Por: Domingo Caba Ramos
El epigrama es una estrofa. Una estrofa breve cuyos versos entrañan siempre sátira, burla e ironía. Versos que como saetas punzantes hieren o producen llagas, ronchas y escozor.
Martín Duque y Marino Fernández Cuesta (193:31), lo definen de manera escueta como “un breve poema festivo”, en tanto que Fernando Lázaro Carreter (1923 – 2004), desarrolla más el concepto al establecer que epigrama es una «Composición poética breve, en que, con agudeza y precisión, se expresa un pensamiento festivo o satírico»
Empleando la misma forma o estructura del epigrama, en el siglo XVIII, Juan de Iriarte (1702 – 1771) lo definió de la siguiente manera:
«A la
abeja semejante,
para que cause placer,
el epigrama ha de ser
pequeño, dulce y punzante»
« El cultivo del epigrama entre nosotros – apunta el poeta Rubens Suro (1916 – 2006) da un salto feliz de Meso Mónica a Juan Antonio Alix, y de este a Joaquín María Bobea y Luis M. Camejo. Para mi ver y observar, – amplía Suro – son los más sobresalientes de todas las épocas. Guardando las distancias de tiempos y de méritos, yo me atrevería, actualizando un poco las cosas, agregar a esos nombres los de Narciso González (Narcisazo) y Tomás Casals Pastoriza (Tomasito), quienes han puesto durante varios años la nota jocosa y alegre con sus chispeantes epigramas en los periódicos donde su colaboración ha sido altamente apreciada por parte de los lectores…» (Discurso de ingreso como miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, febrero 8, 1987)
Pero a pesar de los diferentes autores antes citados, en la República Dominicana, es mi parecer, nadie como el santiaguero Luis María Camejo Aracena (¿1872? cultivó con igual maestría el epigrama. De él se puede afirmar que es el más grande epigramista dominicano de todos los tiempos. Sus pimentosos y punzantes versos fueron reunidos en el libro “Puyas de la javilla” (1936), el único que publicó. En calidad y talento, solo Juan Antonio Alix (1833-1918), nuestro celebrado Cantor del Yaque, se le aproxima.
Una sola muestra basta para valorar en su justa dimensión el genio epigramático de este olvidado y, para muchos, desconocido cantor popular.
Camejo relata poéticamente el caso de un joven acusado de raptar a una muchacha. El sujeto, según el poeta, era sumamente feo, y por ser así, el fiscal solicitó su libertad, por entender que no era legal ni humano castigar a un hombre desprovisto por completo de belleza física, pues de la única forma que podría disfrutar el cuerpo de una mujer, era si la raptaba. Así cuenta nuestro epigramista la graciosa historia:
«Por raptar una muchacha,
hicieron un hombre preso,
que tenía a más de obeso,
la cara de cucaracha.
El fiscal, al ver la facha,
de aquel nuevo fariseo,
exclamó: « Como es tan feo,
no es legal que se castigue,
pues, ¿cómo diablo consigue
una mujer sin que peque?
Y yo apuesto hasta mi cheque,
contra el palo de la escoba,
a que la niña más boba,
no se deja sorprender,
de un hombre, que halla mujer,
solo así, si se la roba»
Luis M. Camejo