jueves, 24 de enero de 2013

DUARTE : SÍMBOLO DE VIRTUD, ENTREGA Y PATRIOTISMO


  Por : Domingo Caba Ramos


 Juan Pablo Duarte, nuestro ilustre y siempre venerado Padre de la Patria, nació en la ciudad de Santo Domingo el 26 de enero de 1813 y falleció en Caracas, Venezuela, el 16 de julio de 1876. Es mucho lo que se ha escrito y escribirá acerca de la grandeza histórica de este digno patriota.

 Son muchos los hechos que en ese sentido registra nuestra historia. Hechos, en cada uno de los cuales late el fervor patriótico, entrega, desprendimiento y ausencia de protagonismo. Hechos en los que se pone de manifiesto cómo en la mente del fundador de la República sólo un interés tenía cabida: el destino, la felicidad y el progreso del pueblo dominicano. Veamos sólo algunas de esas acciones:

Estando en el exilio, y no habiendo recursos que hicieran posible la continuación de la lucha en pos de la independencia, envió una carta a su madre y familiares solicitándoles a estos la venta de los bienes heredados de su padre para comprar armas y pertrechos con miras a ser utilizados a favor de la causa independentista. En esa histórica correspondencia, entre otras ideas, el patricio apunta lo siguiente:

«El único medio que encuentro para reunirme con ustedes es independizar la Patria. Para conseguirlo se necesitan recursos, recursos supremos, y cuyos recursos son, que ustedes de mancomún conmigo y nuestro hermano Vicente ofrendemos en aras de la Patria lo que a costa del amor y trabajo de nuestro padre hemos heredado…» 

En dos oportunidades rechazó la presidencia de la República que notables ciudadanos de Santiago y Puerto Planta le ofertaron mediante proclama pública. En el primer caso, el 4 de julio de 1844, Duarte, institucionalista como siempre, rechazó tan alta y prestigiosa posición por entender que la forma como se quería elevarle hasta el solio presidencial violentaba por completo el espíritu de la ley. Estas fueron sus palabras al respecto :

 « Yo no aceptaría ese honor sino en el caso de que se celebraran elecciones libres y que la mayoría de mis compatriotas, sin presión de ninguna índole, me eligiera para tan alto cargo…»

 Y en Puerto Plata, cuatro días después, rechazó de nuevo el cargo argumentando que:

« Me habéis dado una prueba de vuestro amor, y mi corazón reconocido debe dárosla de gratitud. Ella es ardiente como los votos que formulo por su felicidad. Sed felices, hijos de Puerto Plata, y mi corazón estará satisfecho, aun exonerado del mando que queréis que obtenga; pero sed justos lo primero, si queréis ser felices, pues ese es el primer deber del hombre; y sed unidos, y así apagaréis la tea de la discordia, y venceréis a vuestros enemigos, y la patria será libre y salva, y vuestros votos serán cumplidos, y yo obtendré la mayor recompensa, la única a que aspiro la de veros libres, felices, independientes y tranquilos…»

 Una vez proclamada la independencia, se constituyó una junta de gobierno, la Junta Central Gubernativa, la cual tendría como finalidad organizar y dirigir los destinos del país hasta tanto se celebraran elecciones libres. Duarte, no obstante sobrarle méritos para presidir el citado gobierno provisional, fue designado como simple vocal, en tanto que Tomás Bobadilla, el mismo que no creía en la lucha de los trinitarios, se le nombró presidente. El patricio, sin embargo, aceptó resignadamente el secundario cargo.

El 21 de marzo de 1844, la Junta Central Gubernativa lo designa jefe de una división que debía dirigirse al sur de nuestro país a combatir las fuerzas haitianas comandadas por el general Riviere Herard. De regreso a la capital dio a conocer un informe en el que rendía cuentas para justificar un gasto de 173 pesos, de mil que se le habían entregado, y devolvió al Estado los 827 pesos restantes. Vale resaltar que al recibir ese dinero no se entregó recibo ni tampoco se le exigió que debía rendir la cuenta referida.

La noche del 10 de agosto de 1844 Duarte, junto a otros patriotas, abandona el país, desterrado y acusado por Pedro Santana de traidores de la Patria. En su poema“ Romance”, conformado por versos épicos de indiscutible acento intimista, nuestro Padre de la Patria funde su yo individual en un ellos colectivo, representado por sus compañeros de partida , describiendo así tan aciago acontecimiento en tercera persona del plural, como si se tratara de un simple testigo del hecho relatado y no el principal protagonista de la innoble medida ejecutada por el tirano presidente :

 « Ellos que al nombre de Dios,
 patria y libertad se alzaran, 
ellos que al pueblo le dieron, 
la independencia anhelada, 
lanzados fueron del suelo, 
por cuya dicha lucharán…»

 Compare la conducta y acciones antes referidas, simples muestras de las tantas ejecutadas por el patricio en vida, con las llevadas a cabo por los políticos que les ha correspondido regir los destinos de República Dominicana desde 1844 hasta la fecha, y entonces usted muy pronto se convencerá de una vez y para siempre que ningún otro dominicano ha podido igualar en virtud, grandeza moral, heroica y patriótica al padre de nuestra independencia.

lunes, 21 de enero de 2013

¡PÁNICO  DE NUEVO EN EL VALLE! : EL LEÓN ANDA SUELTO.
 ( A mis amigos aguiluchos : Pedro Domínguez Brito, Carlos José Rosario y Robert Cabrera)

 Por: Domingo Caba Ramos


La verdad es la verdad y no se puede ocultar: en el Valle hay pánico. El león despertó de un profundo y aparente sueño que en noviembre y la primera quincena de diciembre del pasado año lo mantuvo postrado en su guarida, y al despertar recobró su natural bravura y protagonismo como único y verdadero “Rey de la selva”

 Durante mes y medio, el león había perdido el brillo de su melena impresionante, apagado el fuego de su mirada penetrante y silenciado el eco de sus rugidos desafiantes. Y mientras esto sucedía, los demás animalillos, entre ellos el águila, se movían libremente, y hasta con cierto aire triunfal, por los competitivos senderos de la selva beisbolística dominicana.

 ¡Hay pánico en el Valle!

 El terror se percibe y el miedo se respira. Es que el león despertó y anda suelto en la pradera, desplazándose lentamente con sus galantes movimientos, exhibiendo su melena impresionante, emitiendo sus rugidos aterradores, impactando con su mirada imponente y utilizando el poder destructor de su poderosa mandíbula para devorar a cuantas débiles avecillas osen desafiar su autoridad o interponerse en su camino.

 ¡Hay pánico en el Valle!

 El león despertó. Y al despertar se levantó, sacudió su melena, expandió su vista por los contornos del bosque y muy pronto pudo darse cuenta de que durante su inexplicable letargo, algunos animales de menor jerarquía, como el águila , el toro y el elefante, habían intentado desplazarlo de su trono. Entonces emitió el más rabioso y contundente de los rugidos, como si tratara de recordarles a los seres que conforman su fáunico territorio que “Aquí el único y verdadero Rey de la Selva soy yo”.

 Y al escucharlo, todos temblaron de miedo y huyeron despavoridos: el águila, “como alma que lleva el diablo”, desorientada o sin saber qué hacer, se hundió en el primer nido que encontró; el toro permaneció inmóvil en su corral, el elefante ni siquiera se atrevió a blandir su moco, en tanto que el tigre, tembloroso, con la cola entre las piernas y sus garras escondidas, buscó amparo ,ascendiendo raudamente hasta la copa de un árbol o internándose entre la espesura del bosque.

 Después de la estampida, solo el águila se envalentonó y se atrevió a enfrentarlo, talvez por considerarse aún reina de las aves o confiada en la ayuda que pueda proporcionarle el poder mágico de un “cucharímbico” incienso o las “sansónicas” trenzas de su “Many” redentor. Y merced a ese histórico reinado, la osada, atrevida y cuasi discapacitada avecilla , al parecer, se ha sentido siempre con la confianza y seguridad de vencer nada más y nada menos que al mismo “Rey de todos los animales” 

¡Hay pánico en el Valle! 

 Desde que el león despertó, el Valle aquel, disque “de la muerte”, hoy de los muertos, se encuentra actualmente bajo el dominio del invencible melenudo. Pero mientras el águila sueña con vencer a la temible fiera, esta, sin inmutarse, continúa desplazándose con pasos firmes y convencidos de su indestructible poderío. Y seguirá ejecutando su plan devastador hasta culminar clavando sus mortíferas garras en el buche carnoso del ave provocadora.

 Y cuando así suceda, todos los escogiditas amarraremos nuestras voces para en el más armónico y triunfal de los coros, pregonar, a mandíbulas batientes y con las palabras de un otrora narrador escarlata:

¡Lluvia de gozo! 
¡Escogido campeón!