viernes, 9 de noviembre de 2018

¡ADIOS, MAESTRO MONCHE! - (*)

(In Memoriam)

Por: Domingo Caba Ramos.
                                                                             Noel Ramón Peralta (Monche)


 « Los hombres no pueden ser más perfectos que el sol. El sol quema con la misma luz con que calienta. El sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz…»

(JOSE MARTI)

Aunque todos sabíamos que su nombre verdadero era Noel Ramón Peralta, en la comunidad todos lo llamábamos El Maestro Monche. Y cuando no así, entonces invertíamos los términos, identificándolo, cuando a él nos referíamos, como Monche, El Maestro.

 Pero lo cierto es que una y otra forma denominativa entrañaban el gran cariño y respeto que todos sentíamos por quien durante casi cuatro décadas se encargó de alfabetizar y repartir el pan de la enseñanza a generaciones de alumnos que hoy lloran y lamentan la muerte repentina de su antiguo preceptor.

 Al servicio educativo, se integró el maestro que nos ocupa muy joven todavía, cuando apenas había trillado las rutas de la adolescencia, y provisto de un grado académico que no superaba el octavo curso. Una baja formación profesional que, sin embargo, estaba muy por debajo del alto nivel de competencia mostrado en sus siempre constructivas prácticas pedagógicas.

 Posiblemente nunca mantuvo este maestro contacto con los más avanzados principios de la Didáctica o de aquellos postulados que norman el arte de enseñar. Probablemente tampoco conoció a los más destacados representantes del pensamiento pedagógico, registrados en la historia de la educación dominicana y /o universal. Pero a pesar de semejante desconocimiento, justo es reconocerlo, la calidad de su enseñanza siempre se puso de manifiesto en el ejercicio de su trabajo docente.

 En otras palabras, no poseía, el Maestro Monche, título de licenciado, maestría, ni siquiera de bachiller; sin embargo, enseñaba, que es lo que un buen maestro debe hacer.

Para lograr eso, sólo le bastó trabajar con entrega, pasión, responsabilidad y amor, tanto por su oficio como por los cientos de alumnos que pasamos por sus manos, y que , gracias a sus empeños, recibimos las primeras lecciones o aprendimos a leer y a escribir en el centro educativo en el que ejerció durante treinta y siete años, ubicado en uno de los parajes que conforman la sección Ceiba de Madera, del municipio de Moca.

 Su presencia como maestro desbordaba los límites del espacio enmarcado en las cuatro paredes del aula escolar, para insertarse en el mismo corazón de la comunidad, vale decir, ningún otro educador logró, como él, mantener un contacto tan íntimo, tan estrecho con la comunidad educativa. En esta, él, además del maestro, era el medidor o tasador de la tierra en venta o recibida por herencia, el consejero familiar, el fino peluquero y aquel que se desplazaba a la casa a inyectar al enfermo que requería de sus servicios.

Así era este singular educador. Así era ese tierno, pero firme maestro cuyos restos hoy yacen sepultados en los Estados Unidos en el frío espacio de un sepulcro silencioso.

 Todavía lo recuerdo. De mediana estatura, poco hablar, lento caminar, el largo cordón, soporte de su inseparable llavero, moviéndose circularmente alrededor de su dedo índice, y una sonrisa en la que no podía ocultar la natural timidez que eternamente yacía plasmada en su rostro.

Poseía un concepto casi militar de la disciplina escolar. Por esos sus medidas disciplinarias eran recias, firmes y rígidas, pero sin abandonar nunca esa ternura casi paternal y ese trato afable que siempre lo caracterizó en su roce con los alumnos.

En la vida de todo ser humano, los hechos y seres que forman parte de sus primeras experiencias difícilmente resulten cubiertos por el manto del olvido. De ahí que en el ámbito escolar, cualquier estudiante, con relativa facilidad, borre de las páginas del recuerdo a quienes fueron sus profesores en la secundaria y en la universidad, pero jamás olvidará al maestro que en la escuela primaria le impartió sus primeras lecciones, y, muy particularmente, a quien lo alfabetizó o lo enseñó a leer y a escribir.

De ese maestro siempre tendremos latente su imagen y patente su recuerdo. Como patente y latente siempre hemos tenido la imagen y el recuerdo del maestro que en la antes citada escuela, a todos nos alfabetizó y suministró esas primeras lecciones.

Víctima de un fulminante paro cardíaco, falleció en Nueva York, el día 13 del presente mes (noviembre), el Maestro Monche. Ante tan infausta noticia, y transidos por el profundo dolor que hoy a todos nos embarga, pienso que sus exalumnos, padres de familias y todas las agrupaciones que conforman las fuerzas vivas de la comunidad, debemos amarrar nuestras voces , para en un gesto de sentida expresión de gratitud, despedirlo o decirle con el más doloroso de los acentos:

 ¡Adiós, Maestro Monche!

 ¡Adiós, Maestro Monche!, te decimos todos los que fuimos tus alumnos o saboreamos el néctar nutritivo de tus sabias enseñanzas.

¡Adiós, Maestro Monche!, te dice esa comunidad que tantos te agradece y a la que tantos le diste y enseñaste.

 O Talvez, más que un simple adiós, lo ideal sería decirte con las palabras que pronunciara nuestro Poeta Nacional, Pedro Mir, frente al cadáver del maestro y escritor Manuel de Js. Camarena en su famoso «Grito para enterrar un maestro»:

«Maestro: 

Tu imperio de silencio y de penumbra
 ha comenzado al fin.

 Enmudeciste

 para adorar tu soledad tranquilo
 pero a tu oído bajarán las horas
 a decirte el secreto de los siglos
 pero a tu voz la ahuecará el recuerdo 
para llorarte en la ilusión de un nido… 

Enmudeciste

 para vivir tu eternidad tranquilo, pero en tu tumba
 muchos lamentos vivirán contigo
 muchos sollozos besarán tus huellas 
para alfombrar de llanto tu camino. 

Maestro: 

No te decimos adiós. Tú no te has ido. 
Tú estás en el recuerdo palpitante 
y eterno en las raigambres del gemido.
 Cada lágrima en flor del estudiante 
apretada en el pecho conmovido,
 será como un puñal de sentimiento 
que querrá defenderte del olvido…» 

 (*) – Palabras escritas el 28 de noviembre del 2007 con motivo del sentido fallecimiento del profesor Noel Ramón Ramón Peralta (Monche), ocurrido en N.Y., Estados Unidos, en fecha 13/11/2007

martes, 6 de noviembre de 2018

PROCESO POR LA SOMBRA DE UN BURRO

(A mi amigo, Dr. Piero Espinal)
Por : Domingo Caba Ramos

El pasado jueves, en el Gran Teatro del Cibao, participé en el acto de puesta en circulación del libro «En torno a la libertad», del destacado actor y dramaturgo dominicano Iván García (San Pedro de Macorís, 1938), y en el cual se recogen veintinueve obras de su fecunda producción teatral. Una de estas obras es «Proceso por la sombra de un burro», estrenada en 1974 en la ciudad de Santiago de los Caballeros. Se trata de una adaptación a comedia musical de la divertida comedia que para radio había popularizado el pintor y escritor suizo Friedrich Dürrenmatt (1921/1990)

 En ella se narra el proceso judicial entablado por un dentista y un burrero a causa de la sombra de un burro. El dentista ha alquilado los servicios de un burro para viajar urgentemente a un pueblito de difícil acceso, ubicado en la zona montañosa, con la finalidad de corregir los problemas dentales que sufría la querida de un influyente político gobiernista. Para mitigar los efectos del insportable calor, el médico decide descansar bajo la sombra del animal. Este hecho desencadena la ira del burrero quien alega que la sombra de su burro no estaba incluida en el precio del alquiler.

Para resolver el caso, solicitan la intervención del juez, pero el problema persiste, originándose así un escandaloso juicio en el que los abogados de ambas partes emplean las más corruptas estrategias en bien de sus propios intereses, y en el que las fuerzas vivas de la ciudad forman dos bandos que deciden tomar partido por una y otra parte (el dentista y el burrero)

 Ambas partes, en última instancia,  apelan a la fuerza, contratando para tal fin los servicios de un pirata con el propósito de que incendie la ciudad. El fuego se produce en el momento en que el burro allí se presenta, después de haberse escapado del patio de la corte donde permanecía secuestrado, por orden del juez, hasta el fin del proceso. La ciudad queda destruida y los personajes terminan culpando al burro del terrible incendio.

Tras el animal preguntar solemnemente acerca de si él realmente era el burro en el caso en que se encontraba envuelto, todos encararon al público con los graciosos, satíricos y no menos aleccionadores versos de cierre que a continuación se transcriben:

« ¿Es el burro testarudo,
 porque quiere descansar, 
o el humano que muy burro,
 pretende hacerlo parar?

 Cuando un político es bruto,
 la gente le grita: ‟ ¡burro!”
 y a nadie se le ha ocurrido, 
llamar al burro político.

 ¿Quién será más burro, 
el burro, ese animal testarudo,
 o el humano, ese gran bruto, 
que al burro lo llama burro? 

 El burro, pobre animal, 
todo el mundo lo critica, 
sin saber que todo el mundo,
 padece del mismo mal»

domingo, 4 de noviembre de 2018

 ESCOGIDISTA DESDE ANTES DE NACER
(A Elvis Caba, mi sobrino, el más escogidista de todos los escogidistas)
Por : Domingo Caba Ramos

                                                                                    Nicol María Caba

A ella, mi pequeño manojito de ternura, no solo le encanta el color rojo del batallador equipo de su papi, sino también escuchar los imponentes y desafiantes rugidos del Rey de la selva, el LEÓN. Por eso vibra de emoción cuando ve su cuerpo adornado con los símbolos escarlatas. Así es Nicol, mi pequeño manojito de ternura.  Así es Nicol, la más auténtica expresión de mi otro yo. Así es Nicol María: una flor que llora y un diamante que respira.

                                                                                     Domingo Caba Ramos