Por: Domingo Caba Ramos.
¿Conoce usted, amigo lector, los rasgos
caracterizadores del hombre light? ¿Conoce usted el perfil psicológico de este
nuevo personaje, típico de la postmodernidad?
El Dr. Enrique Rojas (1949), afamado investigador,
ensayista y siquiatra español, lo describe en forma magistral en su libro “El hombre light” (1996)
El hombre light, al decir del citado autor, emerge
en sociedades moralmente enfermas. Entre ese individuo y los llamados productos
light no existen diferencias algunas. Así como estos productos carecen de
grasa, alcohol, azúcar, caloría, glucosa, cafeína, nicotina y otros elementos
esenciales, el light es un ente que carece por completo de sustancia, principios,
contenido, ideales y valores. Se trata de un ser, hombre o mujer,
sumamente superficial, “entregado al dinero, al poder, al éxito y al gozo
ilimitado y sin restricciones” (pág.11), un individuo “relativamente
bien informado, pero con escasa educación humana” (pág. 13) Un ser frío que
no cree en casi nada y cuyas opiniones cambian rápidamente y se ha apartado de
los valores trascendentes.
Plantea Rojas que este hombre carece de referentes.
En su mundo interior posee un profundo vacío existencial, y no es feliz aun
cuando tenga todas sus necesidades materiales resueltas. Su condición de
persona light, lo transforma en un sujeto insustancial, indiferente,
consumista, falso, hipócrita, materialista, simulador y dueño de una conducta
desprovista de sólidos principios.
Apunta el reputado profesional de la conducta, que
al hombre light “Todo le interesa,
pero a nivel superficial; no es capaz de hacer la síntesis de aquello que
percibe, y, en consecuencia, se ha ido convirtiendo en un sujeto trivial,
ligero, frívolo. Que lo acepta todo, pero que carece de unos criterios sólidos
en su conducta. Todo se torna en él etéreo, leve, volátil, banal, permisivo…”
(pág.14)
El hedonismo y la permisividad, según Rojas,
constituyen las dos notas distintivas del comportamiento light.
A la persona light nada le atormenta. Nada le
preocupa. Nada le quita el sueño. Siempre que logre sus propósitos, para él el
mundo está perfecto. Es un ser eminentemente ataráxico, hedonista y aséptico,
en cuyo cerebro brillan por su ausencia valores como la vergüenza, la pasión,
el sentimiento de culpa, la solidaridad, la lealtad, la sinceridad, la seriedad
y la responsabilidad, entre otros.
«
Estamos – subraya Enrique Rojas – en la era del plástico, el nuevo signos de los tiempos»
(p.17). Era en la que «el ideal
aséptico es la nueva utopía» (p.16)
Y así es.
Como afirma el citado escritor madrileño, en
nuestras cotidianas relaciones interpersonales estamos rodeados de personas
plásticas, frívolas, livianas, fofas y acomodaticias. De seres descomprometidos
o desvinculados de casi todo lo que los rodea. De seres con un ansia desmedida
de protagonismo, cuyo propósito fundamental es despertar admiración y envidia.
Seres para quien el protagonismo ajeno poco importa y hasta cierto grado le asquea,
apelando, en tal virtud, a todos los recursos par opacarlo.
En términos generales, el hombre light se
caracteriza porque es un ser:
1) Hedonista: el placer para él
está por encima de todo.
2)
Débil de
pensamiento:
sus convicciones carecen de firmeza y sus opiniones cambian con facilidad.
3)
Ideológicamente pragmatista.
4)
Plástico o superficial.
5)
Frío, indiferente o neutral: se resiste
a asumir compromisos.
6)
Carente de valores y /o principios
trascendentes.
7)
Ciegamente aferrado a lo que está de moda o
vigente socialmente.
8)
Moralmente vacío.
9) Individualista y
materialista:
débil concepto de la solidaridad y colaboración humanas.
¿Dónde podemos encontrarnos con esta categoría de
individuo?
Sencillamente mire a su alrededor, observe con
detenimiento y ahí usted encontrará no sólo uno, sino decenas de estos
inauténticos, plásticos y muchas veces ponzoñosos personajes.