jueves, 22 de agosto de 2013

EL MÉDICO SÍ TIENE QUIEN LE ESCRIBA



Por: Domingo Caba Ramos.


 «Un médico - se lee en Wikipedia – es un profesional que practica la medicina y que intenta mantener y recuperar la salud humana mediante el estudio, el diagnóstico y el tratamiento de la enfermedad o lesión del paciente. En la lengua española, de manera coloquial, se denomina también doctor a estos profesionales, aunque no hayan obtenido el grado de doctorado. El médico amplía la muy consultada y popular Enciclopedia - es un profesional altamente cualificado en materia sanitaria, que es capaz de dar respuestas generalmente acertadas y rápidas a problemas de salud, mediante decisiones tomadas habitualmente en condiciones de gran incertidumbre, y que precisa de formación continuada a lo largo de toda su vida laboral» (http://es.wikipedia.org/wiki/Wikipedia)

 En su diario accionar, el médico ejerce una continua y triple labor científica: curar la enfermedad, prevenir su ocurrencia y determinar, mediante estudios, las causas que la originan.

 El propósito fundamental que persigue todo médico es preservar la salud corporal del paciente y aliviar sus padecimientos. De la salud mental se encargan los sicólogos y los siquiatras. Si embargo, valdría preguntarse, ¿puede existir salud mental sin salud corporal?, ¿puede permanecer tranquila nuestra mente cuando existe, por ejemplos, un dolor que no nos deja dormir, un tumor que crece diariamente o un problema ocular que amenaza con nublar para siempre nuestra visión?

 Pienso que no.

 Desde que el médico corrige el problema orgánico, las estructuras mentales de inmediato se fortifican, se iluminan, desapareciendo, como por encanto, los procesos depresivos que antes las mantenían sumidas en un decaimiento o colapso eterno. Todo esto significa que más allá de su función esencial, el médico opera, sin que esa sea la naturaleza de su ejercicio, como un verdadero profesional de la conducta, por cuanto preña de alegría y paz espiritual el mundo mental del paciente cada vez que logra erradicar el mal que tanto  lo atormentaba.

 Pero no solo eso. En su quehacer preventivo, el médico tiene que desarrollar un continuo y sistemático trabajo de orientación sanitaria, y esa labor, indiscutiblemente, lo convierte en un auténtico educador.

Debo confesar que el efecto sicológico que ejerce en mí la simple presencia del médico es sorprendente: el solo verlo llegar, el mal parece ceder y el dolor parece mitigarse. Por esa razón siempre he sentido una gran admiración y respeto por la clase médica . Tanto es el respeto, que son escasos los médicos que, sin importar los muy jóvenes que sean, yo me atreva a tutearlos.

 Se dirá, en contra de mi parecer, que son muchos los médicos que no actúan en sintonía con el juramento hipocrático, que son sinvergüenzas, mercaderes, insensibles o que les importa más el dinero que la salud del paciente.

Eso, desgraciadamente, es cierto; pero esas sombras que desafortunadamente empañan la imagen de solo una parte de estos profesionales, de ningún modo borra la esencia e importancia de su misión. Piense solamente, amigo lector, qué sería del mundo si no existieran médicos. Piense en el bienestar que invade su cuerpo cuando un médico evita que usted o un pariente muera, pierda un órgano o logra que el dolor desaparezca.

 El 18 de agosto es el Día del Médico dominicano. Sirva esta fecha para felicitar a todos los médicos en su día, muy especialmente a aquellos que ejercen su noble misión iluminados por la luz del amor, la comprensión y la solidaridad.

domingo, 18 de agosto de 2013

LA RESTAURACIÓN DE LA REPÚBLICA Y EL HIMNO NACIONAL

LA RESTAURACIÓN DE LA REPÚBLICA Y EL HIMNO NACIONAL

 Por: Domingo Caba Ramos.

EL Himno Nacional Dominicano, composición consagrada por la Ley No. 700, de fecha 30 de mayo de 1934, es una composición lírico – épica compuesta en 1883 por el abogado, maestro y poeta puertoplateño, Emilio Prud – Homme (1856 – 1932) y el músico José Reyes (1835 – 1905). Contrario a lo que podría pensarse, la música del Himno fue escrita primero que sus letras.

Se tocó por primera vez el 17 de agosto de 1883 en una velada que celebró la prensa nacional en la Logia Esperanza, Santo Domingo, para celebrar el vigésimo aniversario de la Restauración de la Republica Dominicana; pero su lento proceso de popularización se llevó a cabo a partir del 27 de febrero de 1884, fecha en que se realizó el traslado al país de los restos de Juan Pablo Duarte, fallecido en Caracas, Venezuela, en 1876. Ese día, el Himno Nacional se tocó durante todo el recorrido que llevó los restos del patricio desde el puerto de Santo Domingo hasta la Catedral Primada de América.

 En los diez primeros años de su creación, el Himno tuvo muy poca difusión, vale decir, solo se escuchaba en la capital de la República y en días tan especiales como el 27 de febrero y el 16 de agosto de cada año. Al decir del maestro José de Jesús Ravelo, es a partir del año 1894 cuando se inicia el verdadero proceso de difusión del canto patriótico, debido a las múltiples ocasiones que hubo que interpretarlo para solemnizar los diversos actos organizados para celebrar el cincuentenario de la Independencia Nacional.

 En 1897, el Congreso Nacional, luego de encendidas discusiones, resolvió aprobarlo como Himno Nacional de la República Dominicana. El general Ulises Heureaux (Lilís), entonces presidente del país, y entre cuyos desafectos políticos se contaba a Emilio Prud – Homme, engavetó, en lugar de promulgar la pieza legislativa, concediéndole así al tirano Trujillo la honrosa oportunidad de declarar oficial el himno, al promulgar, el 30 de mayo de 1934, la ley que durante treinta y siete años había permanecido engavetada.

 No fue este, sin embargo, el primer canto patriótico dominicano. En marzo de 1844, días después de proclamada la Independencia Nacional, el poeta y patriota Félix María del Monte (1819 -1899) y el coronel músico, Juan Bautista Alfonseca (1810 – 1875) compusieron el himno que nuestra historia literaria registra con los títulos de “Canción Dominicana” o “Himno a la Independencia”. Este himno, talvés por su esencia más antihaitiana y prohispánica que dominicana, caló muy poco en el gusto y sentimiento del pueblo. Esa ausencia de dominicanidad es posible apreciarla, por ejemplo, en el primer verso del patriótico texto, en el cual el poeta llama “españoles” a los dominicanos:

 « Al arma españoles, 
 volad a la lid, 
tomad por divisa,
 vencer o morir»

 Lo contrario sucede con el himno de Prud – Homme, en cuyo primer verso se emplea nuestro original e histórico gentilicio:

“Quisqueyanos “. «Quisqueyanos valientes, alcemos, 
 nuestro canto con viva emoción…»

 Acerca de Prud - Homme y su Canto a la Patria, apunta Carlos Federico Pérez lo siguiente:

 « Sin embargo, fue su estro el que acertó con el tono vibrante, pleno de sonoridades, del Himno Nacional. Si a esta pieza ha de asignársele una filiación literaria, desde luego que le convendría la romántica, por su calidad en la expresión del entusiasmo patriótico, al unísono con el fervor por la libertad» (Evolución poética dominicana, 1987, p.202)

 Nuestro Himno Nacional, en cuyos versos y notas vibra el alma de la Patria, fue estrenado  hace ya ciento treinta años.