Por : Domingo Caba Ramos
(Al Ing. Víctor Polanco)
(Al Ing. Víctor Polanco)
Mi gran amigo Víctor Polanco, hoy exitoso ingeniero civil, es un tamborileño, otrora superestrella, no solo de la exitosa y temible selección municipal de su pueblo durante las décadas 70/80, sino también selección provincial (Santiago), selección regional (Cibao) y selección nacional. A pesar del perfil numérico de su formación profesional, Víctor es muy aficionado a la lectura. Por esa razón, con él, además de cálculos, diseños, topografía, Geología, estructuras físicas, y otros aspectos afines a su carrera, se puede hablar de historia, literatura, política, deportes y otros temas del saber humanístico.
Una noche cualquiera del recién pasado mes de diciembre, se presentó a mi casa y me sorprendió con el mejor regalo que al final del año recibí con motivo de Navidad: el libro “Infraestructuras: Las bases físicas del desarrollo dominicano”, del destacado historiador, Dr. Frank Moya Pons. Con la puesta en circulación de este valiosísimo texto, el Grupo Empresarial “Estrella”, en Santiago de los Caballeros, celebró (nov. 2019) sus treinta y cinco(35) años de trayectoria en el sector construcción del país.
Pedro Delgado Malagón, al presentar el libro, resaltó que sus páginas recogen una síntesis histórica y fotográfica de las principales instalaciones y obras construidas en la República Dominicana desde 1853 hasta 2018, y que este enfoca su atención en la ejecución de grandes proyectos: ferrocarriles, carreteras, autopistas, avenidas, caminos vecinales, puentes, muelles, aeropuertos, hidroeléctricas, canales de irrigación y urbanizaciones. Una historia del desarrollo, construcción e implantación de las infraestructuras fundamentales que explican el desarrollo dominicano.
El libro vale no solo por la relación que nos presenta acerca de las infraestructuras básicas ya señaladas, sino además por el contexto histórico – cultural en el que esa síntesis se inscribe. Como parte de este contexto, el autor presenta una serie de informaciones que por raras, desconocidas y no menos curiosas, atrapan grandemente la atención del lector. Entre otras, conviene citar las siguientes:
Bueyes de monturas y de cargas (1912)
·
- Hasta
el 1917, la falta de caminos y carreteras en el país, aparte de obstaculizar el
aprovechamiento de los recursos naturales y el crecimiento de las fuerzas
productivas, dificultaba también el desplazamiento de los dominicanos de un lugar
a otro. “Los caminos existentes – apunta el autor – no pasaban de
ser meros senderos aptos para el paso de animales de montura y carga”. De ahí que trasladarse de la capital a Santiago tardaba tres
(3) días y dos (2) noches siempre que no hubiera lluvia; de Bonao a La Vega,
siete (7) horas y otras tres (3) horas consumía el viaje de La Vega a Santiago.
El traslado de un pueblo a otro se hacía a lomo de caballo, como bien lo
describe Tulio Manuel Cestero, autor de la novela La sangre, quien en 1900
emprendió un viaje a caballo capital – Cibao, que duró días, moviéndose entre
montes, breñales y lodazales hasta llegar a La Vega. Después que aquí llegó, Cestero relata lo siguiente :
“De Santo Domingo hasta La Vega, el
camino es un solo pantano; no caminaban veinte pasos las bestias sin atravesar
charcos, verdaderos arroyos de lodo, en los cuales el animal se sumerge hasta
la barriga y sale gracias a la voluntad de las bestias criollas, a la espuela y
los gritos del jinete…”
Los caballos, mas que caminar, nadaban en medio del lodo (1918)
Los caballos, mas que caminar, nadaban en medio del lodo (1918)
- A
partir de 1896, año en que se inauguró en Santo Domingo la primera planta
eléctrica del país, los ayuntamientos de las ciudades más grandes,
Santiago entre ellas, optaron por instalar sus propios sistemas de alumbrado eléctrico.
Para economizar combustible, esos organismos municipales formalizaron la
costumbre de dejar sin energía el alumbrado público durante las noches de luna
llena, es decir, en lugar de utilizar luz eléctrica, los funcionarios preferían que
los ciudadanos se alumbraran con la luz de la luna. ¡Qué les parece!
· -
En
1915, el ingeniero Louis Bogaert, de origen belga, estando en Mao, concibió la
idea de construir un sistema de riego para irrigar las tierras que podían ser
dedicadas a la agricultura. Tiempo después obtiene en el sector Hatico, de este
municipio, para desarrollar su proyecto agrícola, la cantidad de 8,640 tareas
de tierra a precios que oscilaban entre 25 y 50 centavos la tarea. Y es aquí donde en
mayo de 1918 inicia la construcción del canal concebido, logrando que a través
de este llegara agua por primera vez a la referida comunidad, el 28 de
diciembre de ese mismo año, casi a la media noche. La sorpresa y la curiosidad
no pudieron ser más impactantes. Se cuenta que hasta allí (Hatico) acudió todo
el pueblo de Mao con jachos, cuaba y velones encendidos a contemplar el agua que fuía
no desde las nubes, sino a través del recién terminado y extraño canal.
Un dato que
resalta en el texto que nos ocupa es que si bien Cristóbal Colón descubrió la
isla de Santo Domingo el 5 de diciembre de 1492 durante su primer
viaje al continente americano, no fue si no hasta el año 1922 cuando empezaron
a inaugurarse las primeras carreteras en el territorio dominicano.
Curiosidades o extrañas realidades como las antes
presentadas, sumadas a los datos que conforman el tejido conceptual central de
este importante libro de Frank Moya Pons, le imprimen a “Infraestructuras” un innegable y trascendental
valor que habrá de catapultarlo como una fuente obligada de consulta en la
bibliografía histórico – cultural de la República Dominicana.