(In Memoriam)
Por Domingo Caba Ramos.
Dr. Víctor Estrella Rodríguez
Médico, pintor, poeta, escritor, narrador, articulista, filántropo y uno de los más consagrados gestores culturales de la ciudad de Santiago, el doctor Víctor Estrella (1942-2015) falleció en el mediodía de ayer, víctima de un fulminante paro cardíaco.
Aparte de sus prendas artísticas e intelectuales, en el plano humano, del doctor Estrella hay que decir que fue un ser humano sumamente noble, íntegro, sensible, humilde y solidario. En su columna GOTA CEREBRAL, publicada todos los jueves en este periódico, abordaba los más diversos temas relacionados con la literatura, la ciencia, el arte y la cultura.
Fue miembro directivo de las principales instituciones culturales de Santiago (Casa de Arte, Alianza Cibaeña, Ateneo Amantes de la Luz) y miembro fundador de diversos talleres literarios. En el pasado reciente fue reconocido por el Ministerio de Cultura como Valor Cultural Dominicano.
La muerte lo sorprendió cuando todavía era mucho lo que podía aportar a nuestra sociedad, y el tema de la muerte no le fue indiferente o estuvo muy presente en sus versos, como bien se aprecia en los poemas que se trascriben a continuación. En el primero de ellos, VOY DE PRISA, el poeta parece presagiar o anunciar la muerte que de repente lo expulsaría para siempre del mundo de los vivos:
VOY DE PRISA
Voy de prisa,
no me detengas,
la vida se agota;
aunque escriba poemas
y cante desentonado
una canción,
estoy vestido
de muerte.
Voy de prisa,
tengo que repartir
mis sentimientos;
cada palabra
es un capítulo
y aunque escriba
poemas
y ría a la vida,
voy vestido
de muerte.
Voy de prisa,
no me entretengas;
no tengo tiempo
para perder la vida
y aunque hable tonterías
no puedo detenerme.
Voy de prisa,
se me agota la existencia
y tengo que hacer
mucho más,
porque sin vida
no puedo escribir
acerca de la muerte.
Voy de prisa,
no me llames,
que la vida
se me deshace
en una rutina
y voy vestido
de muerte
a escribir
un poema
que llevo latente
en el corazón.
Voy de prisa,
no me demores,
que la vida
se me escapa
y voy vestido
de muerte
a escribirle
al amor.
DESNUDO
La suerte fue que nací desnudo,
vine al mundo sin mochila,
sin maleta ni cartera.
Anduve vestido y calzado
desde niño
y salté en un grito
tomando leche Klim
y espero no sé qué
en la contingencia
de infantiles olvidos.
La suerte fue que no caminé
con los pies torcidos,
me salvé de una terrible
enteritis,
cuando apenas respiraba lento
y parecía muerto o dormido.
Crecí, me hice joven, adulto,
maduro, envejecido...
y ya voy para muerto,
pero estoy conforme,
porque tuve la suerte
de nacer desnudo
y no soy presumido.
Escuché las marchantas,
los cascos de los caballos del “coche”,
el botellero, la carretilla,
la campana del camión de la basura
la voz de “Pan de Gente”,
uno más del folklore
de mi pueblo, mi barrio,
y mis sueños que no olvido.
La suerte fue que nací desnudo,
sin camisa y sin dientes
y voy a morir no sé cuándo;
pero es posible que cuando muera
me lleven vestido a la tumba
y me lleve conmigo
la historia de un niño
que se hizo joven, adulto
y maduro...
y cursó la existencia
como otro sueño perdido.
La suerte fue que nací desnudo
y desnudo
quiero irme de este mundo.
jueves, 7 de mayo de 2015
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