jueves, 4 de junio de 2015

¿TÚ SABES QUIÉN SOY YO …?

 Por: Domingo Caba Ramos

  « ¿Tú sabes quién soy yo…?»

 Posiblemente sea la más repudiable, necia y repugnante de las preguntas que un hablante tenga que escuchar.

« ¿Tú sabes quién soy yo…?»

Se trata de una pregunta que suelen formular los seres mediocres y acomplejados cuando tienen como propósito intimidar, humillar, imponer, amenazar, aplastar, avasallar…

« ¿Tú sabes quién soy yo…?»

 Es la pregunta clásica y habitual de los seres presumidos, arrogantes, prepotentes… y para los cuales la humildad no es ni siquiera un sueño.

« ¿Tú sabes quién soy yo… ?»

Así preguntan los seres carentes de grandeza mental y espiritual cuando en la estructura social entienden que poseen poder político y económico o cuando están vinculados familiarmente a quienes detentan ese poder.

 « ¿Tú sabes quién soy yo… ?»

 Se trata de una interrogación de maldito acento, vigente o de moda solo en sociedades de inconfundibles tintes aldeanos, atrasadas, carentes de institucionalidad, donde impera el tráfico de influencias y en la que el poder de los hombres parece estar por encima del mandato de la ley.

 « ¿Tú sabes quién soy yo… ?»

Pregunta que aquel que se autoconcibe como una especie de semidiós en la tierra, solo la formula cuando entiende que su interlocutor es un indigno representante de la chusma, algo así como un “mojón”, según fue calificado recientemente un agente de la AMET, una basura, esto es, una persona sin clase, abolengo o prestigio social.

 « ¿Tú sabes quién soy yo… ?»

Es la pregunta clásica y habitual que los mediocres o individuos de mentes estrechas emplean como arma intimidante cuando amparados en el poder que tienen o creen poseer intentan generar privilegios o todos tipos de favoritismos; aunque para tal fin haya que trasngredir el ordenamiento legal establecido.

« ¿Tú sabes quién soy yo… ?»

Más que interrogativo, la odiosa pregunta entraña un profundo sentido imperativo, una advertencia, por cuanto se trata de que el otro sepa aquello de que: « Yo soy un ser mesiánico, poderoso, especie de Jesucristo resucitado, razón por la cual tú debes escucharme, obedecerme y respetarme»

 « ¿Tú sabes quién soy yo… ?»

 Es la pregunta que aún se les escucha a quienes al parecer olvidan que la autoridad, cuando se ejerce basada en la humildad, la justicia y la prudencia, además de fortalecerse cada día más, genera respeto, identidad y simpatía. A los que al parecer también olvidaron que la Declaración Universal de los Derechos Humanos (Art.7) establece que todos los seres humanos son iguales ante la ley.

domingo, 31 de mayo de 2015

DE LA MADRE IRRACIONAL A LA MADRE HUMANA.
 (A mi fenecida y siempre recordada madre: doña Librada)

 Por: Domingo Caba Ramos.
 Aunque el amor materno parece ser el mismo en todos los seres, racionales e irracionales, lo cierto es que en términos de la extensión de ese amor, existen marcadas diferencias. Los rasgos comunes del amor expresado por una y otra madre pueden resumirse como sigue:

 La madre mujer, con inigualable ternura arrulla, amamanta y alimenta a sus criaturas. Lo mismo hace la madre animal (gata, gallina, leona, perra…)

La madre humana, con celo incomparable, cuida y protege a sus retoños. Lo mismo hace la madre animal.

La madre humana se torna nerviosa, tensa y desesperada cuando pierde el contacto con sus inocentes vástagos o percibe que la vida de uno estos peligra. Lo mismo le sucede a la madre animal.

La madre mujer enfrenta a todo ser que pretenda producirles daños a sus niños. Igual conducta adopta la madre irracional.

 Pero no obstante esos rasgos comunes, en la manifestación del amor de una y otra madre, como ya se explicó, se aprecian notables diferencias:

El amor de la madre humana es eterno, nunca termina, esto es, la madre mujer, diferente a la animal, siempre será madre. Nunca abandonará a sus hijos aunque hayan dejado ya de ser niños. Siempre los protegerá, siempre les bridará su materna ternura, independientemente de su edad y crecimiento.

 La madre animal, por el contrario, abandonará a sus hijos en el mismo momento en que estos demuestren que pueden valerse por sí mismos. Así lo describe magistralmente José Joaquín Fernández Lizardi (1776 – 1827), padre de la novela hispanoamericana, en su obra Periquillo Sarmiento (1987, pág. 152):

 « ¡Con qué constancia no está la gallina – afirma Fernández Lizardi - lastimándose el pecho veinte días sobre los huevos! Cuando los siente animados, ¡con qué prolijidad rompe los cascarones para ayudar a salir a los pollitos! Salidos estos, ¡con qué eficacia los cuida! ¡Con qué amor los alimenta! ¡Con qué ahínco los defiende! ¡Con qué cachaza los tolera, y con qué cuidado los abriga! » 

 Pero no solo las gallinas, « Pues a proporción hacen esto mismo con sus hijos – aclara el novelista  – la gata, la perra, la yegua, leona y todas las demás madres brutas; pero cuando ya sus hijos han crecido, cuando ya han salido de la edad pueril, y pueden buscar el alimento por sí mismos, al momento acaba el amor y el chiqueo, y con el pico, dientes y testas, los arrojan de sí para siempre. No así las madres racionales. ¡Qué enfermedades no sufren en la preñez! ¡Qué dolores y a qué riesgos no se exponen en el parto! ¡Qué achaques, qué cuidados y desvelos no toleran en la crianza! Y después de criados, esto es, cuando ya el niño deja de serlo, cuando es joven y pude subsistir por sí solo, jamás cesan en la madre sus afanes, ni se amortigua su amor, ni fenecen sus cuidados. Siempre es madre, y siempre ama a sus hijos con la misma constancia y el mismo entusiasmo» 

 « Si obraran con nosotros como las gallinas, y su amor solo durara a medida de nuestra infancia – concluye Lizardi – todavía no podíamos pagarlas el bien que nos hicieron ni agradecerlas las fatigas que les costamos, pues no es poco el deberlas la existencia física y el cuidado de su conservación» 

 ¿Qué mensaje nos quiere transmitir Fernández Lizardi en los párrafos precitados?

Sencillamente que el amor de madre es eterno, nunca termina. Y tan eterno es, que aún después de la muerte, la madre, desde su morada del más allá, como sucede con la mía, parece continuar cuidando, protegiendo y vigilando los pasos de cada uno de sus hijos. ¡Felicidades a todas las madres dominicana en su día!