viernes, 24 de octubre de 2014

EL VIAJE DE LA LENGUA ( 2 )

 Por: Domingo Caba Ramos
 (Consideraciones sobre el español de América)

 - Segunda parte -

 Quizás no exista otra variante dialectal que como el español de América haya sido objeto de tantos estudios dentro y fuera del mundo hispanohablante. Talvez no nos encontremos con otra modalidad lingüística acerca de la cual se hayan formulado tantas teorías y juicios contrapuestos. No obstante esta realidad, el destacado investigador, lingüista y dialectólogo español, nacionalizado mexicano, Juan Miguel Lope Blanch (1927/2002), considera que el español de América continúa siendo “un ilustre desconocido…”


  Entre las diversas teorías que se han propuestos en su intento de explicar el desarrollo histórico del español de América, se destacan, por su importancia y relevancia, las que versan acerca de la base dialectal, delimitación en áreas lingüísticas y la influencia del sustrato indígena en su conformación.

  En el presente trabajo, si bien serán abordados otros aspectos de vital interés relacionados con el tema tratado, se prestará especial atención a los tres problemas antes citados. Del español de América, serán objeto de enfoque y tratamiento, entre otros, los aspectos siguientes: origen, períodos de conformación, base lingüística, áreas dialectales, características, variedad y unidad. Tal enfoque habrá de realizarse, como es natural, a partir de la lectura de algunos de los trabajos que acerca de esta modalidad idiomática han sido escritos por famosos dialectólogos americanos y europeos, tales como Pedro H. Ureña, M.L. Wagner, L. Canfield, Amado Alonso, Juan Miguel Lope Blanch, Ángel Rosenblat, Guillermo Guitarte, Rodolfo Lenz y Germán de Granda Gutiérrez.

 Las ideas y/o posturas teóricas de cada uno de estos autores serán sometidas a un proceso de dialéctica confrontación por entender que sólo así podemos formarnos una idea más objetiva de la compleja realidad dialectal del ámbito lingüístico hispanoamericano.

 Como ya fue expresado en la primera parte de este ensayo, el español de América comenzó a formarse a partir del mismo día en que Cristóbal Colón pisó por primera vez tierras americanas (oct.12, 1492). En el curso del proceso formativo o largo camino recorrido por esta variante del español peninsular han debido mediar estadios o momentos decisivos para su nacimiento y posterior desarrollo. En ese sentido, hay quienes hablan, Amado Alonso, entre otros, de las sucesivas nivelaciones del idioma que tuvieron lugar antes y durante la conquista, así como de los enfrentamientos lingüísticos que de estos acontecimientos se derivaron.

Lo de las nivelaciones se explica si se toma en cuenta que los expedicionarios que acompañaron procedían de diferentes regiones de España y hablaban, en tal virtud, dialectos distintos. Este hecho creaba la necesidad de nivelar u homogenizar esos dialectos como única manera de poder entenderse en el proyecto común que llevarían a cabo. De aquí que se hayan señalado tres tipos de nivelaciones:

a) Nivelación originada en Sevilla. Lugar en cuyo puerto los expedicionarios de procedencias diversas debieron adoptar un código lingüístico común por las necesidades prácticas que tenían para poder intercomunicarse.

 b) Nivelación en Canarias. Lugar en el que los expedicionarios solían hacer escala en su ruta hacia el Nuevo Mundo.

 c) Nivelación en Santo Domingo. Una tercera nivelación del español de América se materializó en Santo Domingo o Isla Española por ser este el punto geográfico a dónde venían a parar los expedicionarios para ser distribuidos hacia los demás territorios americanos.

“Santo Domingo – apunta Pedro Henríquez Ureña – fue el primer centro de americanización del español”. Y citando al afamado lingüista colombiano Rufino José Cuervos señala que: “Puede decirse que La Española fue en América el campo de aclimatación donde empezó la lengua castellana a acomodarse a las nuevas necesidades. Como en esta isla ordinariamente hacían escala y se formaban o reforzaban las expediciones sucesivas, iban llevando a cada parte el caudal lingüístico acopiado, que después seguían aumentando o acomodando en los nuevos países conquistados” (El español en Santo Domingo, 1978, Pág. 43)

 En La Española los conquistadores aprendían nuevos términos los cuales eran llevados a las regiones que poco a poco iban explorando.

Enfrentamientos linguísticos.

El encuentro y convivencia entre indios y españoles dio lugar al primer choque cultural y, por ende, al primer enfrentamiento lingüístico del Nuevo Mundo. Este enfrentamiento entre el español y las lenguas aborígenes americanas estuvo propiciado por las aspiraciones expansionistas del imperio español. En otras palabras, fue el resultado del proceso de conquista y colonización llevado a cabo por Cristóbal al servicio de la corona española.

 El primer problema que confrontaron los españoles desde el mismo instante en que sentaron planta en América  fue de naturaleza lingüística, toda vez que no poseían una terminología común que les permitiera entenderse con los indios y dominar sin grandes tropiezos la nueva realidad. Se trataba, pues, de infranqueables barreras idiomáticas que exploradores y colonizadores tenían que vencer como única manera de materializar las hegemónicas intenciones de la ambiciosa empresa colombina.

 Tan pronto el descubridor entró en contacto con el llamado Nuevo Mundo, pudo darse cuenta que la  conquista política de este  solo podía ser posible a partir de la conquista espiritual de los indios que lo poblaban, de tal modo que estos aceptaran pacíficamente el nuevo orden que se le trataba de imponer. De ahí que registrara en su diario de navegación la famosa afirmación de que la raza aborigen “mejor se libraría y convertiría a nuestra Santa Fe con amor que por fuerza”. Merced a este empeño, y convencidos de que sin unidad lingüística no puede haber dominio político, los españoles optaron por aprender las lenguas de los aborígenes y al mismo tiempo la corona recomendó que se enseñara a estos el idioma de los conquistadores.

De esta manera se cumplió lo expresado por Antonio de Nebrija cuando en el prólogo de su Gramática Castellana (1492) escribió aquello de que “siempre la lengua fue compañera del imperio”