domingo, 27 de marzo de 2022

CUANDO LA HIJA DEL AMIGO MUERE

Por: Domingo Caba Ramos

« ¡Hija, yo no sé decirte si la muerte es buena

o si la vida es amarga;
sólo te aconsejo que despiertes, adulta de
 comprensión más que tu padre!»

Domingo Moreno Jimenes (Del Poema a la hija reintegrada)

Obligados por la circunstancia siempre adversa provocada por la muerte, en esta fresca y tranquila mañana de un invierno que casi agoniza, nos hemos reunido en este apacible y sagrado templo, para despedir o dar el último adiós a la hija ejemplar, a la madre agnegada, a la hermana solidaria y cariñosa, a la amiga fiel y a la joven profesional de la Odontología.

 Estamos aquí para despedir o dar el último adiós a la amada hija de los profesores Mariano Zapata y Milagros Arias; a la amorosa madre de Jacob y Jodayrie, niños estos que hoy muy seguro han de estar con sus corazoncitos espiritualmente destruidos. Aquí hoy nos hemos concentrado para despedir, previo al recorrido por la ruta que conduce a su morada definitiva, a la esposa de Johnson y a la tierna hermana de Milagrito (su melliza), así como de Mariela, Marianito, Lissette y Mariedy. Estamos aquí para brindar el último adiós a un ser humano íntegro, noble, decente, prudente e inigualable. En fin, aquí nos hemos reunido para ofrecerle nuestro adiós definitivo a DANEIRE MILAGROS ZAPATA ARIAS.

 Era Daneyre, como ya dijimos, hija de Mariano o Mario Zapata, como lo llamamos familiarmente sus amigos de infancia. Nació este en la misma comunidad o en el mismo nicho campestre donde yo y mis hermanos nacimos. Por tanto, recorrimos los mismos caminos, bebimos de las mismas aguas, nos recreamos con los mismos juegos, estudiamos en la misma escuela, fuimos acariciados por la misma brisa, arrullados por el canto armónico de las mismas aves y pájaros cantores y hasta protagonistas de las mismas travesuras infantojuveniles. Esa realidad, indudablemente, forjó entre él y mi familia una sólida y eterna amistad en la que los límites entre el amigo y el hermano siempre han sido muy borrosos o casi imperceptibles. Y como los afectos parecen transferirse de un cerebro a otro o de una generación a otra, desde que él contrajo nupcias, muy pronto su fraterno cariño logró invadir el corazón de su esposa Milagros, convirtiéndose esta, en una hermana más, y contribuyendo que ese manto de afectos envolviera también a la descendencia de ambas familias. Y es esa la razón por la que a sus hijos, más que simples amigos, siempre los hemos percibido como los parientes o sobrinos que no llevan nuestro apellido.  Por esa razón, sacudió sensiblemente nuestra conciencia y representó un duro golpe para todos, la noticia del sorpresivo fallecimiento del ser querido, a cuyo cadáver se le dará en breve cristiana sepultura.

 La muerte, como se sabe, es un fenómeno natural y parte esencial del proceso evolutivo de la existencia humana; pero, ¡caramba!, en ocasiones la muerte nos golpea y avasalla, generando de esa manera grandes grietas en nuestro estado de ánimo. Y cuando la comparamos con momentos relevantes de la vida, parece que nuestro edificio mental se derrumba por completo. Merced al juicio precedente, vale decir que Daneire, en sus breves pasos por la Tierra, supo generar momentos de inolvidables regocijos para sus padres, amigos y relacionados. Regocijo familiar hubo, por citar solo algunos ejemplos, cuando nació el 14 de septiembre de 1981. Júbilo hubo en su familia, el día en que inició sus estudios primarios en la Escuela Primaria de Colorado, Santiago, y cuando comenzó los secundarios en el Politécnico «Nuestra señora de las Mercedes ».

  La alegría estuvo también presente aquel día del año 1999, cuando se inscribió en la PUCMM a estudiar Estomatología.  Y desbordante alegría familiar se produjo en el 2004, año en que Daneire obtuvo el título de doctora en Estomatología en la precitada universidad. También cuando en este mismo año, contrajo matrimonio, así como en las fechas en que nacieron sus dos retoños.

 Desafortunadamente, tan luminoso, alegre y esperanzador pasado, fue de repente empañado por la tristeza  de un presente sombrío marcado por la muerte que en forma inesperada llegó acompañada de un cáncer letal que la sorprendió lejos de su tierra, en Brooklyn, N.Y., donde residía,  y ¡hela ahí!, inmóvil en el interior del ataúd, como diría el poeta: «muda y pálida».

  « Mi hija – afirma acerca de ella su madre - estaba llena de valores, y entre estos,   además de solidaria y colaboradora, resaltaban su fe en Dios, su madurez, empatía, sencillez, humildad, prudencia y don de gente; pero sobre todo, su firmeza en todo lo que hacía. Para la familia –continúa su atribuldada progenitora - era el equilibrio, la templanza, la fortaleza, la seguridad, donde todos íbamos a buscar su ayuda y sabios consejos... Como hija, siempre estuvo presente e hizo más de lo que tenia y podía hacer. Como madre, transmitía seguridad, confianza, humildad y amor a sus hijos... Como hermana – amplía Milagros – su amor no tenía límites. Como estudiante era excelente, colaborada y amiga fiel de sus compañeros de estudios.  Era protectora, diplomática y conciliadora, amable y altamente respetuosa con todos»

 Así, llena de impotencia, describe la madre a la hija que ya nunca besará y abrazará. Y en tal virtud, perdida toda esperanza, me la imagino con sus manos atadas  a las del padre, para en coro de doloroso y resignado acento decirle a Daneire, «carne de su carne» , con las palabras del poeta :

 «Hija, ya no habrá oriente ni poniente para tu porvenir:

una sábana blanca serán tus días,
una sábana blanca será tu pasado
y tu recuerdo una estrella que frente a frente
 me iluminará el porvenir… »

 En medio del dolor, el poeta parece resignarse y admitir la dura realidad de la muerte.  Y como si tratara de convencer a su hija querida de esa realidad, se dirige a ella con unas palabras que en este momento bien podrían Mariano y Milagros pronunciarlas ante el cadáver de su hija:

 «Hija mía, para ti la mañana no será clara ni fresca;

verás envuelta el alba en la noche,
y las cosas de mayor transparencia
tomarán ante tus ojos la actitud de un largo crepúsculo…»

 

Y como el poeta padre, Domingo Moreno Jimenes, que ante el féretro de la hija, por él considerada reintegrada a la vida, parecía no estar seguro de si estaba frente a la realidad o a la fantasía, no dudo que a los progenitores del ser que hoy se apartará para siempre de su lado, los escuchemos una y otra vez decirle a esta con imperativo, pero tierno acento:

 «Hija, ya han venido a avisarme que tus pies están fríos.

Hija, resígnate a que lo blanco no sea blanco
 y a que lo negro no sea negro»

 Y por si alguien duda lo mucho que el padre y la madre de Daneire la amaban, es posible que al percibirla aún viva y quizás, como la niña que un día fue, continúen velando por su cuidado, ordenando a viva voz, más con lágrimas que con palabras, como lo hizo el poeta:

 « Tibien la leche, terciada con agua,

para si mi chiquitina despierta.

Cuídemela hasta que se vuelva esperma como
  capullo inmortal el cuidado.
Ella es carne de mi vida, flor de mi
  pensamiento, cemento de mi alma. »

 ¡Qué padre, qué madre no expresaría lo mismo en iguales circunstancias!

 A Daneire siempre la recordaré por su eterna sonrisa. Una sonrisa que como la de la Gioconda, a veces parecía irónica. En otras ocasiones proyectaba timidez, ingenuidad e inocencia. La recordaré también por ser la primera o una de las primeras que estaba atenta a los mensajes y mis artículos de prensa que en mi muro de la red de Facebook acostumbro a compartir con mis lectores amigos.  El 14 de diciembre del 2021 fue su última incursión en dicho muro. Esa ausencia me inquietó bastante. Hoy entiendo los motivos. Ahora, Daneire, comprendo tu silencio. Al final del pasado año, tu voz empezó a   apagarse. Empezaste a enmudecer hasta que finalmente enmudeciste por completo. Y ante tan estremecedora realidad, yo debo terminar estas palabras diciéndote con los versos de nuestro Poeta Nacional, don Pedro Mir:

 «Enmudeciste... , querida Daneire

para adorar tu soledad tranquila,

pero a tu oído bajarán las horas,

a decirte el secreto de los siglos,

pero tu voz la ahuecará el recuerdo

para llorarte en la ilusión de un nido

y el último destello de tus ojos,

saldrá a la tierra floreciendo lirios.

 

Enmudeciste... , querida Daneire,

para vivir tu eternidad tranquila, pero en tu tumba

muchos lamentos besarán tus huellas,

para alfombrar de llanto tu camino…»

 Y al confesarte eso, pienso que incurrí en un error imperdonable cuando al principio de esta fúnebre intervención declaré que en este sagrado templo nos habíamos reunido para expresarte el último adiós; pues como también lo diría don Pedro:

 No, Daneire,

« No te decimos adiós. Tú no te has ido

tú estás en el recuerdo palpitante,

y eterno en las raigambres del gemido.

Cada lágrima en flor…

apretada en el pecho conmovido,

será como un puñal de sentimiento,

que querrá defenderte del olvido.»

 « ¡Hasta luego!, Daneire, mi adorada hija», te dicen esos padres tuyos que tanto te quisieron.

« ¡Hasta luego!, mi dulce y tierna mami», te dicen esos niños o hijos que tanto te adoraron.

« ¡Hasta luego!, mi querida esposa», te dice ese compañero que siempre permaneció a tu lado.

« ¡Hasta luego!, hermana del alma», te dicen esos cinco hermanos, a los cuales siempre te mantuviste fraternamente unida.

« ¡Hasta luego!, apreciada Daneire», te decimos todos los que en vida te quisimos

 Que tus restos gocen del descanso eterno y sean siempre iluminados por la misma luz con la que tú supiste alumbrar la mente y el corazón de todo aquel que moró junto a ti.

 Muchas gracias

Domingo Caba Ramos

 (Extracto del panegírico pronunciado en la iglesia Corazón de Jesús, de Licey al Medio, en la misa de cuerpo presente, oficiada con motivo del fallecimiento de Danerie Milagros Zapata Arias. Marzo, 19, 2022)

EL POETA TOMÁS HERNÁNDEZ FRANCO Y EL SAMÁN DE TAMBORIL


Por: Domingo Caba Ramos

 Samanes históricos de Tamboril. Foto tomada por Tomás H. Franco en marzo 1944
Tomás Hernñandez Franco

El Banco Central realizó en 1999 una loable labor de difusión cultural al reunir en siete tomos todos los números publicados de los Cuadernos Dominicanos de Cultura, revista literaria cuyo primer número vio la luz pública en septiembre de 1943, y en la cual publicaban sus trabajos (poemas, ensayos, cuentos y obras teatrales) los más destacados representantes de la intelectualidad dominicana de la época.

El consejo de dirección de esa prestigiosa publicación estaba compuesto por Pedro René Contín Aybar, Rafael Díaz Niese, Héctor Inchaustegui Cabral, Emilio Rodríguez Demorizi, Tomás Hernández Franco y Vicente Tolentino Rojas.

En el tomo primero, cuaderno #7, pág. 529, aparece un singular poema titulado Al samán de Tamboril, de afectivo tono y telúrico aliento, en el cual su autor, Gabriel Silveira Leal, eleva un canto de amor al árbol tradicional del pueblo de Tamboril.

 Interesado en obtener información acerca del poeta antes citado, consulté las más diversas fuentes; pero en ninguna logré encontrar el dato deseado. Como último recurso se me ocurrió consultar al doctor Mariano Lebrón Saviñón (1922-2014), poeta, médico, ensayista, humanista, y quien fuera uno de los colaboradores distinguidos de los referidos Cuadernos.

¿Quien fue Gabriel Silveira Leal?, pregunté a don Mariano, exdirector de la Academia Dominicana de la Lengua y miembro prominente de la Poesía Sorprendida.

«Silveira Leal jamás existió como persona  me respondió de manera enfática. Su nombre – aclara el Premio Nacional de Literatura (1999) - más bien se trató de un seudónimo extrañamente utilizado por Tomás (Tomás Hernández Franco – 1904 - 1952) para firmar algunas de sus composiciones poéticas. Tomás amaba entrañablemente a su pueblo, Tamboril y, en tal virtud, nos parece sumamente extraño que no identificara con su nombre la autoría de un poema de tan profunda raigambre tamborileña»

Y en cuanto al poema que nos ocupa, Al samán de Tamboril, cuya versión completa aparece al pie de estas notas, Lebrón Saviñón apunta lo siguiente:

«Contín Aybar lo declamaba con mucha frecuencia, le gustaba mucho y fue quien lo presentó a la dirección de los Cuadernos para fines de publicación»

 En la explanada frontal de la casa del autor de Yelidá, en Tamboril, estaba plantado el famoso árbol que tanto veneraron y que tan gratos recuerdos les trae a todos los habitantes de la llamada «Pajiza Aldea» que hoy superan los ochenta años de vida. A continuación, el texto completo del comentado poema que en la revista ya citada aparece ilustrado con una foto del árbol que lo inspiró:

AL SAMAN DE TAMBORIL

«No es sino un gran árbol que ha perdido su follaje. Desde mi habitación lo contemplo y envío mis recuerdos a cantarle corros en redor. Este árbol es mi infancia. Este árbol es mi vida. A través de mis andanzas por el mundo ha sido punto de apoyo entre la realidad y el ensueño, entre la tristeza y la paz. Es mi hermano mayor, mi hermano de ambiente, diría, pues, hemos bebido juntos sol, viento y luna y lluvia.

Está en medio del poblado, en la explanada que aísla mi casa de las demás, y donde por el día vienen a jugar los niños al salir de la escuela, y en las noches es asilo de los sueños de los enamorados y bahía donde solitarios anclan meditaciones y esperanzas.

Es un bello samán, de lucientes hojas, que de repente se han ido a volar, como mis pensamientos.

La vida del pueblo discurre a su vera. Es un patriarca, señero y grave, con austero silencio y ternura umbrosa, corazón de perfume y auras llenas de melodía.

De pequeño, una bala, en una de nuestras revueltas civiles, le hendió el entonces débil tronco. Mi padre, con tierra, grama y flejes, le hizo un vendaje. Ahora la herida no es sino esa gran cicatriz donde algunas veces hace nido un ave y otras, cuelgan su panal las abejas. Yo escondí en ella mis tesoros juveniles, fue mi alcancía, y hoy, ya cansado, con polvos de caminos rápida y largamente recorridos empañándome los ojos, vengo a sonarla en busca de mis haberes, porque ardido de fatigas terrenales, quiero un balance de olvido y de sombras para fabricarme un sueño.

¡Viejo samán de mi pueblo, amigo, hermano, yo te saludo! Los niños que te cercan ya pueden ser mis hijos y aún cantan los versos que aromaron mi infancia. Y aquel viejo, taciturno, que descansa el ala de tus pensamientos en tus desnudas ramas, antes de echarlos a andar mundo arriba, mundo abajo, puedo ser yo.

Esperaré al recrecer de tu follaje. Atisbaré la canción de tus venas. Creeré que me nacen, como a ti, renuevos primaverales. Sorprenderé en las pequeñas cosas el vibrar solemne de la vida. Partiré mi pan de esperanzas, y de mi mano comerán sus migajas las volanderas brisas. A otros viajes alimento darán y hasta la muerte, tu noble figura amable presidirá mi existencia.»


Gabriel Silveira Leal

(Marzo, 1944)

ORTOGRAFÍA DE LOS NÚMEROS CARDINALES


Por: Domingo Caba Ramos.

Por primera vez, la Ortografía de la lengua española ofrece normas explícitas   acerca de la escritura de las expresiones numéricas. (OLE, 2010, Págs. 683/686)

Como se sabe, los números pueden ser gráficamente representados de dos maneras: por medio de cifras o símbolos y mediante palabras. Esta representación genera dudas y confusiones  que llevan a los usuarios de la lengua a no saber qué emplear en un determinado contexto, si cifras o palabras. De ahí que sea muy común la pregunta: ¿Cómo debo escribir este número, en cifras o en letras?

En relación con la interrogante anterior, la Ortografía de la lengua española (2010: 682/683) plantea que la elección de cifras o de palabras en la escritura de los números depende de diversos factores, tales como el tipo de texto de que se trate, la complejidad del número que se deba expresar y el contexto de uso. En textos científicos y técnicos, por ejemplos, “es más normal, por su concisión y claridad, el empleo de cifras, y resulta obligado cuando se trata de operaciones matemáticas, cómputos estadísticos, inventarios, tablas, gráficos o cualquier otro contexto en que el manejo de números es constante y constituye parte fundamental de lo escrito”


Por las mismas razones de concisión y claridad, el precitado texto académico establece que los cardinales deben escribirse en cifras  en carteles, etiquetas, titulares periodísticos y textos publicitarios, mientras que en  obras literarias y textos no técnicos “resulta preferible y más elegante, salvo que se trate de números muy complejos, el empleo de palabras en lugar de cifras”. Y al respecto establece normas para la escritura de dichos números con palabras, con cifras y mediante el uso combinado de cifras palabras:

 ESCRITURA SOLO CON PALABRAS.

 Deben escribirse con palabras:

 a) Los números que pueden expresarse en una sola palabra, específicamente los del cero al veintinueve (cuatro, dieciséis, veintiocho, etc.), así como las decenas (treinta, cuarenta, cincuenta, etc.) y también las centenas (cien, doscientos, trescientos, etc.) : «Cumplió cinco años» ; « Me regaló trescientos pesos»

 b) Los números redondos que pueden expresarse en dos palabras (doscientos mil, cinco millones, etc.) : a) «Acudieron cien mil personas a la manifestación»; b) «Ganó tres millones de pesos en un concurso»

 c)  Los números inferiores a cien que se expresan en dos palabras unidas por la conjunción y (hasta noventa y nueve): a) «Mi padre cumplió ochenta y siete años la semana pasada»; b) « En la Biblioteca de Palacio hay treinta y cinco manuscritos». A propósito, no se recomienda, a la vez, “mezclar en un mismo enunciado números escritos con cifras y números escritos con palabras. En caso de que algún número perteneciente a las clases antes señaladas forma serie con otros más complejos, es mejor escribirlos todos con cifras: «En la Biblioteca de Palacio hay 35 manuscritos y 135 226 volúmenes impresos, 134 de ellos incunables»

 d) En textos no técnicos es preferible escribir con letras los números no excesivamente complejos referidos a unidades de medida. En tal circunstancia, no debe usarse el símbolo de la unidad (km), sino su nombre (kilómetro) correspondiente: «Recorrimos a pie los últimos veinte kilómetros» (no “los últimos veinte km”). Cuando se utiliza el símbolo, es obligado escribir el número en cifras.

e  e)  Todos los números que correspondan a cantidades o cifras aproximadas: a) «Creo que nació en mil novecientos noventa»; b) «Habría unas ciento cincuenta mil personas en la manifestación»; c) « ¡Te lo he repetido un millón de veces y no me haces caso!». Si la cantidad es exacta, la escritura con cifras es obligatoria: «Nació en 1990»

f)   Los números que se emplean de manera expresiva en locuciones o frases hechas: a) «No hay duda: es el número uno»; b) « Éramos cuatro gatos en la fiesta»; c) «Te da lo mismo ocho que ochenta»; d) «A mí me pasa tres cuartos de lo mismo»

g)  Los números que correspondan a fechas históricas o festividades, incluso cuando se utilizan para nombrar las vías o espacios urbanos : a)«Celebraremos el Veintisiete de Febrero»; b) «Te espero en la plaza Dos de Mayo»; c) «El Dieciséis de Agosto es un día feriado en la República Dominicana», d) «Mi hermano vive en la calle Veinticuatro de Abril».

 h) Los números menores de cien pueden escribirse en una palabra. En relación con los cardinales complejos, formados por la combinación de numerales simples, hasta la publicación de la nueva Ortografía, solo se escribían en una palabra los correspondientes a los números 16 al 19 ( dieciséis, dieciocho…) y 21 a 29 ( veintidós, veinticuatro ) y en más de una los numerales superiores a treinta, con excepción de las centenas. En virtud de esa regla, debía escribirse siempre cuarenta y cinco, noventa y ocho y cincuenta y dos. La nueva Ortografía admite que también se escriban en una palabra los numerales complejos menores de cien. Así, tan correcto es escribir cuarenta y cinco como cuarentaicinco; noventa y ocho como noventaiocho; En tal caso, la y copulativa que se interpone entre los numerales simples se convierte en i cuando estos se funden en una sola palabra. (OLE, 2010, P. 670)

Con el fin de “preservar la unidad ortográfica en todo el ámbito hispánico”. (OLE, 2010, P.671), se recomienda evitar la escritura mediante la cual se representa la pronunciación que reduce el diptongo en cardinales como treinticinco, cuarentitres, etc.

 ESCRITURA  SOLO  CON CIFRAS O SÍMBOLOS

La nueva Ortografía recomienda representar por medio de cifras o símbolos (OLE, 2010, págs. 684/686):

a)     Los números que exigirían el empleo de cuatro o más palabras en su escritura con letras: «En verano la población asciende a 32 423 habitantes». En algunos documentos, como cheques bancarios, contratos, letras de cambio, etc., por razones de seguridad, la expresión en cifras va acompañada normalmente de la expresión en palabras.

b)    Los números que indican año: «En el año 2024 habrá elecciones presidenciales en la República Dominicana»

c)      Los números formados por una parte entera y otro decimal: «El índice de natalidad es de 1,5. niños por mujer»

d)    Los números referidos a unidades de medida, cuando van seguidos del símbolo correspondiente: «Inaugurarán una central solar de 45 km», «Mañana se alcanzarán los 35 º»

e)      Los números pospuestos al sustantivo al que se refieren, (expresado o no mediante abreviatura), usados para identificar un elemento concreto dentro de una serie: « Página 3 (o pág. 3»,      «Habitación 317 (o hab. 317)», «Número 37 (o núm. 37)», «Tabla 7», «Gráfico 15»

f)       Los números que cuantifican los elementos dispuestos en una lista: «2 litros de leche», «7 refrescos», «1 paquete de servilletas»

g)     Los números seguidos de la abreviatura del concepto que cuantifican: «5cts» (cinco céntimos), «47 págs.» (cuarenta y siete páginas), «5 vols.» (cinco volúmenes)

La Ortografía también recomienda representar con cifras los porcentajes superiores a diez: «En las últimas elecciones votó el 84% de la población»; pero si el porcentaje corresponde a un número inferior a diez, puede escribirse tanto con cifras como con palabras: «Un 8% de los alumnos nunca acude a la biblioteca » o «Un ocho por ciento de los alumnos nunca acude a la biblioteca»

3.
 USO COMBINADO DE CIFRAS Y PALABRAS

En la escritura de un numeral compuesto debe evitarse, por considerarse incorrecta, la combinación de cifras y palabras del tipo: 50 y ocho, 125 mil, 10 mil. Esto quiere decir, que los números deben escribirse completamente en cifras (154,000) o completamente en letras (ciento cincuenta y cuatro mil).

Esa mezcla o forma abreviada solo es permitida cuando se trata de cantidades

equivalentes a sustantivos numerales, como son los casos de millar, millón, billón, trillón y cuatrillón: 25 millares»; 155 millones; 13 billones, etc.

 Si las cantidades, en cambio, representan adjetivos numerales, como las expresadas en miles, por ejemplo, la combinación cifras/palabras deberá siempre evitarse; y así como no está permitido escribir “50 y ocho personas…”, tampoco lo está escribir “10 mil personas…” Estos numerales, como ya se indicó más arriba, deben escribirse enteramente en cifras (58 personas…) o enteramente en letras (diez mil personas…)

 A pesar de la existencia de las  normas hasta aquí presentadas, lo cierto y  común es que en la Republica Dominicana, las expresiones numéricas se escriben como si  tales reglas no existieran, esto es,  tomando en consideración el criterio particular de cada usuario de la lengua. Este, cuando así lo considera, escribe un número cardinal con palabras, y el mismo número u otro de la misma categoría, en otros contextos, decide escribirlo aparece con cifras

 

 

 

 

DE NUESTRA LENGUA FÁUNICA Y VEGETARIANA (Y 2)

 

De nuestra lengua fáunica y vegetariana

(A mi amigo, médico y escritor santiaguero, Dr. Pedro Mendoza)

 Por: Domingo Caba Ramos.

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 El mundo animal, igual o tal vez más que el vegetal, está también permanentemente presente en el habla popular dominicana. Esta se nos presenta pletórica de referencias zoológicas que en forma figurada aluden a las más diversas manifestaciones de la vida nacional. Un simple intercambio de palabras entre dos o más dominicanos, basta para descubrirlo. Nunca olvido al respecto, el parlamento que a continuación se transcribe, protagonizado entre libaciones y libaciones por el ya mencionado Rufo, el Bichán, en un colmadón de uno de los barrios populares de la Ciudad Corazón (Santiago de los Caballeros). En su intervención, Rufo les decía a sus compañeros de tragos lo siguiente:

 « Al barrio ha llegado un tipo que priva en bichán y “león”- informa Rufo, con molestia inocultable. Parece que él desconoce que aquí el único “león” y  bichán soy yo, Rufo, el “caballo”, el “toro” y verdadero “pato” macho del barrio. Me informan – continúa Rufo – que al carajo ese, parece que yo no le caigo bien; pero  más le vale que no choque conmigo, pues él debe saber que frente a mí no es más que un simple “pollito”. Que aunque él se la da  de “tíguere”, todo el mundo dice que es un “bobo” viejo, más pendejo que una “gallina”, y que cuando lo atacan, corre más que una “guinea”. Que de la guardia lo botaron por “gato” e irresponsable, ya que acostumbraba a salir de “lechuza” o abandonar su trabajo sin el permiso de sus superiores. Por eso, si me sigue provocando, le daré una paliza que lo pondré a ver “animitas”, y muerto ese “abejón”»

Pero no sólo son fáunicas o zoológicas en el español dominicano las voces puestas en boca del precitado y folklórico personaje.  En las paremias (refranes) y la fraseología propias del español dominicano, ese léxico del corral es mucho más que frecuente:

a)   « “Culebra” se agarra en lazos»

b)  « “Camarón” que se duerme, se lo lleva la corriente»

c)   «A otro “perro” con ese hueso»

d)  « De cualquier yagua vieja, sale tremendo “alacrán”»

e)   «Así no hay “toro” que llegue a “buey”»

f)    « “Burro” no come bizcochito»

g)   «Una sola “golondrina”, no levanta tempestad»

h)   « El “pez” grande se come al chiquito»

i)    Amarre el “caballo” donde el dueño diga»

j)    «Quedó como “perico” en la estaca»

k)   «Cría “cuervos” y te sacarán los ojos»

l)    « El tipo cantó como un “gallo” y puso como una “gallina”»

m) «Puerco” no se rasca en jabilla»

Pero aún más:

 En la República Dominicana llaman “perro” o “perra) a la persona antipática o a la mujer “puta” o de conducta sexual desenfrenada (¿Es el perro tan odioso o antipático como lo pintan? Obsérvelo cuando ve a su amo llegar a la casa)“puerco”, si es antihigiénica; “gato”, al ladrón; “burro” , al bruto,  iletrado o a quien actúa en forma terca, torpe e irracional (¿Será verdad que el burro es el animal más bruto… tan bruto?);chivo o culebra’, a quien procede de manera esquiva, recelosa o desconfiada y también al escrito fraudulento que de manera oculta usa el estudiante en un examen  ‘avispa y cacata’, a la mujer conflictiva, de espíritu bélico o muy dada a la confrontación ; ‘pato’, al hombre homosexual y a quien muestra destrezas al nadar; ‘gallina’, a las personas cobardes ;‘cotorra’, a quien  habla demasiado; ‘mono’ o ‘mona’ , al hombre  y mujer  feos o desprovistos de atractivos físicos, ‘pichón’, al joven inexperto; ‘zorro’, al muy astuto, ‘tiguerito’, al niño travieso o de reducida edad , ‘pájaro’ al hombre  homosexual o afeminado.

¿Por qué los dominicanos hablamos así, tan distinto a los hablantes de otros países americanos?” – me preguntó en una ocasión, bastante inquieta, una amiga y ejecutiva bancaria de la ciudad de Santiago.

 «Tales formas de expresión – le respondí – forman parte de las particularidades propias del español dominicano, y esos particularismos lingüísticos ponen de manifiesto o constituyen el más fiel reflejo del carácter dinámico, cambiante y evolutivo de la lengua. El dialecto dominicano, en su vinculación con el español de América y peninsular, comparte una serie de rasgos lingüísticos comunes que permiten el entendimiento, la comprensión y la intercomunicación entre los hablantes de los países del llamado mundo hispánico; pero al mismo tiempo, y como parte de su proceso evolutivo, poco a poco va creando sus particulares giros expresivos, los cuales, en última instancia, se constituyen en sus rasgos diferenciadores. De ahí que no siempre un mismo término soporte igual significado en todas las comunidades hispanohablantes. Como bien aparece consignado en la muy famosa copla del no menos famoso son cubano:

 En Cuba merengues hacemos,

sancochado en una paila,
lo que en Quisqueya se baila,
en Cuba nos lo comemos…”»

La explicación es bastante sencilla: para los cubanos, merengue es un dulce especial elaborado con azúcar y clara de huevo y  cocido al horno, mientras que para los dominicanos no es más que su principal baile folklórico.                                                                                                                                   

Lo cierto es que así se comporta nuestra lengua o variante dialectal llamada español dominicano: desde que empezamos a hablarla, comenzamos a pasear la flora y la fauna dominicana por los senderos comunicativos de nuestra cotidiana práctica lingüística.

 

DE NUESTRA LENGUA FÁUNICA Y VEGETARIANA

Por: Domingo Caba Ramos.

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 Pienso que a pesar de lo mucho que en la República Dominicana  hemos avanzado en el orden material, científico y tecnológico, nuestro país continúa siendo una aldea.

 Pienso que a pesar de contar con medios, servicios e infraestructuras característicos de las grandes urbes (Metro, red de internet, imponentes torres arquitectónicas, gran cantidad de publicaciones periódicas y canales de televisión, etc.), y de ser el nuestro uno de los países de América con más universidades y el primero en usar teléfonos celulares (1987), la conducta y creencias del dominicano promedio están matizadas por visibles rasgos rurales o aldeanos.

 Pienso, finalmente, que en la nación dominicana, hasta el más desarrollado de nuestros grandes centros urbanos, bien podríamos considerarlo, con las palabras de don Héctor Inchaustegui Cabral, como una “Ciudad Rural”. Tal vez sea esta una de las principales razones que conducen a los hablantes dominicanos a denominar su realidad, valiéndose de comparaciones mediante el uso de imágenes, símiles y metáforas lexicalizadas que aluden al mundo animal y vegetal.

 A muchas de esas construcciones figuradas de metafórica esencia, vale confesarlo, no les encontramos explicación o coherencia lógica desde el punto de vista semántico; pero independientemente de esto, lo cierto es que tales formas expresivas forman parte de nuestro repertorio lexicosemático, razón por la cual los dominicoparlantes, sin exceptuar niveles socioculturales, las utilizamos en nuestra diaria conversación. El español dominicano lo describimos, en tal virtud, como lengua fáunica, zoológica, botánica o vegetariana. Algunos ejemplos valdrían a modo de ilustración.

 Una acción ejecutada con celeridad o prontitud es, en nuestro país, un acto realizado «en lo que dicen berenjena».  (Y a propósito de berenjena, resulta extraño y un tanto curioso que esta palabra, formada por cuatro sílabas, sea empleada como símbolo de rapidez, a sabiendas de que existen otras que por estar constituidas por una o dos sílabas se pronuncian mucho más rápido)

 _« Ya no te quiero, por tanto, me importa un “pepino” lo que hagas con tu vida…»… - le dice Andrómeda a su esposo Bernabé. (No sé por qué siempre tiene que ser un pepino lo que nunca importa, y no un melón, un limón, un tomate, etc.)

 Incurrir en sacrificios en pos de la supervivencia es lo mismo que «guayar la “yuca”». Ser dichoso es «nacer como la “auyama” ». Una mujer bella y elegante es un “tronco” de hembra. Sorprender en una acción a quien procede en forma inadvertida es atraparlo «asando “batata”». Molestarse o ser afectado por un sentimiento de intensa ira es ponerse como un “ají” o «rojo como un “tomate”», en tanto que desplomarse al suelo de repente es caerse como una “guanábana”.

   El más antiguo miembro de una institución, más que un ser humano es un « viejo “roble”». Del anciano que luce fuerte y vigoroso, se dirá que está «como un “campeche”», en tanto que se denominará “ñame” a todo ser racional que en su comportamiento muestre signos de torpeza y brutalidad. (Tampoco entiendo por qué se insiste en presentar a nuestro jugoso ñame tropical como símbolo de torpeza, brutalidad y falta de inteligencia) 

 Contestarle firmemente a alguien, destacando las razones y verdades que este no desearía escuchar es, sencillamente, mandarlo a freír “tuzas”.  Enfrentar un problema en forma superficial equivale a  tratarlo por la “rama”.  Y para resaltar la imposibilidad de superar el problema de conducta no corregido en la infancia, el botánico refrán no se hace esperar: «Árbol que nace torcido jamás sus ramas endereza»                                                                               

Cuando se encuentre en círculos de amigos, sin importar, vale reiterarlo, su nivel sociocultural, preste mucha atención a las intervenciones de cada uno y posiblemente escuchará comentarios como las siguientes:

 -« ¡Diablo, qué “vaina”…!», mientras los funcionarios están en las ‘papas’, el pueblo sigue guayando la ‘yuca…’”

 -«Al senador W. G. se le ha puesto la “piña” agria. Están pagando diez millones por su cabeza y un general acaba de demandarlo por difamación. La verdad es que ese tipo no es “manguito” ni mucho menos un “maíz”; pues para echarle la “cuaba” o acusar al gobernador, al fiscal y al comandante policial de proteger a los narcotraficantes en esta zona, hay que ser muy valiente. Los acusados no son “chivitos” jarto e “jobos”… »

  -«No me desprecies y olvides que de cualquier “yagua” vieja sale tremendo “alacrán”»

 -«Pensé – dice Rufo, el Bichán – que la novia de mi amigo Eustaquio era otra cosa; pero es un “fleco” viejo »

 Y para indicar que una realidad, aunque desafortunada o desagradable, tenemos que aceptarla y adaptarnos a ella, la frase utilizada no podía ser menos vegetariana y folklórica:

«El “tabaco” es fuerte, pero hay que fumárselo…»