sábado, 11 de abril de 2009

EL VIAJE DE LA LENGUA
(Apuntes sobre el español de América)

- Cuarta parte –

« Salimos perdiendo, salimos ganando… Se llevaron el oro, nos dejaron el oro… Se llevaron todo y nos dejaron… Nos dejaron la palabra»

(Pablo Neruda)

El doctor Germán De Granda Gutiérrez, consagrado investigador y Profesor Emérito de la Universidad de Valladolid, si bien coincide con Guitarte en situar un período de origen, propone otros diferentes:
1. Período de transición.
2. Período de cristalización
3. Período de consolidación

Para cada uno de estos estadios, De Granda establece límites cronológicos.

El primer período ( de origen ), según él, podría abarcar desde la llegada de Colón (1492) hasta 1535-1543, por ser esta la época en que se constituyen los virreinatos de México ( 1535) y Perú (1543) El segundo podría ir de 1543 hasta fines siglo XVI. El tercero abarcaría todo el siglo XVII, y el último se extendería hasta el final de la época colonial.

Después de presentar estos límites temporales, De Granda pasa a describir los rasgos característicos de cada período.

El período de origen se caracteriza por la no institucionalización de la conquista y colonización del territorio americano. A Colón – señala el connotado lingüista español – le fracasó el modelo de organización conocido como Factoría Colombina, hecho este que dio lugar a un estado general de libertinaje socioeconómico denominado o descrito por Guitarte como “ El período de la conquista individual” En esta etapa – sostiene De Granda – en el orden lingüístico va reinar la misma anarquía que existía socialmente. Ello así, porque los expedicionarios, provenientes de diferentes zonas de España, no modificaron, en el trayecto de Sevilla a Santo Domingo, los rasgos de sus respectivas hablas, originándose de esa manera todo un proceso de heterogeneidad o difusión lingüística.

En la segunda etapa se forman los virreinatos de México y Perú. Termina en esta el proceso de colonización anárquica y comienza la colonización organizada y reglamentada con el surgimiento de instituciones administrativas de tipo económico y cultural (audiencias, gobernaciones, universidades, etc.) que ponen fin a las tendencias individuales de tipo anárquico que caracterizó al período anterior. Este nuevo orden tuvo también sus repercusiones en el ámbito lingüístico, por cuanto la reglamentación social puesta en práctica hizo pensar a la élite emergente en una norma lingüística que permitiera el buen manejo de la lengua.

Apelando a la teoría de R. Le Page, este segundo período de conformación del español de América propuesto por Germán de Granda, se intentó pasar de una sociedad lingüísticamente difusa ( carencia de un ideal o modelo lingüístico a seguir ) a una sociedad focalizada ( preocupación por un ideal de lengua relacionado con una norma lingüística) Esas tendencias hacia la focalización lingüística que en esta fase empiezan a esbozarse logran su mayor repunte en el tercer período en el que van a surgir dos zonas o áreas lingüísticamente contrapuestas : una zona difusa y otra focalizada.

En el cuarto y último período, los pueblos de Hispanoamérica adquieren su personalidad socioeconómica. Se establecen aquí zonas ricas o centrales (México, Lima, Guatemala, zona alta de Ecuador) y zonas pobres o marginales (el Caribe, las Antillas, Chile, Paraguay, Argentina y Venezuela)

De Granda estima que a las zonas centrales debieron corresponder las sociedades focalizadas, caracterizadas por el uso de la modalidad lingüística del norte de España, la cual era formalizada, conservadora y gozaba de gran prestigio, mientras que las comunidades difusas coincidían con las zonas periféricas en cuyo ámbito prevalecía la modalidad sureña o meridional, la que contrario a la anterior estaba exenta de reglamentación, era no conservadora y, por ende, estigmatizada. En esta los hablantes tendían a eliminar o aspirar la /s/ implosiva o en posición final de sílaba y palabra, eliminaban la /d/ intervocálica, confundían /r/ y /l/ en posición implosiva, y eran, además, yeístas y seseantes. Estos rasgos lograron imponerse sobre los de la modalidad norteña, pasando a conformar, aunque en forma no definitiva, las características del español de América. Se trata de rasgos que identifican la lengua hablada en cada uno de los pueblos hispanoamericanos y que por ser comunes a uno y otro pueblo permiten la intercomunicación o comprensión entre los mismos.

Son estos rasgos descritos por De Granda Gutiérrez los que permiten considerar que el español de América constituye una unidad en su relación con el peninsular. Con este, la variante dialectal hispanoamericana coincide en todos los rasgos fundamentales del castellano. Sin embargo, ambas modalidades están distanciadas por rasgos diferenciales que en nada afectan su carácter unitario. Existen, igualmente, variantes internas que le restan carácter homogéneo al español americano, pero que en modo alguno dificultan o impiden la comunicación entre los hablantes del mundo hispánico, toda vez que la base común favorece el intercambio. Así parece haberlo concebido el maestro y dialectólogo antes aludido cuando al respecto sostiene que:

« Lo que podría existir es unidad en la variedad y variedad en la unidad… »

7/11/08

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