Por: Domingo Caba Ramos.
No faltaron, sin embargo, los intentos de personas que, constituidas en comités, realizaron una que otra reunión, con miras a discutir y trazar posibles planes encaminados a fundar tan importante institución; pero por una u otra razón, tales intentos se quedaron en las buenas intenciones, esto es, no se materializaron.
Merced a esa realidad, al final de 1989 surgió un nuevo comité, esta vez con propósitos más definidos y más firme decisión, que acto seguido empezó a crear conciencia, coordinar voluntades y captar recursos materiales con el fin de convertir en hecho el tan educativo y cultural proyecto : fundar una biblioteca de carácter público o municipal.
Lo primero que se acordó fue que la biblioteca llevaría por nombre “Tomás Hernández Franco”, para de esa manera honrar la memoria del eximio poeta, nativo de Tamboril, autor del poema Yelidá y uno de los más brillantes exponentes de la literatura dominicana. En tal virtud, al recién fundado comité se le llamó Comité pro - Fundación Biblioteca Municipal “Tomás Hernández Franco”.
Si bien en el momento de su formación, casi una decena de personas participaron en los encuentros iniciales, el comité definitivo, y que logró materializar el tan anhelado sueño, estuvo compuesto por el entonces director de la escuela urbana “Sergio Hernández”, profesor Basilio Caba Ramos, quien lo presidió, el arquitecto Eduardo Peña (tesorero), los profesores Domingo Caba Ramos, Alcides Ventura y Juan Guichardo, así como el periodista Nicolás Santos (secretario de actas y correspondencias) y el comerciante José Luis Deschamps. Muy pocos grupos humanos habían trabajado con igual pasión, entusiasmo, responsabilidad y transparencia como lo hicieron los integrantes de este Comité o fundadores de la Biblioteca Municipal “Tomás Hernández Franco”.
Esta labor de educación sirvió para que el autor de Yelidá dejara de ser un ignorado en su tierra natal y para que los tamborileños comenzaran a citarlo con orgullo , y conocieran la trayectoria literaria de su insigne compueblano.
Y conviene resaltar, igualmente, el significativo aporte del médico y destacado pintor Francisco Grullón (Pepe), consistente en la pintura del retrato de Tomás Hernández Franco. Se trató este de una valiosa y bien lograda obra de arte que con fines ilustrativos se fijó en una de las paredes interiores del local. Aparte de la indiscutible importancia que como obra artística posee, dicho cuadro alcanzó mayor significación, si se toma en cuenta que su autor se ofreció voluntariamente para pintarlo, vale decir, nadie del Comité se lo solicitó. Ojalá que aún se conserve y no se haya desaparecido, como desafortunadamente me informaron recientemente.
El Ayuntamiento, con Julio Rosario Comprés a la cabeza, le cedió al comité el antiguo local que había servido de estación al ferrocarril central, para que allí funcionara la biblioteca. Este funcionario, además de su apoyo decidido al proyecto de fundación del centro bibliotecario jamás se le ocurrió ejercer su autoridad para controlarlo, politizarlo e irrespetar su autonomía , durante el tiempo en que el comité fundador lo dirigió. Lo mismo que Julio, también supieron respetar la autonomía de la biblioteca dos de los tres síndicos que llegaron luego.
El periódico LA INFORMACIÓN, con justicia debemos destacarlo, desempeñó un rol de primerísima importancia en la captación de recursos para nuestro proyecto. A su director en ese momento, periodista Miguel Franjul, lo designamos padrino del comité. Un enjundioso y persuasivo editorial escrito por este conmovió la conciencia de los ejecutivos de las empresas Cemento Cibao, Casa Haché, SADOSA y la Asociación de Ferreteros del Cibao (ADEFECI), originando que estos aportaran todo el material requerido para acondicionar el local. De esta manera se logró que el sábado 26 de enero de 1990 (Día de Duarte), en un grandioso, masivo e inolvidable acto, quedaran, ¡por fin!, abiertas las puertas de la Biblioteca Municipal “Tomás Hernández Franco”, la biblioteca que tanto deseaba y necesitaba el pueblo de Tamboril.
Una vez fundada, nada satisfacía más que ver a decenas de ciudadanos leyendo la prensa diaria y a cientos de estudiantes consultando en los más de tres mil volúmenes que logramos recaudar. A partir de este acontecimiento, el comité fundador se trasformó en Comité de Apoyo. A uno de sus integrantes, el profesor Alcides Ventura, se le asignó la responsabilidad de dirigir la biblioteca de manera gratuita. Solo de Baby Caraballo, en los primeros años, recibía un pequeño aporte para fines de dieta.
Debido a nuevos compromisos contraídos y/o al desplazamiento a otros lugares de una parte representativa de sus miembros, el Comité de Apoyo se disolvió y, en tal virtud, la biblioteca pasó a ser dirigida por el ayuntamiento tamborileño, a través de su departamento de cultura. Con este cambio de dirección, la vida de esta institución también cambió: la mayor parte de los libros que dejamos desaparecieron, la sala de lectura casi siempre permanece vacía, se realizan en ella actividades de tintes políticos e incompatibles por completo con un recinto bibliotecario, tales como reuniones partidarias,, entrega de tarjetas de solidaridad y hasta la ya referida pintura - retrato del poeta que lleva el nombre de la biblioteca , dicen que también desapareció.