Por : Domingo Caba Ramos
Trabajamos juntos, hace ya muchos
años, y fue mi jefa inmediata durante casi dos décadas: yo, como maestro de
Lengua Española y Literatura en el Liceo Nocturno «Tamboril», y ella, como
directora de dicho centro educativo, el primero de este municipio en su grado, y del cual fue fundadora. Siempre amable, trato respetuoso y con su
eterna sonrisa a flor de labios, nunca la vi molesta. Nunca la escuché
elevándole el tono ni “hablándole mal” a nadie en señal de enfado o braveza.
Nunca la escuché murmurando o criticando destructivamente a nadie.
Me atrevo a decir que se trata de uno de los
más sanos y nobles seres que he tratado en toda mi vida. Por esa razón, ante su
lamentable fallecimiento, ningún cura o predicador tendrá que desearle aquello
de que « ¡Dios la acoja en su santo seno…!», ya que ese santo lugar, durante su
permanencia aquí en la Tierra, ella supo ganárselo y reservarlo.
¡Que en paz descanse en tu eterno y
celestial refugio, mi querida Haydee Martínez!
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