    «Coger un cuerdazo» - ‘Cambiar de actitud de repente por una molestia’.


Conforme a los conceptos pretranscritos, claramente se percibe que «dar y coger cuerda», en la variante dialectal dominicana, significan ‘enfadar’ y ‘enfadarse’ respectivamente; pero más allá de la simple intención de molestar, la acción de “dar cuerda”, en ocasiones, debe asumirse como una forma de expresar afectos y reafirmar las relaciones interpersonales. Es lo que sucede, por ejemplo, en el ámbito deportivo y, de manera muy especial, en el mundo beisbolístico.

¿Qué significa eso?

Sencillamente que si bien en algunos casos la víctima de la molestia puede ser alguien ajeno a muestro mundo íntimo, casi siempre se les “da cuerda” a los seres que apreciamos y son dignos de nuestra confianza. Por esta razón, la “cuerda” debe ser contundente, pero prudente; picante, pero respetuosa. Debe producir llagas en el espíritu, pero no grietas en las relaciones humanas. En fin, una cortante, incisiva y bien calculada cuerda debe en todo momento unir, no dividir. En otras palabras, en una “cuerda” cortés, social, armónica y deportivamente programada no debe existir espacio para el insulto, la grosería y la ofensa personal.

Nunca olvido al respecto, a mi fenecida y siempre recordada madre. En tiempos de beisbol, en el arte de “dar cuerda”, nadie la superaba. Burlona e irónica como la que más, sus cuerdas le encantaba darlas por escrito y vía telefónica; pero especialmente a través de unos versos que improvisaba para cada ocasión, y que necias ronchas producían en el ánimo de sus apreciados compadres, vecinos, amigos, parientes y relacionados.


Escogidita mil por mil, cuando su equipo ganaba, nadie soportaba el peso irónico de sus versos ni el eco reiterado de su sarcástica carcajada. Sin embargo, todos valoraban en ella  el carácter  integracionista o de alta camaradería que  le imprimía a  sus “cuerdas”, tanto que bien puede afirmarse que mi madre gozaba igual  dando la “cuerda” como recibiéndola. Creo que en ese aspecto, como en otros tantos, nos parecemos bastante

JOHAN ROSARIO Y SU «… MEJOR HISTORIA » (*)


Por: Domingo Caba Ramos

En el plano de la significación, los conceptos de crónica, relato y cuento tienden a confundirse. Merced a esta confusión, se entiende que tales térmicos entrañan siempre un mismo significado; pero no es así. Se trata de subgéneros narrativos cuyas fronteras formales y temáticas, en ocasiones se tornan un tanto borrosas.

Cualquier diccionario de literatura, así como el de la lengua española (DRAE) nos dirá que relato es una narración, vale decir, la «Exposición coherente de una serie hechos reales o fingidos...». De semejante definición, obviamente, se infiere que si bien toda narración, como el cuento y la crónica, es siempre un relato, no todo relato alcanza la categoría de los precitados subgéneros literarios.

 Mientras en el cuento priman los asuntos altamente imaginativos, simbólicos o ficcionales, en la crónica prevalece lo referencial, lo concreto, la realidad exterior, toda vez que en ella se narran acontecimientos en su sucesión cronológica o temporal. Como su nombre lo indica, la crónica da cuenta del transcurrir del tiempo en un espacio determinado. Ofrece continuas referencias al espacio y al tiempo en que se sitúan los hechos.

En sus orígenes, la crónica nace con una intención eminentemente historicista y, si se quiere, didáctica: transmitir datos históricos a las futuras generaciones (crónica histórica). Baste solo pensar en el famoso Diario de navegación, de Cristóbal Colón, y todas las crónicas de indias de la época del descubrimiento de América. La crónica histórica da paso a la periodística y esta, a la literaria o crónica de ficción, entre cuyos cultivadores en la historia universal de la literatura, no es posible dejar de citar a Gabriel García Márquez con su muy leída obra Crónica de una muerte anunciada. Esta forma de expresión la adquirió la crónica cuando al testimonio, vivencias o experiencias reales se le añadieron recursos propios de la ficción.

Para Juan Villoro Ruiz (1956) destacado escritor, narrador y periodista mexicano, «la crónica es el ornitorrinco de la prosa…», por cuanto, según él, se trata de un subgénero épico en el cual confluyen rasgos de otras clases de textos literarios y periodísticos. «El cronista – a su decir - utiliza elementos de la imaginación y el reportaje para construir su texto. La verdad y la fantasía son sus dos principios, uno para narrar fielmente lo que ocurrió, otro para imprimirle un toque emocionante que conmueva la sensibilidad del lector o despierte en estas sensaciones y sentimientos…»

En la literatura contemporánea dominicana, el cultivo de la crónica literaria ha estado brillando por su ausencia, razón por la cual igualmente escasean obras del calibre de Cosas añejas (1891), de César Nicolás Penson (1851 – 1901) y Narraciones dominicanas (1946), de Manuel de Jesús Troncoso de la Concha (1878 – 1955).  Sin embargo, no obstante esa notoria desafición, en la nueva cosecha de narradores locales abundan los que como el escritor tamborileño, Johan Rosario, han optado por convertir el precitado subgénero narrativo en su quehacer escritural por excelencia. El libro que el lector tiene en sus manos, Mi mejor historia, constituye la más fehaciente muestra. Pero no solo este. Mi mejor historia es el resultado de una selección de textos pertenecientes a otros de sus libros de la misma línea o naturaleza publicados en años anteriores: Restos del corazón (2005), Amores que matan (2009) y Al otro lado (2018)

No se trata, Mi mejor historia, en puridad de verdad, de un libro de cuentos, por lo que acerca de este ya antes se había dicho. Los veintiséis textos que lo conforman, entre los que podemos encontrar cuatro narraciones inéditas, por sus características, se inscriben en el género de la crónica. En ellos, el narrador cuenta la historia, ya sea porque a él se la refirieron o porque en ella participó como testigo o protagonista. Aunque envueltos en el manto de la fantasía y adornados, en su forma expresiva, con recursos propios de la imaginación, en los hechos contados predomina el elemento vivencial, testimonial y la referencia estrechamente vinculada a la realidad.

Con las palabras del precitado Juan Villoro, debemos decir que en Mi mejor historia, la verdad y la fantasía se entrecruzan para engalanar la realidad con el traje de la imaginación.

Real es el marco espacial donde ocurren la mayor parte  las historias relatadas (Tamboril), y reales, no fantásticos,  son  muchos  de los personajes, instituciones y lugares de la realidad tamborileña que en la obra se mencionan : el limpiabotas del pueblo, Marusa; el empanadero del pueblo, Cáñamo; el deportista del pueblo, Tule; la iglesia del pueblo, San Rafael; la vía pública del pueblo, carretera Peña y las instituciones educativas del pueblo, Escuela «Sergio Hernández» y Liceo «Braulio Paulino», entre otros. Y muy real es la crónica – homenaje que escribió el autor con motivo del sentido fallecimiento de quién él considera su maestro periodístico: su admirado y exdirector del vespertino El Nacional: Radhamés Gómez Pepín

Los límites entre cuento y crónica, vale reiterarlo, por momentos se tornan difusos. Por eso no ha de extrañar el hecho de que en algunos de los relatos contenidos en Mi mejor historia ,  el autor suele coquetear un poco con la estructura del  cuento, y  como si de un cuento se tratara la crónica, como bien lo recomendaba el Maestro (Juan Bosch),  la inicie con el protagonista en acción :

«Bostezando, cruzó el marchito enredado de uvas que separaba el zaguán del jardín. Se sentó en un banco de madera despellejada y comenzó a leer. Sostenía entre sus manos un diario. Era el diario de su padre…» (El diario, p.26)

Johan Rosario es un joven periodista y escritor nativo de Tamboril quien a muy temprana edad dio muestras de su sensibilidad literaria e inclinación hacia el mundo de las letras, y es por ello que siendo aún un adolescente nos encontramos con él publicando artículos en la revista El tamborileño y en los periódicos El Siglo y La Información y El Nacional. En Nueva York, donde en el 2002 pasó a residir, funda  la Revista Latina (2006) y en   Supercanal Caribe produce un espacio semanal llamado “La Hora Latina“

Completando su ficha, resta anotar que Johan Rosario cursó estudios de Negocios Internacionales en la Universidad Tecnológica(UNITEC) y un posgrado en Alta Dirección de Personal en la Universidad Barna Busines School, República Dominicana. Es presidente del grupo corporativo Salud Dominicana, el cual ha sido objeto de numerosos reconocimientos internacionales. Con distinciones parecidas, igualmente fue reconocido su trabajo periodístico en los años en que de manera habitual ejerció esta muy significativa labor profesional.

Las responsabilidades o compromisos empresariales de este autor, de ningún modo han influido para que su producción bibliográfica se detenga o concluya. Todo lo contrario, su quehacer escritural continúa en ascenso como lo demuestra este puñado de emotivas vivencias reunidas bajo el genérico nombre Mi mejor historia. Vivencias magistralmente recreadas por la pluma de quien ha hecho de la crónica su canal predilecto para contar historias y recoger los acentos que vagan en cada momento y entorno social donde comparten o interactúan tipos humanos. Por eso el prologuista espera que el lector pueda disfrutar plenamente cada relato y trasladarse, virtualmente, junto al autor a cada uno de esos entornos vivenciales y con inevitable emoción pueda de esa manera percibir los ecos y acentos que allí vagan y rondan. 

(*) – Texto del prólogo al libro Mi mejor historia, publicado en el Club Casino Primavera, del municipio del Tamboril, el 23 de octubre del 2022.