ERRATAS Y ERRATONES EN LA PRENSA DOMINICANA.
Por : Domingo Caba Ramos.
Si leemos con detenimiento los diferentes diarios que circulan en nuestro país fácilmente descubriremos los gazapos o errores gramaticales que en esos medios se publican.
Discordancias, faltas ortográficas, errores conceptuales, uso inadecuado de los signos de puntuación, corte indebido de palabras al final del renglón y la presencia de frases ambiguas o pleonásticas, se destacan entre las más frecuentes de esas irregularidades. A cada uno de estos desaciertos nos hemos referido ya en otros artículos publicados en este medio. Esta vez trataremos acerca de otro de los aspectos que también tienen que ver con el uso irregular de la lengua en los medios de comunicación social de República Dominicana: las erratas.
¿Qué es una errata?
Una errata es, sencillamente, un error de imprenta. O, como la define el diccionario académico, es una “equivocación material cometida en lo impreso o manuscrito…” Estos yerros de impresión casi siempre se originan a partir de la omisión, adición o cambio de letras o palabras.
Las erratas violentan por completo el sentido de lo expresado, alteran la estructura semántica de las palabras y lanzan al vacío de un solo porrazo todo el armazón conceptual concebido originalmente por el escritor.
Se trata de deslices lacerantes, mortificantes, inoportunos y siempre despreciables. Nada hiere más el alma del que escribe como la imprudente intervención de una errata traicionera.
Quien no haya tenido la experiencia de publicar un libro o escribir para un periódico o una revista ni siquiera se imagina el malestar o puyazo espiritual que se siente, como me sucedió hace diez años en este mismo diario, cuando escribimos “vaga penumbra” y nos publican “vaca penumera”. Cuando nos publican “suena” por “sueña”; “ aparato” por “apartado”; “prolongada” por “ prologada”; “ bastante vapulendo” por “ bastante vapuleado”; “ inverción” por “intervención”; “sibiste” por “ pudiste”; “ desertar” por "despertar” y “enseñamiento” por “ensañamiento”
Una errata puede transformar un tierno adjetivo, como sucedió en una ocasión con el cardenal López Rodríguez, en el más obsceno de los términos.
Pablo Neruda, el genial bardo chileno, autor de los famosos "Veinte poemas de amor y una canción desesperada"´, definió así los susodichos errores:
« Las erratas son caries de los renglones, y duelen en profundidad cuando los versos toman el aire frío de la publicación…» Y los clasificó en “erratas y erratones”
Los primeros, las erratas, explica el Premio Nóbel de Literatura, «se agazapan en el boscaje de consonantes y vocales, se visten de verde o de gris, son difíciles de descubrir como insectos o reptiles armados de lancetas encubiertos bajo el césped de la litografía. Los erratones, por el contrario, no disimulan sus dientes de roedores furiosos»
En relación con las erratas bien podría compilarse un abundante y no menos curioso anecdotario. El mismo Neruda relata un caso vinculado a uno de sus libros publicados.
"En mi nombrado libro – confiesa – me atacó un erratón bastante sanguinario:« Donde digo el “agua verde del idioma…”, la máquina se descompuso y apareció “el agua verde del idiota”… Sentí el mordisco en al alma»
Y cuenta, también, el error cometido por un impresor español en perjuicio de un poeta cubano: « Allí donde el versista había escrito “Yo siento un fuego atroz que me devora”, el impresor había colocado: “Yo siento un fuego atrás que me devora”…»
jueves, 1 de julio de 2010
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