En torno a las muletillas
Por: DOMINGO CABA RAMOS
Existen hablantes que no pueden
iniciar una conversación sin pronunciar el famoso «Eeeh...» o «Eteeh…». Otros repiten mucho
palabras como: « ¿Sabe?», «Bueeeno...», «
¿Comprende?», «Entonces...», « ¿Tú ve...?», « ¡Por Dios!..», «Y vaina...» « ¿Tú
me entiendes»?, « ¿Comprende?», « ¿No?», « ¡Digo yo…!». «¡Pues
bien…!», «Ya… », « ¿Vale…?», « ¡Tú sabes…! », « ¡No me digas!», « ¿En serio?»,
«Efectivamente», «Lo
que es», « Lo que fue», etc.
A un famoso y cuasi nonagenario comunicador
capitaleño, en el popular programa de comentarios en que labora, se le hace más
que difícil afirmar algo sin concluir
casi siempre preguntando: ¿Verdad…?, mientras
que un dinámico gestor cultural y
apreciado amigo nuestro, no puede desarrollar una idea sin iniciarla con su ya
muy característico " Real y
efectivamente… "
Cuando cursaba estudios lingüísticos de maestría en la UASD, tuve el privilegio de recibir
clases de un ilustre profesor que, no obstante su brillantez académica, solía
generar risa e indisciplina en el aula, por cuanto cada vez que afirmaba algo
terminaba siempre preguntando: “¿Si o no…?”.
En los primeros meses del año 1990
se transmitía por uno de los canales de televisión de la ciudad de Santiago de
los Caballeros un programa de análisis sobre asuntos electorales. En boca de
uno de los dos periodistas que lo conducían estaba tan presente la expresión “¡Por Dios...!”, que un día cualquiera,
y en sólo media hora de programa, el aludido comunicador articuló dieciocho
veces la susodicha invocación.
¿Y qué decir de las archimanejadas
frases “Pues nada…” y “ni modo...”? Posiblemente, en los
últimos años, sean estas dos, las muletillas más populares o de mayor presencia
en el habla dominicana.
La muletilla, llamada también bordón y coletilla, es una expresión propia
de la lengua oral y por lo habitual, recurrente, innecesario y carácter
automático de su uso, ha sido clasificada como parte de los llamados vicios del
lenguaje. Y es que el uso de muletillas, aparte de denotar torpeza y pobreza
léxica, resulta innecesario, por cuanto si se eliminan, la frase conserva su sentido,
como bien se aprecia en los enunciados que se transcriben a continuación:
a) «Me dicen que ya te casaste, ¿no? (« Me dicen que ya te
casaste…»
b) «Pues nada, nos veremos entonces a la hora acordada» («Nos
veremos entonces a la hora acordada»
c) «La enseñanza virtual llegó para
quedarse, ¿verdad? (La enseñanza
virtual virtual llegó para quedarse»
d) « ¡Señores!, la mejor forma de
prevenir el coronavirus, es vacunándose, ¿vale?,
usando siempre las mascarillas, ¿vale?
y manteniendo el distanciamiento físico»
(« ¡Señores, la mejor forma de prevenir el coronavirus, es vacunándose, usando
siempre las mascarillas y manteniendo el distanciamiento físico»
Vistos los ejemplos anteriores, claramente se pone de manifiesto que las
muletillas constituyen recursos lingüísticos que indudablemente le restan
belleza, elegancia, fluidez y economía a la expresión. Se trata de palabras o expresiones
estereotipadas, empleadas de manera inconsciente, y con las que a pesar de aportar
nada o muy poco al sentido general de la frase, el hablante las utiliza con
fines diversos: llamar y mantener el interés del interlocutor, ganar tiempo en
el discurso para pensar en lo que se desea decir, buscar la comprensión y
complicidad o solidaridad con el interlocutor, justificar el discurso, concluir
o enfatizar la idea, mostrar desacuerdos e invitar a la reflexión.
Si bien diferentes comunidades pueden compartir las mismas muletillas, lo
cierto es que en el mundo hispanohablante cada zona geográfica parece tener las
suyas propias. Esto hace que esas voces operen como un sello de identidad lingüística.
A tono con este juicio, basta escuchar a un hablante repetir la voz
interrogativa « ¿Vale? en la
conversación, para de inmediato darnos cuenta de que se trata de un ciudadano
de nacionalidad española.
Los diccionarios coinciden en la valoración semántica del término al
establecer que muletilla es:
1. «Voz o frase que repite una persona muchas veces en la conversación» (Pequeño Larousse Ilustrado).
2. «Expresión que un hablante suele usar con exagerada frecuencia y que
evidencia torpeza expresiva» (
Diccionario básico de Lingüística , UNAM, 2005)
3. «Voz o frase que se repite mucho por hábito» (Diccionario de la lengua Española )
4. «Palabra o expresión que se intercala innecesariamente en el lenguaje y
constituye una especie de apoyo en la expresión» (Diccionario Kapelusz de la Lengua Española).
5. «Voz o frase que, inadvertidamente y por hábito vicioso, repite una persona
con mucha frecuencia en la conversación».
(Diccionario Enciclopédico Quillet).
Muletilla es diminutivo de muleta,
y muleta no es más que el palo en el cual se apoya quien tiene dificultad para
caminar. De este planteo se infiere que la muletilla es al hablante lo que la
muleta es al caminante. O, lo que es lo mismo, cuando el sujeto comunicante
confronta problemas al hablar, suele entonces valerse de una muletilla como
soporte o punto de apoyo hasta tanto fluya a su repertorio lingüístico la
palabra o expresión deseada. De ahí que mientras mayor sea la pobreza léxica
del individuo, mayor será su tendencia a emplear una o más muletillas en su
diaria comunicación.
Conviene aclarar, sin embargo, que
en ocasiones el uso de una determinada muletilla se inscribe dentro de la
llamada función fática de la lengua, es decir, el emisor (hablante) la emplea
con el propósito de mantener, prolongar o terminar el discurso, o asegurarse de que el receptor
(oyente) esta descodificado o interpretando debidamente el mensaje percibido.
Este era el caso, por ejemplo, del famoso “¿comprende…?”,
del profesor Juan Bosch, fecundo y veteranísimo escritor dominicano, cuyo
elevado dominio del léxico español a nadie se le ocurriría poner en duda ni
siquiera por un segundo.
Y es que las muletillas, sin
discriminar niveles académicos o socioculturales, se nos presentan como una
especie de “telaraña lexicosemántica”:
el hablante que en sus redes resulte atrapado, difícilmente pueda liberarse de
ellas.