sábado, 22 de febrero de 2025

LA APARENTE DESARMONÍA DEL TÉRMINO «HARMONÍA»


Por : Domingo Caba Ramos

Hace ya casi dos décadas, la doctora Dilcia Peralta de Capellán, hoy fallecida, y yo coincidimos en una actividad cultural llevada a cabo en el Ateneo «Amantes de la Luz», de la ciudad de Santiago de los Caballeros. En vida, activa lectora y distinguida dama de la sociedad santiaguera, al ver la palabra “harmonía” en el escudo de la centenaria institución, en el desarrollo de la actividad muy inquieta se acercó a mí para preguntarme si no se trataría de un lapsus u error ortográfico la escritura del susodicho vocablo así, con hache inicial.

En ese momento le respondí que no. Que por razones históricas esa hache aún se conserva, por cuanto estuvo presente en la grafía original o arcaica, “harmonía”, procedente del latín. Y que de esa antigua u original forma es que se deriva la versión usual, conocida y recomendada académicamente “armoa”. Y también le prometí ampliar mi respuesta en unas notas que semanas después  fueron publicadas en la prensa nacional, las cuales, esta vez, de nuevo me permito compartir :

«En 1916, el laureado poeta dominicano, Domingo Moreno Jimenes, escribe un poema, «Aspiración», en el que anuncia su intención de cambiar el curso de la poesía nacional, de introducir nuevas formas a nuestra expresión poética, esto es, de escribir una poesía libre por completo de ataduras y cortapisas métricas .En los primeros versos de la referida composición, considerado como una especie de manifiesto de renovación métrica en la literatura dominicana, expresa el también autor del «Poema de la hija reintegrada» (1934),lo siguiente:

«Quiero escribir un canto
sin rima ni metro
sin harmonía, sin hilación, sin nada
de lo que pide a gritos la retórica…»


Si bien son muchos los que a simple vista podrían pensar que el fundador del Postumismo (1921)  incurrió en un craso error ortográfico al escribir “harmonía”, en lugar de “armonía”, lo cierto es que dicha voz puede escribirse de una y otra forma, esto es, con la h inicial o sin ella. Este último empleo, sin embargo, es el más común y el que más se recomienda académicamente.

Aparte de la ya citada composición poética, el término “harmonía” aparece como tal en el grupo de palabras que conforman el lema inscrito en el escudo del Ateneo “Amantes de la luz” ( Santiago de los Caballeros). Y en cuanto a su uso, no sólo este está permitido escribirlo con la grafía h, sino también cada una de las palabras que de él se derivan: harmonioso, harmónico, harmónicamente, harmonio, harmonizar, harmoniosamente, harmonista, etc. Pero todos estos usos, vale aclararlo, como sucede con el de la palabra primitiva de la cual proceden, por raros o carentes de vigencia, no se recomiendan, sino los derivados de la voz “armonía”.

Como bien se lee en el “Diccionario panhispánico de dudas”, 2005, Pág. 63:

«Armonía – ‘Combinación de sonidos y acordes’ y ‘amistad y concordia’. Esta es la grafía normal en el español actual. La variante harmonía, que conserva la h del étimo latino, es hoy desusada y, por ello, desaconsejable. Lo mismo cabe decir de todas las palabras pertenecientes a su familia léxica…»

(Publicado en Diario Libre en fecha 19/2/2025 )

 

domingo, 16 de febrero de 2025

VEINTIOCHO (28) AÑOS Y PARECE QUE FUE AYER


Por: Domingo Caba Ramos.


«
Hay muertos que van subiendo,
cuanto más su ataúd baja...»

   (Manuel del Cabral)

 Todo lo alegre y lo triste ocurrió entre los días 15 y 16 de febrero de 1997. El primero de esos días, en las primeras horas de la tarde, partimos rumbo al corazón de la sierra a celebrar el cumpleaños de una de mis cuñadas (Josefina Rubio), en uno de los restaurantes (Cafeto) ubicados en La Cumbre, Puesto Grande, del municipio de Moca.

  Y allí, desbordante de alegría, estaba ella (doña Librada) compartiendo el gratísimo momento junto a sus hijos y nietos.

  Allí estaba ella, alegre como siempre, gentil como siempre, dinámica como siempre, tierna como siempre.

  Allí estaba ella, arrullada por el canto armónico de las aves vagabundas y acariciada por el aire puro de la montaña.

  Allí estaba ella, observando con singular concentración el vuelo cansado de las garzas y dilatando sus cansadas pupilas para enterrar su retina envejecida en el vientre del inmenso y maravilloso paisaje del Valle cibaeño.

 Allí estaba ella, desbordante de alegría, tanto que parecía que era ella la que año cumplía.

 Pero en las primeras horas de la mañana del día siguiente (domingo 16), un infarto fulminante y traicionero paralizó los latidos de su enfermo corazón, sembrado de tristeza, angustia y dolor el antes regocijado espíritu de unos parientes, en cuyas mentes jamás pudo anidarse la idea de que tan inesperado desenlace podría producirse inmediatamente después de la tan festiva y ya referida celebración.

Un día como hoy falleció ella, mi siempre inolvidable madre. Y murió como un pajarito: sin martirio, sin amargura, sin manifestaciones de dolor, en paz. Como sólo saben morir las almas nobles.

A veces mi mente admite que realmente hace casi tres décadas ella partió de este mundo y, en tal virtud, su tierna imagen maternal aparentemente se aparta de mi memoria; mas, de repente, como un torbellino, y en el momento menos esperado, la tengo más cerca que nunca, más viva que nunca, tan cerca y tan viva que parece que la veo, que me habla, besa y me abraza dulcemente. Es entonces cuando mi subconsciente trata de convencerme de que ella no ha muerto, que aún vive. Y es entonces cuando comprendo la grandeza o inmenso sentido profundo que entrañan los versos de nuestro siempre inmenso Manuel del Cabral:

Hay muertos que van subiendo,
cuanto más su ataúd baja…”

 Un día como hoy, hace ya veintiocho años, se materializó tan infausta y dramática partida; mas a todos nos parece que fue ayer, esto es, nos parece que aún vive. Y al percibirla así, siempre le diremos con las palabras del poeta:

“Eras sencilla y dulce; eras tan buena,
que nada para ti nunca pediste,
tu caudal de bondad lo repartiste,
con toda el alma de ternuras llena.”

Y así fue. Se trató de todo un caudal de bondad, amor, ternura, paz y comprensión lo que en vida ella supo repartir. Por eso, en un poema de elegíaco acento titulado "Así era mi abuela” (1997), compuesto un mes después de su muerte   por una de sus nietas (Claritsa Caba Rubio), cuando apenas tenía esta trece años de edad, en líricos, afectivos y conmovedores versos, afirma la nieta acerca de su abuela   lo siguiente:

«Fuiste negra como la noche, pero blanca,
como la superficie de una ola.

Y de esta manera continúa la entonces adolescente:

«Recuerdo tu sonrisa de niño,
tu juvenil carácter,
y tu alegría de madre realizada,
al ver tus hijos y tus nietos crecer.

Una tarde de sol oro celebramos tu despedida
y una mañana fría lloramos tu partida…»

Y ya para terminar, la nieta lanza un grito de angustiante despedida en un par de versos pletórico del más profundo y lacerante dolor:

¡Oh abuela cuánto te extrañaremos!
¡Te extrañaremos mucho, abuela!

Y como a ella, a su abuela,  a mi madre, todos la percibimos viva, veintiocho años después de su muerte no tengo más que decir con los versos del poema La intocada”, de Domingo Moreno Jimenes :

    «Es verdad que ha muerto;
 pero en mis actos está intacta,
pero en mis sueños está intacta,
pero en todas mis emociones está intacta...»

 Febrero16//2025

LOS POTROS DEL VOLANTE


Por: Domingo Caba Ramos

«El tránsito es un reflejo de la sociedad. Es una radiografía de lo que pasa en el alma de un pueblo. Si tú visitas un país desconocido, y tú quieres saber cómo es la gente de ese país, mira cómo se maneja…»

(Dr. José Dúnker: Siquiatra dominicano)

Manejar un vehículo de motor me pareció siempre un acto racional o una acción que sólo una persona o ser dotado de pensamiento podía ejecutarla. ¡Pero cuán equivocado estaba yo! Porque, aunque corro el riesgo de faltarles el respeto a los caballos, estoy convencido, y así debo confesarlo, de que en la República Dominicana, nuestros potros, potras y yeguas cuentan también con la privilegiada capacidad de conducir un carro, un camión, una guagua, una yipeta o una camioneta.

Aunque hablo de potros, talvez lo más propio y lógico sería llamarlos de otras mane-

Ras o con el nombre de otro animal más tosco (mulo, burro, toro …), por aquello de que el caballo es el animal que más fácil se domestica.

Párese en un punto cualquiera de nuestras calles y carreteras o decida usted mismo ejecutar la heroica hazaña de guiar un vehículo en la República Dominicana, y muy pronto se encontrará con más de uno de estos potrillos o seres de la pradera sentados frente a un volante. Identificarlos resulta sumamente fácil.  Los taxistas, camioneros, conductores de jeepetas y guaguas “voladoras”, parecen romper los más complicados records de la imprudencia y mala educación.

 «Por sus hechos los conoceréis…» Veamos:

a) Las luces direccionales, para ellos, parecen estar despojadas por completo de su semiótica función, comunicadora y simbólica esencia, vale decir, no son más que simples adornos. Los giros que estas luces indican ningún mensaje le transmite al desesperado cuadrúpedo que va detrás del conductor que las enciende.

 b) La luz verde del semáforo apenas acaba de hacer acto de presencia, cuando de inmediato se escucha, cual relincho maldito, el grito satánico y permanente de la bocina del potro. Este gemido bestial, en ocasiones se escucha aun cuando se mantiene fija la luz roja en el susodicho aparato electrónico.

c)  El conductor, antes de girar a la izquierda, debe esperar que la flecha del semáforo así lo indique. Detrás, subido en moderna yipeta, un rumiante vocea, insulta, ladra y activa de manera permanente el escándalo infernal originado por sus potentes bocinas, con el fin de presionar al otro que respetuosamente aguarda delante a que realice el giro antes de que la referida flecha aparezca.

d)  Aquella fresca y dominical tarde de primavera yo subía tranquilamente por la calle Del sol, Santiago de los Caballeros (una vía y en preferencia), y embriagado mi espíritu con las románticas y no menos poéticas canciones de José Luís Perales. Cual brioso alazán que inicia loca carrera en el hipódromo, un anciano, sin detenerse en la intersección, cruza dicha calle a toda velocidad. Para no impactarlo, tuve que frenar de repente. El anciano, no conforme con su falta y torpe conducta, se detuvo, y de su boca casi nonagenaria emanaron los más contundentes y pestilentes improperios. Jamás en mi vida había conocido un viejo más “malcriado” que el semental de dos pies que aquella fresca y dominical tarde de primavera tuvo a punto de destruir la metálica estructura de mi verde Toyota Camry y expulsarme para siempre de este complicado, pero deseado mundo de los mortales.

 d) La caballerosidad y la cortesía son cualidades que nunca han encontrado espacio en el cerebro primitivo de estos potros conductores. Por eso injurian, desafían, agreden, manipulan armas, cierran el paso y a nadie se lo conceden en situaciones especiales, tengan o no preferencias. La violencia constituye el rasgo por excelencia de su irracional comportamiento

e) No hay bocina que suene más que la del vehículo conducido por uno de estos indeseables habitantes del corral. No importa la hora y el lugar. Tocar insistentemente este sonoro artefacto, para ellos, más que un placer, se constituye en una desagradable manía.

Hasta aquí, solo unas pocas muestras. Observe con detenimiento el comportamiento de los conductores que se desplazan en sus vehículos por nuestras vías públicas, y usted, como yo, posiblemente tenga que decir con asombro inocultable:

Existe “un país en el mundo” llamado República Dominicana donde los potros también poseen el don de conducir un vehículo de motor.

(PUBLIVADO EN DIARIO LIBRE : 14/2/2025 )

DON RAMÓN DE LUNA Y SUS 93 AÑOS DE PRODUCTIVA Y CONCIENTIZADORA EXISTENCIA


Por : Domingo Caba Ramos

El 29 de febrero del 2012, en el Gran Teatro del Cibao, me cupo el honor de presentar el libro autobiográfico Vivencias, del destacado locutor y gloria de la comunicación de Santiago y del país, Ramón de Luna Peguero. En esa presentación, entre otras ideas, yo expresaba que:

«El nombre del periodista y veterano locutor Ramón de Luna está íntimamente asociado a los dorados años de mi infancia. Junto a su esposa Minucha, producía todos los días, durante el mes de diciembre, un programa radial llamado El rey Melchor y su secretaria Minucha. Se trasmitía en las primeras horas de la noche y cuán indescriptible era la emoción que asaltaba el alma de los menores cuando escuchábamos el sonido del motor de la nave en la que supuestamente el rey Melchor descendía a la tierra para conversar y leer las cartas que los niños le remitían. Las cartas, naturalmente, eran leídas por su atenta secretaria…»

Y para destacar la dimensión de la influencia que en niños, jóvenes y adolescentes ejerció en esos años este irrepetible comunicador, más adelante afirmo:

«Pero no sólo a los años de mi infancia. Más que a éstos, el nombre de Ramón de Luna está estrechamente vinculado a mis años juveniles, y muy particularmente a mi tiempo de estudios secundarios en el “Liceo Domingo Faustino Sarmiento”, de la ciudad de Moca, durante el período de los famosos doce años de gobierno que encabezó el doctor Joaquín Balaguer , tiempo en el que la represión política estaba en  pleno apogeo, y en la que ser joven constituía casi un pecado , mucho más si era estudiante, por cuanto para los miembros de la Policía Nacional y otros organismos de seguridad del Estado, ser estudiante era lo mismo que ser comunista. Y ser comunista equivalía a ser enemigo de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional, como bien rezaba en un mensaje que se exhibía en todos los recintos militares y policiales del país. En semejante panorama, los apresamientos, las torturas, persecuciones y desapariciones, no sólo de líderes estudiantiles, sino de otros líderes nacionales, eran mucho más que comunes o constituían, como dice el pueblo, “el pan nuestro de cada día…»

«En medio de tan tétrica realidad – continúo en mi exposición -  una voz tronaba de lunes a viernes, al mediodía, desde la tribuna combativa del programa de noticias La situación mundial, para condenar el crimen de Estado, las injusticias sociales, el irrespeto a los derechos humanos y el terror político imperante en la República Dominicana. Esa voz grave, modulada, valiente y desafiante retumbaba, cual grito de guerra, en todos los hogares de la región del Cibao. Y gracias a ella fueron muchos los que lograron salir de la cárcel, preservar sus vidas y evitar que se les persiguiera. Esa voz, a la que hasta ahora nos hemos referido, tenía un nombre: don Ramón de Luna. Y el programa, a través del cual diariamente se escuchaba, también tenía su nombre: La situación mundial.

Acerca del muy popular programa, en su libro Mis 50 años en la radio (1998), apunta  don Ramón de Luna lo siguiente:

"La situación mundial se mantenía como espacio noticioso en donde la verdad no se decía a medias. Además, el noticiero se había convertido en el paño de lágrimas de cuanto perseguido político acudía a sus productores. Tenía una credibilidad casi absoluta y una audiencia jamás lograda por otro noticiero. En los barrios y campos La situación mundial imponía la audiencia, tanto así que “era un solo radio”. El vecino lo tenía sintonizado, y el otro vecino, y el otro, y el otro…  No es aventurado decir que los informativos de Santo Domingo estaban relegados a un segundo plano. Los campesinos se iban al conuco con su radio de pilas y una botella de café para escuchar “La Situación Mundial"» (págs. : 61/62)

Hijo de padre de origen mocano, Emilio Ramón de Luna, y madre seibana, Bélgica María Peguero, Ramón de Luna Peguero nació en El Seibo, República Dominicana, el 6 de febrero de 1932. Por los orígenes geográficos de sus progenitores, a nadie ha de extrañar la valentía y espíritu reivindicativo que siempre ha caracterizado al experimentado locutor, vale decir, por la tradición de lucha de Moca y El Seibo, él arrastra consigo el heroísmo del mocano y el espíritu combativo del seibano. En la locución, don Ramón ha ejercido como locutor noticioso, maestro de ceremonias, narrador deportivo, locutor musical y comentarista de radio y televisión. En fin, ha incursionado en casi todas las ramas de este noble oficio.

Defensor radical de los derechos humanos y las libertades públicas,  fue víctima de persecuciones, amenazas y apresamientos tanto en los años de la dictadura que encabezó Rafael Leónidas Trujillo como en los famosos doce años de represión encabezados por Joaquín Balaguer. Acerca de él, escribió el destacado académico, Dr. Carlos Dobal (1926- 2011), en el prólogo del antes referido texto :

«El gran comunicador social dominicano Ramón de Luna, orgullo de nuestra ciudad de Santiago, de la región del Cibao y de toda la República Dominicana es un ser íntegro, incorruptible y seguro de sí mismo, fiel a sus principios, que responde a una trayectoria vital que pretende ser ejemplo para sus conciudadanos. Despojado de todo falso orgullo y de toda superflua vanidad, se siente seguro de la posición asumida ante las distintas circunstancias históricas y graves devenires procesares que él ha afrontado con el valor y la sencillez de la estampa clásica del hombre dominicano» (p.7)

Eso es y siempre ha sido don Ramón de Luna: un locutor de verdad y un ejemplar y digno ciudadano a quien todos admiramos y respetamos por su capacidad, sencillez, honestidad y transparente trayectoria humana y profesional. Es Ramón de Luna el ejemplo a seguir o el espejo en donde cotidianamente deberían mirarse las nuevas generaciones de locutores y otros comunicadores sociales.

 En esta fecha, 6 de febrero, acaba de cumplir noventa y tres años de productiva, orientadora y concientizadora existencia. Una dilatada vida que, por su ético comportamiento y bien ganada reputación de hombre íntegro, poco a poco, como bien lo expresé en el prólogo y presentación más arriba referidos«…se fue convirtiendo en lo que fue y continúa siendo: un símbolo. Un auténtico y verdadero símbolo. Un símbolo del honor. Un símbolo de la radiodifusión nacional. Un símbolo de la comunicación en general y de la locución en particular. Un símbolo de la honestidad y del decoro. Un símbolo de la prudencia y la decencia. Un símbolo de la lucha militante en pos de los mejores intereses de nuestro país. Un símbolo, en fin, del ciudadano ejemplar…»

(PUBLICADO EN DIARIO LIBRE : 7/2/2025 )

MI MADRE Y LOS LEONES DEL ESCOGIDO


 Por : DOMINGO CABA RAMOS

(A mi cuñada, Josefina Rubio – Gina)

«Una simple observación de la realidad social dominicana permite descubrir que el juego de pelota se encuentra hondamente arraigado en la cultura popular del país. Esto se puede verificar de diversas maneras. En primer lugar, la práctica y la afición al deporte son fenómenos generalizados en todas las regiones de la geografía nacional, así como en los distintos sectores de la sociedad…» (Lengua y beisbol en la República Dominicana, 2006:17)

Orlando Alba

En vida, ella fue lo que se llama una escogidista militante y convencida. Y fue ella quien a la mayor parte de sus hijos les «inyectó» casi en los huesos ese profundo sentimiento y amor por nuestro equipo escarlata. Lograr esto para ella resultó mucho más que fácil, pues al nuestro padre fallecer cuando yo ni siquiera había nacido, los vínculos de la madre con sus retoños fueron muy fuertes. En tal virtud, en todo nuestro quehacer existencial, hasta que se mantuvo respirando, y aún después de muerta, ella fue, es o se convirtió en nuestro modelo a seguir, en nuestro ídolo, en nuestro espejo.

Todavía recuerdo su euforia o alegría desbordante cuando los Leones del Escogido ganaban un campeonato. Durante la semana del triunfo no había quien la soportara, su sonrisa nunca se apartaba de su mulato rostro y el peso de las burlas o «cuerdas» a sus compadres, vecinos, amigos, nueras y relacionados era irresistible. Cuando de “dar cuerdas” se trataba, era dulcemente necia con los seres a quienes ella les tenía afecto y confianza. Sus “cuerdas”, concebidas siempre sin herir ni distanciar, tenían la particularidad de que muchas de ellas las daba en versos, en unos breves, satíricos, irónicos o burlones versos que en cada ocasión improvisaba, y que muchas ronchas producían en la mente y en el ánimo de los seguidores del equipo derrotado.

Por esa razón, en un artículo titulado «Mi madre, las “cuerdas” y el béisbol», acerca de ella escribí en este mismo diario los siguiente:

«Escogidita mil por mil, cuando su equipo ganaba, nadie soportaba el peso irónico de sus versos ni el eco reiterado de su sarcástica carcajada. Sin embargo, todos valoraban en ella el carácter integracionista o de alta camaradería que les imprimía a sus “cuerdas”, tanto que bien puede afirmarse que mi madre gozaba igual dando las “cuerdas” como recibiéndolas…» (Diario Libre, 22 /11/2022)

Por esa razón, sé que en estos momentos, y con motivo de haber ganado su equipo el campeonato número diecisiete (17), nuestra siempre amorosa y recordada madre, doña Librada, allá, en el más allá, está aplaudiendo delirantemente, llamando por teléfono, enviando tarjetas con sarcásticos mensajes, y hasta improvisando sus irónicos, satíricos o punzantes versos. Y por esa misma razón, hoy su alegría es nuestra alegría:  la alegría de todos sus vástagos y demás seres que la querían.

(PUBLICADO EN DIARIO LIBRE : 31/1/2025 )

 

EN TORNO A LA NOVELA ¡AY DE LOS VENCIDOS!

 

En torno a la novela ¡Ay de los vencidos!
Por : DOMINGO CABA RAMOS

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«Cuando se piensa en los dolores sufridos por esta tierra durante los primeros días de la ocupación militar, no hay palabras para poder traducir los sinsabores de los dominicanos…»

Rafael Damirón (*)

En otra misiva escribe el para entonces llamado “gavillero “(**), Leonardo Silva, lo siguiente:

«Yo sé que si caigo en manos de las tropas americanas me harán como a Fidel Ferrer: me atarán a un poste del camino, me dejarán morir de hambre, me acercarán el agua a los labios sin dejármela beber, me escupirán el rostro, y cuando ya no encuentren otras crueldades con que martirizarme, me cortarán las manos, me quemarán y me ahorcarán, dejándome podrir colgado de un árbol a la vista de los espantados caminantes…» (p.101).

La barbarie o inhumanas prácticas de los militares interventores, entre cuyos representantes desempeñó un papel protagónico el temible capitán Taylor, aparece igualmente plasmada en el descriptivo párrafo que a continuación se transcribe:

«Cuando los soldados de Merkle y de Taylor se bifurcaban por aquellos campos (del este), el alma de las cosas se sobrecogía de terror, las bestias abandonaban sus pastos, los pájaros sus nidos, el movimiento de las hojas parecía paralizarse y hasta la luz del sol llena de ira, enrojecía las sendas de los hunos que pasaba. Allá disparaban con sus ramas y dejaban con el corazón partido a una mujer que huía a su presencia, temerosa de ser violada por la impudicia incontenible de los bárbaros; aquí dejaban colgando del ramo de algún árbol del camino, a un pobre hombre que no quiso mentir denunciando la presencia de los rebeldes; más adelante prendían fuego en el hogar que abandonara una familia ocultándose a su paso entre los montes más cercanos; quedaban, era seguro, sin cruz, sin oración, sin lágrimas, niños, ancianos y mujeres que después de ser profanadas con los más despreciables actos de lujuria, eran arrastradas a la luz del sol para que, como lo vieran ojos humanos, las jaurías ambulantes destrozaran sus senos y comieran sus entrañas…» (págs.. 76/77)

Y también en el relato que narra la forma como se ejecutó el crimen perpetrado en contra de un anciano, preso y acusado de proteger a los dominicanos que enfrentaron a las tropas interventoras:

«El anciano Juan Rincón era acusado de proteger a los rebeldes, y amarrado fuertemente por ambas manos debía sufrir las terribles interrogaciones de Taylor. Un cadáver infundía menos pena que el rostro de aquel hombre lleno de espanto y de terror. Cuando Taylor fue avisado de lo ocurrido, dejó su copa, agarró la botella de whisky que le servía de constante compañera …» (p.77). Y luego de formularle un par de preguntas,“lo levantó del suelo por los cabellos, y rompiéndole la frente la botella que llenó de sangre la barba encanecida de la víctima … y tirando de la cuerda las manos del anciano, la unió a la cola de un caballo, hizo dos disparos al aire, y la bestia asustada partió a escape arrastrando por las calles el cuerpo de la víctima. Detrás, riendo, gozosos de su infamia, corrían Taylor y los suyos, mientras la bestia espantada ganaba a todo galope la distancia» (p.78)

Las fuerzas de Leonardo Silva, que por allí merodeaban «se dieron a socorrer a la víctima, y bajo las balas que disparaban los soldados de Taylor, detuvieron la bestia y recogieron muerto y destrozado al pobre anciano». Tan bestial como esto, fue violar a una adolescente de catorce años y luego sacarle los ojos.

A todo lo escrito hasta aquí, debemos agregar dos formas de torturas no menos espantosas e infernales aplicadas por los soldados gringos a los rebeldes dominicanos, sometidos a prisión: a las mujeres le introducían “bigañuelos” o pequeños ratoncitos en sus vaginas, en tanto que a los hombres los llevaban a una zona abejera y frente a un sol ardiente los colocaban en medio de una balsa de arena, dejándoles al descubierto solo sus cabezas completamente cubiertas de miel.

Queda demostrado, pues, que los casos de torturas y humillaciones denunciados al mundo en el año 2004 por prisioneros de guerra iraquíes no es más que la reiteración de una vieja práctica llevada por el ejército estadounidense en todas las naciones cuya soberanía resulta vulnerada o pisoteada por sus botas mansilladoras.

Notas :

(*) – Además de ¡Ay de los vencidos! (1925), otras novelas escritas por Rafael Damirón, nativo de Barahona, fueron:  Revolución (1940), Monólogo de la locura (1944), La cacica (1944), ¡Hello, Jimmy! (1945) y Del cesarismo (1909).

(**) – Gavillero fue el término referido al campesino dominicano alzado contra la ocupación norteamericana (1916/1924)

 

(PUBLICADO EN DIARIO LIBRE :  24/1/2025)

 

EN TORNO A LA NOVELA ¡AY DE LOS VENCIDOS!


Por : DOMINGO CABA RAMOS

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«Las tierras del este (República Dominicana, D.C.R.) son pródigas en caña de azúcar.  Para mí, que en estas tierras uno ya ha perdido hasta la conciencia, porque cada familia tiene miedo de sus vecinos debido al terror que implantan los invasores con la fuerza de sus fusiles máuser y de sus ametralladoras. Ellos han establecido sus leyes a fuerza de ahorcamientos y balazos…» (2003:5)

Marcio Veloz Maggiolo (De la novela La vida no tiene nombre)

¡Ay de los vencidos! (1925) o Novela de los días de la ocupación yankee en la República Dominicana, como la subtituló su autor, es una obra casi desconocida en el ambiente cultural dominicano. Escrita por Rafael Damirón (1882 – 1956), novelista, ensayista, periodista y dramaturgo criollo,  en la  obra se  recrea uno de los hechos que conforman la historia social, política y económica de la República Dominicana: la primera intervención  estadounidense, llevada a cabo en este país  entre los años 1916 – 1924, y en ella se describen con vigor y dramático realismo muchas de las atrocidades cometidas por  los soldados del poderoso imperio norteamericano en contra de los hombres y mujeres que por oponerse al gobierno usurpador eran atrapados  y encerrados en  férreas prisiones.

«El crimen de la ocupación de la República Dominicana – apunta el autor en el prólogo de la obra – parece, ante los ojos del pueblo americano, un incidente trivial, un plan sin trascendencias del Departamento de Estado que la dirigió; pero si analizamos los hechos y los medios puestos en práctica para ella, sus sombrías y bochornosas consecuencias, la ocupación de la República Dominicana tendrá que ser, para los Estados Unidos, el mayor sonrojo, la página más indecente de su historia. Quien tenga el privilegio de escribir, siquiera a grandes rasgos, este luctuoso período, tendrá que asombrase ante el espectáculo de la más inaudita barbarie actuando en nombre de la mistad y la civilización…» (p.11)

El contenido de la novela que ocupa nuestra atención lo evoqué y relacioné en mayo del 2004 al observar las imágenes y leer los testimonios ofrecidos por prisioneros iraquíes, sometidos a todo tipo de abusos, maltratos y humillaciones por soldados norteamericanos en una cárcel ubicada en la cercanía de Bagdad. Tan crueles fueron los abusos descritos que hasta el propio George W. Bush, entonces presidente de los Estados Unidos, los catalogó de «repugnantes» y «viles»:

«Éramos tratado como animales – relata un prisionero. Nos obligaban a masturbarnos, ponernos ropa femenina, desnudarnos al llegar a la prisión, apilarnos desnudos uno encima del otro, ladrar como perros, comer alimentos sacados de los inodoros y dormir en el piso, al cual los soldados le derramaban agua antes de acostarnos. Si no hacíamos lo que ellos ordenaban, nos golpeaban sin piedad por la cara y el pecho». «Yo vi – confiesa otro – a un traductor del ejército norteamericano violando sexualmente a un adolescente que gritaba de dolor y otro guardia me encapuchó y en mi presencia obligó a mi novia practicarle sexo oral. También vimos a dos militares sujetar fuertemente a una joven prisionera, mientras otro la penetraba por detrás. A todos esos actos de torturas y humillaciones, los guardias les tomaban fotos…» (El País, 18/5/2004)

De igual manera se comportaron soldados del ejército de los Estados Unidos cuando en 1916 ocuparon el territorio dominicano. Como bien se percibe en la dramática relación presentada por Leonardo Silva, poeta, guerrillero y personaje central de ¡Ay de los vencidos!, en correspondencia remitida a sus familiares desde la manigua:

«¿Quién de estos pobres dominicanos que me acompañan – pregunta Silva – no ha visto, atado a un poste del camino, violar a su esposa y a su hermana, mofar a su anciana madre y huir lleno de espanto a sus pobres hijos, enloquecidos por el terror? Si el mundo supiera de cómo esos hombres rubios comandados por oficiales que parecen personas decentes, matan y se entretienen con las mayores crueldades, no sería imposible suponer que no estuvieras luchando por nuestra libertad…» (p.70).

Y más adelante continúa el guerrillero su espeluznante y descriptivo testimonio:

«Por los caminos huían mujeres y niños, cuyos rostros denunciaban el más tremendo pánico. Seguimos, y a la puerta del primer rancho encontramos sobre un charco de sangre a un adolescente que lloraba y llamaba angustiosamente a su madre. Su agonía era espantosa. Había sido herido con bayoneta, y mientras con una mano trataba de contener los intestinos que brotaban ensangrentados por la herida, nos decía con voz apagada : “Ahí dentro, ahí dentro, y entramos y vimos a su joven madre amarrada sobre una especie de pequeño camastro rústico, roto el corpiño, al aire sus dos senos llenos de los profusos cardenales que eran señal de la profanación que en ella había cometido la lujuria, perdido el conocimiento y casi la vida al peso de la lascivias y del crimen…”» (p. 71)

Pero no solo Rafael Damirón logró presentar un retrato novelado acerca de los dramáticos sucesos acaecidos durante la primera ocupación yanqui de la República Dominicana, y muy particularmente sobre los desmanes, abusos y maltratos que las fuerzas militares estadounidenses salvajemente cometieron en perjuicio de los rebeldes dominicanos que de manera valiente enfrentaron al invasor en pos de la libertad de la soberanía nacional. En su novela La vida no tiene nombre (2003), el afamado y muy citado escritor Marcio Veloz Maggiolo (1936 – 2021), acerca del susodicho período, nos presenta un panorama bastante parecido al de ¡Ay de los vencidos!:

«Las tropas de los gringos recorren en mulos y caballos los innumerables caminos que se pierden entre los cañaverales y bateyes. Ellos son de un país que se llama «Los Estados Unidos». Un país que a pesar de su nombre no quiere unirse a nosotros y ayudarnos, sino darnos mal trato y mala vida. Llegaron un buen día los marines de Estados Unidos y oí decir que un tal míster Knapp tenía la muñeca fuerte, es decir: era capaz de meter en cintura al más pintado. Yo no lo conocí; solo he oído mencionar su nombre, y les juro que lo que dicen de él parece verdad: por muertes y atropellos no se paraba el míster Knapp. Les partió el pescuezo a muchos infelices, y dicen que se reía cuando le informaban que uno de nosotros había caído en las garras de los marines…»

(PUBLICADO EN DIARIO LIBRE : 16/1/2025 )

LOS EFECTOS DE LA VARIACIÓN LINGUÍSTICA


Por : DOMINGO CABA RAMOS

CASO 1.- El recordado cura Avelino Fernández (1934-2011), aquel que todas las mañanas realizaba un programa de televisión junto al periodista Huchi Lora, contó en una ocasión lo que le sucedió a un colega suyo en un encuentro católico celebrado, al aire libre, en Uruguay. Para protegerse del sol, el referido religioso portaba una gorra, prenda de vestir que en la República Dominicana también se conoce con el nombre de «cachucha», término que en Uruguay se considera una palabra “tabú”, por cuanto lo mismo que en Argentina, significa “vulva” o “vagina”. 

Conociendo el padre Avelino el sello prohibitivo o tabuizado de dicha palabra, le advirtió a su amigo que cuidado si se le ocurría mencionarla delante del público presente. Apenas habían transcurrido unos minutos, cuando una fuerte brisa le tumbó la gorra, la que por desconocer su dueño adónde había caído, y olvidada la advertencia, voceó a todo pulmón: «¡La cachucha!» «¡Mi cachuuuucha…!». Ya todos pueden imaginarse la dimensión de la sorpresa y el escándalo que allí se produjo.

CASO 2.- En octubre del año 2000, participé en Ciudad México en un curso de formación profesional, coordinado por la Asociación Mexicana de Capacitación Profesional (AMECAP). Para anunciar un descanso en una de las sesiones de trabajo, el expositor o facilitador indicó: «Ahorita tenemos un receso de diez minutos…» El público asistente, en su mayoría mexicano, abandonó de inmediato sus asientos. Yo en cambio, bastante confundido, permanecí en mi lugar hasta que recordé que en el español de México, al igual que en otros países hispanoamericanos como Bolivia, El Salvador, Honduras, Perú, Nicaragua y Ecuador, el adverbio de tiempo «ahorita» significa “Ahora mismo” y no “Dentro de un momento, después”, como ocurre en la variante dialectal dominicana. En esta modalidad, para indicar que una acción debe realizarse “al instante”, “ahora mismo” o “en este momento”, se emplea la forma adverbial «Ahora».

CASO 3.- En ese mismo territorio norteamericano también escuché a un mexicano galantear o decirle a una compatriota: «¡Oye!, chaparra; pero tú estás muy cuero…». La amiga, sonriente y visiblemente satisfecha, le dio las gracias.  De haber sido dominicana o puertorriqueña la dama galanteada, su reacción hubiera sido muy, pero muy distinta, por cuanto tanto en Puerto Rico como en la República Dominicana el vocablo «cuero» (adjetivo/sustantivo), también está estigmatizado o tabuizado, toda vez que entraña un significado éticamente injurioso y socialmente insultante: “Persona que ejerce la prostitución”. Para los mexicanos, por el contrario, «cuero» es una “Persona guapa y atractiva”.

CASO 4.-  En el año 2002 estuve de visita en La Habana, Cuba. Una noche cualquiera, el taxista que me condujo al hotel donde me hospedaba, tan pronto recibió el pago del servicio prestado, muy cortésmente  me dijo que si yo podía darle; aunque fuera una «monjita extra». Al notar que no entendí lo que me solicitaba, entonces procedió a explicarme y decirme que “monja “, en Cuba, es una moneda de cinco pesos.

¿A qué se deben las variantes léxicas expresadas en los casos antes relatados?

 Se deben a la naturaleza cambiante, dinámica y evolutiva de la lengua. Sencillamente a que las lenguas cambian. Y cambian porque la sociedad donde se habla y las personas que las hablan también cambian.  La lengua necesita, pues, adaptarse constantemente a los cambios que se originan en el seno de la comunidad y, en tal virtud, responder a las necesidades comunicativas de los hablantes.  A que si bien en un país o región se habla la misma lengua, esta será siempre diversa o heterogénea, nunca homogénea.   Por eso en todo sistema lingüístico se habla de la variedad dentro de la unidad.

De ahí que se produzcan las llamadas variantes dialectales, lo que significa que el idioma español y, como parte de este, el español de América, por ejemplo, muestra notables diferencias entre una región y otra (Variación diatópica); entre un nivel sociocultural y otro (Variación diastrática); entre una época y otra (Variación diacrónica) y entre una circunstancia o situación y otra (Variación diafásica).  Cada una de esas modalidades afectan a los diferentes aspectos de la lengua: fonético, fonológico, sintáctico, morfológico y léxicosemántico.

Es por eso que aprecian claras diferencias entre español que se habla en México y el de la República Dominicana; entre el de Argentina y el de Colombia; entre el de Venezuela y el de Puerto Rico; entre el de España y la República Dominicana. Igualmente, y por esa misma razón, son claras las diferencias entre la lengua española hablada por un joven y la de un anciano; entre los hablantes del Cibao y los de la capital; entre la de un abogado y la de un obrero.

El español de América posee diversos rasgos lingüísticos que son comunes entre los diferentes países que lo hablan (hispanoamericanos), los cuales permiten el entendimiento, la comprensión y la intercomunicación entre todos los hablantes; pero al mismo tiempo, y como parte de su proceso evolutivo, también presenta variantes o modalidades que, en última instancia, se constituyen en rasgos diferenciadores. Para validar este juicio, nada más ilustrativo que los versos que conforman la copla del tradicional, famoso y popular son cubano:

«En Cuba merengues hacemos,
sancochados en una paila,
lo que en Quisqueya se baila,
en Cuba nos lo comemos…»

¿Cuál es el sentido profundo que entrañan estos versos?

Sencillamente, que para los cubanos, «merengue» es un dulce especial elaborado en base a azúcar y clara de huevo; mientras que para los dominicanos, en cambio, no es más que su principal ritmo o baile folklórico.      

 (PUBLICADO EN DIARIO LIBRE : 10/1/2025 )

 

 

 

 

 

DISQUISICIONES FILOSÓFICAS ACERCA DE LA FELICIDAD

 

Disquisiciones filosóficas acerca de la felicidad

Prof. Domingo Caba Ramos.

«La felicidad aparece cuando lo que piensas, lo que dices y lo que hace están en armonía»
Gandhi. 

¿Existe la felicidad? Si realmente existe, ¿adónde entonces podemos encontrarla?

Acerca de la primera de estas dos preguntas, unos responderán que no, otros que sí. Y en una posición intermedia, abundan los que plantean que solo existen momentos felices. En fin, cada respuesta estará determinada por la concepción filosófica o visión del mundo que cada quien posea.

Sobre el tema, históricamente es mucho lo que se ha escrito y discutido. Sólo hay que recordar las reflexiones filosóficas de los pensadores griegos pertenecientes al período posaristotélico mejor conocido como Helenismo. Surgen en esta etapa las llamadas escuelas helenísticas ( Cinismo, Estoicismo, Escepticismo, Epicureísmo, Eclecticismo…), así denominadas al conjunto de escuelas filosóficas, helenístico – romanas, que se desarrollaron primero en Grecia y más tarde en Roma desde el siglo IV hasta finales del siglo II d.C. Tenían estas en común que todas utilizaron  la filosofía  como medio para  presentar un ideal de vida o la concepción de que la vida es una búsqueda continua de la felicidad, y la filosofía la única vía aceptada para encontrarla.  

¿Dónde encontrar la felicidad?

«En el placer», para epicúreos ; «en la virtud…», plantean los estoicos, y “en la imperturbabilidad”, de acuerdo al criterio de los escépticos.

En términos más específicos, los representantes de la escuela cínica consideraban que la base de la felicidad y la virtud se encontraba en el desprecio a las normas sociales establecidas, en la renuncia a la riqueza y a todas las satisfacciones provenientes de los sentidos. Su rechazo a las normas de conductas los llevaba hasta la infracción y al comportamiento indecoroso Siguiendo a Sócrates, Antístenes, fundador del Cinismo,  creía que el ideal de vida buena es el que se basa en la autosuficiencia y en la libertad. Por eso despreciaba los bienes materiales, ya que estos, según su pensar, siempre nos atan. La autonomía del sabio debe estar por encima de las costumbres y convenciones o normas sociales. Años más tarde se empezó a dar el nombre de cínicos a las personas que de manera desvergonzada hacían caso omiso a las reglas de la moral y la decencia.

Los pensadores de la escuela estoica (estoicos) establecían, en otro orden, que la felicidad radica en liberarse de las pasiones, en el autodominio, en el sosiego del alma, en la indiferencia y en el vivir conforme a la naturaleza. Las pasiones tienen que ser controladas por la razón., pues nos provocan intranquilidad y desasosiego. Los estoicos daban prioridad a los temas éticos y morales. Su ideal era la ataraxia (“apatía”), la condena de toda emoción. Entendían que el sabio se dedica a la vida contemplativa, se eleva por sobre las preocupaciones del hombre común, se aísla, se distingue de los insensatos y es un ciudadano del mundo que no se encuentra atado a su ciudad. En tal virtud consideraban que el sabio no tiene patria, forma parte de la humanidad en su conjunto, Fundada en Grecia, el Estoicismo ha sido considerada como la más significativa de las escuelas helenísticas y la más influyente corriente del pensamiento en el mundo romano

El escepticismo es la concepción, escuela o corriente filosófica opuesta al dogmatismo que sostiene que no se puede alcanzar la verdad y que el conocimiento es imposible. Pone en duda la posibilidad del conocimiento de la realidad objetiva. Los escépticos dudan de todas las formas del conocimiento. El sujeto no puede aprehender el objeto. La objetividad es imposible, pues los factores subjetivos lo impiden. El escepticismo, en consecuencia, se asocia al agnosticismo.

Al igual que las demás escuelas helenísticas, el Escepticismo tuvo como objetivo presentar un ideal de vida. En tal virtud sostenía, como los estoicos y epicúreos, que, para alcanzar la felicidad o tranquilidad del alma, la ataraxia, vale decir, la imperturbabilidad, tranquilidad del ánimo.  Para esta corriente, la vida feliz se consigue mediante el autodominio. El hombre sabio usa la razón para evitar que las circunstancias del momento perturben su serenidad. Con la razón, debemos distanciarnos de las circunstancias que nos alteran. La gente es infeliz porque se deja abrumar por demasiados elementos.

El epicureísmo fue fundado por Epicuro (341-270 a. d. C).  Como las demás doctrinas helenísticas, la filosofía de Epicuro se convierte en un medio para dar a conocer sus postulados de carácter ético y presentar lo que a su juicio debe ser el nivel o modo de vida que debe llevarse a cabo. Afirman los epicúreos que la felicidad consiste en dominar las pasiones, llevar una vida tranquila y eliminar cualquier práctica que pueda complicarla o todo lo que sea capaz de atormentar al ser humano, como la tristeza, la angustia, el aburrimiento, el dolor, y las preocupaciones inútiles.

Su fundador identificó el bien con el placer, pero un placer elegido racionalmente; pues no todo placer es elegible. A veces es preciso rechazar algún placer, porque sabemos que nos traerá dolores futuros. Y otras veces es conveniente padecer un dolor pequeño, ya que luego nos traerá grandes placeres. El sabio es autosuficiente. No necesita grandes riquezas y lujos para ser feliz. La felicidad se obtiene evitando el dolor. Los placeres que más felicidad nos aportan son los más sencillos. Los dioses existen – continúa diciendo Epicuro – pero lo único que se puede afirmar es que son inmortales y felices. No es racional preocuparse por ellos. Tampoco es sensato estar angustiado por la muerte. Al morir, se termina el sentir. Así pues, nada hay que temer.

En resumen, el Epicureísmo o filosofía de Epicuro se basa en cuatro principios:


  1. No existen motivos para temer a los dioses, porque ellos no pueden llegar hasta nosotros, ni para ayudarnos, ni para castigarnos.
  2. Tampoco hay motivo para temer a la muerte, porque ella no nos pertenece: mientras vivimos, la muerte no está presente, y cuando está presente nosotros ya no estamos.
  3. El dolor y el mal son fáciles de evitar. Ningún sufrimiento dura mucho tiempo, y cuanto más intenso menos permanece.
  4. El placer y el bien son fáciles de conseguir. Donde hay placer no existe pesar ni sufrimiento.

Así reflexionaban estos pensadores acerca de la felicidad. Son muchos, sin embargo, los que piensan que la felicidad no es más que una construcción ideal forjada en nuestra mente, esto es, que no existe, sino momentos felices. Y parecen tener razón quienes así opinan, por cuanto en apenas segundos pasamos de un momento altamente placentero a otro donde prima el tormento, la angustia, la tristeza y el dolor. Y Cuando hoy navegamos en el mar del placer y el regocijo, mientras mañana se nos verá postrado en la sala del galeno tratando de eliminar el mal que de permanecer podría borrar para siempre la sonrisa de nuestros rostros.

 (PUBLICADO EN DIARIO LIBRE : 19/12/2024)