Por : Domingo Caba Ramos
El maestro, sostienen otros, debe explicar bien, guiar, ayudar y orientar
a sus alumnos. Debe proceder con plena conciencia de la delicada misión que la
sociedad puso en sus manos. Tiene que ser comprensivo, firme, atrayente, tener
claridad de espíritu, evitar imposiciones personales, ser constante,
estimulador, amar, valorizar en lugar de humillar y sentir aversión por el
alumno. Y además del qué enseñar, un buen maestro debe saber cómo enseñar la
materia que imparte.
¿Qué significa todo eso?
Que no todo el que imparte clases y posee un título pedagógico es
maestro. Que por ser así, los centros educativos, en todos los niveles, están
llenos de “enganchados” a un oficio (docente) que para desgracia de ellos el
destino puso a sus pies. Un oficio con el que no se identifican, esto es, un
trabajo que desprecian o sobre el que ninguna pasión siente y acerca del cual
solo les importa lo mucho o lo poco que por su ejecución puedan pagarles. Son
esos aparentes maestros los que dentro y fuera del aula se comportan como
cualquier cosa menos como maestros.
Merced a los rasgos antes descritos, se han establecido diferentes
tipologías de maestros, como las dos que a continuación presentamos, la primera
propuesta por Imídeo Nérici en su muy consultado libro Hacia una didáctica general
dinámica, 1973, y la segunda por Luis Alves de Mattos, en su no menos
valorado texto Compendio de Didáctica General, 1974.
Nérici, págs.
107-110, nos presenta las siguientes clases de maestros:
a) El brillante. Su único interés es brillar. Se interesa
más por el impacto que pueda causar en sus alumnos que por el progreso
académico de estos.
b) El mero profesional. Imparte clases con el único propósito de
ganarse la vida. De ahí que su ejercicio suele estar repleto de lagunas y
altibajos.
c) El displicente. Siempre está atrasado en sus obligaciones
escolares, tanto en lo que respecta al desarrollo del programa como en el
cumplimiento de las exigencias burocráticas.
d) El depresivo. Siempre está presto a destacar los aspectos negativos
de los alumnos y nunca valora los puntos positivos.
e) El poeta. De la realidad de sus alumnos y de las condiciones
de la enseñanza siempre luce distante. Todo lo mira a través del cristal de la
fantasía.
f) El desconfiado. En todas las manifestaciones de los alumnos ve
mala intención o las considera acciones dirigidas contra su dignidad y su
persona.
g) El educador. Es el maestro ideal. «Es el que estimula y orienta. Prepara para la investigación,
despierta curiosidad, desenvuelve el espíritu crítico, invita a la superación y
muestra los valores de la cultura. Es el que orienta por la convicción, por la
persuación,por el ejemplo, y nunca por la distancia, la indiferencia o los
caprichos»
Con el subtítulo de Aberraciones en la personalidad del profesor, Luis
Alves de Mattos, en su antes citado
texto, p.294, propone doce clases de maestros, acerca de los cuales afirma que «constituyen evidentes negaciones de la auténtica personalidad docente»,
categorías cuya presencia fácil resulta
encontrarla en todos los niveles de
enseñanza, pero muy especialmente en las aulas universitarias. Entiende A. de
Matos que entre los maestros que imparten clases en los diferentes grados
académicos se encuentran :
1) El tipo introvertido y hermético, 2) El tipo nervioso y
desconfiado,3) El tipo indeciso y confuso, 4) El tipo incoherente y
contradictorio, 5) El tipo colérico y explosivo, 6) El tipo irónico y mordaz,
7) El tipo injusto, mezquino y vengativo, 8) El tipo vanidoso, arrogante, prepotente,
desdeñoso y presuntuoso, 9) El tipo cursi y donjuanesco,10) El tipo ingenuo, bonachón e indulgente,11) El tipo sentimental y quejumbroso, 12) El tipo egoísta, exclusivista que demuestra
afectos y preferencias por unos alumnos y repulsión por otros.
MI TIPOLOGÌA
Aparte de la categorización docente establecida por los dos connotados
pedagogos antes citados, pienso que existen otros tipos de maestros como los
que, basado en mi experiencia docente y discente, me permito proponer a
continuación:
1) El negligente o apático. El proceso enseñanza -
aprendizaje poco le importa, y mucho menos el protagonista de este proceso: el
estudiante. Sólo le interesa el salario y los beneficios obtenidos a través del
puesto. A cumplir con su labor falta con mucha frecuencia y la impuntualidad
constituye uno de los rasgos dominantes de su gestión. Si les asigna un trabajo
a los alumnos, en vez de corregirlo, prefiere asignarles una calificación
cualquiera, y al revisar sus evaluaciones notaremos que su patrón de examen no
varía, vale decir, años tras años aplica las mismas evaluaciones. Difícilmente
compre un libro, esto es , no lee, no se actualiza, no participa en cursos, ni
asiste a actividades culturales que incidan de manera positiva en su superación
profesional, y en el ejercicio de sus funciones lo único que le interesa es que
el tiempo pase.
2) El indiferente o estoico. Su estoicismo está
presente en cada uno de sus actos y palabras. Auténtica expresión de la
postmodernidad, a este tipo de maestros nada le preocupa, nada lo atormenta,
nada le quita el sueño. Todo le da lo mismo : faltar al trabajo, llegar tarde a
este o abandonar las clases mucho antes de que termine el tiempo establecido
para su desarrollo, constituyen prácticas irregulares o inconductas docentes
que ningún pesar generan en la conciencia de este estoico enseñante. Merced a
esta concepción estoica de la vida, ante una de sus faltas cometidas, común es
escucharle decir con orgullo inocultable: « Yo hago lo que pueda», « No
hay que matarse mucho», « La vida es una», « Cumplas o no, nadie te valora ni
te toma en cuenta...,», « Hay que cogerlo suave…»
Para el Estoicismo, una de las escuelas filosóficas, la más
significativa e influyente, surgidas en Grecia a partir de la muerte de
Aristóteles (Escuelas helenísticas o posaristotélicas), la felicidad radica en
liberarse de las pasiones, en el sosiego del alma, en la indiferencia y en el
vivir conforme a la naturaleza. A tono con este planteo, el maestro estoico
parece entender que si le imprime pasión a su ejercicio docente, las conductas
resultantes de esa pasión (responsabilidad, entrega y sacrificio) lo harán
enteramente infeliz.
3) El efectista. Consiste su habilidad en generar
impresiones o efectos positivos en la mente de quien lo escucha, muy
especialmente cuando está frente a un superior o compañeros de trabajo.
Constituye este, la más fiel o genuina representación del ser “allantoso”, del
teórico, del verboso, del maestro que convencido talvez de las manchas que
oscurecen su comportamiento docente, trata de proyectar con palabras una imagen
que en nada se corresponde con la que realmente muestra en las aulas. Su
accionar, evidentemente, envuelve muchos de los rasgos del “biógrafo” y del
“vanidoso”, y su decir en relación con su hacer permite confirmar que
ciertamente “del dicho al hecho hay muchos trechos”.
4) El sádico. Por sádico se comporta como un ser
frustrado y resentido. A los alumnos los ve como sus más peligrosos enemigos y
todo lo que implique el sufrimiento de estos, a él le produce gozo y placer. De
ahí su tendencia a humillar, ironizar y hasta celebrar cuando un estudiante
emite una opinión desacertada, reprueba u obtiene bajas calificaciones. El
alumno para este tipo de maestro sólo importa en la medida en que le sirve de
instrumento para liberar o volcar en él sus frustraciones reprimidas. Y en
tanto seres frustrados, reducen en lugar de propiciar el desarrollo integral de
la personalidad del educando. Por su constante y aberrante conducta verbal, al
maestro sádico resulta fácil reconocerlo, por cuanto al dirigirse a sus alumnos
es común oírle decir frases como las siguientes:
a) «A mí nadie me pasa… » b)
«No olvides bachiller, que tú eres el huevo y yo la piedra…» c) «Tú eres un
burro…» d) «A mí de cuarenta, solo me pasan dos…» e) «Ustedes están estudiando
esta carrera, pero la mayoría de ustedes son pobres y por tanto no van a llegar
a ningunas partes» f) «Cuando
tú tengas mi nivel, entonces puedes opinar…» f.) «Quien no de para esto que
coja un pico o una pala y se vaya para Obras Públicas…» g). «No todo el mundo
nació para estudiar y usted es uno de ellos...» h) «Esta materia, solo los muy
inteligentes la pasan…» i) «Lo que usted acaba de decir es un gran
disparate, una pura porquería»
5) El biógrafo. Más que a impartir docencia, al salón de clases se
presenta con el propósito de trazar un perfil biográfico de su vida. Los
estudiantes, en tal virtud, saben hasta la hora en que se acuesta y los amores
que tuvo durante su juventud. El señor maestro, relatando siempre en primera
persona del singular, se pasa gran parte del tiempo ofreciendo a unos aburridos
y bostezadores discípulos una serie de informaciones, la mayoría de las cuales
muy poco tienen que ver con el contenido programático, y que en nada les
interesan a sus pupilos receptores. Y así lo escucharemos pregonar con euforia
incontenible:
« Yo soy licenciado en… Tengo
dos maestrías… He realizado curso de esto y de aquello… Además de maestro soy
esto y aquello… Mi padre fue fundador de esto y aquello… En la última
investidura, mi hijo mayor se graduó con honores... En mis años de estudios, yo
también me gradué con honores… Resido en un lugar de mucho prestigio… He
viajado a los siguientes países... Las autoridades de esta institución, a mí me
admiran y distinguen… He recibido los siguientes reconocimientos… »
Y así, muy entusiasmado, continuará el maestro que nos ocupa con su
relato autobiográfico, mientras sus estudiantes, en silencio y casi dormitando,
oran y ruegan a todos los santos para que tan indigerible y pesada perorata
termine de una vez y para siempre.
Todo ello significa que si bien son muchos los que
han hecho de la docencia su medio de vida , no todos están aptos o reúnen las
condiciones requeridas para ejercer una labor que si bien es la peor remunerada
y reivindicada de todas, constituye, sin embargo, uno de los más honorables y
delicados quehaceres humanísticos. Y quien no cuente con esas condiciones, en
lugar de beneficiar, lo que haría es producirle daños irreparables al alumno
que periódicamente se presenta entusiasmado al aula en busca de formación e
información. Vistas las consideraciones antes expresadas, una pregunta aflora
de inmediato a mi mente:
¿Y tú, qué tipo de maestro eres?
El autor es profesor
universitario de Lengua y Literatura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario