sábado, 28 de enero de 2023

POR FEO LO LIBERTARON : COSAS DE LUIS DE CAMEJO

Por : Domingo Caba Ramos

El santiaguero Luis Camejo (primera mitad siglo XX) está considerado como el más grande epigramista dominicano de todos los tiempos. A Pesar de su innegable ingenio poético, a este poeta popular muy pocos lo conocen en el país, incluyendo la ciudad (Santiago) donde nació. Publicó solo un libro: «Puyas de la jabilla» (1936).   Nadie como él supo referirse con igual ironía a los más diversos aspectos de la vida nacional.  A él solo Juan Antonio Alex en ese sentido se le acerca.

Cuenta Camejo en uno de los epigramas del  antes citado libro, que una vez un hombre fue apresado por cometer un estupro; pero el fiscal, al considerar que por ser tan feo ese hombre solo mediante la violación podía disfrutar el cuerpo de una mujer, propuso que no fuera condenado . Camejo relata el hecho de la manera siguiente:

 

«Por raptar una muchacha,

hicieron un hombre preso,

que tenía, a más de obeso,

la cara de cucaracha.

 

El fiscal al ver la fecha,

de aquel nuevo fariseo,

exclamó: “como es tan feo,

no es legal que se castigue,

pues, ¿cómo Diablo consigue?

 

Y yo apuesto hasta mi cheque,

contra el palo de una escoba,

a que la niña más boba,

no se deja sorprender,

de un hombre, que halla mujer,

solo así: si se la roba…”»

 


viernes, 27 de enero de 2023

¡HASTA LUEGO, MAESTRA Y COMPAÑERA!

Por : Domingo Caba Ramos


 Trabajamos juntos, hace ya muchos años, y fue mi jefa inmediata durante casi dos décadas: yo, como maestro de Lengua Española y Literatura en el Liceo Nocturno «Tamboril», y ella, como directora de dicho centro educativo, el primero de este municipio en su grado, y del cual fue fundadora. Siempre amable, trato respetuoso y con su eterna sonrisa a flor de labios, nunca la vi molesta. Nunca la escuché elevándole el tono ni “hablándole mal” a nadie en señal de enfado o braveza. Nunca la escuché murmurando o criticando destructivamente a nadie.

 Me atrevo a decir que se trata de uno de los más sanos y nobles seres que he tratado en toda mi vida. Por esa razón, ante su lamentable fallecimiento, ningún cura o predicador tendrá que desearle aquello de que « ¡Dios la acoja en su santo seno…!», ya que ese santo lugar, durante su permanencia aquí en la Tierra, ella supo ganárselo y reservarlo.

¡Que en paz descanse en tu eterno y celestial refugio, mi querida Haydee Martínez!