Por : Domingo Caba Ramos
Primavera es la cara opuesta al otoño. El otoño es declinación, agotamiento, lo viejo, la ruta hacia el final. La primavera es flor que retoña, vida que comienza, juventud, ruta inexplorada, potencia vital.sábado, 24 de abril de 2021
ABRIL Y LA PRIMAVERA
lunes, 19 de abril de 2021
LAS MAÑAS EN EL ARTE DE ESCUCHAR
Por: DOMINGO CABA RAMOS
¿Por qué se originan tales fallas?
Sencillamente, porque no prestamos atención a
quien nos habla, dedicamos poco tiempo a escuchar con empatía y en la conversación
no esperamos que el otro termine de hablar, vale decir, lo interrumpimos
constantemente para terminar lo que está diciendo o para expresar “una idea brillante” que se nos ha
ocurrido acerca del tema tratado. En otras palabras, porque muchas personas
solo transmiten o hablan más que lo que oyen y, en tal virtud, centran su
atención más en lo que dicen que en lo que escuchan.
Merced a los planteos precedentemente
externados, bien puede afirmarse que la escucha activa, especialmente en la
República Dominicana, se encuentra muy, pero muy en crisis. Y esto, desde el
punto de vista psicológico, quizás se deba a que en ocasiones procedemos asido
a un elevado autoconcepto tan fijo o consolidado en nuestra conciencia que, consciente o inconscientemente, nos
conduce a pensar que en un determinado conversatorio solo importa el punto de
vista del yo, no así la opinión o juicio del tú. De ahí que siempre he considerado que el
protagonismo discursivo constituye la más auténtica expresión de las mentes
mediocres, egocéntricas, presumidas o carentes de humildad.
José Martínez Ruiz, Azorín, (1873 – 1967), el célebre escritor español, miembro prominente de la Generación del 98 y uno de los más finos prosistas de la lengua española, en su muy citado libro “El político” (1946), sostiene al respecto lo siguiente:
«Una de las artes más difíciles es saber escuchar. Cuesta mucho hablar bien; pero cuesta tanto el escuchar con discreción. Entre todos los que conversan, unos no conversan, es decir, se lo hablan ellos todo; toman la palabra desde que os saludan y no la dejan; otros, si la dejan, os acometen con sus frases apenas habéis articulado una sílaba, os atropellan, no os dejan acabar el concepto; finalmente, unos terceros, si callan, están inquietos, nerviosos, sin escuchar lo que decís y atentos sólo a lo que van ellos a replicar cuando calléis» (Espasa, p. 43)
Como
bien puede apreciarse, Azorín, en forma magistral, clasifica al sujeto - oyente en tres
categorías, a partir de las “mañas” que este muestra o pone de manifiesto en el
intercambio comunicativo. A saber:
1. Los que hablan, hablan sin parar y no hay manera de que se callen. Saben muy bien cómo iniciar el discurso; pero se les hace bastante difícil o parecen ignorar por completo cómo terminarlo.
2. Los que callan o guardan silencio momentáneamente o durante apenas segundos; pues en el mismo momento en que el otro comienza a hablar, de inmediato lo interrumpen.
3.
La tercera categoría, según Azorín, está conformada por un grupo muy singular de
oyentes : por aquellos que a pesar de mantenerse callados y
no interrumpir al
interlocutor , no están, sin embargo, escuchando absolutamente nada de lo que este dice ; pues en lugar de concentrarse, con el fin de
desentrañar el sentido profundo del mensaje percibido, solo están atentos a los
que deberán decir tanto pronto el otro termine de hablar. Su nerviosismo,
inquietudes y lenguaje del cuerpo así lo revelan o ponen de manifiesto el deseo
del receptor de que emisor –hablante concluya lo más rápido posible su discurso.