miércoles, 21 de octubre de 2009

JOHAN ROSARIO.
Por : Domingo Caba Ramos.

 


El mundo de las letras y la comunicación social siempre han sido su mundo. Un mundo en el que se involucró a muy temprana edad, o cuando aún no había cruzado las fronteras de la pubertad. Le faltaban pocos ciclos para terminar la carrera de Comunicación Social cuando decidió subirse en el avión para integrarse a la lista de los miles de exiliados económicos que residen en Nueva York. Pensé que esa inserción en la siempre tentadora sociedad norteamericana marcaría el final de sus inclinaciones literarias y prácticas escriturales. Pero, afortunadamente, no sucedió así.

Si la memoria no me traiciona, creo que fue en 1999 cuando lo conocí e intercambiamos palabras por primera vez. Con singular respeto e inigualable cortesía, una tarde cualquiera del antes citado año se acercó a mí un jovencito de unos quince o dieciséis años de edad, piel morena, reducida estatura y con los rasgos de la adolescencia plasmados en su rostro mulato. Me buscaba para entregarme un ejemplar de la  revista “El Tamborileño”, medio informativo del cual él era uno de sus fundadores y redactores principales.

Quizás por haber yo impartido clases durante muchos años en los dos liceos (nocturno y matutino) del pueblo, él me conocía mucho más de lo que me imaginaba. De ahí que en ese primer contacto, me tratara con la misma familiaridad, respeto y afecto del alumno que se encuentra de repente con su antiguo maestro.

Tan pronto me vio, se identificó y acto seguido procedió a poner en mis manos el susodicho órgano informativo. Pero no se crea que todo terminó ahí. El “mozuelo imberbe”, como diría un extinto escritor y crítico literario dominicano, no desperdició tiempo y palabras, y de inmediato me habló de los más diversos temas.

De entrada me confesó que leía y disfrutaba mucho mis artículos, que lamentaba no haber sido mi alumno, aunque esperaba serlo algún día en la universidad. Me habló de sus estudios, de sus inquietudes literarias, de sus lecturas, libros y autores favoritos. Me expresó su parecer acerca de la prensa dominicana, mostrando especial admiración por el periódico El Nacional y su director, Radhamés Gómez Pepín. Me informó que ocasionalmente publicaba artículos en los periódicos “La Información” y “El Siglo” Y me habló sobre sus intenciones de estudiar periodismo tan pronto se graduara de bachiller.

Ciertamente me sorprendieron sobremanera la precocidad intelectual, temprano accionar cultural y preocupaciones literarias del inquieto chico que tenía enfrente, en un medio, el dominicano, donde el libro y la lectura parecen ser enemigos irreconciliables de jóvenes y adolescentes. Y fue entonces cuando dije para mí:

“Si este jovencito mantiene vivas esas inquietudes, es posible que en el futuro, además de un gran periodista, se convierta en un excelente escritor”
Después de ese primer encuentro, creo que intercambiamos ideas no más de tres veces. No lo volví a ver más. Cuando pregunté las razones, me informaron que se había marchado (2002) junto a sus padres para los Estados Unidos.

“ Hasta aquí llegaron sus inquietudes intelectuales y vocación literaria” – afirmé casi en forma automática, convencido de que en Nueva York, por lo que allí he visto y se me ha dicho, el tiempo apenas alcanza para trabajar y producir dinero. Que ni siquiera para escribir una carta a un amigo o familiar sobra tiempo. Y que cuando de muy jóvenes se trata, la mente sólo está presta para la lujuria, la ostentación y el goce desenfrenado.

“Muy pronto lo veré – continué mi monólogo interior - con su garganta bordeada de lujosas cadenas, desplazándose, en estado de embriaguez, por las calles polvorientas de su Pajiza Aldea , en un moderno carro con radio a todo volumen, sonando la última bachata”
Agraciadamente me equivoqué, y no me arrepiento de que así haya ocurrido.

En Nueva York no sólo continuó la labor periodística iniciada en su país, sino que incursionó en el fabuloso y siempre complejo ámbito de la creación literaria. Merced a esa artística iniciativa, tres años después de llegar a esta ciudad, pública el libro de cuentos “Retos de corazón” (2005), su primera obra, la cual tuvo una inesperada y muy buena acogida.

Al año siguiente (2006) funda la “Revista Latina”, órgano impreso que circulaba mensualmente en tres de los principales estados norteamericanos. En Supercanal Caribe produce un espacio semanal llamado “La Hora Latina”, generador de gran impacto en la comunidad hispana establecida en los Estados Unidos. Con ese mismo nombre publica también en la red de internet un blog informativo (www.lahoralatina.blogspot.com ) muy seguido o visitado por lectores residentes dentro y fuera de nuestro país.

Debido a su estelar ejercicio periodístico y defensa constante de los mejores intereses de la comunidad hispana radicada en Nueva York, fue reconocido en abril del presente año, por la Alcaldía de esta ciudad y el Concejo Municipal, conjuntamente con la Seccional del Colegio Dominicano de Periodistas e ( CDP ) en esta imperial demarcación, como “ ELMEJOR PERIODISTA DOMINICANO DEL 2008” establecido en esta urbe. Tres meses después puso en circulación aquí su segundo libro de cuentos, “Amores que matan”, el cual también verá la luz en su pueblo, Tamboril, el jueves 22 de octubre del año en curso.

Pero no sólo eso.

El escritor y periodista que nos ocupa será objeto de otro importante reconocimiento en la ciudad de Nueva York por el éxito alcanzado por su programa “La Hora Latina” Recibirá la distinción otorgada por los prestigiosos “Premios Estrellas”, ideados con el propósito de reconocer la labor de las figuras que en los Estados Unidos se han destacado en el mundo del arte y el espectáculo.

Tan preciado galardón lo recibirá en un solemne acto en el que también serán reconocidos, entre otras personalidades, el empresario Ramón Gómez Díaz y nuestro Rey del merengue, Joseíto Mateo.

Para orgullo de él y del pueblo que lo vio nacer, esa distinción será recibida por el otrora “mozuelo imberbe” al que hasta ahora me he referido, vale decir, por el mismo mulatico aquel con cara de niño, redactor y distribuidor de la Revista “El Tamborileño”, nacido un día 24 de enero de 1982 en el popular barrio “Los Fritíos” del municipio de Tamboril, Repúblicas Dominicana, y que hoy todos conocemos con el nombre de Johan Rosario.

Admito y reitero que me equivoqué.

Las inquietudes periodísticas y literarias de Johan Rosario no sólo han permanecido encendidas como en sus años de adolescencia, sino que las mismas han generado sus frutos, como ya lo hemos visto, logrando en sólo siete años de residencia en la llamada “Ciudad de los Rascacielos” conquistar un espacio, establecer un nombre y lograr unas metas que otros con más tiempo allí no han podido alcanzar.

Con su permanencia en el mundo de las letras, Johan no hizo más que seguir el buen ejemplo de otros compueblanos suyo, tales como Aurelio Rosario, Anastasio Jiménez ( Tatán ), Ramón Martínez ( Martín ) y el destacado poeta Dagoberto López, los cuales, al llegar a Nueva York prefirieron mantenerse activos en el quehacer cultural, preservando así sus hábitos intelectuales y prácticas lectoras y/o escriturales, en lugar de arrastrarse en el polvo inmundo de ilícitas negociaciones.

Ellos, lo mismo que Johan, trabajan fuertemente en los Estados Unidos para poder sobrevivir, pero reservan espacios para leer o escribir un libro, componer un poema, asistir a una tertulia, encuentro o acto cultural y redactar un enjundioso reportaje periodístico.

Felicidades a Johan Rosario. Pienso que su esfuerzo ha valido la pena. Y eso a todos debe regocijarnos. Porque cada premio y éxito suyo, se convierte en el premio y éxito de todos los dominicanos; pero muy especialmente, en el premio y éxito de todos los tamborileños que siguen y valoran su trabajo.

Esperamos que este joven narrador e inquieto comunicador nativo de Tamboril, no desmaye en el logro de sus metas literarias , y continúe, mediante el uso de la palabra , construyendo mundos imaginarios o poniéndonos en contacto con el mundo real a través de sus acuciosos reportes periodísticos.