jueves, 26 de abril de 2018

LO QUE ES Y LO QUE PARECE EN EL USO DE LA LENGUA.

Por: Domingo Caba Ramos.

 1. ¿EL INTERNET O LA INTERNET?

 Internet es una red, la “Red mundial de computadoras u ordenadores interconectados mediante un protocolo especial de comunicación” Funciona como nombre propio y por esa razón en el mundo hispanohablante se escribe con mayúscula inicial y sin artículo:

 a) “ Muchos jóvenes son adictos a Internet” 
b) “ Muchos dominicanos aún no tienen acceso a Internet” 

 En caso de que dicho nombre (Internet) se use precedido del artículo u otro determinante, entonces se recomienda emplear las formas femeninas (la, una, etc.), por ser femenino el nombre genérico a que se refiere, a la red. En tal virtud, deberá decirse:

 a) “Eso yo lo consulté en la Internet” 
 b), “Yo vi el juego a través de la Internet” 

 Pero jamás: 

 a) “Eso yo lo consulté en el Internet” 
 b) “Yo vi el juego a través del Internet” 

 2. ¿UNO DE ABRIL O PRIMERO DE ABRIL? 

 El caso resulta un tanto curioso. Para designar el primer día del mes, en América tradicionalmente se ha empleado el adjetivo ordinal ‘primero’ (primero de abril, primero de mayo), mas cuando se trata de los demás días, se usan entonces los cardinales (dos de abril, tres de mayo)

 En España, por el contrario, es más común el uso del cardinal ‘uno’ para denominar el día que inicia cada mes (uno de abril, uno de mayo,…).

 Asumiendo incorrecta la forma americana (primero de abril, primero de mayo…) es cada vez más frecuente, en el llamado Nuevo Mundo, emplear la forma española (uno de abril) para referirse al día prealudido. Pero según el criterio académico, una y otra forma es válida.

AHORA QUE YA NO VUELVES, LUIS

 Por: Domingo Caba Ramos

                                                                                        Luis Hierro

 « ¡Excelente!, ninguna otra pluma mejor que la suya. Por eso siempre le he dicho que usted es mi guía, mi norte, el ejemplo a seguir…»

 Así, con su acostumbrada expresión de distinción y afecto, me escribió después de leer uno de mis artículos que vía wassap le envié aquel primer viernes de marzo del año que transcurre. Muy lejos tenía yo en ese momento, que ese sería nuestro último intercambio comunicativo.

 ¡Caramba!, Luis. Jamás pensé que un día cualquiera yo tendría que redactar este artículo, escrito, por momentos, más con lágrimas que con letras. Un artículo concebido en el preciso instante (miércoles 18/4/2018) en que nuestro siempre jefe, amigo, hermano y, además, compadre tuyo, Limbert Cruz, me llamó para escuetamente ofrecerme la infausta noticia de que tú habías fallecido hacía apenas minutos. Para informarme que uno de esos infartos, siempre traicionero, había paralizado los latidos de tu noble corazón.

 ¡Caramba!, Luis, ¡qué noticia…!

 Sí, Luis. Falleciste justamente quince días antes de la fecha (1 de mayo) en que cumpliría un año más de vida. Una fecha que siempre esperabas y celebrabas con un regocijo casi fuera de lo normal. 

¡Caramba!, Luis. Tú que tanto leías, comentabas, disfrutabas y compartías mis artículos, esta vez no podrás leer, comentar ni compartir este que en tu honor y de manera póstuma he tenido que escribir. 

Si bien tu formación académica no pudo transitar más allá del simple bachillerato, admiré siempre en ti, Luis, tu fervorosa afición por la lectura. Un amor que ya quisieran muchos con títulos universitarios sentir en un medio, el dominicano, en el que la « lecturofobia» parece imperar o campear por sus fueros.

 Merced a esa capacidad lectora, fácil te resultaba asimilar cada nuevo proceso relacionado con el complejo sistema de almacén que bajo tu responsabilidad operabas, y muy frecuentes eran tus visitas diarias a mi oficina con mira a enterarte de si ya yo había leído el periódico, para así saber si te lo podías o no llevar,

 ¡Caramba!, Luis. Ser tu jefe, no inmediato, durante casi veinte años, en mi condición de Encargado de Recursos Humanos y tú, de Almacén, en la empresa del Grupo M donde juntos laboramos allá, en tu Moca adorada, fue para mí mucho más que un orgullo. Tu elevadísimo sentido de la honestidad, responsabilidad, solidaridad, del respeto y cumplimiento del deber, no resisten comparación alguna. 

Nadie como tú, Luis, servía o auxiliaba con igual placer y desinterés cuando el otro se encontraba envuelto en un problema. Nadie como tú era tan creíble. Nadie como en ti se confiaba tanto. Nadie como tú era tan respetuoso. Nadie como tú era tan puntual en el cumplimiento de sus funciones. 

¡Caramba!, Luis. Y a pesar de todo, la muerte, cual pilla ingrata y maldita, viene, te rapta, apaga tu respiración y te saca a destiempo y para siempre del mundo de los mortales.

 Ahora que ya no vuelves, Luis, ¿cómo no recordarte con pena y dolor, amigo mío? ¿Cómo no recordar tu identificación con la empresa? ¿Cómo olvidar tu participación, entusiasmo, apoyo y labor motivadora en las actividades sociales y/o competencias deportivas que en las series interempresariales se llevaban a cabo? ¿Cómo olvidar tu labor de chef en muchos de los encuentros recreativos que solíamos organizar? ¿Cómo no recordar la alegría que brotaba en tu rostro mulato cuando veías a tus compañeros y amigos degustar el plato o manjar cuidadosamente por ti elaborado para cada ocasión?

 ¿Cómo no recordarte, Luis, cada vez que escuche los versos de tu canción favorita? :

 «Tú eres mi hermano del alma, realmente el amigo, 
que en todo camino y jornada está siempre conmigo,
 aunque eres un hombre, aún tienes el alma de un niño,
 aquel que me da su amistad, su respeto y cariño…» 

 Y, por último, Luis, ¿cómo olvidar ese profundo amor que siempre sentiste por tu familia, tu paternidad responsable y completa entrega al par de hijos que se convirtieron en la luz de tus ojos? 

Ahora que ya no vuelves, Luis, solo me resta decirte:

 ¡Adiós!, amigo mío, que en paz descanse, te recordaremos siempre y gracias por el respeto, afecto y la distinción que siempre me dispensaste.

(Publicado en el diario La Información  y en el periódico digital Diario55 en fecha 27/4/2018)