Por: Domingo
Caba Ramos.
(A mis hermanos Pedro, Gernalda y
Basilio Caba Ramos)
(Publicado en la prensa nacional en fecha 26 junio, 2025)
Como repite mi exalumno y hoy destacado
académico, Juan Francisco Zapata (Pancho), formo parte de una “dinastía
magisterial” conformada por los hermanos a quienes está dedicado el presente
artículo. Dinastía a la que me integré como cuarto y último miembro, y a la
cabeza de la cual se encuentra mi hermano Pedro, competente y consagrado maestro
(ya pensionado),el cual fue el ejemplo a seguir en nuestra tortuosa, pero
placentera trayectoria docente.
Fue Pedro el primero en inculcarnos la idea de
que un buen maestro tiene que desempeñar sus delicadas funciones con entrega y
responsabilidad, planificar siempre las clases que imparte, leer e investigar
mucho para mantenerse actualizado y, como lo recomendaba Gabriela Mistral,
enseñar siempre «con la actitud, el gesto
y la palabra»
Nos enseñó que independientemente del trato
nada motivador que recibe, no existen razones para que el maestro se comporte
de manera irresponsable en el ejercicio de sus funciones. Y nos enseñó también,
que no es verdad que el maestro es un “apóstol”,
como política y maliciosamente han querido presentarlo los sustentadores del
status quo, con el deliberado propósito de invalidar cualquier tipo de lucha
reivindicativa. Y que de ser así, entonces estaríamos frente a frente a un
apóstol que se enferma, que compra ropa y comida, que paga alquiler de casa,
que debe incurrir en gastos para satisfacer las necesidades de sus hijos, que
necesita divertirse o recrear su espíritu, etc. En fin, un apóstol afectado por
las mismas necesidades y problemas que sufren los demás, y que, por esa razón,
está en el deber de reclamar sus derechos en pos de una vida mejor.
Yo creo en el maestro que abraza con pasión el
noble oficio que ejerce; pero yo también creo que ese servidor debe tener
resueltas sus condiciones materiales de existencia, como afirmaba Carlos Marx.
Porque como muy sabiamente dijo en una ocasión el presidente de la General
Motors : “ Ningún empleado podrá trabajar con calidad ni mucho menos
identificarse con la empresa si está desmotivado, no devenga un salario justo,
ni disfruta de una plan de incentivos que le permitan resolver sus
existenciales y fundamentales
problemas”
El próximo lunes, 30 de junio, se celebra en
nuestro país el “Día del maestro”. El
día del ser que ejerce el más noble y digno de los oficios del universo. Este
día, ténganlo por seguro, en nuestros medios de comunicación no habrá gran
despliegue publicitario, como ocurre en otras fechas, ni en la prensa nacional se leerán enjundiosos
editoriales o apasionados artículos exaltando el trabajo de este abnegado servidor.
Y es que no obstante la importancia de la labor que
realiza, al maestro dominicano casi nadie lo incentiva, motiva o reconoce su
trabajo. Nadie parece entender que solo él es capaz de borrar las tinieblas de
la ignorancia y abrir las puertas del conocimiento. Al contrario, como
“recompensa”, extrañamente, lo único que recibe es crítica e interesados
cuestionamientos, realidad que lo convierte en el gran vilipendiado, denigrado
o menospreciado. Como bien se
registra en las letras de la canción:
“El cura cree que es ateo,
y el alcalde comunista.
y el cabo jefe de puesto,
dice que es un anarquista…”
La sociedad sólo le pide, pero muy poco
le da, empezando por quien más debería concederle : el Estado Dominicano. “Te
pago como a un obrero, pero debes enseñar como un científico…”, parece
ser la máxima sociopedagógica dominicana. Por esa razón, cuando el gobierno
decide favorecer al maestro con un aumento salarial, aparentemente sustancial,
son muchos los dominicanos que tal incremento les repugna y hasta “migraña”
parece producirles.
Estamos conscientes de que tan adversa
actitud podría estar alimentada por la práctica irregular de muchos profesores
que no han sabido comportarse a la altura de su investidura; pero que debido a
la ausencia de un científico programa de supervisión docente,
desafortunadamente se mantienen activos provocando más daños que beneficios
dentro del sistema educativo.
Un sistema injusto, inhumano, sectario,
politizado y altamente contaminado ideológicamente. Un sistema que muy poco ha
hecho para premiar y retener a sus mejores talentos, y que no ha sido capaz de
establecer categorizaciones importantes técnicamente estructuradas en virtud de
las competencias y desempeño de cada quien, evitando así que todos los docentes
sean “medidos con la misma vara” o valorados de la misma forma.
Un sistema, en fin, en cuya base se
reproducen las irregularidades cometidas en la cúspide por las
autoridades que lo administran, las cuales consumen más tiempo defendiendo
rabiosamente los intereses del partido en el poder que diseñando planes y
programas orientados a desarrollar y modernizar la enseñanza pública.
Autoridades que no propician las condiciones materiales y espirituales
requeridas para que en nuestras escuelas el maestro se sienta motivado a
ejercer su trabajo con alegría y entusiasmo.
Para los maestros de verdad. Para ese
maestro sin cariño, activo o pensionado, que en medio de tan desmotivador y
adverso panorama laboral es y ha sido capaz de ejercer con responsabilidad el
delicado oficio que la sociedad puso en sus manos, vayan nuestro más sentido y
sincero reconocimiento en su «Día»