martes, 25 de agosto de 2020


LA ENSEÑANZA VIRTUAL
Por : Domingo Caba Ramos


Alguien me preguntó un día de estos mi parecer acerca de la enseñanza virtual. Fue entonces cuando recordé el primer concepto de educación con el cual entré en contacto cuando inicié mis primeros estudios de formación docente en la otrora Escuela Normal “Luis N. Núñez Molina”, de Licey al Medio: «Educación es el proceso que tiene como propósito el desarrollo integral de la personalidad del educando».

¿Qué significa eso? Sencillamente que todo sistema de enseñanza, para que pueda generar resultados trascendentes, no solo debe informar, sino formar. La escuela forma e informa, Como en la educación virtual, lo informativo se impone a lo formativo, el desarrollo que ella proporciona, en modo alguno, puede considerarse integral

¿Por qué razón?

Porque por su propia naturaleza, la enseñanza virtual no garantiza el espacio propicio para transmitir y forjar valores. Se trata de una enseñanza meramente alternativa, fría, mecánica, automática, desmotivadora, carente casi por completo de dinamismo y afectivos sentimientos y, al decir de Paulo Freire, hasta cierto grado bancaria. Una enseñanza cuya calidad puede resultar entorpecida por variables diversas tales como la incompetencia técnica de los actores del proceso educativo, las fallas técnicas que pueden interrumpir el desarrollo de las clases, no contar, alumnos y maestros, con los equipos requeridos, las fallas en la red de Internet, la no validez científica de los mensajes presentes en la red, la posibilidad de que la atención del alumno sea desviada hacia los múltiples atractivos que la red le proporciona, la no confiabilidad de los resultados de la evaluación educativa debido a las posibles trampas o fraudes en que pueden incurrir los estudiantes, etc.

En fin, una enseñanza virtual, si bien posee sus luces, no deja huellas y jamás, en términos cualitativos, podrá compararse y ser sustituida por la docencia presencial.

Posiblemente sean diversas las teorías que plateen lo contrario del juicio precedente; pero vale destacar al respecto, que la calidad de los procesos se mide por los resultados que de estos se derivan. Así, quien se haya formado y desempeñado como maestro, cuenta con sobrada autoridad para afirmar que en términos cualitativos, la educación a distancia se sitúa muy debajo o dista mucho de la enseñanza presencial.

Muy especialmente en el nivel inicial (desde maternal hasta preprimaria), así como en los primeros cursos del nivel primario (primero, segundo y tercero), si no se cuenta con el orientador o adecuado acompañamiento de un adulto, la educación virtual, en el sentido estrictamente pedagógico, debemos considerarla como un verdadero fracaso, por cuanto el bajol nivel de comprensión de los niños les impide a estos asimilar las clases que vía Internet les serán impartida y las estrategias metodológicas que en esos niveles se recomiendan para el logro de un aprendizaje efectivo y/o significativo, vía Internet, es mucho más que imposible ponerlas en práctica. Yo que, por ejemplo, fui inicialmente formado pedagógicamente para impartir clases en uno de esos niveles (primario ), así lo entiendo..

Sin embargo, a pesar de lo antes expresado, el maestro dominicano sabe que está en el deber y en la obligación de ponerse a tono con la nueva onda tecnológica, vale decir, asumir los retos de la tecnología; pues para dar respuestas a las actuales exigencias educativas, así como a las nuevas situaciones fortuitas o emergentes que en el futuro puedan presentarse, necesariamente tendrá que subirse y moverse en el tren de la virtualidad. De lo contrario, necesariamente, quedará fuera del sistema.

¡DESGARRADOR Y PREOCUPANTE, PERO CIERTO!


¡DESGARRADOR Y PREOCUPANTE, PERO CIERTO!
Por : Domingo Caba Ramos

Una profesora (petromacorisana) que actualmente realiza el curso “Formación en el uso de herramientas digitales para la docencia“, organizado y coordinado por el Ministerio de Educación, les envía a las integrantes de su grupo de trabajo, la siguiente nota :

«Buenas tardes hoy hacido muy importante la clase de hoy, aprendimo mucho»

Al leer eso, solo se me ocurrió decir: «Ya entiendo por qué nuestro país siempre aparece en los últimos lugares en el Informe (PISA). Un profesor solo puede escribir así, cuando sufre de “lecturofobia”, es decir, cuando entiende que la lectura le produce alergia, rasquiña o coronavirus» .

Para dulcificar un poco el amargor que la forma expresiva del precitado mensaje produjo en mí, encendí mi equipo de música y me puse a escuchar las poéticas canciones de José Luis Perales.

La susodicha profesora, ¡oh sorpresa!, imparte Lengua Española en el nivel secundario, posee título de maestría y tiene veinte años en el servicio educativo. En su descriptiva y breve nota, lo adecuado habría sido escribir :

«Buenas tardes. Hoy las clases fueron muy importantes. Aprendimos mucho».

DE LA CONSULTA MÉDICA A  LA CREACIÓN LITERARIA
Por: Domingo Caba Ramos

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A modo de introducción.

 En octubre del año 2014, el Dr. Frank Espino, médico ginecólogo, se acercó a mí para solicitarme que le corrigiera el texto de una novela   que días antes había terminado de escribir y la cual, en el mes siguiente, se proponía publicar con el título de El niño que vivió en la cárcel.  Una vez corregida, el inquieto galeno, nativo de Santiago de los Caballeros y profesor de la carrera de medicina de la PUCMM, también me solicitó que escribiera las palabras de presentación de la obra para su puesta en circulación, acto que realmente se llevó a cabo en el Salón de Eventos de la Clínica Unión Médica del Norte, de la llamada Ciudad Corazón.

Una y otra petición las cumplí con agrado e inocultable satisfacción. Sin embargo, debo confesar que el hecho de saber que un médico se había dedicado a la artística práctica de escribir una novela, muy pronto atrapó mi atención y activó mi curiosidad.

¿Por qué razón?

Porque la historia demuestra que los médicos son más dados a escribir ensayos que obras de imaginación. Merced a este planteo, vale afirmar que   yo había leído y/o consultado todas las historias y antologías literarias que se han publicado en la República Dominicana y, salvo algunos nombres como Francisco Henríquez y Carvajal, Francisco Moscoso Puello, Mariano Lebrón Saviñón y el salcedense Pedro Camilo, en ellas la presencia de médicos creadores literarios (poetas, cuentistas, novelistas y dramaturgos) brillaban y siguen brillando por su ausencia.  

Nótese que hablo de médicos creadores, excluyendo así, por omisión , a  los tantos que  optaron por el cultivo del ensayo, género este en el que son  numerosos los profesionales de la medicina   que han inscrito sus nombres con letras de oro en las páginas de la literatura dominicana : Juan Isidro Jiménez Grullón, Antonio Zaglul,  Fernando Sánchez Martínez, Tirso Mejía Ricart, Santiago Castro Ventura, José de Jesús Jiménez Almonte, Arístides Fiallo Cabral,  Rafael Díaz Niesse y César Mella, entre otros ensayistas destacados.   En el ámbito de la ficción literaria, por el contrario, son otros profesionales, especialmente abogados, maestros y periodistas quienes llevan la voz cantante.

¿Por qué el ensayo y no las obras de imaginación?

El médico por su formación y oficio está más distante del arte y más cerca de la ciencia o de todo lo que implique procedimientos científicos.  La reflexión, el estudio y el análisis son sus principales herramientas.  En su ejercicio profesional pretende lo exacto, lo preciso, lo demostrable, y evita todo lo que implique suposición, parecer, creencia e imaginación; pero además, este profesional  tienen que lidiar diariamente con el dolor, la sangre, la queja, el llanto y la muerte, variables estas que parecen no propiciar ese esparcimiento y  ambiente espiritual  que  se requiere para el acto creativo.

El ensayo, por ser un escrito basado en la reflexión y en la meditación, y no en la imaginación creadora, como sucede con las obras de ficción, está muy vinculado al ejercicio intelectual y al conocimiento científico, razón por la cual extraño no debe parecer el hecho de que sea esta la forma de expresión preferida por los galenos para comunicar sus saberes y visión del mundo.

 Sin embargo, es justo reconocer que si bien no tantos, ni tan escasos, como era mi creencia , son muchos los médicos  que se han colocado por encima de esa  dramática y a veces tensa  realidad socioespiritual  en la que su oficio se desarrolla, logrando así  crear   obras de innegable calidad. Obras en las que impera, no la reflexión ni la meditación como ocurre con el ensayo, sino en las que está presente lo ficticio, lo imaginativo, lo estético o ese sensu stritu de que nos hablan los preceptistas literarios.  Para ilustrar, bastaría mencionar solo algunos nombres de esos galenos que una vez concluido su científico ejercicio de examinar al paciente se dedican a la siempre emocionante y artística práctica de la creación literaria:

FRANCISCO HENRÍQUEZ Y CARVAJAL

 (Santo Domingo, 1859 – Santiago de Cuba, 6/2/1935). Ensayista, médico, abogado, maestro, político y esposo de la insigne poetisa Salomé Ureña. Padre de los distinguidos escritores Pedro, Max y Camila Henríquez Ureña y hermano del también poeta, maestro y escritor Federico Henríquez y Carvajal, se graduó de licenciado en Medicina en 1887 y cinco años después, 1891, obtuvo el título de doctor en Medicina y Cirugía en la Universidad de París, Francia, profesión a la que se dedicó a tiempo completo tan pronto regresó a su país. Como escritor, cultivó preferentemente el ensayo histórico. En el ámbito de la creación literaria, apenas se le conoce un poema de elegíaco acento titulado Al pasar”, publicado en la Revista Letras y Ciencias el 29 de mayo de 1897 en memoria o recuerdo de su esposa Salomé, la cual había fallecido un mes antes. El profundo dolor o  impacto emocional que ese luctuoso acontecimiento produce en el alma del esposo y poeta recién llegado a su país, aparece fielmente plasmado en los últimos versos de la composición :

«Hoy cuando vuelvo, peregrino, triste,
mi planta a detener sobre esta tierra,
en vano busco el natural encanto,
todo me anuncia funeral tristeza.
¡Tan pronto! —Quién creyera!—Silenciosa
la calle; la casita solitaria;
ni más se escucha el bullicioso coro,
ni tu presides la infantil velada.
Mas yo en mi angustia por doquier te llamo
y en la flor y en el mar y en la montaña
hallo un recuerdo que tu ser revive,
y oigo tu voz que me conmueve el alma!
»

Podría considerarse esta pieza poética como la primera composición literaria de que se tenga conocimiento escrita por un profesional de la medicina en la República Dominicana. Hubo que esperar treinta y nueve años para que otro médico, Francisco Moscoso Puello, nos legara una obra de ficción más extensa, más compleja, más elaborada y de más alta calidad.

FRANCISCO EUGENIO MOSCOSO PUELLO

 (Santo Domingo, 1885 – 1959). Escritor, ensayista, novelista, biólogo ilustre, científico naturalista, educador y brillante médico cirujano. En 1910 obtuvo el título de doctor en Medicina en la Universidad de Santo Domingo.  En este mismo centro de estudios se desempeñó como profesor de Patología y Fisiología. Es el primer médico que con mayor consagración y abundancia publica obras de ficción en la literatura dominicana. Legó dos obras importantes a la bibliografía nacional: las novelas Cañas y bueyes” (1936), primera novela escrita por un médico en nuestro país, y “Navarijo (1956)
 Cañas y bueyesconstituye un fiel retrato de la triste la realidad de los obreros de la industria azucarera dominicana y Navarijo” se trata de una especie de autobiografía novelada que narra y describe lo que fue el barrio que lo vio nacer. No deja de tener valor creativo su famosa Cartas a Evelina (1930), obra conformada por misivas imaginarias remitidas a una señora imaginaria en las que el autor nos presenta un cuadro general acerca de las debilidades ideológicas de los grupos gobernantes y económicamente poderosos de la época.

ANDREA EVANGELINA RODRIGUEZ PEROZO.

(Higuey, 1880 – San Pedro de Macorís, 1947). Poeta, narradora, ensayista y doctora en Medicina. Nació en Higuey, pero cuando apenas era una niña de seis años pasó a residir con sus abuelos en San Pedro de Macorís. En 1911 se gradúa de doctora en Medicina, convirtiéndose así en la primera mujer en obtener un título en esa área del saber en la República Dominicana. El París, Francia obtiene su título de especialidad en Ginecología y Obstetricia; pero no solo eso, fue ella también la primera mujer especializada en esta especialidad que escribe y publica obras literarias en la literatura dominicana. Parte de sus cuentos y poesías quedaron dispersos en revistas y periódicos dominicanos.  Publicó su primer libro en 1915, un ensayo titulado “Granos de Polen”. Sus colaboraciones eran publicadas en la revista literaria «Fémina ».
 A su regreso de la capital francesa publicó el volumen de cuentos titulado "Le Guerisseur: Cuento chino bíblico filosófico de moral social” (1918).  Escribió poesías como “La canción del bosque”, “Mi canción” (1925).Su biógrafo Antonio Zaglul indica además que Rodríguez preparó el manuscrito de una novela titulada "Selene" en honor a su hija adoptiva, pero que la destruyó en un arranque de ira

JULIO DE WINDT LAVANDIER

 (Samaná, 1893 – 1970). Poeta, maestro y excelente médico internista.  Estudió en San Pedro de Macorís en la Escuela Normal Superior donde recibió su grado de Bachiller en Ciencias Físicas y Naturales y obtuvo el título de Maestro Normal. Cursó estudios superiores en la Universidad de Santo Domingo, institución donde se graduó de licenciado en Medicina y Cirugía en 1921. Compartió su profesión de médico con la de profesor de Literatura en la Escuela Normal de San Pedro de Macorís.  Maestro de gran inteligencia y amplia cultura, el Dr. De Windt no solo fue un enseñante de literatura, sino un creador literario, específicamente en el género de la poesía.
Su colega, Antonio Zaglul, lo describe como un brillante sonetista. De su cosecha poética, publicó dos libros de versos ya agotados. De él se afirma que siempre se acompañaba de libros y dedicaba horas interminables a la lectura, y eso le permitió forjarse una sólida cultura general. A pesar de que escribió mucho, debido a sus elevados niveles de autoexigencias, fue muy poco lo que publicó. En diciembre de 1970 falleció en la tierra que lo vio nacer.

FRANZ MINIÑO MARIÓN – LANDAIS

 (1922-1988). Fue un destacado médico,   fundador de la Sociedad Dominicana de Urología y responsable del desarrollo de esta especialidad. En su rol de escritor cultivó la historia, la poesía, el cuento y el teatro. En este último género obtuvo el tercer lugar en los Premios Dramáticos (1983) auspiciados por Casa de Teatro con la obra “Con los pies descalzos llenos de barro “y el primer lugar, año 2008, con la obra El aguilucho

MARIANO LEBRÓN SAVIÑON


 (Santo Domingo,  1922 - 2014). Poeta, escritor, ensayista, crítico, dramaturgo y médico pediatra dominicano. Fue uno de los fundadores del movimiento poético Poesía Sorprendida, cuando apenas tenía veintiún años de edad. Durante dieciocho años (1984 – 2002) presidió la Academia Dominicana de la Lengua. Aparte de sus numerosos ensayos, publicó los libros de versos ”Cosmohombre(1944) ”Sonambulismo(1944)Tiempo en la tierra(1982)”Vuelta al ayer(1997) y Bajo la luz del sueño (2002) También las obras teatrales Mirtha primavera (1943) y Cuando el otoño riega las hojas (1943). Después de Pedro Henríquez Ureña es uno de los grandes humanistas y uno de los autores representativos de la literatura dominicana del siglo XX

ALTAGRACIA COISCOU GUZMÁN (Grey)

 (La Vega, 1941- 2009). Poeta, ensayista y luchadora antitrujillista, está considerada como la primera mujer médico psiquiatra dominicana.  Se graduó de Medicina en la Universidad de Santo Domingo y   cursó estudios de neuropsiquiatría en la Universidad Central de Madrid, España. Publicó los poemarios Raíces (1959), Cartas a Masillón (2000) y Las gacelas y casidas del rubio (2002) Militante del movimiento clandestino 14 de Junio, fue una mujer de fina sensibilidad poética... Falleció el 10 de septiembre del 2009.


HECTOR AMARANTE

(San Francisco de Macorís, 1944 -2012). Narrador, ensayista, crítico literario, periodista y médico de profesión. Obtuvo los títulos de licenciado en Letras y doctor en Medicina en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, institución en la que años después ejerció como profesor de Literatura y Lengua Española. Fue una de las figuras importantes del movimiento Contextualita que lidera el poeta Cayo Claudio Espinal. Amarante ejerció su profesión de médico en diversos sitios de la República Dominicana, especialmente en Pimentel, donde formó parte del Grupo Literario del Cibao. Además de novelista fue cuentista. En 1981 ganó el Premio Nacional de Novela con su obra Ritos. Publicó también la novela,”Kaluanriy dos libros de cuentos: Retratos (1971) y Uno más y me apeo (2005)

 Víctima de un cáncer de colon falleció en su ciudad natal, a los sesenta y ocho años de edad, el 12 de mayo del 2012.

Continuará…