Por: Domingo Caba Ramos
Coronel Francisco Alberto Caamaño
Aquella calurosa noche de octubre del año 2002, abordamos un taxis en una calle cualquiera de la llamada Habana Vieja. El chofer, un excoronel del ejército cubano, al percibir nuestro acento, nos preguntó que si éramos de la República Dominicana.
«-Así es» – le respondimos.
«-¡Cóño!», – expresó con emoción incontenible – ustedes son de la tierra del hombre más valiente y caballero que yo he conocido. Estuvimos juntos en el campo de entrenamiento cuando él vino a Cuba a entrenarse para la acción guerrillera que llevaría cabo en su país»
Obviamente que se refería al líder de la Revolución de Abril, coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó.
«-¿Cuántos le debemos?» - preguntamos a nuestro conductor cuando llegamos al hotel. No recuerdo el monto indicado. Solo recuerdo que nos dijo:
«-Por ser compatriota de Caamaño, el servicio solo le cuesta la mitad del precio»
La rebaja fue más que suficiente para reafirmar la grandeza patriótica del héroe de abril y para que uno del grupo propusiera, con esa sagacidad que tanto caracteriza a muchos dominicanos:
«-A partir de ahora, cuando solicitemos un taxis, trataremos de que el conductor haya sido militar, por si acaso entrenó junto a Caamaño…»
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