miércoles, 4 de agosto de 2010

VIDA, PASION Y MUERTE DE LOS PRINCIPIOS.
Por : Domingo Caba Ramos


En nuestro país hubo un tiempo en que los principios reinaban, existían o tenían sólida vigencia. Era la época en que se le rendía culto a la verdad, al deber y a los valores éticos y morales. La época en que al dominicano común se le escuchaba decir con inocultable orgullo: "Yo no transijo con mis principios", "Por principios, no acepto o hago eso", " Primero muerto, antes que coger lo ajeno", " Pobre, pero honrado…, etc.,

Pero en el preciso instante en que los antivalores penetraron a su cuerpo vigoroso, los principios comenzaron a perder peso, enflaquecieron, se enfermaron y un buen día murieron. Sólo uno logró salvársele a la muerte: el muy conocido principio maquiavélico que establece aquello de que “El fin justifica los medios”.

A partir de ese momento los verdaderos valores fueron desplazados, los contravalores asumieron el poder y el respeto a los preceptos éticos empezó a considerarse como un comportamiento típico de seres ingenuos, tradicionales o atrasados. Emerge con toda su fuerza la muy famosa “cultura del vivo” y comienza a llamársele “pariguayo”, “tonto” o “pendejo” a toda persona caracterizada por su honesto comportamiento; pero muy particularmente a todo aquel que habiendo sido funcionario no se enriqueció ni hizo uso indebido de los fondos públicos.

En semejante contexto, cumplir o no con lo prometido poco parece importar. Sentimientos como la vergüenza y la culpa se van borrando progresivamente del mural de nuestras conciencias, y nuevas frases entran a formar parte del repertorio lingüístico de los dominicanos: “El serio no goza”, “Eso lo lograré caiga quien caiga”, “Punta de lápiz no mata a nadie”, “A quien yo le debo es que tiene que preocuparse”, “Por no aprovecharse o estar privando en serio , ahora se lo está llevando el diablo”, y otras expresiones que delatan hasta dónde ha llegado en nuestro país la corrupción de las costumbres.

Dentro de ese proceso de degradación moral es que se enmarcan, por citar sólo algunas, prácticas como el transfuguismo, la compra y venta de votos, los actos de corrupción cometidos recientemente en Aduanas y otras áreas de la administración pública, la extraña conducta de la dama imputada, quien en lugar de angustia y arrepentimiento, prefiere proyectar, en pleno tribunal, la más sensual , jubilosa y despampanante de las sonrisas, como si tratara de convencer al mundo de que nada malo ha hecho, nada ha pasado, a nada hay que temer … `

Y como resultado de ese estado de descomposición social, es que la mayor parte de los dominicanos rechaza y critica despiadadamente a todo aquel que actúa con honestidad o seriedad, y admira, idolatra y le rinde un culto casi sacrosanto a toda persona asociada al crimen, al dolo, y, muy especialmente, a quienes se han hecho ricos mediante el robo y los negocios ilícitos.