domingo, 22 de enero de 2017

MI MADRE, LAS “CUERDAS” Y EL BEISBOL.

Por: Domingo Caba Ramos
                                                                                     Doña Librada Ramos Vda. Caba

 «Dar cuerda”, según el Diccionario del español dominicano (2013:230) significa “Molestar a alguien con burlas o con lo que se sabe que no le gusta”. Y como correlato «Coger cuerda”, en la variante dialectal dominicana, equivale a “Enfadarse o enojarse” Pero más allá de la simple intención de molestar, la acción de “dar cuerda”, en ocasiones, debe percibirse como una forma de expresar afectos y reafirmar las relaciones interpersonales. Es lo que sucede, por ejemplo, en el ámbito deportivo y, de manera muy especial, en el mundo beisbolístico.

 ¿Qué significa eso?

Sencillamente que si bien en algunos casos la víctima de la molestia puede ser alguien ajeno a muestro mundo íntimo, casi siempre se les “da cuerda” a los seres que apreciamos y son dignos de nuestra confianza. Por esta razón, la “cuerda” debe ser contundente, pero prudente; picante, pero respetuosa. Debe producir llagas en el espíritu, pero no grietas en las relaciones humanas. En fin, una cortante, incisiva y bien calculada cuerda debe en todo momento unir, no dividir.

 ¿Qué quiere decir esto último?

 Sencillamente que en una “cuerda” cortés, social y deportivamente programada no debe existir espacio para el insulto,  la grosería, el irrespeto y la ofensa personal.

Nunca olvido al respecto, a mi fenecida y siempre recordada madre. En tiempos de beisbol, en el arte de “dar cuerda”, nadie la superaba. Burlona e irónica como la que más, sus cuerdas le encantaba darlas por escrito y vía telefónica; pero especialmente a través de unos mortificantes versos que improvisaba para cada ocasión, y que necias ronchas producían en el ánimo de sus apreciados compadres, vecinos, amigos, parientes y relacionados.

Escogidita mil por mil, cuando su equipo escarlata ganaba un campeonato, nadie soportaba el peso irónico de sus versos ni el eco reiterado de su sarcástica carcajada. Sin embargo, todos valoraban en ella el carácter integracionista o de alta camaradería que le imprimía a la “cuerda”, tanto que bien puede afirmarse que mi madre gozaba igual dando la “cuerda” como recibiéndola. Creo que en ese aspecto, como en otros tantos, nos parecemos bastante.