Por: Héctor J. Díaz (*)
«Yo moriré, no importa. Me he dado mucho gusto,
he vivido mi vida siempre a cuerpo de rey,
ni me importa el infierno, ni del cielo me asusto,
he vivido en la Tierra como chivo sin ley.
Vendrán a mi velorio muchos nuevos cuentistas,
los poetas llorones me irán a despedir,
dos o tres prostitutas fingirán como artistas,
y exclamarán: “¡El pobre… no debió de morir!”
Me moriré una tarde, para que haya velorio,
y todos los borrachos vengan a trasnochar,
ya por la madrugada, todo será un jolgorio,
y yo en mi caja tieso, más serio que un fiscal.
Bandejas de galletas vendrán de la cocina,
para decir a todos: “Coged, tomad, venid”,
y al coger todos juntos será una tremolina,
como la más castiza del lejano Madrid.
Al venir la mañana, entierro de tercera,
para decir a todos lo pobre que morí,
un grupo de borrachos a paso de carreta,
con rumbo a Villa Duarte para salir de mí.
Quedaré allí apretado bajo la tierra dura,
mientras el alma vague hacia lejano cielo,
tanto calor que hace en esta sepultura,
y yo que en mi existencia derroché tanto hielo.
Y todo acabará: fama, belleza, gloria,
mujeres, melodías, merengues, posición,
solo seré en la tierra el recuerdo de un hombre,
que quiso en su existencia acabar con el ron »
(*) – Héctor J. Díaz (Azua, 1910- Nueva York, 1950) no solo fue un brillante locutor y un muy inspirado y destacado poeta, sino un bohemio a tiempo completo. Su vida se desarrolló en medio de versos, copas y faldas. Libre de encadenadores prejuicios o convencionalismos sociales, vivió a su manera, como le pareció, “como le dio las ganas” o al margen de toda mirada sancionadora. Y hasta su posible muerte, como se aprecia en el poema, la describió de manera muy personal. « Lo cierto es que amó furtivamente a muchas mujeres, – escribió acerca de él uno de sus biógrafos, William Mejía - y de retazos a otras tantas; a las cuales contentó o engañó de manera hasta cruel, y solo se sabe de algún caso en que pareció darle amor sincero a algunas de ellas. Lo que tampoco se puede comprobar, pues en sus años finales parecía dar al alcohol más importancia que a la vida » (Antología poética, 2010: 53)
domingo, 1 de septiembre de 2019
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