Por: Domingo
Caba Ramos
Como parte de la llamada lengua coloquial,
se registran los particularismos lingüísticos: dichos populares,
locuciones, adagios, refranes y frases hechas, técnicamente conocidos con el
nombre de modismos. Se trata de formas peculiares de expresión que de una u
otra forma configuran la identidad lingüística y cultural de un país,
comunidad, pueblo o región. Sea cual sea el ámbito donde tengan vigencia,
con el uso de modismos, el hablante casi siempre, en forma figurada o a través
de imágenes, pretende condensar un concepto en pocas palabras y transmitirlo a todos aquellos que comparten una misma
lengua. Por esa razón, el significado de
un modismo, solo los hablantes pertenecientes al territorio donde se utiliza
pueden comprenderlo.
Un modismo se
define como la expresión que se utiliza dentro del ámbito informal
de una lengua, cuyo significado no puede ser deducido a partir de las palabras
que lo componen, y cuya comprensión solo es posible dentro de una determinada
región o comunidad lingüística. También como la palabra o construcción con un significado establecido en una lengua
y que pierde sentido al traducirlo literalmente a otro idioma.
Existen modismos que afectan el habla
general de una nación: “Estar en olla” (Carecer de dinero o
recursos económicos), “Tener los pies sobre la tierra” (Tener conciencia de la realidad),
“Borrón
y cuenta nueva” (Olvidar y empezar de nuevo), “Dar la mano” (Ayudar), “Llover
a cántaros” (Llover mucho), etc. Otros sólo tienen vigencia en una región
determinada, y otros apenas trascienden el ámbito de una ciudad, una comunidad
o cualquier grupo reducido de hablantes. Tal es el caso, en el habla
tamborileña, de las muy usadas voces “sebo”, "seba" y “sebería",
particularismos lingüísticos propios o característicos de los hablantes
residentes en Tamboril; pero muy especialmente, de aquellos con más bajo nivel
de instrucción.
Conforme a los antes dicho, todo
parece indicar que la vida tamborileña discurre en todo momento entre “sebo”,
y “sebería”. Y conforme a esta dialectal realidad, en
Tamboril no resulta extraño escuchar expresiones como las siguientes:
- “¡Qué sebo…!”
- ¡Qué
sebería…!”
- “Por no
hablar la engañaron. Esa es la muchacha más “seba…”
- “¡Qué
cuento más sebo…!”
- “No
hables tanta sebería…”
- “Ese es
el hombrecito más sebo que yo he conocido…”
- “No me
gustó la blusa que me compraste, está muy seba…”
- “Tú si
eres sebo...”
A la luz de los ejemplos anteriores,
las voces “sebo”, “seba” y “sebería" en la práctica
lingüística de los tamborileños, soportan los más negativos significados, o
sea, entrañan no sólo uno, sino diversos valores significativos, los cuales
describen o aluden siempre a cualidades nada envidiables.
En el caso de la muchacha “seba”, por
ejemplo, se tratará de una joven tímida o tonta, en tanto que por
blusa “seba” habrá de considerarla como una blusa fea, anticuada o de mala
calidad.
Hablar “sebería” sería lo
mismo que hablar tonterías o cosas sin importancia. Y como el “más sebo”,
habrá de calificarse al cuento incapaz de provocar risas o carente por completo
de gracias, humor o jocosidad.
Y un hombrecito “sebo”, ¿qué
significa? Preferimos que sean los amables lectores quienes den respuesta a
esta interrogante.
Si usted, amigo lector, escucha a un
hablante dominicano emplear en su diaria conversación una de las frases
anteriores, no lo pregunte o piense dos veces: es tamborileño.
Si bien es cierto que en este
municipio, las susodichas voces (“sebo", " seba" y
"sebería”) se escuchan o son empleadas por hablantes pertenecientes
a todos los niveles socioculturales, conviene reiterar que son las
personas de más bajo nivel de escolaridad quienes la utilizan con mayor
frecuencia. Deténgase a escucharlos con mucha atención, y muy pronto usted
se convencerá de lo que ya hemos declarado:
La vida
tamborileña parece discurrir en todo momento, entre “sebo”
y “sebería”.