Por: Domingo Caba Ramos
Narciso fue mi compañero de estudios en la UASD. Compartimos más de una asignatura, y éramos muy, pero muy amigos. Como estudiante era brillante y siempre se distinguió por obtener las mejores notas en cada asignatura. Su madre, doña Prudencia, era lo que se dice un verdadero ángel o la ternura con nombre de mujer. A mí me quería con el alma y a su único hijo, Narciso, le brindaba un amor desbordante y lo trataba como a un rey.
Un buen día Narciso se graduó, pasó a residir a la Capital junto a su madre y desapareció para siempre… Jamás lo volví a ver, hasta una tarde de estas en que nos encontramos cara a cara. Después del frío y distante saludo que impone la pandemia interminable, acto seguido le pregunté por doña Prudencia:
«-Está en el hospicio – me respondió secamente -. Vivía conmigo; pero se puso inaguantable. Con mi esposa, era un pleito permanente… »
Seguimos conversando, intercambiamos números telefónicos y nos despedimos; pero las coincidencias nunca faltan. Días después que hablé con Narciso, me encontré con Fidel, otro excompañero, y muy emocionado le hablé de mi inesperado encuentro con nuestro otrora condiscípulo, y lo que me dijo acerca de su madre.
«-Te habló mentira, Caba – me respondió. El Narciso de ahora es otro. Después que se convirtió en miniempresario y se casó con la mujer que tiene, su humildad y sensibilidad se esfumaron como por arte de magia . Su madre es la misma que tú conociste: tierna, decente y prudente, tanto con su hijo como con su nuera. La verdad de la historia es que la esposa de nuestro amigo no quería compartir con su suegra bajo un mismo techo. Por eso, un mal día lo conminó: «O te la llevas al hospicio o nos divorciamos»
Con tal de no perder a su «dulce media naranja », Narciso prefirió aislar a su progenitora en el solitario refugio de una silenciosa casa de ancianos.
El tiempo pasó y una noche cualquiera mi teléfono sonó. Era Narciso que al parecer deseaba hablar conmigo. En ese momento recordé el relato de Fidel sobre lo que mi antiguo “enllave” había hecho con su madre y entonces, sin responder la llamada, me dije:
«-¿Hablar contigo…?. No, no, no vale la pena…»
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