(Con
motivo del decimoquinto aniversario de su muerte)
(En reconocimiento y respeto al “Poeta del pueblo”, Dionisio López Cabral)
“Con el viento que no ha llegado / mi verso limpia distancias”
(Manuel del
Cabral)
En la noche de este primer lunes de noviembre, vi al poeta postrado en su lecho
de enfermo, paralizados sus movimientos y apagado, por inviolables imperativos médicos,
el eco persistente de su voz huracanada.
En la noche de este primer lunes de noviembre, lo vi tendido en una de las
camas distribuidas en la siempre indeseada quinta planta del principal recinto
hospitalario de la región del Cibao, con su triste mirada perdida en la
distancia.
En la noche de este primer lunes de noviembre, observé su cuerpo exhausto o
desprovisto de esa fuerza vital que siempre hemos percibido en la voz y en los
corporales movimientos del famoso bardo santiaguero.
En la noche de este primer lunes de noviembre, supe que algunos de sus amigos,
entre ellos, poetas y escritores , en un decoroso gesto de fraternal y poco
común solidaridad que los enaltece, en ocasiones han tenido que bañarlo y
ayudarlo a levantar del lecho nada grato en el que desde hace veinte días yace
acostado.
En la noche de este primer lunes de noviembre, impulsado talvez por su
convencido “aguiluchismo”, y consciente, posiblemente, de mi irrenunciable
“escogidismo”, tan pronto me vio, suavemente bajó el volumen del radito que
yacía encima de su pecho adolorido, para informarme con firmeza, pero sin su
efusión característica: « Las Águilas están ganando y El Escogido perdiendo… »
En fin, en la noche de este primer lunes de noviembre percibí el dolor plasmado
en su rostro demacrado, y al contemplarlo en tan enfermizo estado, me pareció
escuchar el eco persistente de una voz interior que me invitaba a decir con
pesaroso e imperativo acento:
No poeta, así no, así no quiero verte.
Quiero verte
recorrer las calles de tu pueblo en una noche cualquiera, casi siempre estimulado
por tu báquico furor, preñando de
versos, símbolos y metáforas el vientre de la Gran Ciudad.
No poeta, así no, así no quiero verte. Quiero verte iluminando el horizonte con el “ayer de tu canto”
No poeta, así no, así no quiero verte.
Quiero verte una
vez más multiplicando tu voz a través de tus líricos gritos, calificados por tu
amigo entrañable, Tomás Morel, como “puñaladas
que agujerean las noches misteriosas de lo insondable”
No poeta, así no, así no quiero verte.
No poeta, así no, así no me gusta verte.
Más que en la cama de una quinta y aborrecible planta hospitalaria , prefiero
verte pletórico de vitalidad, desplazándote, como siempre lo has hecho, de un
escenario cultural a otro, discutiendo sobre arte y literatura, declamando,
pariendo poemas, gestando cultura y violentando rígidos protocolos, para tronar
con tu verbo explosivo, ya sea para defender tu punto de vista sobre un tema
determinado, ya sea para declamar el último parto de tu fértil imaginación
creadora, ya sea para dar a conocer algunos
de los tantos versos que de manera repentina afloran a la fuente inagotable de
tu manantial poético. Porque tú, poeta, con mucha propiedad, bien podría decir
lo mismo que sobre sí pregonó el famosísimo gaucho cantor, Martín Fierro:
“Cantando me he de morir,
cantando me han de enterrar,
y cantando he de llegar,
al pie del eterno padre,
dende el vientre de mi madre
vine a este mundo a cantar.
Que no se trabe mi lengua,
ni me falte la palabra,
el cantar mi lengua labra,
y, poniéndome a cantar,
cantando me han de encontrar
aunque la tierra se abra”»