Por : Domingo Caba Ramos
Todo lo expresado en el párrafo anterior significa que
nada es más sensible y difícil que crear y mantener unas armónicas o cordiales
relaciones humanas a través de la comunicación telefónica. Numerosos son los
factores que lo impiden: mala educación, yoísmo, ausencia de empatía,
engreimiento, irrespeto y deficiente formación cívica, entre otros
Para lograrlo, cuando se conversa vía
telefónica, quizás convenga proceder teniendo siempre en cuenta, entre otras
recomendaciones, las que a continuación se me ocurren :
1. 1.
Cuando llame a alguien y este no responde, piense que ese alguien puede estar
ocupado, durmiendo, enfermo, en un lugar sin señal o, simplemente, no puede
hablar en ese momento. También puede deberse a que su teléfono esté dañado o
sin carga. Suponer y afirmar, al respeto, el muy odioso e imprudente «Te
llamé, pero no me cogiste la llamada», es proceder en forma ligera y no
menos impresionista al construir un motivo cuya evidencia no siempre resulta
posible aportarla.
2. 2.
Nunca suspenda la conversación con el interlocutor en línea, para conectarse
con la persona que de repente llama por otra línea. Es
importante siempre tener en cuenta que, salvo casos de fuerza mayor, la
preferencia de la comunicación telefónica le corresponde al primero que llamó,
no al segundo.
3. 3. No
es de buen gusto ni se corresponde con las más elementales normas de la
cortesía y respeto marcar un número telefónico para iniciar un diálogo a
distancia en el mismo momento en que de manera presencial usted conversa con
una persona. ¿Qué va a ocurrir cuando la persona a quien llamó reciba y
responda la llamada? Que la primera deberá entonces callarse, convirtiéndose
así en un interlocutor secundario. Quien yace a su frente es
quien debe gozar del privilegio de su atención, no el que está en línea.
4. 4. Si
usted llama a un amigo, pariente o relacionado y alguien le responde
diciéndole que no se encuentra, por favor, no insista. Tampoco exprese dudas ni
mucho menos insinúe que no cree en lo que se le está diciendo. Usted no tiene
pruebas para dudar o no creer, y aunque esté seguro de que el ser a quien llama
realmente está presente, la delicadeza y la prudencia aconseja guardar
silencio, terminar la llamada e intentar comunicarse más tarde.
5. 5. Si
usted llama a un amigo, pariente o relacionado y este le responde diciéndole
que «Voy a salir», «Estoy tratando un asunto…», «Tengo personas a mi lado», «En
este momento no puedo hablar», «Te llamo más tarde…», etc., por favor, no
insista, cállese y cierre cortésmente de inmediato. Tampoco responda de manera
“seca” o proyectando una molestia reveladora de que usted no ha creído en la
dificultad que se la ha dicho.
6. 6.
Cuando reciba una llamada y no disponga de tiempo para hablar en ese momento,
con inigualable cortesía, dígale a quien lo llamó que tan pronto como le
sea posible le “devolverá la llamada”; pero por favor, llámela, no lo olvide.
7. 7.
Por más incómodo que se encuentre, nunca cierre de repente una llamada
telefónica sin antes despedirse de su interlocutor. La cortesía y los buenos
modales deben siempre sobreponerse en nuestras relaciones interpersonales y a
cualquier incómodo estado emocional. Como dice el pueblo, «nunca le
deje al otro la palabra en la boca»
8. 8.
Cuando llame y no le respondan, no permanezca con su teléfono timbrando
sin límite de tiempo. Es preferible que a los tres timbrazos usted cierre y
marque de nuevo. Si a los dos intentos la conversación no se logra, entonces
inténtelo más tarde o pruebe con otra vía de comunicación.
9. 9. Sea
empático y evite parecer egocéntrico y
ultranarcisista presentándose extremadamente expresivo, verboso,
alegre y animado cuando usted desea hablar o quiere que lo escuchen; pero
muy lacónico, cortante, pesado, imprudente o casi mudo cuando a quien le
interesa hablar no es a usted, sino al otro. Sentirse escuchado es el mejor
regalo que un hablante puede recibir.
1
10. Por último, en la comunicación telefónica se recomienda proceder con
sumo tacto, tomando en cuenta siempre el momento sicológico y en virtud de lo
que nos dicta el sentido común. Eso permite saber a quién llamar, cuándo
llamar, por qué tiempo llamar, qué responder en cada situación , el
temperamento o perfil de la persona con la cual se habla y hasta el tono de voz
del interlocutor, el cual puede traslucir depresión, desánimo, angustias,
problemas y todo lo que quite el deseo de hablar.
Permite saber que no es lo mismo el tiempo y la hora
que disponemos para comunicarnos con un pariente o ser de confianza, que con
otro de relación distante. Y permite, por fin, detectar la atmósfera sicológica
que reina en el entorno de quien nos escucha para saber si vale la pena
acortar, prolongar o suspender siempre amablemente la conversación.
¡Ay!, y lo más importante :
autorevísese, y pregúntese cuál o cuáles de los defectos de la comunicación
telefónica antes mencionadas lo afectan a usted en el uso cotidiano de la
lengua.


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