Por: Domingo Caba Ramos
«En los sustantivos que designan seres animados, el masculino gramatical no solo se emplea para referirse a los individuos de sexo masculino, sino también para designar la clase, esto es, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos [...] En la lengua está prevista la posibilidad de referirse a colectivos mixtos a través del género gramatical masculino, posibilidad en la que no debe verse intención discriminatoria alguna, sino la aplicación de la ley lingüística de la economía expresiva»
(Diccionario panhispánico de dudas – RAE, 2005, p.311)
La economía lingüística se define como el «Principio de la lengua que permite obtener el mayor efecto comunicativo con el mínimo de esfuerzo lingüístico» (Diccionario básico de lingüística, México, 2005: 85)
Llamado también ley del menor esfuerzo, el principio de economía lingüística se aplica en el acto comunicativo con el propósito de ofrecer la mayor cantidad de información con el mínimo de esfuerzo; vale decir, para expresar el mayor número de ideas con el menor número de palabras posible. O como bien lo define Fernando Lázaro Carreter en su Diccionario de términos filológicos (1987: 135), la economía lingüística es el “Término que designa la tendencia, normal en los hablantes, a ahorrar esfuerzo en la articulación de palabras corrientes y de empleo abundante...”
Merced a ese principio es que el hablante apela, por ejemplos, al uso de la elipsis y la frase apocopada. Y basado en ese mismo principio es que en el uso de la lengua, tanto en su expresión oral como escrita, se recomienda evitar los circunloquios, las frases redundantes o pleonásticas, así como los dobletes genéricos (todos y todas; bienvenidos y bienvenidas; los maestros y las maestras…), propios de la llamada lengua no sexista, que ha intentado imponer la línea ortodoxa o radical del movimiento feminista.
La economía expresiva, conviene aclarar, de ningún modo debe confundirse con laconismo y pereza léxica, ni mucho menos entenderla solo como una cuota reducida de palabras, sino como la adecuación exacta de estas con lo que el hablante pretende comunicar. Con su aplicación, el discurso se torna mucho más claro, preciso, conciso y elegante
.
Todo lo contrario sucede con los desdoblamientos genéricos: por superabultados, empalagosos y antieconómicos, resultan engorrosos, y a la expresión lingüística le restan precisión, concisión, claridad y elegancia. Para entender esto, basta con determinar las palabras que sobran, lo tormentoso que resulta leer o escuchar y la ausencia de belleza que se percibe en innecesarios circunloquios del tipo:
1. « A todos y todas los dueños y dueñas de perros y perras…»
2. “Los empleados y las empleadas gallegos y gallegas están descontentos y descontentas por haber sido instados e instadas, e incluso obligados y obligadas, a declararse católicos y católicas”.
Pero en ningún otro texto la galante fluidez del discurso se ve más afectada y la sintaxis se nos presenta más engorrosa, cursi, pesada o carente por completo de gracia estética, que el contenido del Art. 41 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, y el cual establece lo siguiente:
«Solo los venezolanos y venezolanas por nacimiento y sin otra nacionalidad podrán ejercer los cargos de Presidente o Presidenta de la República, Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva, Presidente o Presidenta y Vicepresidentes o Vicepresidentas de la Asamblea Nacional, magistrados o magistradas del Tribunal Supremo de Justicia, Presidente o Presidenta del Consejo Nacional Electoral, Procurador o Procuradora General de la República, Contralor o Contralora General de la República, Fiscal General de la República, Defensor o Defensora del Pueblo, Ministros o Ministras de los despachos relacionados con la seguridad de la Nación, finanzas, energía y minas, educación; Gobernadores o Gobernadoras y Alcaldes o Alcaldesas de los Estados y Municipios fronterizos y de aquellos contemplados en la Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional. Para ejercer los cargos de diputados o diputadas a la Asamblea Nacional, Ministros o Ministras; Gobernadores o Gobernadoras y Alcaldes o Alcaldesas de Estados y Municipios no fronterizos, los venezolanos y venezolanas por naturalización deben tener domicilio con residencia ininterrumpida en Venezuela no menor de quince años y cumplir los requisitos de aptitud previstos en la ley»
La función fundamental de la lengua es la comunicación. Esto significa que la lengua tiene que estar al servicio de la comunicación; pero la verdadera esencia de esta resulta sumamente afectada cuando se producen mensajes, discursos o textos como los más arriba transcritos.
Comunicar es aportar y compartir sentidos. Cuando las palabras y demás estructuras de la lengua no se adecúan a esos sentidos que se desean expresar, el acto comunicativo entonces resulta fallido. Bastante gráficas, al respecto, son las palabras de André Martinet, afamado lingüista francés, cuando en su libro Elementos de lingüística general plantea que:
«… no puede subsistir en una lengua nada que no aporte una contribución determinada a la comunicación y también que cada elemento del enunciado exige un esfuerzo de producción estrictamente proporcional a la función que cumple…» (1984: 223)
viernes, 20 de noviembre de 2015
lunes, 16 de noviembre de 2015
EL PERIÓDICO “LA INFORMACION” Y YO
Por: Domingo Caba Ramos
Hoy el periódico La Información cumplirá nada más y nada menos que cien años de fundado. Salió a la luz pública por primera vez el 16 de noviembre de 1915, en el preciso momento en que botas extranjeras (primera ocupación norteamericana) pisoteaban nuestra soberanía. De esta fecha en adelante, y a pesar de tener circulación nacional, La Información se convirtió no solo en el diario de Santiago, sino también en el único y verdadero vocero de la región del Cibao.
En el curso de su dilatada trayectoria histórica, este medio ha estado siempre al servicio de los mejores intereses del país; pero muy especialmente al servicio de Santiago y la región cibaeña. Esto, indudablemente, ha contribuido a que el centenario diario santiagués se haya convertido igualmente en una especie de símbolo o adquirido valor iconográfico, por cuanto se percibe que Santiago es La Información y La Información es Santiago. O, lo que es lo mismo, no es posible hablar del municipio de Santiago de los Caballeros, sin aludir a los símbolos que lo representan, entre otros: el monumento, las marchantas, los coches, el río Yaque, el equipo Águilas Cibaeñas, y, por supuesto, el periódico La Información.
Desde su fundación, este órgano informativo siempre ha mostrado interés por la solución de los problemas capitales que afectan a esta zona del país, y ha fungido como el más activo medio de difusión cultural de la región cibaeña, así como de las inquietudes económicas, políticas y sociales de esta demarcación. Ha desarrollado campañas mediáticas encaminadas al logro de obras que han incidido de manera positiva en el desarrollo económico, material y cultural de Santiago, del Cibao y de la República Dominicana.
Comprometido en ejercer un periodismo responsable, objetivo, independiente y veraz, La Información ha desarrollado su línea informativa apegada a los más nobles principios éticos y al más estricto respeto a la libertad de expresión y difusión del pensamiento. Testigo de esto último he sido yo, en mi condición de articulista o colaborador por más de veinte años del antes citado medio de comunicación. Nunca se me ha coactado el derecho a publicar tal o cual artículo. Nunca un artículo mío ha dejado de publicarse por no coincidir este con la línea de pensamientos de la empresa periodística y/o de uno de los directores ( Miguel Franjul, Adriano Miguel Tejada, Apolinar Núñez, Fernando Pérez Memén y Emmanuel Castillo ) que han estado al frente de dicho periódico en el tiempo que en él llevo escribiendo , es decir, desde 1987 hasta la fecha.
MI PRIMER ARTÍCULO
A pesar de que he publicado artículos en casi todos los periódicos tradicionales dominicanos (Listín Diario, Hoy, El Nacional, Nuevo Diario, El Siglo…), así como en algunos diarios digitales (Al momento, Acento y diario55), fue en La Información donde me inicié como articulista. Ocurrió en 1988, durante la gestión del periodista Miguel Franjul. Ese primer artículo lo titulé “En torno a la primera novela dominicana”. Un hecho fortuito motivó su publicación:
En el centro de educación media donde impartía Literatura y Lengua Española (Liceo Nocturno “Tamboril”), yo había dicho en clases que la primera novela dominicana era “El montero” (Santo Domingo, 1856), de Pedro Francisco Bonó, razón por la cual a su autor había que considerarlo como el primer novelista dominicano. Días después, uno de esos inquietos alumnos que aparecen, (hoy en vía de extinción) me entregó un artículo impecablemente recortado, en cuyo texto, el destacado periodista Santiago Estrella Veloz afirmaba que la primera novela dominicana era “La joven Carmela” (Cuba, 1843), escrita por Alejandro Angulo Guridi.
-“Ahora estoy confundido”, profesor - me dijo el estudiante, con mucho respeto; pero mostrando clara su intención de que se le ofreciera una aclaración al respecto.
-“Yo reafirmo lo dicho, pero prefiero abundar acerca del contenido de ese artículo en uno mío que ya trataré de que me lo publiquen en uno de nuestros diarios. Cuando lo publique, te entregaré una copia – le dije – no sin antes felicitarlo por su inquietud y amor por la lectura.
Una semana después publiqué en La Información el texto prometido, en el que, entre otras ideas, reafirmaba que la primera novela de ambiente auténticamente dominicano era “El montero”. Que con esta se inicia la historia de la novela en la República Dominicana. Que La joven Carmela, trataba sobre la realidad cubana, no dominicana, razón por la cual, si bien debía ser considerada como la primera novela escrita por un dominicano, no calificaba como la primera novela dominicana.
De esa manera escribí mi primer artículo en la prensa dominicana, y así dejé complacido a mi curioso y siempre recordado alumno. Pienso, como también piensan muchos de mis lectores permanentes, que soy el más antiguo colaborador de este medio que hoy felizmente arriba a sus cien años de vida periodística, y al que con motivo de tan magno acontecimiento no tengo más que felicitar a la empresa que lo sustenta y a cada uno de los empleados que hacen posible su periódica edición.
Hoy el periódico La Información cumplirá nada más y nada menos que cien años de fundado. Salió a la luz pública por primera vez el 16 de noviembre de 1915, en el preciso momento en que botas extranjeras (primera ocupación norteamericana) pisoteaban nuestra soberanía. De esta fecha en adelante, y a pesar de tener circulación nacional, La Información se convirtió no solo en el diario de Santiago, sino también en el único y verdadero vocero de la región del Cibao.
En el curso de su dilatada trayectoria histórica, este medio ha estado siempre al servicio de los mejores intereses del país; pero muy especialmente al servicio de Santiago y la región cibaeña. Esto, indudablemente, ha contribuido a que el centenario diario santiagués se haya convertido igualmente en una especie de símbolo o adquirido valor iconográfico, por cuanto se percibe que Santiago es La Información y La Información es Santiago. O, lo que es lo mismo, no es posible hablar del municipio de Santiago de los Caballeros, sin aludir a los símbolos que lo representan, entre otros: el monumento, las marchantas, los coches, el río Yaque, el equipo Águilas Cibaeñas, y, por supuesto, el periódico La Información.
Desde su fundación, este órgano informativo siempre ha mostrado interés por la solución de los problemas capitales que afectan a esta zona del país, y ha fungido como el más activo medio de difusión cultural de la región cibaeña, así como de las inquietudes económicas, políticas y sociales de esta demarcación. Ha desarrollado campañas mediáticas encaminadas al logro de obras que han incidido de manera positiva en el desarrollo económico, material y cultural de Santiago, del Cibao y de la República Dominicana.
Comprometido en ejercer un periodismo responsable, objetivo, independiente y veraz, La Información ha desarrollado su línea informativa apegada a los más nobles principios éticos y al más estricto respeto a la libertad de expresión y difusión del pensamiento. Testigo de esto último he sido yo, en mi condición de articulista o colaborador por más de veinte años del antes citado medio de comunicación. Nunca se me ha coactado el derecho a publicar tal o cual artículo. Nunca un artículo mío ha dejado de publicarse por no coincidir este con la línea de pensamientos de la empresa periodística y/o de uno de los directores ( Miguel Franjul, Adriano Miguel Tejada, Apolinar Núñez, Fernando Pérez Memén y Emmanuel Castillo ) que han estado al frente de dicho periódico en el tiempo que en él llevo escribiendo , es decir, desde 1987 hasta la fecha.
MI PRIMER ARTÍCULO
A pesar de que he publicado artículos en casi todos los periódicos tradicionales dominicanos (Listín Diario, Hoy, El Nacional, Nuevo Diario, El Siglo…), así como en algunos diarios digitales (Al momento, Acento y diario55), fue en La Información donde me inicié como articulista. Ocurrió en 1988, durante la gestión del periodista Miguel Franjul. Ese primer artículo lo titulé “En torno a la primera novela dominicana”. Un hecho fortuito motivó su publicación:
En el centro de educación media donde impartía Literatura y Lengua Española (Liceo Nocturno “Tamboril”), yo había dicho en clases que la primera novela dominicana era “El montero” (Santo Domingo, 1856), de Pedro Francisco Bonó, razón por la cual a su autor había que considerarlo como el primer novelista dominicano. Días después, uno de esos inquietos alumnos que aparecen, (hoy en vía de extinción) me entregó un artículo impecablemente recortado, en cuyo texto, el destacado periodista Santiago Estrella Veloz afirmaba que la primera novela dominicana era “La joven Carmela” (Cuba, 1843), escrita por Alejandro Angulo Guridi.
-“Ahora estoy confundido”, profesor - me dijo el estudiante, con mucho respeto; pero mostrando clara su intención de que se le ofreciera una aclaración al respecto.
-“Yo reafirmo lo dicho, pero prefiero abundar acerca del contenido de ese artículo en uno mío que ya trataré de que me lo publiquen en uno de nuestros diarios. Cuando lo publique, te entregaré una copia – le dije – no sin antes felicitarlo por su inquietud y amor por la lectura.
Una semana después publiqué en La Información el texto prometido, en el que, entre otras ideas, reafirmaba que la primera novela de ambiente auténticamente dominicano era “El montero”. Que con esta se inicia la historia de la novela en la República Dominicana. Que La joven Carmela, trataba sobre la realidad cubana, no dominicana, razón por la cual, si bien debía ser considerada como la primera novela escrita por un dominicano, no calificaba como la primera novela dominicana.
De esa manera escribí mi primer artículo en la prensa dominicana, y así dejé complacido a mi curioso y siempre recordado alumno. Pienso, como también piensan muchos de mis lectores permanentes, que soy el más antiguo colaborador de este medio que hoy felizmente arriba a sus cien años de vida periodística, y al que con motivo de tan magno acontecimiento no tengo más que felicitar a la empresa que lo sustenta y a cada uno de los empleados que hacen posible su periódica edición.
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