miércoles, 31 de agosto de 2016

“EN ESTA ALTA CUESTA DE LA NOCHE”

(Ultimo poema de Tomás Hernández Franco)
Por : Domingo Caba Ramos

(Al arquitecto Rafael Tomás Hernández Ramos)


                                                                                       Tomás Hernández Franco

 Fechada en Santo Domingo, el día 2 de septiembre de 1952, el entonces prestigioso diario La Nación publicó una extensa esquela acerca de la muerte del ilustre poeta tamborileño, Tomás Hernández Franco (Abril 29, 1904 – Septiembre, 1, 1952), en cuyo primer párrafo se lee lo siguiente:

 «El distinguido escritor y poeta dominicano, don Tomás Hernández Franco, falleció en horas de la mañana de ayer en esta ciudad, en el hospital Salvador Gautier, después de que la ciencia médica agotó todos los recursos para devolverle la salud perdida. El señor Hernández Franco había sido trasladado desde su residencia de Tamboril, en Santiago de los Caballeros, a esta ciudad para ser hospitalizado. El cadáver del escritor y poeta fue trasladado en horas de la mañana a Tamboril donde recibirá cristiana sepultura. La irreparable muestre del distinguido escritor dominicano – continúa la reseña de La Nación - quien fue uno de los más apreciados colaboradores de este diario, enluta las letras nacionales. Su fallecimiento ha llenado de tristeza a cientos de corazones que le querían y estimaban. La Nación hace llegar su más sentida condolencia, en primer lugar a su esposa, doña Amparo Tolentino, a sus hijos Tomás y Luciano, a su hermano espiritual, el célebre pintor dominicano don Jaime Colson, y a todos cuantos se sientan afectados por tan doloroso descenso » 

Tres meses antes de su muerte, en junio de 1952, Hernández Franco compuso “En esta alta cuesta de la noche”, su último poema, especie de autoelegía y en el que su autor parece presentir la muerte que en septiembre del antes citado año lo sorprendería en su lecho de enfermo del Hospital Salvador B. Gautier. Junto a otros poemas: "Oración para el próximo dolor”, "Puedo jura ahora", "Canción de amor en muerte para el hijo" e "Inventar la palabra mansa", conformó el reducido volumen que con el título de Poemas Póstumos fue publicado un mes después (octubre) de la desaparición física del autor.

 “En esta alta cuesta de la noche”, es una de esas piezas poéticas que por su fúnebre acento parecen haber sido compuestas casi al pie del sepulcro. Se trata de un poema de lírico y doloroso acento, en cuyos versos late la presencia del yo interior del poeta, y es por ello que dichos versos entrañan subjetivismo, intimismo y la manifestación de los sentimientos ante una realidad objetiva: la muerte. La muerte, cuya derrota el poeta resignadamente acepta (“Estoy vencido por ti, silencio”...) y con la cual parece sostener un diálogo confidencial.

 EN ESTA ALTA CUESTA DE LA NOCHE

 «En esta alta cuesta de la noche, 
de montaña a montaña, 
y de mar a mar, 
eres tú, silencio, el único que hablas,
 y es tu estentórea voz, l
a que alza el huracán en los gritos del miedo. 

 Estoy vencido por ti, silencio,
 pero yo puedo hablarte,
 pero desde lo último de mi última cobardía:
 porque hasta la noche está sin ti, sin nadie, 
y tan vacía. 

 Hay un perro que ladra, asustado por haberte olfateado,
 ¡te presiente! 
una flor invisible que en el aire se mueve,
 debe estar su perfume tan quieto y tan inútil, 
y hay un niño que quisiera ver en sueño a los ángeles, 
soñando su sonrisa porque ha visto, 
¡y tu voz tan opaca hablando de la muerte!

 Lo sé. Es de ella de quien quieres hablar, silencio, 
y subiendo la sombra insomne de la noche, 
frente a tu tribuna sin lenguas y sin gestos,
 ante ti, yo, desnudo, ante lo que no dices, 
Aplaudo, yo, único, solo, tu inmortal argumento. 

“Es que la tumba espera, 
y esperan los gusanos”

 Antes de yo nacer, silencio, mi voz, como la tuya,
 anda suelta, sin eco, por noches como esta, 
era una voz sin huesos, sin sangre, sin cerebro, 
y temblaba en el viento como una cosa loca. 

 De aquello de ser loca, a través de mil muertes, 
es el miedo de ahora, 
el miedo de ella misma, 
frente a ti, silencio, sin respuesta en la noche.
 y hay que subir la cuesta del insomnio,
 sin luz, silencio, hacia tu tumba y tus gusanos»

 TOMÁS HERNÁNDEZ FRANCO
 Junio de 1952

martes, 30 de agosto de 2016

«DORMIR COMO UN LIRÓN»

 Por : Domingo Caba Ramos

Se trata de una de las diversas expresiones fraseológicas características del habla popular dominicana. Para entender el porqué de su origen, tenemos necesariamente que determinar el significado o valor semántico de la voz “lirón”:

Según el diccionario académico, se llama “lirón” al «Mamífero roedor muy parecido al ratón, de unos 30 cm de largo, de los que casi la mitad corresponden a la cola, larga y peluda, con pelaje espeso, gris oscuro en las partes superiores y blanco en las inferiores, que vive en los montes, alimentándose de los frutos de los árboles, a los que trepa con extraordinaria agilidad, y pasa todo el invierno aletargado» Se trata de un animal típico de la fauna española.
                                                                                      Lirón dormido

Pasar “todo el invierno aletargado", es lo mismo que permanecer todo ese período  profundamente dormido , por cuanto “letargo”, término del cual procede “aletargado” es, según el precitado lexicón, el «Estado patológico caracterizado por un sueño profundo y prolongado…» También se llama así al «Estado de inactividad y reposo en que permanecen algunos animales durante determinados períodos de tiempo» Merced a estos conceptos, pues, “dormir como un lirón” es sumirse en “profundo y prolongado sueño”, como bien lo hace, todos los años, en época de invierno, el muy veloz, raro, dormilón y roedor animalito.

LENGUA, COMUNICACIÓN Y ORATORIA.

Por: Domingo Caba Ramos.

 LENGUA. Entre otros conceptos, la lengua ha sido definida como el instrumento de comunicación o sistema de signos convencionales utilizados por una comunidad para entenderse. Su función fundamental es la comunicación.

 LA COMUNICACIÓN. Es el proceso que consiste en el intercambio de ideas entre dos o más personas. Se trata de un proceso en el que, entre otros factores, intervienen un emisor o sujeto comunicante que elabora, codifica y transmite la información y un receptor que recibe, decodifica e interpreta el mensaje.

 Para que la comunicación se produzca o resulte efectiva, el mensaje emitido por el emisor debe ser comprendido o debidamente interpretado por el receptor; pero desafortunadamente no siempre sucede así. El receptor, ya sea por ignorancia (inintencional) o por un interés marcado (intencional) suele distorsionar la esencia de la idea, amplificando, restringiendo o modificando el mensaje percibido. Se originan de esa manera lo que en la teoría de la comunicación técnicamente se conoce con el nombre de ruidos, los cuales se definen como todos aquellos obstáculos, barreras o interferencia que impiden la debida interpretación del mensaje.

En la comunicación lingüística, los ruidos se producen cuando el emisor no se da a entender (no se expresa con claridad), o cuando el receptor no sabe entender, interpretar o desentrañar el sentido profundo del mensaje percibido (no sabe leer ni escuchar). De ahí que en ocasiones, un mismo mensaje, sin ser poético, reciba las más diversas interpretaciones por parte de intérpretes distintos.

Para que la comunicación se produzca o resulte efectiva, entre otras condiciones, se requiere saber hablar, y saber hablar significa pensar siempre en el receptor del mensaje, esto es, emplear las palabras de acuerdo a la capacidad o nivel de comprensión del oyente. Esta condición está estrechamente articulada al propósito general que persigue el arte de la oratoria: persuadir.

 ORATORIA.

Se ha definido como el arte de convencer o persuadir por medio de la palabra hablada. El discurso como pieza oratoria es una exposición en la que se suman la intencionalidad y la aplicación de estrategias encaminadas a persuadir a un auditorio para que piense y sienta de determinada manera, para que adopte una posición específica o para que emprenda acciones particulares, según el objetivo o propósito que persigue el orador.

 Para convencer, es necesario mover la voluntad del oyente, y esto solo es posible cuando el receptor está dotado de las competencias lingüísticas y comunicativas requeridas para captar o desentrañar el contenido profundo del mensaje escuchado. De ahí la importancia de saber hablar, de saber a quién se le habla, a quién va dirigido el discurso.

En Grecia, y particularmente en Atenas, se produjo un notable desarrollo de las ideas democráticas durante el siglo V a. de C., y este hecho abre las posibilidades para una mayor participación en la vida política. De ahí que el arte de hablar en público, a partir de ese momento, en la democracia griega, se erigió en una práctica de primerísima importancia. La oratoria era concebida por los griegos como la base del éxito social. Es así como surgen los sofistas, maestros o pensadores dedicados a la enseñanza de la Retórica o Arte del buen decir. El fin de estos era enseñar cómo hablar en público para que los ciudadanos obtuvieran éxito en la vida social; pero fundamentalmente éxitos en el debate político. Convencer y/o vencer el punto de vista del oponente constituía el fin último de todo buen orador.

El buen orador ha sido y continúa siendo líder y promotor de los pueblos a través de la historia, como lo atestigua Demóstenes en Grecia y Cicerón en Roma. Actualmente la pericia en el uso de la palabra sigue siendo la llave para los predicadores, los líderes políticos, dirigentes sindicales, defensores públicos, etc. Para toda persona, en cualquier rol que desempeñe, contar con la capacidad para convencer a un público, es una poderosa herramienta de éxito y progreso. Como bien lo afirma Dale Carnegie: “La satisfacción personal, comercial o social depende sobre manera de la capacidad que tiene una persona de comunicar claramente a los demás lo que siente, lo que desea y lo que cree” (Carnegie, 1968)

La elocuencia o dotes del orador se fundamentan, además de la práctica y otros recursos, en un adecuado manejo de la lengua que le permitan vencer las dudas, confusiones y escollos lingüísticos, así como evitar los vicios de dicción que tanto afectan la claridad, concisión , precisión y elegancia del mensaje.