Por: Domingo Caba Ramos
1. «SEÑORES DE LA MESA PRINCIPAL…»
Cuando escucho a un maestro de ceremonias decir: «Señores de la mesa principal…», busco en cada una de las partes del salón en donde se está desarrollando el acto ceremonioso y no veo más que una sola mesa. Es entonces cuando logro convencerme de que ese archimanoseado «Señores de la mesa principal », en un lugar donde solo hay una mesa con personas sentadas a su frente, carece por completo de pertinencia semántica y sustancia discursiva. En otras palabras, una mesa principal implica, necesariamente, la existencia de otra u otras no principales. Si estas no existen, el sintagma «mesa principal», entonces sobra.
2. ¿ANALFABETO O ANALFABETA?
Acerca del término analfabeto, dice don Mariano Lebrón Saviñon en su libro «Usted no lo diga» (2008: 32):
« No debe decirse analfabeta para aludir alguien que no sabe leer ni escribir. Lo correcto es analfabeto. ‟Este muchacho es analfabeto, no analfabeta” Esta forma existe, pero es la femenina cuando se refiere a una niña o una mujer. ‟ El pobre Juan es un analfabeto y su mujer también es analfabeta”
¿Qué significa eso?
Sencillamente que analfabeto es un adjetivo que sufre flexión, accidentes gramaticales o variación, tanto de género como de número. De ahí que si de un ser femenino se trata, se dirá analfabeta (Esa funcionaria es casi analfabeta) y analfabeto si se refiere a una persona de género masculino (Ese funcionario es casi analfabeto)
«Este adjetivo –señala al respecto el ‟Diccionario Panhispánico de dudas” -, usado a menudo como sustantivo, tiene dos terminaciones, una para cada género: «El indio Trinidad era analfabeto y desconocía la aritmética»; «Se cree que soy una analfabeta». No debe usarse la forma analfabeta para el masculino, como si fuese común en cuanto al género: «Este es el héroe de millones, un analfabeta funcional que falla goles». (2005:47)
No obstante el prescriptivo juicio académico, son muchos los hablantes dominicanos y de otras zonas hispanoamericanas (Colombia, Méjico, Guatemala, Nicaragua, Puerto Rico, Cuba, Perú, Chile, etc.) que emplean esa forma femenina para calificar o modificar el sentido de nombres masculinos.
A pesar de eso, apunta el lingüista y filólogo venezolano de origen polaco, Ángel Rosenblat (1902-1984), «… en el castellano general se dice ‟María es una analfabeta”, ‟Juan es un analfabeto” » (‟Buenas y malas palabras”, 2004:91)
« ¿Cómo se explica entonces esa difundida forma en -a para el masculino?» - se pregunta Rosenblat.
El propio autor responde que la palabra analfabeta fue adoptada de la lengua italiana por analogía o semejanza formal con otros nombres masculinos terminados en -a: poeta, nauta, acróbata, autodidacta, esteta, políglota, autómata, etc. « Pero hay que distinguir – aclara el distinguido hispanista – los acabados en -a etimológica (poeta, nauta, etc.) de los que tienen una -a ultracorrecta, que no se justifica ni por el griego ni por el latín. De este tipo es autodidacta, muy usado en Hispanoamérica, aunque hay actualmente una fuerte tendencia a favor de autodidacto, que es lo etimológico y lo académico. Del mismo tipo es analfabeta» (Ídem, 92)
En conclusión, como bien lo prescribe el diccionario académico, «No debe usarse la forma analfabeta para el masculino, como si fuese común en cuanto al género»
3. GENTE/GENTES
La duda persiste y las preguntas se repiten: ¿Siempre se utiliza en singular o se puede pluralizar el sustantivo gente? ¿Es correcto decir, por ejemplo, «Las gentes del Cibao son simpáticas »? o «La gente del Cibao es simpática» ¿Cuándo es correcto utilizarlo en plural?
La validez de una u otra forma, singular/ plural, dependerá del significado o valor semántico que se le atribuya en un determinado contexto.
La voz gente, según el diccionario académico, es un sustantivo colectivo que significa «Pluralidad de personas» Con este significado, dicho sustantivo deberá emplearse siempre en singular: «El escándalo de la gente no dejaba dormir a los vecinos» «Un grupo de gente se concentró frente a la iglesia»
Pero en el español dominicano y en otros pueblos de América el vocablo gente se emplea con carácter individual, equivalente a la voz persona. En casos como estos, dicha palabra, escrita así, en singular, no designa, como lo define el Diccionario, «Pluralidad de personas», sino un «individuo de la especie humana» o« un hombre o mujer cuyo nombre se ignora o se omite…»
a) Él era una gente muy caballerosa.
b) Ellos eran gentes muy caballerosas.
El Diccionario panhispánico de dudas (2005:313), de la Real Academia Española y la Asociación de Academias Españolas, es más específico y aclara mejor el asunto al establecer que:
«gente. 1. En el español general, este sustantivo femenino se emplea como nombre colectivo no contable y significa ‘personas’: «La gente acudía a su bar» «En torno a nosotros había un grupo de gente joven que reía y voceaba» Como otros nombres colectivos, admite un plural expresivo, usado casi exclusivamente en la lengua literaria: «Fue ella quien me introdujo en las cosas, en las comidas, en las gentes de aquí»
2. En el español de ciertas zonas de América, especialmente en México y varios países centroamericanos, se usa también con el sentido de ‘persona o individuo’, es decir, como sustantivo contable y no colectivo: «Luis era una gente muy caballerosa»; con este sentido, su uso en plural es obligado cuando se desea aludir a más de una persona: «Alrededor de la tina, en la que podían caber cinco gentes, había muchas plantas». En España solo es normal el uso de gente con referente singular en la expresión buena (o mala) gente, que también se documenta en el español americano: «Yo soy muy buena gente»; «Tato, por su parte, no era mala gente»
3. En el español coloquial de muchos países de América se emplea también, como adjetivo o como sustantivo, con el sentido de ‘[persona] honesta, amable y servicial’ y ‘[persona] distinguida o de buena posición’: «Sería conveniente que llamara al doctor Pereyda [...]; él es muy gente y seguramente no le cobrará»; «Ese es para mí menos que nada, aunque estos caballeros hablen de él como si fuera gente»
viernes, 31 de agosto de 2018
lunes, 27 de agosto de 2018
EL SAMÁN DE ICO
Por : Domingo Caba Ramos
(A mi apreciada amiga, Carmen Yolanda Martínez)
Cual celoso guardián del municipal entorno, se yergue radiante, imponente y señorial en el dinámico cielo de la Pajiza Aldea. Sus ramas entretejidas conforman una especie de fáunico colchón que cubre y recrea con su sombra protectora el amplio patio, en el fondo del cual yace, como reliquia bendita, la histórica residencia donde habitaron los ángeles protectores del simbólico y venerado árbol.
Todos lo llaman el SAMÁN DE ICO, aquel médico filántropo del pueblo tamborileño (Ico Martínez), a quien la muerte, avara e ingrata como siempre, decidió un mal día cualquiera del año 2010 llevárselo a su indeseado regazo y excluirlo para siempre del mundo de los vivos.
(A mi apreciada amiga, Carmen Yolanda Martínez)
Cual celoso guardián del municipal entorno, se yergue radiante, imponente y señorial en el dinámico cielo de la Pajiza Aldea. Sus ramas entretejidas conforman una especie de fáunico colchón que cubre y recrea con su sombra protectora el amplio patio, en el fondo del cual yace, como reliquia bendita, la histórica residencia donde habitaron los ángeles protectores del simbólico y venerado árbol.
Todos lo llaman el SAMÁN DE ICO, aquel médico filántropo del pueblo tamborileño (Ico Martínez), a quien la muerte, avara e ingrata como siempre, decidió un mal día cualquiera del año 2010 llevárselo a su indeseado regazo y excluirlo para siempre del mundo de los vivos.
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