martes, 31 de diciembre de 2013

EL PREJUICIO RACIAL EN LA REPUBLICA DOMINICANA.



 Por: Domingo Caba Ramos.

(El presente ensayo fue publicado por primera vez en el periódico La Información entre el 25 de mayo y 5 de junio de 1990)

 I

“Toda forma de discriminación basada en la raza, sea ocasional o sistemáticamente practicada y destinada a individuos o grupos raciales enteros, es completamente inaceptable”

 (Juan Pablo 11).


 Según el punto de vista de historiadores, sociólogos y antropólogos dominicanos, el prejuicio racial en Santo Domingo aparece en el mismo momento en que los españoles introdujeron los negros africanos en el gobierno de Nicolás de Ovando (1502 - 1509) en condición de esclavos, para reemplazar la fuerza de trabajo indígena que para esa época estaba a punto de desaparecer. La esclavitud en la isla Española se implantó, para ser más preciso, en el año 1505. Así lo consigna Carlos Larrazábal Blanco en su libro “Los negros y la esclavitud en Santo Domingo”, al afirmar que:

“Sin embargo en 1505, muerta la reina Isabel, una embarcación arribó a la ciudad de Santo Domingo con diecisiete esclavos negros que se dedicarían al trabajo de las minas de cobre recién descubiertas. Ovando aceptó el hecho cumplido, y conociendo mejor las necesidades e intereses de la colonia resolvió pedir más esclavos con lo que dejó establecida de una manera definitiva, desde el punto de vista oficial, el sistema de la esclavitud en la Isla”. (1975, pág. 13).

 Como consecuencia de la esclavitud, el esclavo pasó a ocupar el lugar más bajo en la escala social. Ser esclavo era signo de inferioridad. Como el negro era esclavo, el negro era inferior a las demás personas. Esta idea aún la conserva el pueblo dominicano como herencia histórica de la época de la colonia, alimentada, naturalmente, por la clase dominante.

 La presencia del negro africano unida a la del indio nativo y al conquistador español es lo que va a conformar nuestra identidad nacional y definir los rasgos étnicos y culturales de nuestro territorio.Tan pronto los negros esclavos arriban a la isla se relacionan carnalmente con los amos o conquistadores y se produce así el tipo racial denominado mulato, que es la mezcla del blanco con el negro. Otras categorías raciales existentes en Santo Domingo y demás pueblos del continente americano son el mestizo, producto de la unión de indio y blanco y grifo que la mezcla de indio y negro.

Nosotros, los americanos, y como parte de estos, los dominicanos, somos mestizos, grifos o mulatos. Esto queda reforzado con la siguiente cita: “De ahí que el verdadero substrato de nuestra sociedad, en términos etnológicos, fuera y sigue siéndolo afrohispánico” (Balcácer, Juan Daniel. Revista ¡Ahora! No. 695. 1977, pág. 25).

II


«El racismo vigente hoy en el país se originó en la época colonial, pero la clase dominante lo ha mantenido y reforzado repitiendo los mismos estereotipos negativos con los que tipificaron a los negros inferiores a los blancos»

(Carlos Esteban Deive)


 Podría pensarse y hasta afirmarse que en virtud de nuestra composición afrohispánica, los dominicanos no somos racistas. Pero en realidad no sucede así. El negro siempre ha sido discriminado en Santo Domingo, y tan acentuado está el prejuicio racial en el subconsciente de los dominicanos, que hasta las personas de piel oscura rechazan y/o discriminan al negro. O, lo que es lo mismo, tienden a autodiscriminarse. En torno a este juicio, Sócrates Nolasco llegó a decir que “el negro dominicano es mentalmente blanco”. (Citado por Bruno Rosario Candelier en “Lo popular y lo culto en la poesía dominicana, 1977, pág. 272).

Mientras que para el brillante declamador e intérprete de la poesía negroide, Carlos Lebrón Saviñón, “el primer discriminador del negro es el propio negro”. Es como si al sentirse negro, en su rostro se dibujara el dolor que ese hecho le produce. Por eso canta el poeta:

 “Negra Pulula, que bien,
 que planchas la ropa ajena,
 ¡Cuándo plancharás tu cara,
 mapa de penas!” 

Nuestro sueño dorado es llegar a ser blancos y con semejante actitud, mostramos un profundo desconocimiento o no resistimos a reconocer las verdaderas raíces biológicas y culturales que nos dieron origen. Ya lo dijo poéticamente nuestro gran cantor popular, Juan Antonio Alix:

 “Todo aquel que es blanco fino,
 jamás se fija en blancura,
 y el que no es de sangre pura,
 por ser blanco pierde el tino...”

Es bien sabido que el otrora Generalísimo y dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina, autor de la horrible masacre de más de quince mil haitianos ejecutada en 1937, y entre cuyos abuelos se registran el capitán español José Trujillo Monagas y la haitiana Luisa Erciná Chevalier, revivió el culto a lo hispano, bastante resquebrajado a partir de la derrota de las fuerzas anexionistas españolas (1863 - 65), y lo utilizó como uno de los instrumentos o rasgos ideológicos sustentadores de su esquema de dominación política.

La exaltación de los valores hispánicos - apunta el sociólogo Franklin Franco - fue una herencia recogida con toda fidelidad por el sistema ideológico del trujillato. Incluso desde el punto de vista personal, Trujillo intentó buscar su ascendencia hispánica, al tiempo que mantenía permanentemente una intensa campaña propagandística dirigida a mostrar al pueblo la unidad cultural entre la República y su vieja metrópolis” (Historia de las ideas políticas en la República Dominicana, págs. 121 - 122)

No es extraño, pues, que uno de los más cercanos colaboradores del tirano, el doctor Joaquín Balaguer, se expresara en parecidos términos al afirmar que “Santo Domingo es el pueblo más español de América” (La Isla al Revés, 1983, pág. 63).

 Entiende este autor, quien extrañamente niega la existencia del prejuicio racial en la República Dominicana, que “nuestro origen racial y nuestra tradición de pueblo hispánico, no nos deben impedir reconocer que la nacionalidad se halla en peligro de desintegrarse si no se emplean remedios drásticos contra la amenaza que se deriva para ella de la vecindad del pueblo haitiano”, que “el contacto con el negro ha contribuido, sin ningún género de dudas, a relajar nuestras costumbres públicas” (pág. 45), que “una gran parte de los negros que emigran a Santo Domingo (Pág. 49) son seres tarados por lacras físicas deprimentes”, transmisores de “las enfermedades más repugnantes”, así como los verdaderos causantes “de la corrupción de nuestras costumbres patriarcales” (pág. 50).

 Y no es extraño que el mismo Balaguer justificara la espantosa matanza de haitianos llevada a cabo por Trujillo argumentando que: “La República, para poder subsistir como nación española, necesita afianzar las diferencias somáticas que la separan de Haití...” (La realidad dominicana, 1947, pág. 115)

Trujillo, que no desperdició recurso alguno para demostrar al país y al mundo que por sus venas no corría sangre africana, sino exclusivamente española, jamás hizo alusión, ni mucho menos sus fieles acólitos, a las raíces haitianas que sirvieron de punto de apoyo a su árbol genealógico. Mucha razón tuvo al respecto el ya mencionado “Cantor del Yaque”, cuando en la segunda mitad del pasado siglo condenó semejante comportamiento en una de sus más famosas y conocidas décimas:

 “El blanco que tuvo abuela,
 tan prieta como el carbón,
 nunca de ella hace mención,
 aunque le peguen candela. 
Y a la tía Doña Habichuela,
 como que era blanca vieja,
 de mentarla nunca deja,
 para dar a comprender,
 que nunca puede tener,
 el negro tras de la oreja”.

 III


  •  Incremento del prejuicio racial.


 “Cuando el negro fue colocado por el colonizador en el lugar más bajo de la escala social, los prejuicios de clases que contra él se abatieron fueron fácilmente desdoblados en prejuicios raciales”. (Hugo Tolentino Dipp).


 El prejuicio racial del pueblo dominicano, que como ya apuntamos tuvo su punto de partida en la época de la colonia, parece haber cobrado su mayor fuerza a partir de la proclamación de la Independencia Nacional.

Al menos eso es lo que se desprende de las declaraciones ofrecidas por muchos de los intelectuales y especialistas que han abordado tan importante asunto. “La guerra que tuvo que librar el pueblo dominicano- dice el poeta y ensayista Abelardo Vicioso - para defenderse de las constantes agresiones del ejército haitiano dejó una secuela de odios contra el país vecino, que las clases dominantes se han esforzado en prolongar hasta nuestros días”. (Vicioso, Abelardo, El freno hatero en la literatura dominicana. Primera Edición, 1983, pág. 167).

 Los propulsores de la Independencia, imbuidos por sus sentimientos patrióticos o nacionalistas, orquestaron un movimiento propagandístico de carácter antihaitiano mediante el cual se buscaba destacar los más negativos atributos del hermano país, así como las agresiones que de él recibimos, y justificar, al mismo tiempo, la intervención de países civilizados como España, Francia, Inglaterra y Estados Unidos. Ese nacionalismo de los llamados separatistas, Franklin Franco lo describe con las siguientes palabras:

“Ese corrompido y falso sentimiento nacionalista que traducía en el fondo un profundo prejuicio racial fue un arma verdaderamente eficaz para el desarrollo aquí del pensamiento colonialista de la oligarquía gobernante”. (Franco, Franklin J. Santo Domingo: Cultura, política e ideología, 1979. Pág. 90).

La propaganda antihaitiana utilizó la prensa y la literatura como medios eficaces y poderosos para difundir sus ideas. “Esta literatura antihaitiana - agrega Abelardo Vicioso- contribuyó a degradar la conciencia nacional, creando un prejuicio contra el pueblo vecino con profundas raíces en el dominicano, que aún resulta difícil arrancar”. (Obra Cit., págs. 169 - 170).

 Importante es subrayar que la propaganda en contra del pueblo haitiano fue obra no sólo de los intelectuales más conservadores y reaccionarios de la época, sino también de prominentes miembros de la Sociedad Trinitaria, entre los que se distinguen el poeta Félix María del Monte ( 1819 -1899 ) . A este trinitario se le atribuye haber compuesto el primer himno de guerra  dominicano que nuestra historia literaria registra con el título de “Canción dominicana” o “Himno de la Independencia” ;pero más que un himno dominicano, la referida pieza, por su contenido, más bien puede considerarse como un canto antihaitiano y prohispánico a la vez, carente por completo de un genuino sentimiento dominicanista. Este planteamiento puede justificarse analizando la primera estrofa del himno, en cuyo primer verso el autor llama españoles a los dominicanos:

 “¡Al arma, españoles!
 ¡Volad a la lid!
 ¡Tomad por divisa"!
 ¡Vencer o morir!”

 El antihaitianismo y discriminación racial en las creaciones de Félix María del Monte se perciben con mayor vigor en los siguientes versos tomados de sus “Cantos dominicanos”, en los cuales el poeta y patriota describe así a los haitianos:

“Quien tiene lazos de unión,
 con esos diablos sañudos,
 que beben sangre y desnudos,
 en pacto con Belzebú,
 bailan su horrible vudú,
 y comen muchachos crudos”.

 Todavía muchos dominicanos mantienen viva la creencia de que los haitianos son brujos, tienen pactos con el diablo y practican la antropofagia, esto es, comen niños; y todavía persiste la práctica de exhibir el sentimiento nacionalista del pueblo dominicano envuelto en el traje del antihaitianismo.

 IV


  •  El prejuicio racial en nuestros días. 


 “Negra Pulula, que bien,
 que planchas la ropa ajena.
 ¡Cuándo plancharás tu cara,
 mapa de penas!”.

 (Manuel del Cabral).



El sentimiento antihaitiano sustentado y propagado por los escritores de la Independencia fue desarrollándose paulatinamente hasta crear en el subconsciente de los dominicanos un fuerte prejuicio contra los haitianos o cualquier persona de piel negra.  Ese rechazo al negro, con mayor o menor intensidad, continúa vigente desde la época de la colonia no sólo en Santo Domingo, sino también en otros pueblos de América, como se revela en el popular poema “Angelitos negros” en el cual su autor, el poeta venezolano Andrés Eloy Blanco, eleva un canto de dolor y lamento ante el pintor que no incluye al negro en su obra de arte:

 “Pintor de santos y alcoba, 
pintor sin tierra en el pecho,
 que cuando pintas tus santos,
 no te acuerdas de tu pueblo,
 que cuando pintas tus vírgenes,
 pintas angelitos bellos,
 pero nunca te acordaste,
 de pintar un ángel negro.”.

 La prueba más evidente de que en Santo Domingo existe prejuicio contra el negro, podemos encontrarla en la literatura folklórica dominicana, la cual comprende un considerable número de expresiones, refranes, coplas, décimas y sentencias que aluden ofensiva y despectivamente a los distintos rasgos del negro.

 En la imaginación colectiva, el color negro se asocia al mal, al crimen, al infortunio y al mismo diablo. Carlos Esteban Deive, domínico - español versado en asuntos étnicos, dice al respecto:

 “La relación entre el Diablo y el negro es antígua, y ya hemos señalado que aparece en la Edad Media. La imaginería religiosa medieval describe al Diablo como un negro feo, de cuernos y cola” (Revista ¡Ahora! No. 706. 1977, pág.34).

Cuando a alguien se le hace imposible materializar sus proyectos, de él o ella se afirma que tiene una suerte negra o un destino negro. Si se le presagia un porvenir negativo, comúnmente se le dice que su futuro es negro. Cuando una persona de piel morena comete un acto de travesura o reñido con las buenas costumbres, de inmediato se escucha la frase discriminatoria: "no puede negar que es prieto"

 En franca oposición al negro, el color blanco es para el común la gente sinónimo de puro, luminoso, inocente e inmaculado. Las personas de nobles sentimientos tienen el corazón blanco, pero cuando sus ideas y actitudes son malsanas y perversas, entonces suele decirse que tienen el corazón negro. Si tiene la piel oscura y se ha distinguido por su buen proceder en beneficio de los demás, se dirá enseguida que es un negro con el corazón blanco. O también es común escuchar la siguiente expresión:" Ese solamente es prieto...", que sería lo mismo decir: todas sus cualidades son apreciables; su único defecto es ser negro. Podemos constatar en los juicios precedentes que el enfrentamiento entre blancos y negros, no es más que la viva expresión de la eterna y clásica lucha entre el bien y el mal. Los blancos representan al bien, y a los negros se les pinta como los genios del mal.

 Se puede demostrar igualmente en “Yelidá”, monumental poema de carácter étnico - social compuesto por el culto poeta tamborileño Tomás Hernández Franco. (1904 - 1952).

El poema nos presenta el enfrentamiento entre dioses europeos y africanos. El tratamiento afectivo que en el texto se les da a ambos dioses, favorece siempre a los primeros en detrimento de los segundos. Los dioses blancos son inocentes, pacíficos e inofensivos y aparecen descritos con los más tiernos calificativos: Son dioses, “infantiles” y “viejecillos”, “dioses de algodón y de manzana” que “resbalan y juegan con las flores”.

 En cambio, los dioses negros aparecen como comedores de hombres, dictadores y venenosos; dioses rencoristas, rabiosos y estupradores, como Badagris que es capaz de violar “a todos los niños en el vientre de las madres dormidas”. A la luz de esta descripción algunos críticos estiman que el poeta denigra a los dioses africanos al tiempo que reivindica a los blancos noruegos. Como afirma José Alcántara Almánzar: “Del tratamiento que ambos grupos reciben se llega a la conclusión de que hay un velado racismo en “Yelidá” (Alcántara Almánzar, José. Estudios de poesía dominicana, 1979, Ed. Alfa y Omega; Pág. 147).

V


  •  Refranero negro dominicano.


 “Dórmiti mi nengre,
dórmiti ningrito,
caimito y merengue,
 merengue y caimito”

 (Emilio Ballagas)


 La paremiología dominicana contiene importantes muestras en las que se ataca y denigra a los negros. Veamos algunos de los más populares refranes:

 “El negro es comida de puercos”
 “El prieto es prieto”
 “El negro que no la hace a la entrada, la hace a la salida”
 “¡Tenía que ser un negro...!”
 “El negro es como la guinea, que siempre tira para el monte”
 “El negro no es pará”
 “El negro no es gente”
 “No puede negar que es prieto”
 “¿Negro en mi casa?… Yo”.

 Resulta importante destacar que hasta los órganos del cuerpo humano adquieren connotaciones especiales dependiendo del color que tenga la persona que los posea. Mientras el blanco posee labios, el negro lo que tiene es bembes, chembas o bembas; el blanco tiene cuello, el negro cocote; los brazos del negro no son brazos, sino molleros; en su cabeza no hay pelos, sino motas o pimientas; sus pies no son más que ñames o patas.


  •  El prejuicio racial en la poesía folklórica dominicana.


 Las alusiones más degradantes, satíricas, ofensivas a los rasgos físicos, morales y espirituales del negro se pueden recoger en muestras extraídas de nuestra poesía folklórica. Son muy escasos los rasgos del negro que no son objeto de desprecio y ataque en las dos principales manifestaciones del folklore poético dominicano: la décima y la copla anónima.

Para las mentes racistas, el pelo “bueno” es propio del blanco, mientras que el “malo” pertenece al negro. Así queda expresado en la siguiente copla:

 “Ayer te mandé un pan blanco,
 y un arenque pa’ que cene,
 y no te mandé pimientas,
 porque tu cabeza tiene.”

 Tanto en nuestro país como en otros afroamericanos los labios del negro reciben el despectivo nombre de bembas o bembes. Una copla dice:

 “En la puerta de mi casa,
 hay una mata de bambú,
 donde beben mis amigos,
 no bebe un negro bembú”.

 Cuando el general Ulises Heureaux (Lilís) gobernó la República Dominicana, muchos dominicanos se apoyaron en su color negro para molestarlo y mortificarlo con términos y expresiones que se referían a su persona en forma peyorativa. De él se llegó a decir que era brujo, que se volvía galipote y que estaba “untao”, o sea, preparado para que a su organismo no penetraran las balas. En cierta ocasión una señora de la alta sociedad lo confundió maliciosamente con un “nublado”. Ni siquiera con su muerte se le dejó tranquilo, como se refleja en esta socarrona y mortificante copla:

“De los bembes de Lilís,
 sabiéndolos compartir,
 salen dos tocinos gordos,
 muy sabrosos para freír.”.

 VI

 Nicolás Guillén, Poeta Nacional de Cuba y genial exponente de la poesía negroamericana, en su famoso poema “Negro bembón”, eleva un canto de aliento al negro que rechaza airadamente la sarcástica denominación de sus labios, cuando pregunta:

“¿Por qué te pones tan bravo, 
cuando te dicen negro bembón, 
si tienes la boca santa, negro bembón?”

 En la presente copla se hace referencia a otros rasgos físicos del negro:

 “El negro pata de arepa,
 narices de berenjena,
 aunque Dios baje del cielo,
 el negro no es cosa buena.”.

 Quienes discriminan al negro no escatiman esfuerzos en desvalorizarlo, comparándolo en todos los aspectos con el blanco:

 “Los blancos huelen a polvo,
 y los indios a canela,
 y los malditos negros,
 a berrenchín de culebra.”

 ¿Para qué fue creado el negro? Tres coplas en variantes diferentes tratan de responder la pregunta. En ellas es fácil notar la relación Negro – Diablo: La primera dice:

 “El negro lo hizo Dios,
 para completar un grupo,
 y el negro salió tan bruto,
 que el diablo se lo llevó”.

 Esta segunda variante es bastante parecida a la primera:

“El negro lo mandó Dios,
 para completar un grupo,
 pero lo encontró tan bruto,
 que al diablo se lo entregó”.

 En la tercera copla se alude indirectamente a la condición de esclavo de que fue objeto el negro por parte de los conquistadores españoles:

 “El negro lo hizo Dios,
 para servirles a los blancos,
 y después que va pa viejo,
 de cuco pa los muchachos.”

 La asociación del negro con el diablo logra su más sólida expresión en la copla que dice:

 “El blanco es hijo de Dios,
 y el mulato de san Pedro,
 y al negro lo engendró el diablo,
 para tizón del infierno.” 

 Al negro, como se aprecia en las coplas que siguen, siempre se le ha querido presentar como un ser bruto, tonto, idiota y sin importancia; comparable por consiguiente, a elementos desechables o a seres irracionales de la realidad:

 “El negro y la sica de vaca,
 son dos cosas parecidas,
 que por fuera está reseca,
 y por dentro resumida”

 “El negro por justa ley,
 y por su mala conducta,
 debe andar con una tusa,
 limpiándole el rabo al buey.”

 “El negro y el mulo son,
 según se dice, parientes,
 el mulo por sus resabios,
 y el negro por creerse gente".

 La mezcla del negro con el blanco parece ser incompatible. Esto sólo puede ocurrir cuando el blanco piensa obtener del negro algún beneficio. Muestra de esta idea se extrae de la presente estrofa:

“Si ves a un blanco comiendo,
 de un negro en su compañía,
 o el blanco le debe al negro,
 o es del negro la comía”.

 El estado de inferioridad social del negro aparece plasmado o sugerido en este par de epigramas:

“Negro no se sienta en silla, 
ni tampoco en taburete,
 negro se sienta en el suelo,
 o si no hala un tolete.”

 “El negro y el sinvergüenza,
 nacieron de una barriga,
 el negro nació primero,
 con el sinvergüenza arriba.” 

VII


  •  A modo de conclusión. 


 “Si en mi alma hay flores, 
son flores morenas,
 también mis auroras,
 son auroras negras”

 (Juan Sánchez Lamouth).


 Hay quienes sostienen que en la República Dominicana no existe la discriminación racial. Los que así opinan justifican su punto de vista argumentando que el negro criollo tiene cabida en los diferentes círculos sociales que convergen en nuestro país, tales como clubes, negocios, partidos políticos, etc. Las muestras que hemos presentado, sin embargo, nos permiten refutar tal planteamiento y reafirmar nuestra tesis original: todos los dominicanos, sin importar el color de la piel, somos racistas. Heredamos un complejo étnico que por estar alojado en la zona más profunda de nuestra conciencia, ignoramos su presencia, originándose, de esa manera, la falsa creencia de que en nuestra mente y en la de los demás no existe el prejuicio contra el negro.

 Pero no sólo en Santo Domingo. En el folklore literario cubano, venezolano y colombiano se registran puyazos poéticos dirigidos directamente a la epidermis del negro:

 “Me puse a lavar un negro,
 a ver qué color cogía,
 mientras más jabón le echaba,
 más cenizo se ponía.”

 “La negra que se echa polvo,
 y viste de muselina,
 parece troncón quemado,
 cubierto por la ceniza.”

 Y también coplas como la que sigue, en la cual un cantor venezolano relata su infeliz experiencia amorosa:

“Queriendo estuve a una negra,
 un verano y un invierno,
 y me parece que estuve,
 diez años en el infierno.”

 La relación sentimental del blanco con el negro es ironizada de manera punzante por otro coplero venezolano:

 " La mujer que por locura,
 tiene un negro por amante,
 aunque el sol esté radiante,
 siempre ve la casa oscura."

 El profesor e investigador cubano José Juan Arrom reconoce, sin embargo, y nosotros compartimos sus planteos, que el tono del improperio se eleva según la proporción de las llamadas personas de color en cada región. De ahí que en aquellos países de América donde la densidad de la población negra es escasa o moderada, “el puyazo es usualmente ligero y no deja escozor”, apunta el precitado autor. Y acto seguido argumenta: “.... en cambio en Santo Domingo, que posee un alto índice de habitantes negros y ha sido dominado por gobernantes negros más de una vez, el insulto se hace caustico y deja llagas” (“Certidumbre de América”, 1971, pág. 137).

 En otras palabras, el sentimiento antinegrista está aquí más acentuado. Tan consolidado está ese prejuicio en nuestro país, que de las muestras poéticas investigadas sólo encontramos una en la que el negro es visualizado con cierto grado de defensa y simpatía:

“Negro, no te pongas bravo, 
porque te digan ladrón,
 que los blancos también roban, 
cuando tienen la ocasión.”

 Y otra copla en la que negros y blancos quedan emparejados:

 " Todo blanco es embustero,
 todo pulpero, ladrón, 
todo negro pelo liso, 
tiene muy mala intención".

 Hasta aquí, nuestras consideraciones respecto a tan polémico y debatido tema. Para terminar, nada mejor que hacerlo con los versos que se transcriben más abajo por entender que  constituyen la más genuina síntesis de todo lo planteado en el presente ensayo. En ellos, su autor, el afamado poeta Manuel del Cabral, le recuerda a un negro dominicano que:

“Cualquier cosa tuya te pone triste; 
cualquier cosa tuya, 
por ejemplo: tu espejo...”