sábado, 9 de septiembre de 2023

LUIS CAMEJO : EL EPIGRAMISTA IGNORADO


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¿Qué es un epigrama?

Martín Duque y Marino Fernández Cuesta (193:31), lo definen de manera escueta como “un breve poema festivo”, en tanto que Fernando Lázaro Carreter (1923 – 2004), desarrolla más el concepto al establecer que epigrama es una «Composición poética breve, en la que, con agudeza y precisión, se expresa un pensamiento festivo o satírico, de manera ingeniosa». Se trata, el epigrama de una estrofa breve cuyos versos entrañan  un contenido satírico, irónico, jocoso y mordaz, así como una verdad profunda y un sentido oculto. Versos que como saetas punzantes, por lo general hieren o producen llagas, ronchas y escozor. Como muy bien y poéticamente lo definió Juan de Iriarte  en el siglo XV111:

«A la abeja semejante,
para que cause placer,
el epigrama ha de ser

pequeño, dulce y punzante»

 El epigrama  surgió en Grecia,  a finales del siglo V a. de C., y a partir de su nacimiento ha sido cultivado en diferentes países y  por  famosos poetas, tanto cultos como populares : Marco Valerio Marcial (Roma, 40-104), Juan de Iriarte (España, 1702 -1771), Francisco Quevedo (España, 1580-1645), Voltaire (Francia, 1664 – 1778), Alexander Pope ( Londres, 1686 – 1744), Oscar Wide (Inglaterra, 1854-1900), Federico García Lorca ( España,1899-1936), Ramón Gómez de la Serna (España, 1888 – 1963), Ernesto Cardenal (Nicaragua,1925-2020) y Camilo José Cela ( España, 1916 – 2002), entre otros

En nuestro país, « El cultivo del epigrama – apunta el poeta Rubens Suro (1916 – 2006) - da un salto feliz de Meso Mónica a Juan Antonio Alix, y de este a Joaquín María Bobea y Luis M. Camejo. Para mi ver y observar, – amplía Suro – son los más sobresalientes de todas las épocas. Guardando las distancias de tiempos y de méritos, yo me atrevería, actualizando un poco las cosas, agregar a esos nombres los de Narciso González (Narcisazo) y Tomás Casals Pastoriza (Tomasito), quienes han puesto durante varios años la nota jocosa y alegre con sus chispeantes epigramas en los periódicos donde su colaboración ha sido altamente apreciada por parte de los lectores…» (Discurso de ingreso como miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, febrero 8, 1987).

 Al lado de estos dos últimos nombres propuestos por Rubén Suro, considero que no debe faltar el del periodista santiaguero Huchi Lora, ingenioso versificador y verdadero continuador, hasta la fecha, de la labor epigramática llevada a cabo por Narciso González (Narcisazo) a través de la otrora y popular columna periodística «El pueblo se queja en versos». Pero a pesar de los poetas citados en el párrafo anterior, nadie como el también santiaguero Luis María Camejo Aracena cultivó con igual maestría   el género del epigrama en la República Dominicana, razón por la cual ha sido considerado como el más destacado epigramista dominicano de todos los tiempos. Sus pimentosos y punzantes versos fueron reunidos en el libro “Puyas de la javilla” (1936), el único que publicó, y en cuya portada, el autor, al responder la pregunta  ¿“Quién soy”?, se autopresenta y presenta su libro de la siguiente manera:

«Un obrero reclutado,

para servir a las musas,

que a pesar de mis excusas,

me obligan a ser soldado,

soy un árbol deshojado,

un barquichuelo sin quilla,

una sembrada semilla,

 en un campo sin arar,

que solo he podido dar,

estas Puyas de la jabilla…»

En calidad y talento, a Luis Camejo solo Juan Antonio Alix (1833-1918), nuestro celebrado Cantor del Yaque, se le aproxima.  Pero no obstante su innegable ingenio poético, el nombre de ese insigne bardo popular siempre ha sido desconocido, casi por completo, en el ámbito literario dominicano, incluyendo la ciudad (Santiago de los Caballeros). Sobre su vida y obra es muy poco lo que afirman los textos. Y en el caso particular de sus datos personales, solo Rubén Suro, en el ya citado discurso de ingreso a la Academia Dominicana de  la Legua aporta al respecto una muy escasa información. En tal virtud, escribe Suro lo siguiente:

«No tuve la satisfacción de conocer personalmente a Luis M. Camejo. Mis primeros contactos con sus trabajos literarios fueron a través de Muchas gracias, periódico que dirigía el periodista Agustín Aybar, el Parlero de las columnas del diario La Información y El anunciador, que piloteaba el escritor Rafael Morel, todos editados en la la Ciudad del Yaque, donde aparecían con mucha frecuencia sus pimentosos epigramas, los cuales fueron recogidos en un libro, el único que publicó: Puyas de la javilla, cuyo prólogo lo editó el mismo Agustín Aybar… Fue editado en 1936…»

Y sobre sus datos personales, en el párrafo que sigue al anterior, Suro dice de Camejo:

«Su nombre completo era LUIS MARÍA CAMEJO ARACENA. A Las personas que me ayudaron, no les fue posible localizar el acta de nacimiento, únicamente el acta de bautismo, el cual se celebró el día 23 de agosto de 1874, en la entonces Iglesia Mayor de Santiago. Fueron sus padres Raymundo Camejo y María de las Mercedes Aracena. Murió en Santiago el 24 de noviembre de 1946, a los 74 años de edad, ya que nació, probablemente, según se dice y comenta, en el 1872…»

Hasta el año en que Suro pronuncia su discurso (1987), el poeta y abogado vegano entendía que por el hecho de haber pasado más de cuarenta años a partir de la muerte de Luis Camejo, el nombre de este había sido víctima de la indiferencia de los santiagueros, y caído en el plano del olvido, razón por la cual propuso en ese solemne acto de ingreso que una de las calles de la Ciudad Corazón llevara el nombre del afamado epigramista. Y concluye su propuesta recordando:

«Uno de sus más distinguidos munícipes (de Santiago, D.C.), el licenciado Aurelio Saleta Llenas, lo sugirió hace varios años, y el ayuntamiento de turno no dio la importancia que merecía, por lo que todavía el proyecto duerme el imperturbable sueño de las gavetas…»

No sé si en la actualidad alguna calle de Santiago lleva el nombre de Luis Camejo. De lo contrario, ojalá que las actuales autoridades municipales de esta demarcación   le concedan a la idea, antes y doblemente sugerida, la importancia que históricamente el ayuntamiento le ha negado, logrando así que tan justiciero proyecto despierte del «imperturbable sueño de las gavetas…»

8/ SEPT/2023


LA LENGUA DE LA CALLE EN LA CULTURA IDIOMÁTICA DOMINICANA


y 2

3.    3. Presencia de la metáfora en la lengua de la calle.

 Antonio Quilis (España, 1933 – 2003), define la metáfora como  un «cambio semántico por el cual un significante acepta otro significado distinto al propio en virtud de una comparación no expresada: el mar de esta vida». Para Fernando Lázaro Carreter (España, 1923 – 2004)   es un «Tropo mediante el cual se presentan como idénticos dos términos distintos…» (Las perlas de su boca).

En otras palabras , la metáfora se puede definir como la figura literaria, tropo o cambio semántico a través del cual se establece una comparación entre dos términos (real y evocado) que guardan una relación de igualdad o semejanza. Se denominará metáfora pura cuando entre de los dos términos de la comparación se establece una identidad semántica, razón por la cual, solo el irreal, evocado o metafórico se menciona (las perlas de su boca) y metáfora impura, gastada o lexicalizada cuando ambos términos aparecen expresados, tanto el metafórico como el real o metaforizado (dientes de perla, dientes como la perla). De los conceptos antes trascritos, bien puede inferirse que  mientras la metáfora pura o literaria pertenece al habla, la impura o lingüística, corresponde a la lengua.

Siempre se ha dicho que el español dominicano es una lengua dominantemente metafórica. Significa eso que es bastante común en la práctica lingüística de los hablantes criollos, no referirse a la realidad aludida de manera directa, sino a través de las más diversas construcciones metafóricas configuradas a partir de comparaciones estructuradas en función de los elementos que conforman su mundo natural y social. Y son esas imágenes, comparaciones o formas figuradas las que le confieren al discurso cotidiano el perfil ambiguo, multívoco e impreciso propio del código callejero. Obviamente que se trata de metáforas gastadas, que por haberse lexicalizados perdieron su emoción original  y poder de sugerencia, logrando, por esa razón, incorporarse o formar parte del léxico común de los dominicanos.

Merced a lo expresado en el párrafo precedente, en la expresión callejera abundan las frases de indiscutible peso figurado del tipo  : «En el salón no cabía ni un mandado» ( El salón estaba completamente lleno) ; « Lo cogieron con las manos en la masa» (Lo sorprendieron “infraganti”, mientras  ejecutaba el acto»; «Hablar con el corazón en la mano» (Hablar con sinceridad);«Eso ta feo pa la foto» ( grave, complicado o difícil ); « Pico de oro» (Brillante orador) ;« Tirar la casa por la ventana» ( Regalar o vender de manera extraordinaria productos a muy bajos precios) ; « No le pares a eso» (No te preocupes por eso ); « Esa tipa es una máquina» (es muy elegante ); «Empezó a coquetearme y me la tiré» ( la desvirgué); «Ese tipo tiene sangre de maco» (mucha paciencia)

Pero al tiempo que metafórica, la dominicana, vale reiterarlo, es al mismo tiempo una lengua indiscutiblemente fáunica  y vegetariana. El mundo animal y vegetal están permanentemente presentes en las manifestaciones expresivas de los hablantes dominicanos; pero muy especialmente en el habla callejera:

 Así, alusivas a la realidad vegetal en el código callejero, es posible percibir la presencia de expresiones como las siguientes:  

«En lo que dicen berenjena» (Acción realizada con suma rapidez); «Para obtener su título, tuvo que “guayar la yuca”» (sacrificarse o trabajar mucho) ; «Nacer como la auyama» ( Ser muy dichoso ); «Comerse a alguien con yuca» es insultarlo, humillarlo o decirle fuertes verdades;  un «tronco de hembra» es lo mismo que una  mujer bella y elegante; atrapar a alguien «asando batatas», es  sorprenderlo mientras  procede en forma inadvertida y muy  confiada; ponerse «como un ají» o «rojo como un tomate» es molestarse ,  enfadarse o “coger pique;  El más antiguo miembro de un lugar o una institución, más que  eso, será denominado «viejo roble». Del anciano que luce fuerte y vigoroso  se dirá que está «como un campeche», en tanto que se denominará «ñame» a todo ser humano que actúe con torpeza y brutalidad; «Tratar por la rama» un problema es enfrentarlo de manera superficial o poco profunda.  Para resaltar la imposibilidad de superar el problema de conducta no corregido en la infancia, el botánico refrán no se hace esperar: “Árbol que nace torcido jamás sus ramas endereza”. Y para indicar que una realidad, aunque desafortunada, tenemos que aceptarla, la frase utilizada no podía ser menos vegetariana y folklórica: “El tabaco es fuerte, pero que fumárselo…»

 El mundo animal, igual o talvez más que el vegetal, está permanentemente presente en el habla popular dominicana. Esta se nos presenta pletórica de referencias zoológicas que en forma figurada o metafórica (“tiermetapher” llaman a esa metáfora en alemán), aluden a las más diversas manifestaciones de la vida nacional.

 En nuestro país, por citar solo algunos ejemplos, a la persona odiosa la llaman “perro”; a la  antihigiénica, “puerco”; “gato”, al ladrón; “burro”, al iletrado ; “chivo” o “culebro”, al desconfiado o  de esquivo proceder; “avispa” y “cacata”, a la mujer conflictiva o  de bélico comportamiento; “pato”, a quien muestra destrezas al nadar; “gallina”, al  cobarde ;“cotorra”, a quien  habla demasiado; “mono o mona” , al hombre o mujer  feos; “pichón”, al joven inexperto; “zorro”, al muy astuto, “triguerito”, al niño travieso o de reducida edad , “pájaro” y “pato”, al hombre  homosexual o afeminado y “tíguere” al hombre astuto, hábil y delincuente.

Y las frases populares no podían faltar: «Puerco no se rasca en jabilla», «A otro perro con ese hueso», «Se quedó como el perico en la estaca», «El negro es comía e puerco…»

Vale resaltar que así como en el ámbito vegetal, el vocablo “vaina” parece ser la de mayor presencia o vitalidad en el habla callejera dominicana, en el mundo animal, ese sitial parecen ocuparlo las voces “chivo” y “tigre”.

Pero lo cierto es que así se comporta nuestra lengua o variante dialectal llamada español dominicano: desde que empezamos a hablarla, comenzamos a pasear la flora y la fauna dominicana por los senderos comunicativos de nuestra cotidiana práctica lingüística.

Pero no solo la flora y la fauna dominicanas mantienen vigencia permanente en la también llamada “lengua del trillo”, sino también en el léxico beisbolístico. En el habla popular dominicana todo se compara con el béisbol. En otras palabras, el juego de pelota yace permanentemente presente en nuestra diaria conversación... A tono con este juicio, ¿cuántas veces no hemos escuchado frases como las que siguen : «Yo me atrevo a picharle un juego es dama» ( A una mujer hermosa); «¡Diablo!, ese nuevo jefe “vino por la goma” o “duro y curvero”»; «Yo estoy pasando por la peor racha de mi vida”; “Allá abajo, en el barrio, la pelota ta que arde»; «Al ladrón, ¡por fin le hicieron out!» ;« -¡Muchacho!”, ese examen estaba fácil,  fue un “flaicito” al cátcher»

Los dominicanos llevamos el béisbol en la sangre, vale decir, nacemos beisbolista, crecemos beisbolista y morimos beisbolista. Y como el sujeto-hablante construye sus comparaciones a partir de los elementos que forman parte de la realidad que lo rodea, no es raro, pues, la continua presencia del léxico beisbolístico en la expresión callejera dominicana.

El alto poder activo, dinámico y creativo de la  lengua callejera dominicana se pone de manifiesto en la aparición de diferentes formas creadas para designar una misma realidad. Basta solo pensar en las numerosas denominaciones utilizadas en el contexto informal para referirse a la moneda nacional, el peso : (“tolete”, “lágrima”, “Duarte”, “aldaba”, “turururo”, “ripio” y “moña”, etc.), así como para nombrar la vulva, el pene y el acto sexual.

Si bien es cierto que existe una lengua de la calle común a todos los hablantes dominicanos, no menos cierto es que cada región, cada lugar, cada época y cada grupo social posee su código callejero particular. Significa esto que en el código callejero propio de la cultura idiomática dominicana están implicadas todas las variantes dialectales de la lengua española: diacrónica, diatópica, diastrática y diafásica. Cada una de estas variantes, que en su conjunto conforman lo que se conoce como diversidad lingüística,   incide en forma determinante, en el origen, desarrollo y dinámica interna del dialecto dominicano...

Cuando de los jóvenes se trata, su sociolecto junto con el correspondiente a las variantes típicas del barrio, revelan el uso de nuevas  voces y expresiones, a las cuales  sus creadores  les atribuyen significados muy particulares, cuyo dominio no siempre representa una tarea fácil para el hablante que no comparte de manera habitual  dicho sociolecto.  En tal virtud, es ya más que común escuchar a un joven o residente en uno de nuestros barrios decir, por ejemplos  :  «Alante, alante» (está bien, al día, a la vanguardia); «Manín» (amigo); « Qué lo qué» ( Forma de saludo entre amigos»; «Loco» ( amigo, pana) ; “Ahí e’ que prende” ( eso está bueno, eso me gusta) ; «Monstruo» (amigo, pana); «Yo soy la para» (yo soy el que resuelve, el que sé, el protagonista…», «Mangar» (realizar una acción : “Lo busqué, saqué mi tabla y lo mangué…” ); «Componente» (cómplice); «Darle pa’abajo» (matar a alguien); «Junte» (encuentro festivo); «Vuelta» (cualquier acción, momento o circunstancia : : a) « Él siempre se sale con la suya, pero en esta “vuelta” (en esta ocasión) tendrá que pagarme» b) « Qué pasa, cuál es la “vuelta”…» (¿Qué pasa, cuál es el problema?); «Chancear» (dar un chance, una oportunidad); «Tabla» (arma de fuego); «Dime a ver…» (forma de saludo); « ¿Me copiaste?» (¿Me entendiste?

1.     4. A manera de epílogo

¿ ¿Es el lenguaje de la calle exclusivamente de la calle?

Cuando se habla del lenguaje de la calle, de inmediato se piensa que se trata de un estilo de lengua empleado de manera exclusiva fuera de los ámbitos formales por los hablantes de más bajo nivel instrucción. La práctica lingüística, sin embargo, ha demostrado que no necesariamente es así.  Contario a lo que sucedía en tiempos pasados en el ambiente cultural dominicano, la modalidad callejera de la lengua coloquial ha desbordado los límites de su entorno natural y penetrado en forma avasallante en espacios formales que antes estaban estrictamente reservados a la lengua académica, como son, entre otros, los medios de comunicación y los centros educativos.

En el aula, ese profesor que antes tanto cuidaba su forma de expresión, hoy procede con un descuido y una informalidad que espantan, violentando de esa manera las más elementales normas de la lengua española.  Habla como si estuvieran en una esquina cualquiera del sector donde reside. Igual ocurre con los estudiantes. Semejante conducta lingüística se verifica tanto en la escuela elemental como en la universidad.

En los medios de comunicación, el panorama es aún más preocupante. Allí, especialmente en los programas de opinión de radio y televisión  se dice de todo, se oye de todo, se grita, insulta, injuria y pronuncian  palabras obscenas o pletóricas de procacidad, y prima el criterio de que se debe hablar y escribir para los iletrados e imitar sus  construcciones  morfosintácticas y lexicosemánticas; pues solo así, según su errado parecer, esos iletrados y ciudadanos de bajo nivel de instrucción, estarían en capacidad de entender o decodificar los mensajes emitidos por   los  profesionales. 

Esa misma línea de pensamiento y conducta se repite en las agencias publicitarias y en los partidos políticos, cuyos anuncios comerciales y textos de campaña política suelen aparecer redactados y expresados en el nivel callejero de la lengua. Para muestras, dos ejemplos bastan: «E’pa lante que vamos» y «E’pa fuera que van…», popularizados hace ya muchos años por uno de nuestros líderes políticos. Como también conviene recordar la molesta reacción de una diputada por San Pedro de Macorís cuando para alertar a sus colegas de que ella no cedía ante ningún tipo de presión, voceó en plena sesión aquello de que «Yo no cojo corte».

El Dr. José Javier Amorós, escritor, abogado y profesor de oratoria de la Universidad de Córdoba, plantea al respecto lo siguiente:

«Si el orador emplea el lenguaje de la calle para hacer concesiones al auditorio, lo que está haciendo es despreciar al auditorio. Porque lo supone intelectualmente limitado. El orador, cualquiera que sea su nivel, tiene la obligación de contribuir a elevar el lenguaje de la calle. “Dar un sentido más puro a las palabras de la tribu”, decía Mallarmé»

SEPTIEMBRE 1/2023

 

LA LENGUA DE LA CALLE EN LA CULTURA IDIOMÁTICA DOMINICANA


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1.     Consideraciones generales

 Cuando hablamos del lenguaje de la calle o de lo que en inglés  se conoce con el nombre de “slang”, obviamente  hacemos referencia a las múltiples  expresiones que se utilizan de manera preferencial en los ámbitos no formales de carácter popular, tales como las vías públicas,  carros de  concho,  salones de belleza, centros deportivos, talleres de mecánica,  centros  de salud y, en fin, en en todos aquellos contextos donde se emplea la lengua viva para  comunicar  ideas y situaciones  concretas relativas a la vida cotidiana. Se trata, la callejera, de una forma de expresión propia de la lengua coloquial y, por ser así, se emplea en la conversación familiar o en el diálogo entre amigos, y suele tener una mayor carga expresiva, afectiva y emotiva.


El lingüista y filólogo alemán, Wener Beinhauer (1896 -1983) define el lenguaje coloquial como «el habla tal como brota natural y espontáneamente en la conversación diaria, a diferencia de las manifestaciones lingüísticas conscientes, y por tanto más cerebrales, de oradores, predicadores, abogados, conferenciantes, etc., o las artísticamente modeladas y engalanadas de escritores, periodistas o poetas».

Constituye esta una modalidad lingüística de naturaleza predominantemente difásica, por cuanto su empleo depende en gran medida del contexto o circunstancias en que se encuentre el hablante y, por tanto, de ningún modo refleja el nivel sociocultural de la persona que la utiliza.  Su uso no está del todo determinado por las características del emisor del mensaje —como en las variantes diatónicas, diacrónicas y diastáticas— sino por determinadas situaciones.  Merced a este planteo, en su Gramática esencial del español (1996:391), escribe Manuel Seco lo siguiente:

«Dentro de su nivel de lengua, el hablante puede escoger y debe escoger el nivel de habla que convenga en cada momento. No se expresa de la misma manera cuando conversa con un compañero que cuando le escriba una carta; ni, al dirigirse a un amigo, su forma de hacerlo es la misma que cuando se dirige a un desconocido; ni sus palabras, sus frases ni aún su pronunciación son iguales cuando habla en la mesa familiar que cuando habla ante un público; ni se manifiesta de igual manera ante un ministro que en una tertulia…»

¿Qué significa eso?

Sencillamente, que el mismo hablante que emplea la lengua normalizada cuando habla en un entorno académico, se aparta casi por completo de los preceptos idiomáticos cuando se comunica en el bar, en la discoteca, en la playa, en el seno de la familia, en el hospital, esto es,   cuando utiliza la llamada lengua espontánea o no formal. De ahí que no resulte dable ni cónsono con la verdad lingüística   establecer relación de igualdad entre la lengua coloquial, callejera y popular con el nivel de expresión no culto o vulgar. Este último, como su nombre lo indica, hace referencia a la ausencia o formación de cultura académica o, en su defecto, a una muy pobre presencia de este tipo de formación cultural. Se caracteriza esta modalidad de la lengua por el predominio de un léxico de origen vulgar, una sintaxis muy sencilla o de rústica elaboración y una pronunciación bastante distanciada de las reglas generales del idioma. La pobreza léxica es notoria, y es esa la razón por la que el vocabulario resulta bastante repetitivo y poco fluido.

 Los rasgos antes citados, sin embargo, no siempre están presentes en la expresión callejera, por cuanto el hablante que hace uso de ella, si bien puede ser un iletrado, también puede tratarse de un escritor, intelectual, académico o cualquier persona que haya cursado estudios avanzados. Un ejemplo podría resultar bastante ilustrativo:

 En el habla dominicana, la eliminación de la /s/ implosiva (final de sílaba o de palabra) y  la /d/ intervocálica ( “Esos niño”, “asutao…”); el acortamiento o apócope de palabras (“na”, “pa”),  lo mismo que en  la vocalización  de la /l/ y la /r/ en  i (“doblaí”, “coitai”)  , no deben considerarse fenómenos fonéticos atribuibles a la lengua de la calle, toda vez que se trata de rasgos característicos del español dominicano, realizados  por el sujeto hablante independientemente de su profesión, edad , nivel de estudios  o la posición que ocupe en la estructura social. No sucede lo mismo cuando a un dominicano se le escucha articular frases como: “Echar una pajita” (dormir siesta), “Guindar los tenis» (fallecer), Vivir donde el Diablo dio las tres voces” (Vivir muy lejos); “Yo no cojo corte” (No cojo presión), etc., frases estas que por ser generalmente empleadas en contextos estrictamente informales, sí deben considerarse típicas de la expresión callejera.

Pero además, los usuarios del nivel de expresión vulgar, por desconocimiento, carecen de plena conciencia lingüística del desajuste idiomático en que suelen incurrir, conciencia que sí la posee una cantidad numéricamente elevada de quienes emplean el código también denominado
“lenguaje del trillo o de la vereda”. Esa conciencia   les permite a estos   modificar sus hábitos lingüísticos y adaptarlos a cada situación particular.

A nivel lingüístico, el tipo de cultura oral le confiere al código coloquial callejero rasgos muy particulares o característicos:

1.    En primer orden, es una forma de expresión natural, espontánea rejada y expresiva.

2.    Se trata de una modalidad lingüística muy dada al cambio y a la evolución de la lengua estándar.

3.    Es sobre todo un código de expresión bastante activo o dinámico, en el que las palabras se transforman en un medio  para servir a los fines concretos de la vida cotidiana,

4.    En ella, lo expresivo se impone a lo lógico,

5.    Uso de voces y expresiones de carácter popular tales como vocablos,   jergas, locuciones, giros, adagios, refranes, modismos y frases populares.

6.    Imprecisión, multivocidad o alto grado de ambigüedad y polisemia de muchos vocablos y expresiones. Estos adquieren matices y significados diferentes según el contexto situacional en que se encuentren los hablantes en el momento en que se produce la comunicación oral...

7.    Es fundamentalmente oral o  conversacional, aunque también lo podemos encontrar en algunos textos, especialmente en obras de carácter narrativo, como bien se pone de manifiesto en las citas que siguen, tomados de la novela La tranca (2003), de Francisco Nolasco Cordero (1932 – 2007) :

 a) «Podía decirse que era una santa, a pesar de que ese “tirigüillo” con esa muestra de cuerpo y unas 80 libras, algo debía tener en la bola para amarrar a Francio Florentino, hombre “culebro, más rodado que una bola de billar…» (p.29)

 

a)   «Como a los 32 años de edad se le murió el marido y Munda quedó desorientada y sin sustento y no tardó en perder la cabeza de arriba, y lo grande es que pronto perdió también la de abajo y se botó a la calle…» (Ídem)


b)   « De ahí van al parque, toma ron “a pico de botella” y, a pesar de la brisa del mar, los mosquitos los acosan» (p.33)


c)   «El Diablo no duerme ; comenzó a beber no más para complacer a sus clientes…»p.30)


d)   «Tú pareces que tienes el Diablo adentro…» (p.33)


2.   ¿Qué provoca el surgimiento y uso del lenguaje de la calle?


a)   La naturaleza cambiante o evolutiva afín a toda lengua.

b)   Reacción natural contra la norma lingüística.

c)   Deseo de conectar o sintonizar con el pueblo.

d)   La masificación lingüística.

e)   Culto a lo fácil o al menor esfuerzo

Como resultado de la evolución de la lengua, en la modalidad callejera, el significado denotativo de muchas de las voces o expresiones de la lengua estándar, especialmente verbos y adjetivos, son reemplazadas por nuevas formas. A saber: «Me hija se “metió” con ese hombre» (se casó); «Me “quillé”» (me molesté); «Le “echaron” el guante» (Lo apresaron); «“Suéltame” en banda» (Déjame quieto, no me fastidies…); «Intentó provocarme, pero lo “solté” en banda…» (… no le hice caso, lo ignoré); « Ella es mi mano derecha» (asistente o persona de confianza ) ; «Él está “caliente” conmigo» (Yo  estoy molesto  con él »; «Dicen que ella se “acuesta” con su jefe» (sostiene relaciones sexuales…); «Ese trabajador es un cabeza caliente» (agitador); «Desde que supe que estaba en el barrio, prendí la pasola y le “frené” en la casa» ( me le aparecí…); « Vivir a sus anchas» (cómodo )

 Y en  el sociolecto callejero de la juventud es muy común escuchar frases del tipo: «Pila de bobos» (muchos problemas); « Ese tipo es el final» (Es lo máximo); « Esta mañana escuché a Boca de Piano, y debo decirte que me “hizo¯ el día» (Me alegró el día); « ¿Y te pagaron buena moña por el trabajo?» (¿Y te pagaron mucho dinero...?

En semejante contexto callejero - juvenil, adjetivos como “sicópata» y «sicario» cambiaron su original esencia semántica o sus nada apreciables sentidos de “asesino a sueldo” y “Persona que padece anomalía síquica”, por el de “Persona hábil o competente”, en tanto que en vez de construcciones propias de la función  fáticas  de la lengua, tales  como «¿Entendiste?» y «Así es…», se prefiere preguntar: « ¿Le llegaste?» y exclamar: « ¡Llévate de mí!», respectivamente.

24/AGOSTO/2023

PERFIL LINGÜÍSTICO Y SICOLÓGICO DE LA ENVIDIA


"Espero que tengas una buena razón para envidiarme, pues yo tengo miles para que tu envidia no me importe

Anónimo»

¿Qué es la envidia?

1.    La «Tristeza o pesar del bien ajeno» - se lee en el diccionario académico.

2.     La «Pasión de los mediocres” – apunta, entre otros conceptos, José Ingenieros (1877 – 1925) en su muy leída y citada obra El hombre mediocre.

Del primer concepto se infiere que el germen moral de la envidia yace en el sufrimiento que se genera frente al triunfo ajeno, triunfo que el envidioso asume como su propia derrota. Por esa razón, al igual que los  hipócritas,  los envidiosos se tornan renuentes a   reconocer  los méritos y el éxito de  de los demás, y cuando elogian, sus elogios resultan ser siempre falsos, irónicos, simulados o  carentes de  sinceridad. Esto quiere decir, que entre la envidia y la hipocresía, las fronteras que las diferencian son bastante difusas. La segunda, no es más que la más fiel expresión de la primera.

El gran parecido entre una y otra lacra de la personalidad, lo describe magistralmente José Ingenieros, cuando acerca de la envidia afirma que «Es pasión traidora y propicia a las hipocresías» (p.138)

«La envidia – amplía Ingenieros en la precitada obra - « Es el rubor de la mejilla sonoramente abofeteada por la gloriaajena. Es el grillete que arrastran los fracasados. Es el acíbar que paladean los impotentes. Es un venenoso humor que mana de las heridas abiertas por el desengaño de la insignificancia propia» (p.137)

Los envidiosos son seres inauténticos, peligrosos, angustiados, sumidos en una tristeza eterna, avergonzados de sus fracasos y ausencia de méritos; y su agria reacción, sin sospecharlo, se traduce en el más auténtico homenaje al ser envidiado. Ingenieros así lo concibe al establecer que:

  «Por sus horcas caudinas pasan, tarde o temprano, los que viven esclavos de la vanidad: desfilan lívidos de angustia, torvos, avergonzados de su propia tristura, sin sospechar que su ladrido envuelve una consagración inequívoca del mérito ajeno» (Ídem)

Entre las diversas lacras que empañan el comportamiento humano (hipocresía, envidia, traición, celos, mentira, simulación…), la envidia, para Ingenieros, es la más innoble de todas. Entiende al respecto el afamado escritor, siquiatra y sicólogo argentino que la envidia:

«Es la más innoble de las torpes lacras que afean a los caracteres 

vulgares. El que envidia – argumenta Ingenieros - se rebaja sin saberlo, se confiesa subalterno. Esta pasión es el estigma psicológico de una humillante inferioridad, sentida, reconocida. No basta ser inferior para envidiar, pues todo hombre lo es de alguien en algún sentido; es necesario sufrir del bien ajeno, de la dicha ajena, de cualquiera culminación ajena. En ese sufrimiento está el núcleo moral de la envidia: muerde el corazón como un ácido, lo carcome como una polilla, lo corroe como la herrumbre al metal…» (Ídem)

« Entre las malas pasiones – resume el autor - ninguna la aventaja»  (Ídem)

Por su conducta lingüística “los conoceréis”

¿Cómo identificar  a los seres envidiosos?

Basta escucharlos con detenimiento y analizar  lo que dicen. Siempre están recordándole el pasado de pobreza y humildad a todo aquel que en base a trabajo y sacrificio ha triunfado o escalado hasta la cima del éxito. De este siempre dirán que es “privón”, “arrogante”, “orgulloso” o “comparón”. Veamos algunas de sus rabiosas expresiones:

1.    « ¡Señores, quien era Salustiano!, “un pata rajá”, y mírenlo ahora… Después que consiguió tres pesos, ya no saluda a nadie…»

2.    « ¡Pero a ese “pata polvosa” parece que ya se le olvidó de dónde viene o dónde nació y  se crio!»

3.    « ¡No lo soporto por engreído y comparón! Parece que ya no recuerda quién era…»

4.    «Ese tipo era un simple operario en la Zona Franca y ahora, porque tiene un cargo en el gobierno, se cree que es “la última Coca-Cola”»

Todo aquel que así se expresa o  constantemente vive resaltando las antiguas carencias o penurias del triunfador, es porque la envidia le está devorando el alma o quemando las entrañas. Se trata de palabras que, en su sentido profundo, entrañan pesar, sufrimiento y delatan molestia o una rabiosa resistencia a aceptar el triunfo de los demás. Palabras, en fin, que ponen de manifiesto el tormentoso dolor que sentimos cuando vemos que alguien disfruta el éxito y bienestar que tanto deseamos.

 3/AGOSTO/2023

 

LAS MAYÚSCULAS Y SU «CAÓTICO» EMPLEO


 y 3

 «El uso de las mayúsculas es la cuestión más caótica de nuestra ortografía»


(María Moliner)

11. Los nombres correspondientes a los días de la semana, de los meses y las estaciones del año, ¿deben escribirse con mayúscula o minúscula inicial?

Según el punto de vista académico, esos nombres (lunes, enero, primavera, norte…), no son propios, sino comunes, y en tal virtud se recomienda escribirlos con minúscula inicial, excepto cuando aparecen al comienzo del enunciado, inmediatamente después de punto o cuando forman parte de denominaciones o unidades léxicas en las que funcionen como nombres propios: a) Jueves, 29 de junio del 2023; b) Un Viernes Santos nació mi hija.

 Lo mismo sucede con los nombres de los puntos cardinales (norte, sur…). «Aunque en épocas pasadas – explica al respecto la Ortografía de la lengua española – solían escribirse con mayúscula inicial, asimilándolos a los nombres propios, se consideran ortográficamente nombres comunes, aunque de referente único, que deben escribirse con minúscula…» (2010: 456)

12. ¿Es cierto que todos los nombres que designan cargos deben escribirse con letra inicial minúscula?

Así es. Los títulos, cargos y nombres de dignidad, como rey, papa, duque, presidente, ministro, diputado, senador, coronel, vicepresidente, general, etc. se escriben con letra inicial minúscula, vayan o no acompañados del nombre de la persona que los  tiene o desempeña:  «El papa Francisco es nativo de Argentina»  «Felipe VI es el actual rey de España» «El comandante general del Ejército supervisó los recintos militares fronterizos» «El ministro de Educación no satisfizo las demandas de la A.D.P. » « El presidente inaugurará varias obras».

Sin embargo, en casos como estos, es común que se apele a la llamada “mayúscula de relevancia o dignidad”, utilizada para marcar el respeto o prestigio otorgados social o individualmente a determinadas personas. En tal virtud, se entenderá que se deberá escribir “Princesa”, peno no sirvienta; “Papa”, no sacerdote; “Vicepresidenta”, pero no enfermera…

« En el país – afirma al respecto el maestro, académico y lingüista Rafael González Tirado –se mayusculiza con harta frecuencia. De esa manera se sacraliza el objeto – sujeto aludido. Esta forma revela que en la mente del que escribe prima una suerte de dignificación ortográfica para algunos empleos: Presidente, Juez. Fiscal…» (Las mayúsculas dominicanas, 1999:30).

13. ¿Es admisible la práctica muy común consistente en combinar mayúsculas y minúsculas en el interior de una misma palabra?

Semejante práctica no es propio del sistema ortográfico del español, razón por la cual debe evitarse. Escribir, por ejemplo, « DoMiNgO» constituye la más auténtica expresión del caos ortográfico en que, según, María Moliner, se incurre en el uso de las letras mayúsculas.

14. ¿Cuándo se recomienda escribir enteramente en mayúsculas?

En la escritura ordinaria, lo normal es que se use como letra base la minúscula, y cuando de manera excepcional se emplea la mayúscula, esta, por regla general, debe aparecer al inicio del enunciado. Solo en contextos muy específicos y en textos cortos, cuando se pretende   facilitar la legibilidad y visibilidad, se recomienda escribir en mayúsculas enteras lo siguiente: las palabras o frases que aparecen en las cubiertas y portadas de los libros y documentos, así como los títulos que identifican cada una de sus divisiones. También las cabeceras de diarios y revistas, los lemas y y leyendas que figuran en banderas, escudos y monedas, las inscripciones de lápidas, monumentos o placas conmemorativas, entre otros casos prescritos en la Ortografía de la lengua española (OLE, 2010: 512). Debe evitarse la práctica de escribir enteramente en mayúsculas por simple capricho o creer erróneamente que de esa manera no se incurre i en faltas, en casos de omitir una o más tildes.

15. Por regla general, debe escribirse con letra inicial mayúscula la primera palabra de un escrito y la que va después de punto. A propósito valdría preguntar: ¿Existe algún caso en el que palabra que la encabeza un texto o enunciado pueda escribirse con minúscula inicial?

Eso es solo posible cuando esa primera palabra, en la reproducción de una cita textual, va precedida de los puntos suspensivos utilizados para indicar que en el fragmento citado fue omitido el comienzo del enunciado en el texto original.

16. ¿Es cierto que además de los nombres propios de las divisiones territoriales de carácter administrativo (Moca, Santiago, Espaillat, Tamboril, Santo Domingo…)   debe escribirse con mayúscula inicial el nombre común genérico (capital, municipio, provincia, distrito municipal, diócesis…) que los precede?

No es cierto. Con inicial mayúscula solo debe escribirse el nombre propio de la división territorial o administrativa, y en minúscula el nombre genérico común que aparece antepuesto: municipio de Moca, provincia Espaillat, municipio de Tamboril, diócesis de Santiago, distrito municipal Juancito. Vale aclarar que las formas derivadas de esos nombres genéricos también se escriben con letra inicial minúscula: municipal, distrital, provincial, etc.

17. ¿Es cierto que además de los nombres propios de barrios, urbanizaciones, calles, espacios urbanos y vías de comunicación, debe escribirse con mayúscula inicial el nombre común genérico que los precede?

No es cierto. El sustantivo genérico común (calle, avenida, barrio, carretera, plaza, paseo, autopista…)  que precede a los nombres antes mencionados, según la norma académica, se escriben con letra inicial minúscula : autopista Duarte, calle Sánchez, barrio Capotillo, plaza La Bandera, carretera Peña, avenida Tiradentes.

18. ¿Nunca el nombre genérico común (isla, rio, cordillera, sierra, mar, lago, océano, etc.)  que se antepone al nombre de un accidente geográfico, debe, como este, escribirse con inicial mayúscula?

En tal caso, la mayúscula inicial puede utilizarse siempre que el sustantivo genérico forme parte de la denominación (Sierra Maestra, Mar Rojo, Ciudad de México…). De lo contrario, como ya especificó en otra parte de este trabajo, el nombre genérico se usará en minúscula (sierra de Bahoruco, cordillera Septentrional, río Yuna, lago Enriquillo, isla Beata…)

19. ¿Debe emplearse mayúscula inicial en los sustantivos y adjetivos que forman parte del nombre de festividades civiles, militares o religiosas, así como de los periodos litúrgicos?

Muy cierto. Por esa razón, los nombres de algunas de esas festividades se prescribe escribirlos como sigue: Navidad, Año Nuevo, Nochebuena Día de las Madres, Día del Maestro, Día Internacional de la Mujer, AdvientoSemana Santa

20. ¿Cuándo el artículo que aparece delante de un nombre propio debe escribirse con mayúscula inicial?

Solo cuando forma parte de dicho nombre (El Salvador, La Romana, La Habana, El Seibó, Las Vegas…). Si por el contrario, el artículo no forma parte de la denominación, siempre se iniciará con minúscula: el Chavo, el Penco, el Quijote, la Celestina, los Estados Unidos, la India, la Biblia.

21. ¿En los medios de comunicación es frecuente ver escritos con mayúscula inicial apellidos que comienzan con la letra /d/. ¿Se considera válida esa forma de escritura?

En la Ortografía de la lengua española se indica que si un apellido comienza por preposición, o por preposición y artículo, estos se escriben con minúscula cuando acompañan al nombre de pila (Bethania de la Cruz, Pedro de la Rosa, Félix María del Monte…). Sin embargo, si se omite el nombre de pila, la preposición debe escribirse con mayúscula inicial (señora De la Cruz, señor De la Rosa, poeta Del Monte).

22. Los nombres de constelaciones, estrellas, planetas y astros, ¿cómo deben escribirse, con mayúscula o minúscula inicial?

 

Estrictamente considerados como tales, esos nombres, según está pautado, se escriben con letra inicial mayúscula: a) El Sol es el astro central de nuestro sistema planetario; b) La Tierra oscureció totalmente a la Luna. Por el contrario, si el nombre se refiere, como en el caso del Sol y de la Luna, a los fenómenos sensibles de ellos derivados, se escribirá con minúscula: a) El sol quema hoy más que nunca; b) Noches de luna llena.

  23. ¿Por qué una palabra que a simple vista se percibe como un nombre propio, suele verse escrita con letra inicial minúscula?

Eso se debe a que  la norma ortográfica establece que cuando el nombre propio se use como común, es decir, cuando pase a designar un género o una clase de objetos o personas, deberá escribirse con minúscula. Ejemplo: «No soporto el autoritarismo de mi jefe. Es un verdadero trujillo». En este caso, “trujillo”, más que el nombre de una persona, debe concebirse como una clase de individuos con los mismos rasgos autoritarios que el dictador Trujillo.

 En ocasiones, sin embargo, sucede lo contrario: el nombre común es usado como nombre propio, vale decir, el nombre originalmente común, abandona su rol clasificador para asumir la función identificadora o particularizadora propia de los nombres propios, pasando, por efecto del fenómeno de la antonomasia a designar un ser concreto o específico con un fin señalador. (Se denomina antonomasia a la figura que consiste en utilizar un nombre común con el valor de un nombre propio).

La palabra monumento, por ejemplo, es un nombre común; pero en la República Dominicana, y especialmente en Santiago de los Caballeros, cuando alguien dice «Te espero en el Monumento…», ya se sabe que mediante un uso antonomástico, ese alguien se está refiriendo a la histórica torre arquitectónica ubicada en el mismo centro de la Ciudad Corazón.

24. ¿Por qué en muchos libros, el título aparece escrito con minúscula inicial?

Se trata de una estrategia de mercadeo de la impresora que diseña el texto con el único fin de llamar la atención del receptor o para producir un efecto estético o artístico. Para esas empresas publicitarias, no solo vale la información que se transmite, sino también la apariencia del mensaje. De esa manera se prefiere violar la norma ortográfica indicada con el fin de lograr el efecto publicitario deseado.

Hasta aquí, este breve recorrido ortográfico acerca del uso de las letras mayúsculas o de lo que María Moliner considera como la más caótica cuestión de la escritura española; pero no solo Moliner. En iguales o parecidos términos se expresó Salvador Gómez, miembro de la Real Academia Española y coordinador de la actual Ortografía de la lengua española (2010), cuando en el periódico español ABC escribió, hace ya trece años lo siguiente:

«El uso de las mayúsculas y minúsculas es la parte de la escritura menos regulada, la que presentaba mayor grado de incertidumbre y de usos mudables; por lo tanto, mayor cantidad de problemas». (20/12/2010)