Por: Domingo Caba Ramos.
(Publicado en fecha 2 de julio del 2019)
Hasta el año 1990, en el municipio de Tamboril nunca existió una biblioteca
pública en la que estudiantes y demás ciudadanos se dieran cita a escuchar una
charla, realizar una tertulia literaria, leer un periódico o consultar un
libro. Solo en un estrecho espacio de la primera planta del ayuntamiento local
había un tramo en el que descansaban no más de cincuenta libros desactualizados,
tramo al que por no existir otro nombre todos lo llamaban o identificaban con el
inmerecido nombre de biblioteca.
No faltaron, sin embargo, los intentos de personas que, constituidas en comités, realizaron una que otra reunión, con miras a discutir y trazar posibles planes encaminados a fundar tan importante institución; pero por una u otra razón, tales intentos se quedaron en las buenas intenciones, esto es, no se materializaron.
Merced a esa realidad, al final de 1989 surgió un nuevo comité, esta vez con propósitos más definidos y más firme decisión, que acto seguido empezó a crear conciencia, coordinar voluntades y captar recursos materiales con el fin de convertir en hecho el tan educativo y cultural proyecto : fundar una biblioteca de carácter público o municipal.
Lo primero que se acordó fue que la biblioteca llevaría por nombre “Tomás Hernández Franco”, para de esa manera honrar la memoria del eximio poeta, nativo de Tamboril, autor del poema Yelidá y uno de los más brillantes exponentes de la literatura dominicana. En tal virtud, al recién fundado comité se le llamó Comité pro - Fundación Biblioteca Municipal “Tomás Hernández Franco”.
Si bien en el momento de su formación, casi una decena de personas participaron en los encuentros iniciales, el comité definitivo, y que logró materializar el tan anhelado sueño, estuvo compuesto por el entonces director de la escuela urbana “Sergio Hernández”, profesor Basilio Caba Ramos, quien lo presidió, el arquitecto Eduardo Peña (tesorero), los profesores Domingo Caba Ramos, Alcides Ventura y Juan Guichardo, así como el periodista Nicolás Santos (secretario de actas y correspondencias) y el comerciante José Luis Deschamps. Muy pocos grupos humanos habían trabajado con igual pasión, entusiasmo, responsabilidad y transparencia como lo hicieron los integrantes de este Comité o fundadores de la Biblioteca Municipal “Tomás Hernández Franco”.
Como Tomás Hernández Franco Franco (1904 – 1952), hasta ese momento, ciertamente
era un ser desconocido en el pueblo que lo vio nacer, para justificar el nombre
del centro bibliotecario en proceso de formación, el comité fundador desarrolló
una intensa labor de difusión acerca de la vida y obra del destacado escritor.
Esa campaña de difusión se desarrolló
durante todo el año previo (1989) a la
inauguración de la biblioteca , mediante la publicación de artículos en la
prensa nacional, así como a través de charlas dictadas en el mismo municipio, y
en las que participaron expositores locales, de Santiago, Moca y Santo Domingo.
Para este fin, se aprovechó la fecha aniversaria del nacimiento (29 de abril)
del autor de Yelidá, y se organizó un
ciclo de conferencias denominado “Una
semana con Tomás Hernández Franco”, del 24 al 29 de abril del antes citado año.
En ese ciclo de conferencias magistrales,
memorables fueron las disertaciones de los afamados intelectuales mocanos,
doctores Julio Jaime Julia (Q.E.P.D.) y Bruno Rosario Candelier, así como la
leída por la profesora y poetisa tamborileña, Elsa Brito de Domínguez. Jaime
Julia, por ejemplo, leyó la conferencia titulada “Tomás Hernández Franco en el
recuerdo” (28- 4 -1989). Al día siguiente, a mí me correspondió
disertar sobre el tema “Presencia de
Tamboril en las obras de Tomás Hernández Franco”.
Esta labor de educación sirvió para que el autor de Yelidá dejara de ser un ignorado en su tierra natal y para que los tamborileños comenzaran a citarlo con orgullo , y conocieran la trayectoria literaria de su insigne compueblano.
Esta labor de educación sirvió para que el autor de Yelidá dejara de ser un ignorado en su tierra natal y para que los tamborileños comenzaran a citarlo con orgullo , y conocieran la trayectoria literaria de su insigne compueblano.
El comité cada vez iba concitando la confianza y el apoyo del pueblo. Todos
confiaban en el trabajo incondicional de cada uno de sus miembros. Cada
munícipe aportaba lo que podía. Uno daba una silla, otro un libro, otro un
escritorio, otro un anaquel, otro colaboraba con la mano de obra, etc. En
cuanto al sector comercial, ninguno de sus miembros desoyó nuestro llamado. En
este ámbito vale resaltar el papel asumido por el empresario Baby Caraballo a
quien con justicia debemos reconocer como nuestro principal soporte. Él supo
colaborar antes, durante y después de inaugurada la obra.
Y conviene resaltar, igualmente, el significativo aporte del médico y destacado pintor Francisco Grullón (Pepe), consistente en la pintura del retrato de Tomás Hernández Franco. Se trató este de una valiosa y bien lograda obra de arte que con fines ilustrativos se fijó en una de las paredes interiores del local. Aparte de la indiscutible importancia que como obra artística posee, dicho cuadro alcanzó mayor significación, si se toma en cuenta que su autor se ofreció voluntariamente para pintarlo, vale decir, nadie del Comité se lo solicitó. Ojalá que aún se conserve y no se haya desaparecido, como desafortunadamente me informaron recientemente.
El Ayuntamiento, con Julio Rosario Comprés a la cabeza, le cedió al comité el antiguo local que había servido de estación al ferrocarril central, para que allí funcionara la biblioteca. Este funcionario, además de su apoyo decidido al proyecto de fundación del centro bibliotecario jamás se le ocurrió ejercer su autoridad para controlarlo, politizarlo e irrespetar su autonomía , durante el tiempo en que el comité fundador lo dirigió. Lo mismo que Julio, también supieron respetar la autonomía de la biblioteca dos de los tres síndicos que llegaron luego.
El periódico LA INFORMACIÓN, con justicia debemos destacarlo, desempeñó un rol de primerísima importancia en la captación de recursos para nuestro proyecto. A su director en ese momento, periodista Miguel Franjul, lo designamos padrino del comité. Un enjundioso y persuasivo editorial escrito por este conmovió la conciencia de los ejecutivos de las empresas Cemento Cibao, Casa Haché, SADOSA y la Asociación de Ferreteros del Cibao (ADEFECI), originando que estos aportaran todo el material requerido para acondicionar el local. De esta manera se logró que el sábado 26 de enero de 1990 (Día de Duarte), en un grandioso, masivo e inolvidable acto, quedaran, ¡por fin!, abiertas las puertas de la Biblioteca Municipal “Tomás Hernández Franco”, la biblioteca que tanto deseaba y necesitaba el pueblo de Tamboril.
Y conviene resaltar, igualmente, el significativo aporte del médico y destacado pintor Francisco Grullón (Pepe), consistente en la pintura del retrato de Tomás Hernández Franco. Se trató este de una valiosa y bien lograda obra de arte que con fines ilustrativos se fijó en una de las paredes interiores del local. Aparte de la indiscutible importancia que como obra artística posee, dicho cuadro alcanzó mayor significación, si se toma en cuenta que su autor se ofreció voluntariamente para pintarlo, vale decir, nadie del Comité se lo solicitó. Ojalá que aún se conserve y no se haya desaparecido, como desafortunadamente me informaron recientemente.
El Ayuntamiento, con Julio Rosario Comprés a la cabeza, le cedió al comité el antiguo local que había servido de estación al ferrocarril central, para que allí funcionara la biblioteca. Este funcionario, además de su apoyo decidido al proyecto de fundación del centro bibliotecario jamás se le ocurrió ejercer su autoridad para controlarlo, politizarlo e irrespetar su autonomía , durante el tiempo en que el comité fundador lo dirigió. Lo mismo que Julio, también supieron respetar la autonomía de la biblioteca dos de los tres síndicos que llegaron luego.
El periódico LA INFORMACIÓN, con justicia debemos destacarlo, desempeñó un rol de primerísima importancia en la captación de recursos para nuestro proyecto. A su director en ese momento, periodista Miguel Franjul, lo designamos padrino del comité. Un enjundioso y persuasivo editorial escrito por este conmovió la conciencia de los ejecutivos de las empresas Cemento Cibao, Casa Haché, SADOSA y la Asociación de Ferreteros del Cibao (ADEFECI), originando que estos aportaran todo el material requerido para acondicionar el local. De esta manera se logró que el sábado 26 de enero de 1990 (Día de Duarte), en un grandioso, masivo e inolvidable acto, quedaran, ¡por fin!, abiertas las puertas de la Biblioteca Municipal “Tomás Hernández Franco”, la biblioteca que tanto deseaba y necesitaba el pueblo de Tamboril.
Al acto
asistieron todos los sectores representativos del municipio. También intelectuales,
empresarios y comunicadores de la ciudad de Santiago de los Caballeros, así como una nutrida
representación de tamborileños ausentes radicados en la Ciudad Capital, entre estos,
familiares del poeta que lleva el nombre de la biblioteca inaugurada.
Una vez fundada, nada satisfacía más que ver a decenas de ciudadanos leyendo la prensa diaria y a cientos de estudiantes consultando en los más de tres mil volúmenes que logramos recaudar. A partir de este acontecimiento, el comité fundador se trasformó en Comité de Apoyo. A uno de sus integrantes, el profesor Alcides Ventura, se le asignó la responsabilidad de dirigir la biblioteca de manera gratuita. Solo de Baby Caraballo, en los primeros años, recibía un pequeño aporte para fines de dieta.
Debido a nuevos compromisos contraídos y/o al desplazamiento a otros lugares de una parte representativa de sus miembros, el Comité de Apoyo se disolvió y, en tal virtud, la biblioteca pasó a ser dirigida por el ayuntamiento tamborileño, a través de su departamento de cultura. Con este cambio de dirección, la vida de esta institución también cambió: la mayor parte de los libros que dejamos desaparecieron, la sala de lectura casi siempre permanece vacía, se realizan en ella actividades de tintes políticos e incompatibles por completo con un recinto bibliotecario, tales como reuniones partidarias,, entrega de tarjetas de solidaridad y hasta la ya referida pintura - retrato del poeta que lleva el nombre de la biblioteca , dicen que también desapareció.
Esta es la historia verdadera
acerca de la fundación y funcionamiento inicial de la Biblioteca Municipal
“Tomás Hernández Franco”. Sirva la misma como el más autorizado mentís por
si alguien, en el futuro, ya sea por ignorancia u oculta intención, intenta
distorsionarla o contarla a su manera ; para fiel o veraz conocimiento de las
nuevas generaciones de la llamada Pajiza Aldea, para que conste como el más
auténtico documento para la historia cultural del pueblo de Tamboril y porque
en apego a la verdad histórica, los hechos siempre deben relatarse tal como
sucedieron.
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