jueves, 14 de julio de 2011

TODAVIA TE RECUERDO, FACUNDO.


Por : Domingo Caba Ramos
(Con motivo de su trágico fallecimiento en Guatemala, el 9 de julio del 2011)


"Mi abuela siempre decía que había que acabar con los uniformes que le dan autoridad a cualquiera, porque ¿qué carajo es un general desnudo?”

(Facundo Cabral)

Como la de José Asunción Silva, Horacio Quiroga, Juana de Ibarborou, Alfonsina Storni y otros grandes de la literatura hispanoamericana, la vida de Facundo Cabral (1937 – 2011) estuvo marcada por el dolor, el suplicio, la angustia y la tragedia. Su infancia fue dura, triste y tormentosa.

Abandonado por su padre cuando aún no había nacido, mudo hasta los nueve años, alcohólico antes de los diez, analfabeto a los catorce y preso antes de los quince, por su problemática e irregular conducta, enviudó a los cuarenta años, debido la muerte trágica de su esposa, y conoció a su progenitor a los cuarenta y seis. Sin embargo, supo superar las adversidades que bordearon su existencia y levantarse del fango hasta convertirse en un verdadero ícono y en uno de los cantautores de mayor renombre, no solo de Hispanoamérica, sino del mundo.

Por eso hoy, ante su trágica y muy sentida muerte, todavía recuerdo al inigualable poeta cantor y genio indiscutible del arte popular

Sí, Facundo, todavía te recuerdo.

Todavía recuerdo tus soliloquios, reflexiones espirituales y anécdotas personales.

Todavía recuerdo tu participación (1999) en el concierto “Lo Cortez no quita lo Cabral” realizado  junto a tu compatriota Alberto Cortez en el “Gran Teatro del Cibao”, Santiago, República Dominicana, en el cual estuve  presente.

Nunca, Facundo, me había encontrado con dos estrellas proyectando el fulgor de sus rayos resplandecientes en un mismo escenario artístico.

Todavía te recuerdo, Facundo , apoyado en tu rebelde y alegre guitarra, negra chaqueta y tus eternas gafas oscuras, orlando o cubriendo tu siempre barbudo rostro.

Recuerdo tus canciones, tus diálogos con Cortez, preñados de picardía y profunda sabiduría.

Recuerdo tus declamaciones, tu picante humorismo, tu ingenioso repentismo, tus versos pletóricos de humano y filosófico sentido.

Recuerdo al Gran Teatro  lleno, a toda capacidad, por un público atrapado en las redes embrujantes de una histérica emoción.

Por eso, Facundo, cuando supe sobre tu muerte, no tuve más que repetir las mismas palabras que pronunciara Rubén Darío al enterarse del fallecimiento del poeta José Martí:

"¡MAESTRO, ¿QUÉ HAS HECHO?!”