La frecuencia de los suicidios aumenta en nuestro país cada día más.
¿Por qué se suicida la gente?
El mundo mental de quienes deciden "quitarse la vida" está poblado de tormentos y preocupaciones cuya dimensión solo ellos conocen. Por esa razón, para quien ignora lo que está pasando en ese mundo, es muy fácil, desde su tranquilidad existencial, condenar con irrespetuosos calificativos a todo aquel que decide suicidarse. En lugar de calificar y condenar al suicida, tal vez lo más sensato sería lamentar el hecho y desentrañar las causas profundas que lo llevaron a optar por tan trágico desenlace.
¿Por qué se suicida la gente?
El mundo mental de quienes deciden "quitarse la vida" está poblado de tormentos y preocupaciones cuya dimensión solo ellos conocen. Por esa razón, para quien ignora lo que está pasando en ese mundo, es muy fácil, desde su tranquilidad existencial, condenar con irrespetuosos calificativos a todo aquel que decide suicidarse. En lugar de calificar y condenar al suicida, tal vez lo más sensato sería lamentar el hecho y desentrañar las causas profundas que lo llevaron a optar por tan trágico desenlace.
Quien no ha padecido una enfermedad terminal, por ejemplo, ¿podrá imaginarse los pensamientos que invaden la mente del paciente después que su médico le ha dicho que padece de cáncer? En lo que a la República Dominicana respecta, no debemos olvidar, igualmente, que la nuestra es aún una sociedad tradicional matizada por evidentes rasgos aldeanos o en la que priman valores generadores de sentimientos de culpa y vergüenza no siempre racionalmente soportables, y de los cuales muchas mentes tratan de liberarse por la vía del suicidio.
En sociedades así, pesa mucho el parecer o “el qué dirán” de los demás, razón por la cual atormenta o perturba la mente cualquier acto que manche el honor individual y familiar, por considerarlo violatorio a las normas de la moral y de las buenas costumbres. En ese tipo de sociedades, en las que late el alma del suburbio y la cultura del vecindario, es muy común juzgar, criticar, descalificar y emitir juicios de valor acerca de situaciones y comportamientos humanos cuya verdadera esencia el crítico ignora por completo.
Es en ese contexto en el que suelen externarse las críticas más despiadadas en contra de quienes abrumados por la angustia y la impotencia deciden ponerles fin a sus vidas. Quienes adoptan tan desaconsejable conducta lingüística quizás olvidaron, y sería importante que en todo momento recuerden, la sabia lección contenida en uno de nuestros más famosos y populares refranes: "El corazón de la auyama, solo lo sabe el cullillo"
En sociedades así, pesa mucho el parecer o “el qué dirán” de los demás, razón por la cual atormenta o perturba la mente cualquier acto que manche el honor individual y familiar, por considerarlo violatorio a las normas de la moral y de las buenas costumbres. En ese tipo de sociedades, en las que late el alma del suburbio y la cultura del vecindario, es muy común juzgar, criticar, descalificar y emitir juicios de valor acerca de situaciones y comportamientos humanos cuya verdadera esencia el crítico ignora por completo.
Es en ese contexto en el que suelen externarse las críticas más despiadadas en contra de quienes abrumados por la angustia y la impotencia deciden ponerles fin a sus vidas. Quienes adoptan tan desaconsejable conducta lingüística quizás olvidaron, y sería importante que en todo momento recuerden, la sabia lección contenida en uno de nuestros más famosos y populares refranes: "El corazón de la auyama, solo lo sabe el cullillo"