Por: Domingo Caba Ramos.
Gabriel García Márquez
«La verdad del cuento», posiblemente sea uno los textos menos conocidos
del laureado narrador y Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez. Nos
permitimos reproducirlo para lectura y disfrute de nuestros amables lectores:
La VERDAD DEL CUENTO
«La historia es como la cuentan, pero tiene sus variantes. Es verdad que
él hizo un agujero en la pared que separaba su alcoba del cuarto de su novia. Y
es verdad también que ella hizo un agujero, a su vez, en la pared que separaba
su alcoba del cuarto de su novio. Pero no había más que un agujero. Un agujero
común que los enamorados perforaron, no de común acuerdo, pero sí en
colaboración, y sin que tampoco esta colaboración hubiera sido acordada
previamente.
Así las cosas, un día amaneció un agujero en la alcoba de ella, a través
del cual podría vigilarse el movimiento más insignificante que él intentara en
su cuarto.
Simultáneamente - puesto que era un agujero común - igual cosa ocurrió
en el cuarto del novio. Pero como él había hecho las cosas por su propia
iniciativa, y ella a su vez, había procedido a perforar la pared medianera,
ninguno de los dos tomó precaución alguna con respecto al otro, puesto que
ambos se sentían autores de ese agujero único, indiscreto, tremendo que
vulneraba la intimidad de los cuartos respectivos.
El error de quienes cuentan la historia radica en que comienzan a
contarla como si él y ella fueran novios en el momento en que perforaron el
agujero. Y no fue así, porque ellos no se conocían, y si lo perforaron, fue
precisamente porque cada uno de ellos, por su lado, tenía interés de saber
quién vivía en el cuarto vecino.
Pocas horas después de perforado el agujero, ella sabía que su vecino
era un hombre joven. Y él, por su parte, sabía que su vecina era una mujer
joven que procedía de la puerta para adentro con la naturalidad de quien ignora
la existencia de un vecino observador. Las cosas estuvieron de esa manera
durante varias semanas. Ella llegaba temprano, apagaba las luces y se acostaba
en la oscuridad a esperar a que sonara la puerta de al lado, y después las
pisadas y se encendiera la luz. Entonces se escurría hasta el agujero y se
dedicaba a observar los movimientos de él minuciosamente hasta cuando apagaba
la luz y se metía en la cama.
La diferencia consistía en que él no acostumbraba a hacer sus
observaciones sino por la mañana, y ella por la noche. Así que ella conocía la
manera de acostarse de él, que es lo que verdaderamente vale la pena en un
hombre, y él conocía la manera de levantarse de ella, que en una mujer es lo
que verdaderamente vale la pena.
Tres semanas después de perforado el agujero se conocían entre sí, mucho
más que si hubieran tenido muchos años de casados; pero se ignoraban por
completo en la vida. Y así habrían seguido las cosas si no es porque una mañana
cuando se aplicaba a hacer sus observaciones, a ella se le ocurrió saber cómo
era él cuando se levantaba. Cuando aplicó el ojo al agujero, se encontró con el
ojo de él, y supuso avergonzada que su vecino había descubierto la clave de
todo y había tapado el agujero. El, por su parte, en el momento en que ella
acercó el ojo al agujero, supuso que era ella quien en ese preciso instante
había acabado de taparlo. Sin embargo, un momento después empezaron las dudas.
Y entonces fue cuando ambos salieron al corredor, se encontraron frente a
frente, y sin hacer ningún comentario se dieron cuenta de que en realidad
habían vivido durante varios meses en una misma pieza. Entonces hicieron lo
único sensato que podría hacerse en ese caso: se casaron y tumbaron la pared”
GABRIEL GARCIA MARQUEZ
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