"Espero
que tengas una buena razón para envidiarme, pues yo tengo miles para que tu
envidia no me importe
Anónimo»
¿Qué es la envidia?
1. La «Tristeza o pesar del bien ajeno» - se lee en el
diccionario académico.
2. La «Pasión de los mediocres” – apunta, entre otros
conceptos, José Ingenieros (1877 – 1925) en su muy leída y citada obra El hombre mediocre.
Del primer concepto se infiere que el germen moral
de la envidia yace en el sufrimiento que se genera
frente al triunfo ajeno, triunfo que el envidioso asume como su propia derrota.
Por esa razón, al igual que los hipócritas, los envidiosos se
tornan renuentes a reconocer los méritos y el éxito de
de los demás, y cuando elogian, sus elogios resultan ser siempre falsos,
irónicos, simulados o carentes de sinceridad. Esto quiere decir,
que entre la envidia y la hipocresía, las
fronteras que las diferencian son bastante difusas. La segunda, no es más que
la más fiel expresión de la primera.
El gran parecido entre una y otra lacra de la
personalidad, lo describe magistralmente José Ingenieros, cuando acerca de
la envidia afirma que «Es pasión
traidora y propicia a las hipocresías» (p.138)
«La envidia – amplía Ingenieros en la precitada obra - « Es el rubor de la mejilla sonoramente
abofeteada por la gloriaajena. Es el grillete que
arrastran los fracasados. Es el acíbar que paladean los impotentes. Es un
venenoso humor que mana de las heridas abiertas por el desengaño de la
insignificancia propia» (p.137)
Los envidiosos son seres inauténticos, peligrosos,
angustiados, sumidos en una tristeza eterna, avergonzados de sus fracasos y
ausencia de méritos; y su agria reacción, sin sospecharlo, se traduce en el más
auténtico homenaje al ser envidiado. Ingenieros así lo concibe al establecer
que:
«Por sus horcas caudinas pasan, tarde o
temprano, los que viven esclavos de la vanidad: desfilan lívidos de
angustia, torvos, avergonzados de su propia tristura, sin sospechar que su
ladrido envuelve una consagración inequívoca del mérito ajeno» (Ídem)
Entre las diversas lacras que empañan el
comportamiento humano (hipocresía, envidia,
traición, celos, mentira, simulación…), la envidia, para Ingenieros, es la más innoble de todas.
Entiende al respecto el afamado escritor, siquiatra y sicólogo argentino que
la envidia:
«Es la más innoble de las torpes lacras que afean a
los caracteres
vulgares. El que envidia – argumenta Ingenieros - se rebaja sin saberlo, se confiesa
subalterno. Esta pasión es el estigma psicológico de una humillante
inferioridad, sentida, reconocida. No basta ser inferior para envidiar,
pues todo hombre lo es de alguien en algún sentido; es necesario sufrir
del bien ajeno, de la dicha ajena, de cualquiera culminación ajena. En ese
sufrimiento está el núcleo moral de la envidia: muerde el corazón
como un ácido, lo carcome como una polilla, lo corroe como la herrumbre
al metal…» (Ídem)
« Entre las malas pasiones – resume el autor - ninguna la aventaja…» (Ídem)
Por su conducta lingüística “los conoceréis”
¿Cómo
identificar a los seres envidiosos?
Basta escucharlos con detenimiento y analizar
lo que dicen. Siempre están recordándole el pasado de pobreza y humildad
a todo aquel que en base a trabajo y sacrificio ha triunfado o escalado hasta
la cima del éxito. De este siempre dirán que es “privón”, “arrogante”,
“orgulloso” o “comparón”. Veamos algunas de sus rabiosas expresiones:
1. « ¡Señores, quien era
Salustiano!, “un pata rajá”, y mírenlo ahora… Después que consiguió tres pesos,
ya no saluda a nadie…»
2. « ¡Pero a ese “pata
polvosa” parece que ya se le olvidó de dónde viene o dónde nació y se
crio!»
3. « ¡No lo soporto por engreído
y comparón! Parece que ya no recuerda quién era…»
4. «Ese tipo era un simple
operario en la Zona Franca y ahora, porque tiene un cargo en el gobierno, se
cree que es “la última Coca-Cola”»
Todo aquel que así se expresa o
constantemente vive resaltando las antiguas carencias o penurias del
triunfador, es porque la envidia le está
devorando el alma o quemando las entrañas. Se trata de palabras que, en su
sentido profundo, entrañan pesar, sufrimiento y delatan molestia o una rabiosa
resistencia a aceptar el triunfo de los demás. Palabras, en fin, que ponen de
manifiesto el tormentoso dolor que sentimos cuando vemos que alguien disfruta
el éxito y bienestar que tanto deseamos.
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