(Con motivo del cincuenta (50) aniversario de
su muerte)
Abril, por nacer casi a la par con la primavera, parece arrastrar muchos
de los rasgos distintivos de esta venerada estación. “Cumplió quince abriles”,
suele afirmarse para referirse a la lozana y hermosa quinceañera nacida en un
mes cualquiera del año.
Hablar de abril es recordar, necesariamente, entre cosas, la siguiente galería
poética del gran bardo español, Antonio Machado:
«La lluvia iba pasando,
sobre el campo juvenil,
yo vi en las hojas temblando,
las frescas lluvias de
abril»
Y también esta otra:
“Son de abril las aguas mil,
sopla el viento achubascado,
y entre nublado y
nublado,
hay trozos de cielo añil»
Pero hablar de abril es inevitablemente recordar también la guerra de
corte nacionalista que en 1965 libraron los dominicanos para liberar al país de
la segunda intervención armada de los Estados Unidos. Y es recordar,
necesariamente, al líder de dicha contienda bélica: al coronel Francisco
Alberto Caamaño (1932 – 1973), coronel de abril y comandante de caracoles. (El 3 febrero de 1973 desembarcó en playa
Caracoles con un grupo de nueve hombres, en una expedición armada cuyo objetivo
era derrocar el gobierno de Balaguer, que se había hecho en extremo impopular.
Trece días después del desembarco, 16 de febrero, fue asesinado en Nizaíto, San
José de Ocoa, junto a sus compañeros guerrilleros, Heberto G. Lalane y Alfredo
Pérez Vargas)
Obviamente, que cuando pensamos en la trayectoria y personalidad del bravo
coronel, nos imaginamos al militar de firmes decisiones y sólidos ideales
patrióticos, con fusil en manos y enfundado en su traje de oficial, impartiendo
órdenes en el campo de batalla. En otras palabras, jamás nos lo imaginaríamos
ejecutando acciones de carácter artístico, como serían: tocando una tambora,
una güira o un acordeón e interpretando un merengue de su propia inspiración.
Sin embargo así sucedió.
En los entrenamientos previos al desembarco por la bahía de Ocoa, Caamaño
aprovechaba los momentos de recesos para esparcir su espíritu tocando la
tambora y cantando merengues por él compuestos. Así se lee en un libro poco
conocido en nuestro país, titulado Caamaño (1984) y escrito por los
periodistas cubanos Ricardo Saenz Padrón y Hugo Ritis B.:
«Para los ratos libres – afirman los
autores precitados - improvisó con otros compañeros un conjunto típico que
interpretaba merengues a los que era muy aficionado, gustaba de tocar todos los
instrumentos tradicionales, pero sobre todo la tambora, de la que a veces no se
separaba hasta el final de las muy escasas veladas recreativas que seguían a
los duros entrenamientos , en el propio campamento. Algunos de los merengues
que se interpretaban en plena campiña eran obras suya, sea porque los
improvisaba sobre la marcha o porque los compusiera con anterioridad»
(P.225)
Uno de esos merengues (p.226), escrito con rasgos lingüísticos propios de las variantes dialectales cibaeña y capitaleña,
dice así:
«Yo me fui pooi guto,
a la sierra é Bahoruco,
y bajé pá la ciudá,
ai congreso o la mitaa,
aí me agarró la guaidia,
y me patió poi lo
fundillo,
yo me vuelvo pá la loma,
a bucai mi libeitá.
Libeitá –libeitá,
yo peleo po ti no má,
libeitá, libeitá,
yo peleo poi ti nomá.
Encontré lo guerrillero,
me enseñaron a peliá,
con un fusil en la mano,
pa podeime liberá.
De aquí llami a mi taita,
a mi mamá, a mi mujei,
que dejen to lo que tengue,
y que vengan que esto e lei,
que esto e lei,
que esto e lei ,
que esto e lei,
que esto e lei…»
Como ya antes se
indicó, Caamaño, contrario a lo que pudiera pensarse, en los años que recibía
entrenamiento en Cuba (1966 -1973) con miras al desembarco que en febrero de
este último año, el 16 de febrero, habría de realizar por Playa Caracoles, San
José de Ocoa, aprovechaba parte de su tiempo libre, en el campamento, para
esparcir su espíritu, ya sea componiendo merengues o tocando tambora y otros
instrumentos utilizados en la ejecución de nuestro baile típico dominicano.
Pero no solo merengues. El excomandante
de Caracoles y héroe de la revuelta armada que se inició el 24 de abril de
1965, compuso además un himno (1970) de lírica esencia (1970) e inconfundible
acento antiimperialista, y cuyos versos se nos presentan como la más auténtica proclama de la acción
guerrillera que tres años después llevaría a cabo en las montañas de Ocoa.
Acerca de tan desconocido canto épico,
los ya citados periodistas cubanos, señalan lo siguiente:
« Entre los
documentos a llevarse, por sus fuertes manos pasaron, en más de una ocasión,
las estrofas del himno que compuso en 1970 y que a ratos tarareaba con sus
compañeros en el duro entrenamiento. Confiaba que, con una música más apropiada
que la ideada por él con sus débiles conocimientos en la materia, fuera en el
futuro una canto de lucha y victoria en la patria» (p.244)
Los versos que conforman dicho el himno
son los siguientes:
«Volvemos a combatir,
como lo hicimos
en abril,
contra el
yanqui invasor,
volvemos a
combatir,
volvemos a combatir,
pues queremos
patria libre,
patria
libre o morir.
Soldado guerrillero,
soldado
popular,
empuña firme el
arma,
que vamos a
pelear.
Soldado
guerrillero,
ataca con
tesón,
al yanqui
miserable,
genocida y
cobardón.
Estaremos
en la loma,
hasta la
liberación,
pues aquí ya
defendemos,
nuestra
patria con valor.
Campesino y
soldado,
obrero e
intelectual,
estudiante y
patriota,
a luchar, a
luchar.
Las
montañas y los bosques,
nos dan la
seguridad,
de forjar nuestro
ejército,
en la
combatividad.
Los fusiles,
nuestras armas,
los sabremos
empuñar,
combatimos
contra el yanqui,
lo podemos
derrotar.
¡Compatriotas,
compatriotas!
¡A luchar,
a luchar, a luchar!
¡A luchar,
a luchar, a luchar!
Ponernos en contacto con esta faceta oculta o
desconocida del coronel Caamaño es comprender que el héroe de la revolución de
abril y de Caracoles no fue un mito creado por la imaginación popular. Es
darnos cuenta que este aguerrido combatiente era un ser humano como los demás,
un hombre como los demás. Un ser que reía, sufría, se divertía y sentía como
los demás. Un ser que no solo era capaz de accionar el gatillo heroico en el
frente de batalla, sino también componer, en los momentos de esparcimientos, un
pimentoso merengue y cantarlo al son de típicos instrumentos por él ejecutados.
(16/2/20223)
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