Por: Domingo Caba Ramos
En los tiempos modernos, la lectura ocupa un lugar de primerísima importancia.
Cada vez se hace más imperiosa la necesidad de poseer una mayor información y
formación cultural, esto es, de estar al día de los últimos acontecimientos
acaecidos tanto en el ámbito nacional como internacional. Y eso, obviamente, solo
se logra a través de la lectura.
La lectura nutre el intelecto, recrea el espíritu, activa la imaginación y
orienta el rumbo que conduce a la meta deseada. Ella nos permite captar una
nueva y más amplia visión del mundo y un agudo conocimiento del medio que nos
rodea.
La lectura franquea el camino del arte y abre las puertas del conocimiento
científico. Los grandes hombres y mujeres de la humanidad fueron antes que
todo, grandes lectores.
Emmanuel Kant, por ejemplo, gracias a su constante actividad lectora, logró
forjarse un dominio casi enciclopédico tanto de la filosofía como de la cultura
universal sin haber salido nunca de su natal y pequeño pueblo, Konigsberg
(Alemania); en tanto que de Miguel Cervantes, autor de la más grandiosa novela
escrita en lengua española, "El Quijote", se afirma que leía hasta
los papeles rotos que encontraba en la calle.
Es innegable la poderosa influencia que ejerce un libro en el desarrollo
histórico social. “Del destino de los
libros - apunta M. Ilim - depende con
frecuencia el destino de las gentes, de los pueblos y hasta de los países”.
La lectura actúa como soporte teórico de la práctica profesional. Esto quiere
decir que un médico, maestro, abogado, ingeniero o cualquier otro profesional
que no se actualice mediante la lectura constante, está condenado a ser un profesional
mediocre o atrasado académicamente.
Urge, pues, incentivar la lectura de obras literarias, tratados científicos,
periódicos, revistas y todo tipo de material bibliográfico. Como reza en la muy
conocida frase: " Quien no lee no
tiene derecho a la palabra"
La escuela dominicana, en este sentido, está llamada a desempeñar un papel
protagónico, vale decir, se hace necesario que la lectura cubra un espacio
privilegiado en el trabajo escolar. Porque como bien observó don Pedro
Henríquez Ureña: “El hábito y amor a la
lectura literaria forman la mejor llave que podemos entregar al niño para
abrirle el mundo de la cultura universal”.
Sabemos, como afirma el gran humanista dominicano, que el bajo “desarrollo de las bibliotecas públicas y de
las bibliotecas escolares no permite todavía a los maestros disponer de la
variedad de libros que necesitarían para revelar al niño la multitud de casos
interesantes que le brinda la lectura”. Pero entendemos, no obstante, que
unidos, optimistas y animados de la mejor intención es mucho lo que podemos
hacer para que en República Dominicana se ensanche cada vez más el reducido
círculo de lectores que hasta ahora tenemos.
Sólo así podemos ensanchar nuestro horizonte cultural. Solo así es posible
evitar que los dominicanos continúen “pesando”
los libros antes de leerlos. Y sólo así podemos evitar también que unas lindas
jóvenes vuelvan a declarar en un concurso de belleza que América fue
descubierta en 1980, que este continente fue descubierto por Juan Pablo Duarte,
que a Juan Bosch se le concedió el Premio Nobel de Literatura y que Gabriel
García Márquez es uno de los más brillantes dominicanos.