EL AMOR AL PAISAJE LOCAL EN UNA EPISTOLA DE TOMAS H. FRANCO (*)
El poeta tamborileño Tomás Hernández Franco, que fue un eterno viajero en virtud de los diferentes cargos públicos y diplomáticos que desempeñó, también supo plasmar en forma magistral la recóndita tristeza que produce la ausencia del suelo nativo. Lo expresa en un poema epistolar de incomparable acento elegíaco,"Poema anclado para el hijo viajero", dedicado a su hijo mayor, Tomás Hernández Tolentino, cuando este apenas había cumplido un año y medio de edad.:
"POEMA ANCLADO PARA EL HIJO VIAJERO"
"Tomasito, mi hijo:
Estoy pensando ahora, hoy, en el título de un poema que para ti llevo en el alma desde hace tantos días. Solamente en el título, porque es el título del poema que será para tí, lo único claro, ya hecho, definitivo que hasta ahora poseo. Con otros poemas me ha ocurrido igual. Con muchas otras cosas en la vida, también, pero, algún día te hablaré de todo eso. Ahora se trata del título del poema: “Poema anclado, para el hijo viajero". Vuelvo hoy a glosar ese título. Apenas tenemos una semana mudados a esta nueva casa, que nos es la mía, que no ha de ser tuya: es el número 159 de
Esa cualidad tuya, o ese defecto tuyo (todavía no lo sé bien) constituye el tema del poema de que te hablo. Eres el hijo viajero.
Tienes casi quince meses de nacido. Ni un año y medio, siquieras. Debiste nacer en El Salvador. América Central. Pudiste haber nacido en Costa Rica, pues para allá salíamos. Era casi de rigor que nacieras en México. Pero naciste en
Por eso sueño un poema anclado, hierro clavado para siempre en la tierra más honda, para tí, mi viajerito infatigable.
Tú no tienes una casa tuya. Al menos, la tuya, la que es la mía y de tu madre, donde yo pasé todos los años de mi infancia, te es todavía, desgraciadamente, casi desconocida. En ella has vivido días solamente, como en todas las otras que has vivido: casas de alquiler, casas de huéspedes, hoteles, aviones.
Me preocupa, hijito mío, todo eso de tí y de todo lo cual tengo yo la culpa.
Hubiera querido verte crecer en tu casa, en esa casa que es mía y de tu madre, la de Tamboril, la única, donde vivieron mis padres y mi madre, tus abuelos, donde también vivieron mis abuelos, tus bisabuelos. Creo que hubiera sido una ventaja para tí, tener tu paisaje, que es, desde que se nace, la manera más exacta y sencilla de tener una patria. Tener algún árbol muy viejo constantemente frente a tus ojos, tener centenares que crecieran al tiempo que tú creces. Oír cada noche, desde tu cuna, el murmullo del mismo arroyo, conocer los nombres de las mismas flores y el canto mañanero de los mismos pájaros. Ver a muchas gentes que envejezcan, casi sin que ni tú ni ellos puedan darse cuenta y que mueran tranquilamente. Ver a muchos niños de tu edad ir creciendo contigo, saberles las cualidades y los nombres. Y si algún día tienes que viajar realmente, si tienes que alejarte de todo eso, que te lo puedas llevar y que te lo lleves dentro del pecho, muy anclado en el recuerdo, para que nunca puedas olvidar el camino de volver, hijito mío!
¿A dónde tendré que llevarte mañana, pasado mañana, viajerito mío, todavía sin recuerdo y sin paisaje para asegurarte el deseo de retorno? Pienso que ahora, hoy, te es igual estar aquí como en otra parte cualquiera. Y eso es horrible. Todos tenemos en el mundo un sitio en el cual debiéramos estar para siempre, o, en el cual, al menos, todos quisiéramos estar para siempre. Tamboril, es mi sitio. El sitio de tu padre. Ojalá lo escojas tú también como tuyo: para querer vivir y para morir. Para tener tu paisaje, anclado dentro de ti.
Es, quizás, todo lo que pienso de ti hoy, en esta tarde de lluvia, en esta casa extraña que no es tuya ni mía y que tú casi conoces ya mejor que yo, por esa maravillosa facultad de adaptación que te proporciona tu carencia de nostalgias, tu incapacidad de recuerdo!
Tomás Hernández Franco
Abril, de 1944
(*) - Versión fiel, incluyendo la puntuación, del texto original, manuscrito, que descansa en los archivos del autor ( DC ) del presente artículo. Publicado en mi columna "Arcoiris" ( 3/6/2000) del diario La Información y reproducido en mi libro "Tamboril, su gente y su cultura ( Y otros ensayos)", 2000, págs : 79 -81