Por: Domingo Caba Ramos
Cada vez que un Año Nuevo se acerca, múltiples sueños pueblan nuestras mentes. Todas nuestras expectativas, aspiraciones, ilusiones o deseos no satisfechos en el año que se va, se materializan de manera espectacular y no menos cinematográfica en ese momento, cuando dormimos, en que, al decir de uno de mis maestros de Sicología, « se sueltan las amarras del ¨súper yo¨». Por esa razón, una noche de la semana que casi termina fui asaltado por una tanda de interminables, bellos y agradables sueños.
Y soñé…
Soñé que nuestro país era el más seguro del mundo, tanto que los robos, los atracos y las violaciones sexuales brillaban por su ausencia.
Soñé que el Congreso Nacional había aprobado un proyecto de ley que establecía, aparte de la pena máxima establecida, la castración sexual para los hombres que incurran en casos de violación sexual.
Soñé que nuestro Código Procesal Penal había sido reformado para aumentar la pena máxima a cincuenta años de prisión como castigo en contra de todo aquel que cometa la falta de matar a una mujer por asuntos pasionales.
Soñé que en la República Dominicana se había producido una verdadera revolución educativa.
Soñé que en relación con la alta calidad de los servicios de salud y educación que el Estado brinda a la ciudadanía, nuestro país ocupa el primer lugar en el mundo.
Soñé que la República Dominicana es el único país de América donde en los últimos veintiún años no se registra un solo caso de impunidad y corrupción administrativa en las instituciones estatales.
Soñé que cada médico que labora en un hospital estaba recibiendo el salario que merece y cumpliendo puntualmente con su horario de entrada y salida en el puesto que desempeña.
Soñé que todos los hospitales de nuestro país contaban con los equipos y medicamentos requeridos para brindar un buen servicio de salud.
Soñé que el gas propano se vendía a cuarenta pesos el galón y a cien pesos el de gasolina.
Soñé que en nuestro país la ley es igual para todos, esto es, se aplica sin tomar en cuenta rangos y poder político o económico.
Soñé, en fin, que la tasa de desempleo en nuestro país bordea el 0%, razón por la cual no existe un solo profesional recién graduado en las universidades nuestras que no cuente con un trabajo digno y seguro.
El eco plañidero de un perro vagabundo me despertó y provocó que de manera repentina se interrumpieran todos mis sueños, poniéndome así, frente a frente con la amarga realidad. Fue entonces cuando recordé los versos del poeta:
« LOS SUEÑOS, SUEÑOS SON…»
viernes, 5 de enero de 2018
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