(A mi amigo, don Salvador Lizardo : In Memoriam)
Por: Domingo
Caba Ramos
La historia de los pueblos se nutre de realidades. Se alimenta de las gestas o acciones de sus gentes, así como de los símbolos y manifestaciones culturales que los conforman. Merced a esto último, vale decir que cada país, provincia, municipio y sector rural, tiene un río, un árbol, un monumento, un personaje, un centro de recreación, etc. que se traduce en marca, ícono, insignia o sello de identidad de esos espacios geográficos. Símbolos emblemáticos sin cuya mención no es posible escribir la verdadera y completa infrahistoria de cada pueblo.
Es lo que sucede con «La Carretilla», el otrora, familiar y tradicional restaurant del municipio de Tamboril, el cual; aunque desde hace muchos años clausurado, su imagen todavía late en el recuerdo y en la conciencia de los tamborileños que lo utilizaron como su principal lugar de esparcimiento e intercambio comunicativo durante más de tres décadas.
Allí acudía la
familia y ciudadanos independientes a compartir una cena, un trago, un jugo… También
a escuchar la canción favorita, debatir el último tema social y reencontrarse
con el amigo ausente etc. Y allí iba también la pareja de enamorados a robarse
el posible primer beso prohibido e intercambiar las más apasionadas y tiernas
miradas de amor.
El vínculo
pueblo – restaurant o Carretilla - pueblo era tan íntimo y fraterno, que, entre
la administración del negocio y una buena parte de los clientes, se establecían
relaciones comerciales que rayaban casi en lo familiar. De ahí que, en más de
una oportunidad, yo, acompañado de uno o más de mis parientes, llegaba allí,
pedía, consumía y en cualquier momento nos marchábamos sin pagar y sin
notificar nuestra retirada.
«Tite» y «Chirrí», los populares camareros del restaurant «La Carretilla»
Tales relaciones
de confianza, unidas al superefectivo servicio, no solo del personal
administrativo, sino también de los dos ultraefectivos camareros,
desgraciadamente idos a destiempo, convirtieron al Restaurant «La Caretiilla» en el sitio obligado utilizado por la familia y población tamborileñas para
recrear su espíritu y disfrutar así de un tranquilo y sano momento de solaz esparcimiento.

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