domingo, 3 de mayo de 2020

INFRAESTRUTURAS: UN LIBRO CUYA LECTURA VALE LA PENA.




Por : Domingo Caba Ramos
(Al Ing. Víctor Polanco)


Mi gran amigo Víctor Polanco, hoy exitoso ingeniero civil, es un tamborileño, otrora superestrella, no solo de la exitosa y temible selección municipal de su pueblo durante las décadas  70/80, sino también selección provincial (Santiago), selección regional (Cibao) y selección nacional. A pesar del perfil numérico de su formación profesional, Víctor es muy aficionado  a la lectura. Por esa razón, con él, además de cálculos, diseños, topografía, Geología, estructuras físicas, y otros aspectos afines a su carrera, se puede hablar de historia, literatura, política, deportes y otros temas del saber humanístico.

Una noche cualquiera del recién pasado mes de diciembre,  se presentó a mi casa y me sorprendió con el mejor regalo que al final del año recibí con motivo de Navidad: el libro “Infraestructuras: Las bases físicas del desarrollo dominicano”, del destacado historiador, Dr. Frank Moya Pons. Con la puesta en circulación de este valiosísimo texto, el Grupo Empresarial Estrella, en Santiago de los Caballeros, celebró (nov. 2019) sus treinta y cinco(35) años de trayectoria en el sector construcción del país.

Pedro Delgado Malagón, al presentar el libro, resaltó que sus páginas recogen una síntesis histórica y fotográfica de las principales instalaciones y obras construidas en la República Dominicana desde 1853 hasta 2018, y que este enfoca su atención en la ejecución de grandes proyectos: ferrocarriles, carreteras, autopistas, avenidas, caminos vecinales, puentes, muelles, aeropuertos, hidroeléctricas, canales de irrigación y urbanizaciones. Una historia del desarrollo, construcción e implantación de las infraestructuras fundamentales que explican el desarrollo dominicano.

El  libro vale no solo por la relación que nos presenta acerca de las infraestructuras básicas ya señaladas, sino además por el contexto histórico – cultural en el que esa síntesis  se inscribe. Como parte de este contexto, el autor  presenta una serie de informaciones que por raras, desconocidas y no menos curiosas, atrapan grandemente la atención del lector. Entre otras, conviene citar las siguientes:

                                                                                   Bueyes de monturas y de cargas (1912)

·         - Hasta el 1917, la falta de caminos y carreteras en el país, aparte de obstaculizar el aprovechamiento de los recursos naturales y el crecimiento de las fuerzas productivas, dificultaba también el desplazamiento de los dominicanos de un lugar a otro. “Los caminos existentes – apunta el autor – no pasaban de ser meros senderos aptos para el paso de animales de montura y carga. De ahí que trasladarse de la capital a Santiago tardaba tres (3) días y dos (2) noches siempre que no hubiera lluvia; de Bonao a La Vega, siete (7) horas y otras tres (3) horas consumía el viaje de La Vega a Santiago. El traslado de un pueblo a otro se hacía a lomo de caballo, como bien lo describe Tulio Manuel Cestero, autor de la novela La sangre, quien en 1900 emprendió un viaje a caballo capital – Cibao, que duró días, moviéndose entre montes, breñales y lodazales hasta llegar a La Vega. Después que  aquí llegó, Cestero relata lo siguiente :

De Santo Domingo hasta La Vega, el camino es un solo pantano; no caminaban veinte pasos las bestias sin atravesar charcos, verdaderos arroyos de lodo, en los cuales el animal se sumerge hasta la barriga y sale gracias a la voluntad de las bestias criollas, a la espuela y los gritos del jinete…


                                      Los caballos, mas  que caminar, nadaban en medio del lodo (1918)

- A partir de 1896, año en que se inauguró en Santo Domingo la primera planta eléctrica del  país, los ayuntamientos de las ciudades más grandes, Santiago entre ellas, optaron por instalar sus propios sistemas de alumbrado eléctrico. Para economizar combustible, esos organismos  municipales formalizaron la costumbre de dejar sin energía el alumbrado público durante las noches de luna llena, es decir, en lugar de utilizar luz eléctrica, los funcionarios  preferían que los ciudadanos se alumbraran con la luz de la luna. ¡Qué les parece!

·        -  En 1915, el ingeniero Louis Bogaert, de origen belga, estando en Mao, concibió la idea de construir un sistema de riego para irrigar las tierras que podían ser dedicadas a la agricultura. Tiempo después obtiene en el sector Hatico, de este municipio, para desarrollar su proyecto agrícola, la cantidad de 8,640 tareas de tierra a precios que oscilaban entre 25 y 50 centavos la tarea. Y es aquí donde en mayo de 1918 inicia la construcción del canal concebido, logrando que a través de este llegara agua por primera vez a la referida comunidad, el 28 de diciembre de ese mismo año, casi a la media noche. La sorpresa y la curiosidad no pudieron ser más impactantes. Se cuenta que hasta allí (Hatico) acudió todo el pueblo de Mao con jachos, cuaba y velones encendidos a contemplar el agua que fuía no desde las nubes, sino a través del recién terminado y extraño canal.

Un dato que resalta en el texto que nos ocupa es que si bien Cristóbal Colón descubrió la isla de Santo Domingo el 5 de diciembre de 1492 durante su primer viaje al continente americano, no fue si no hasta el año 1922 cuando empezaron a inaugurarse las primeras carreteras en el territorio dominicano.

Curiosidades o extrañas realidades como las antes presentadas, sumadas a los datos que conforman el tejido conceptual central de este importante libro de Frank Moya Pons, le imprimen a “Infraestructuras  un  innegable y  trascendental valor que habrá de catapultarlo como una fuente obligada de consulta en la bibliografía histórico – cultural de la República Dominicana.




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