Por : Domingo Caba Ramos
(Consideraciones sobre el español de América)
“Pero a los bárbaros se les caían de las botas, de las
barbas, de los yelmos, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras
luminosas que se quedaron aquí resplandecientes… el idioma. Salimos perdiendo…
Salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro… Se llevaron todo y
nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras”
(Pablo Neruda)
El 3 de agosto de 1492, un grupo de expedicionarios
españoles, representando a los Reyes Católicos y capitaneados por Cristóbal
Colón ( 1451 – 1506 ), partieron del puerto Palos de Moguer, iniciando así una
larga ruta cuyos propósitos
originales nada tenían que ver con el descubrimiento, conquista y colonización
de un nuevo mundo.
La
expedición, llevada a cabo en tres naves, llegó a una isla del Mar Caribe,
Guanahaní, el 12 de octubre de 1492, materializándose de esa manera uno de los
acontecimientos de mayor trascendencia en la historia de la humanidad : el
descubrimiento de América, merced al cual se produjo, como la ha denominado
José Juan Arrom, «la otra hazaña de Colón”, considerada por Francisco López de Gómera,
como “La mayor cosa después de la criación del mundo, sacando la
encarnación y muerte del que lo crio…”
Esa “otra hazaña de Colón”, al
decir del ya citado investigador y laureado escritor cubano, consistió en
llevar la lengua española a las nuevas tierras descubiertas. De ahí que
considere, con sobradas razones, que la travesía del veterano y aventurero
marinero de origen italiano, más que el viaje del descubrimiento fue “el
viaje de la lengua”
La famosa
empresa colombina no sólo nos puso en contacto con un nuevo espacio geográfico,
sino que dio lugar al nacimiento de una nueva lengua: el español de
América, variante dialectal que al decir del respetado maestro y
brillante lingüista dominicano, doctor Celso Benavides, «comenzó a
formarse a partir de 1492 en que se produjo el descubrimiento. Es el resultado
de la colonización; una mezcla del español con las lenguas aborígenes del
continente y en algunos casos con algunas lenguas africanas. Coincide con aquel
– aclara Benavides – en todos los rasgos centrales del castellano, pero se
aparta de él, en cada pueblo, en los rasgos marginales y no pertinentes para la
uniformidad…» (Fundamentos de historia de la lengua española, 1986,
Pág.272)Para un mejor estudio del desarrollo histórico del
español de América conviene insertar esta modalidad dialectal en el contexto
lingüístico en el que esta se
inscribe: el español peninsular. En virtud de este criterio, el
español de América, más que una lengua general, se nos presenta como un
dialecto o, en términos más específicos, como la variante dialectal con que se
intercomunican y comprenden los pueblos hispanoamericanos.
Su origen histórico, como ya hemos señalado, se
remonta al mismo instante en que Colón descubre el continente americano, vale
decir, se inicia con la conquista y colonización del Nuevo Mundo. En sintonía
con esta idea, el profesor Arrom, en su ensayo “La otra hazaña de
Colón” (1979), apunta lo siguiente:
« Pero vista desde una perspectiva americana, la
gesta de Colón cobra un sentido distinto e invita a otro género de
esclarecimientos y revelaciones. Por de pronto, para quienes hemos nacido y
crecido en estas tierras por él descubiertas, su viaje, es el viaje de la
lengua…» (Pág. 7)
Y más adelante amplía:
« Las impresiones que le causan el paisaje y
los hombres que súbitamente aparecen ante sus sorprendidas pupilas las fue
asentando en su Diario de a bordo, no en el dialecto el genovés que habló en su
infancia, ni en el idioma portugués que aprendió en su juventud, sino en la
lengua española que adquirió durante su larga espera en Castilla y Andalucía.
En lengua española hablaban los tripulantes de las tres carabelas. Y es una
palabra española la primera que hiende el aire dormido de la madrugada del 12
de octubre: ¡Tierra!» (Pág. 8)
Y en cuanto al código empleado por el autor del “Diario
de navegación” para describir el paisaje americano, el lingüista y
antropólogo antillano enfatiza que:
«De ese modo, entendiendo cada vez más el habla
dulce ‘y mansa y siempre con risa’ de los taínos, Colón resuelve el problema de
expresar en una lengua europea los rasgos de la realidad americana. Mediante
esos procedimientos sienta las bases de un idioma más extenso y preciso con
sonoridades autóctonas, con algo de perfume a flor, el sabor a fruta y el
frescor de los árboles cuyos nombres tanto había deseado conocer. Y
esa
Lengua – puntualiza Arrom
– enriquecida y elaborada artísticamente a lo largo de casi cinco
siglos, es a la que hoy llamamos el español de América…» (Págs. 24/26)
Quizás no exista otra variante dialectal que como el
español de América haya sido objeto de tantos estudios dentro y fuera del mundo
hispanohablante. Talvez no encontremos otra modalidad lingüística acerca de la
cual se hayan formulado tantas teorías y juicios contrapuestos. No obstante
esta realidad, el destacado investigador y lingüista mexicano, Juan M. Lope
Blanch (1927/2002), considera que el español de América continúa siendo “un
ilustre desconocido…”
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