Por: Domingo Caba Ramos
En el plano
de la significación, los conceptos de crónica, relato y cuento tienden a
confundirse. Merced a esta confusión, se entiende que tales térmicos entrañan
siempre un mismo significado; pero no es así. Se trata de subgéneros narrativos
cuyas fronteras formales y temáticas, en ocasiones se tornan un tanto borrosas.
Cualquier
diccionario de literatura, así como el de la lengua española (DRAE) nos dirá
que relato es una narración, vale decir, la
«Exposición coherente de una serie hechos reales o fingidos...». De
semejante definición, obviamente, se infiere que si bien toda narración, como
el cuento y la crónica, es siempre un relato, no todo relato alcanza la
categoría de los precitados subgéneros literarios.
Mientras en el cuento priman los asuntos
altamente imaginativos, simbólicos o ficcionales, en la crónica prevalece lo
referencial, lo concreto, la realidad exterior, toda vez que en ella se narran
acontecimientos en su sucesión cronológica o temporal. Como su nombre lo indica, la crónica da cuenta del
transcurrir del tiempo en un espacio determinado. Ofrece continuas referencias
al espacio y al tiempo en que se sitúan los hechos.
En sus orígenes, la crónica nace con una intención
eminentemente historicista y, si se quiere, didáctica: transmitir datos históricos
a las futuras generaciones (crónica histórica). Baste solo pensar en el famoso Diario de navegación, de Cristóbal
Colón, y todas las crónicas de indias de la época del descubrimiento de América.
La crónica histórica da paso a la periodística y esta, a la literaria o crónica
de ficción, entre cuyos cultivadores en la historia universal de la literatura,
no es posible dejar de citar a Gabriel García Márquez con su muy leída obra Crónica de una muerte anunciada. Esta
forma de expresión la adquirió la crónica cuando al testimonio, vivencias o
experiencias reales se le añadieron recursos propios de la ficción.
Para Juan Villoro Ruiz (1956) destacado escritor, narrador y
periodista mexicano, «la crónica es el ornitorrinco de la prosa…», por cuanto, según él, se trata de un
subgénero épico en el cual confluyen rasgos de otras clases de textos
literarios y periodísticos. «El
cronista – a su decir -
utiliza elementos de la imaginación y el
reportaje para construir su texto. La verdad y la fantasía son sus dos
principios, uno para narrar fielmente lo que ocurrió, otro para imprimirle un
toque emocionante que conmueva la sensibilidad del lector o despierte en estas
sensaciones y sentimientos…»
En la literatura contemporánea dominicana, el cultivo de la
crónica literaria ha estado brillando por su ausencia, razón por la cual
igualmente escasean obras del calibre de Cosas
añejas (1891), de César Nicolás Penson (1851 – 1901) y Narraciones dominicanas (1946), de Manuel de Jesús Troncoso de la
Concha (1878 – 1955). Sin embargo, no
obstante esa notoria desafición, en la nueva cosecha de narradores locales abundan
los que como el escritor tamborileño, Johan Rosario, han optado por convertir
el precitado subgénero narrativo en su quehacer escritural por excelencia. El
libro que el lector tiene en sus manos, Mi
mejor historia, constituye la más
fehaciente muestra. Pero no solo este. Mi
mejor historia es el resultado de una selección de textos pertenecientes a
otros de sus libros de la misma línea o naturaleza publicados en años anteriores:
Restos del corazón (2005), Amores que matan (2009) y Al otro lado (2018)
No se trata, Mi mejor
historia, en puridad de verdad, de un libro de cuentos, por lo que acerca
de este ya antes se había dicho. Los veintiséis textos que lo conforman, entre
los que podemos encontrar cuatro narraciones inéditas, por sus características,
se inscriben en el género de la crónica. En ellos, el narrador cuenta la
historia, ya sea porque a él se la refirieron o porque en ella participó como
testigo o protagonista. Aunque envueltos en el manto de la fantasía y adornados,
en su forma expresiva, con recursos propios de la imaginación, en los hechos
contados predomina el elemento vivencial, testimonial y la referencia
estrechamente vinculada a la realidad.
Con las palabras del precitado Juan Villoro, debemos decir
que en Mi mejor historia, la verdad y
la fantasía se entrecruzan para engalanar la realidad con el traje de la
imaginación.
Real es el marco espacial donde ocurren la mayor parte las historias relatadas (Tamboril), y reales,
no fantásticos, son muchos
de los personajes, instituciones y lugares de la realidad tamborileña
que en la obra se mencionan : el limpiabotas del pueblo, Marusa; el empanadero
del pueblo, Cáñamo; el deportista del pueblo, Tule; la iglesia del pueblo, San
Rafael; la vía pública del pueblo, carretera Peña y las instituciones
educativas del pueblo, Escuela «Sergio Hernández» y Liceo «Braulio Paulino»,
entre otros. Y muy real es la crónica – homenaje que escribió el autor con
motivo del sentido fallecimiento de quién él considera su maestro periodístico:
su admirado y exdirector del vespertino El Nacional: Radhamés Gómez Pepín
Los límites entre cuento y crónica, vale reiterarlo, por
momentos se tornan difusos. Por eso no ha de extrañar el hecho de que en
algunos de los relatos contenidos en Mi
mejor historia , el autor suele
coquetear un poco con la estructura del
cuento, y como si de un cuento se
tratara la crónica, como bien lo recomendaba el Maestro (Juan Bosch), la inicie con el protagonista en acción :
«Bostezando, cruzó el
marchito enredado de uvas que separaba el zaguán del jardín. Se sentó en un
banco de madera despellejada y comenzó a leer. Sostenía entre sus manos un
diario. Era el diario de su padre…» (El diario, p.26)
Johan Rosario es un joven periodista y escritor nativo de
Tamboril quien a muy temprana edad dio muestras de su sensibilidad literaria e inclinación
hacia el mundo de las letras, y es por ello que siendo aún un adolescente nos
encontramos con él publicando artículos en la revista El tamborileño y en los periódicos El Siglo y La Información y
El Nacional. En Nueva York, donde en el 2002 pasó a residir, funda
la Revista Latina (2006) y en Supercanal Caribe produce un espacio semanal
llamado “La Hora Latina“
Completando
su ficha, resta anotar que Johan Rosario cursó estudios de Negocios
Internacionales en la Universidad Tecnológica(UNITEC) y un posgrado en Alta
Dirección de Personal en la Universidad Barna Busines School, República
Dominicana. Es presidente del grupo corporativo Salud Dominicana, el cual ha
sido objeto de numerosos reconocimientos internacionales. Con distinciones
parecidas, igualmente fue reconocido su trabajo periodístico en los años en que
de manera habitual ejerció esta muy significativa labor profesional.
Las responsabilidades
o compromisos empresariales de este autor, de ningún modo han influido para que
su producción bibliográfica se detenga o concluya. Todo lo contrario, su
quehacer escritural continúa en ascenso como lo demuestra este puñado de
emotivas vivencias reunidas bajo el genérico nombre Mi mejor historia. Vivencias magistralmente recreadas por la pluma
de quien ha hecho de la crónica su canal predilecto para contar historias y
recoger los acentos que vagan en cada momento y entorno social donde comparten o
interactúan tipos humanos. Por eso el prologuista espera que el lector pueda
disfrutar plenamente cada relato y trasladarse, virtualmente, junto al autor a
cada uno de esos entornos vivenciales y con inevitable emoción pueda de esa
manera percibir los ecos y acentos que allí vagan y rondan.
(*) – Texto del prólogo al libro Mi
mejor historia, publicado en el Club Casino Primavera, del municipio del Tamboril, el 23 de octubre del
2022.
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